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ISSN 1688-1672

 



APRENDIENDO INGLÉS -


A long time ago

Andrés Torres Guerrero

 

El primer profesor que tuve de inglés era un hombre que sólo inspiraba miedo; cuando se aproximaba la hora de su clase, recuerdo que a muchos de nosotros nos empezaba a doler el estómago; a otros les daba náuseas e incluso diarrea. Le decíamos El Búho.


I. Es muy temprano en la mañana y somos un grupo de hombres y mujeres que deseamos aprender inglés. La profesora nos indica la fotografía de una mujer famosa, y luego escribe en el tablero:

What does she do?
Where is she from?
What is her name?
How old is she?
What does she look like?
What is she like?
Is she married or single?
What is her phone number?
What color are her eyes?
What color are her hair?
She's an actress.
She's from the U.S.A
Her name is Julia Roberts.
She is about 40 years old.
Her eyes are hazel.
She is intelligent, polite, interesting.
She is married.
Don't know.
Her eyes hazel.
It is brown. Her hair is long and straight.


Mientras Asdrúbal copia en su cuaderno las preguntas y respuestas inspiradas en la protagonista de La Pareja Del Año
, abre dos interrogantes respecto a su profesora:
 

What does she look like?
 

 

No muy alta y delgada. Labios finos. Su cabello es liso y a pesar de que no lo tiene largo, no sé por qué la veo como a una Rapunzel
What is she like?
 
Mirada inteligente. Tiene un aire a lo Elizabeth Wurtzel. Su estilo de conducirse hacen pensar en Beth Gibbons[1]. Es joven, pero sus ojos de seguro han visto más de un mundo. ¿Qué semióticas atravesarán sus sueños?

II.  Por el contexto le era inevitable no acordarse de su primer año de bachillerato, cuando estudiaba en La Normal Nacional de Occidente de Pasto:

El primer profesor que tuve de inglés era un hombre que sólo inspiraba miedo; cuando se aproximaba la hora de su clase, recuerdo que a muchos de nosotros nos empezaba a doler el estómago; a otros les daba náuseas e incluso diarrea. Le decíamos El Búho, porque su cara vieja, ancha y ajada se asemejaba a la de una de esas aves nocturnas y solitarias. Posiblemente tendría unos 65 años, pero a nosotros de apenas 11 y 12 años, nos parecía un anciano misántropo y decrépito. Cuando él entraba al salón, el terror nos invadía. Al menor conato de sonrisa, El Búho castigaba con un grito y con 1 al insolente infractor. En esa clase lo único que no estaba prohibido era respirar, en lo de más, todo estaba censurado, restringido o administrado... más que un curso de 47 niños, parecíamos un grupo de cadáveres expuestos en un anfiteatro, listos para satisfacer la morbosa curiosidad del sádico de turno, en este caso, él.

A El Búho solamente lo vimos reír una vez. Resulta que el profesor nos advirtió que para el primer examen, teníamos que aprendernos de memoria el capítulo 1 del libro. Llegó el día del examen y todos estábamos a punto de un colapso nervioso. La primera pregunta fue:

My name is ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­____________________________
 

Creo que todos intuimos desde cierto sentido común, que aún conservábamos a pesar del miedo, que allí debíamos poner nuestro nombre. Pero estoy seguro que la voz de El Búho retumbaba en la cabeza de todos y cada uno de nosotros: ¡APRÉNDANSE EL CAPÍTULO UNO DE MEMORIA!

Frente a esa rotunda orden, no había nada que hacer. Todos respondimos de acuerdo al ejemplo del texto guía[2]:

 

My name is ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­____________Peggy___________
 

A la siguiente clase, El Búho llegó echando espumarajos de furia por la boca. ¡Es la primera vez que en mis cincuenta años de docencia, veo que en un mismo curso todos se llaman Peggy!
 

-¡A ver vos cómo te llamas! -me dijo.
-Asdrúbal.
-Asdrúbal, ¿qué?
-Asdrúbal Sañudo, profesor.
-Y entonces por qué pusiste Peggy. ¿Vos te llamas Peggy?
-No.
-¿Y entonces?
No sabía qué decir.
-¡No te quedes mirándome como tonto! ¿Por qué en el examen escribiste que te llamabas Peggy?
-No sé profesor.
 

¡Peggy, Peggy, Peggy, manada de imbéciles! ¡Qué es que my name is Peggy! Vociferaba descontroladamente... de pronto lo vimos reír, sabíamos que se estaba riendo de nosotros y de nuestra espantosa ingenuidad, pero lo importante era que se estaba riendo. En ese momento, nos dimos cuenta que El Búho, era un ser humano, alguien que también reía.

¿Qué recuerdo hoy de él? Casi nada... Bueno, que sufría de un asma indomable, por lo que era frecuente que en clase sacara varias veces su inhalador. Algo que sí tengo muy presente era su voz metálica e imponente. Indelebles quedaron ciertas frases que ahora escribiré de manera "fonológica":

¡Ansguer tu de pichturs! ¡Du dierseisaix! ¡open yur bucks!

No sé cómo sobreviví y sobrevivimos al despotismo de este señor, pero creo que a punta de serenidad y paciencia, mucha paciencia[3], logramos llegar hasta las vacaciones de mitad de año. Pero El Búho, obviamente no podía darnos una tregua para las fiestas de navidad y año nuevo; ¡tenía que dejarnos un taller con 30 ejercicios!

Por supuesto pasaron las vacaciones y sólo me acordé de esa tarea el domingo como a las nueve de la noche cuando alisté los cuadernos en la maleta; lo más crítico de la situación era que inglés la teníamos a la primera hora del lunes. Me resigné a ser destrozado por las garras adrenalínicas del Búho, que muy seguramente iba a comenzar su clase revisando los cuadernos. Hice acopio de todo mi valor, que por lo demás no era mucho y me acosté a "dormir".

Esa mañana, poco antes que iniciara la clase, casi todos estábamos copiándonos de los que sí habían hecho la tarea. La tensión era insoportable, porque de sobra sabíamos que si El Búho entraba y nos agarraba en esas, íbamos a tener graves, gravísimos problemas. Todos copiábamos en estado de total paroxismo y terror. De repente se abrió la puerta, algunos alcanzamos a sentarnos, otros fueron sorprendidos en el fragante delito de estar parados. El prefecto (apodado no por nada como El Demonio de Tasmania), y el señor rector, estaban en la mitad del salón, mirándonos, mientras nosotros saludábamos y simultáneamente nos poníamos de pie. Extrañamente ni El Demonio de Tasmania, ni el rector nos regañaron.

El rector inició hablando de recomenzar el año con el compromiso de responsabilizarnos de nuestras tareas; asumir con tesón los retos que nos imponía el estudio, etc.. A continuación El Demonio de Tasmania se frotó las manos, realizó una introducción zigzagueante que no lográbamos precisar o presentir hacia dónde iba.

Esto lo recuerdo como si fuera hoy:  

-Señores, infortunadamente soy el portavoz de una infausta noticia. Nuestro querido profesor Rafael Elías Jurado falleció hoy en la madrugada a causa de un paro cardiaco.

La reacción nuestra fue implacable e intempestiva: gritos de felicidad, expresiones de júbilo y hasta aplausos se escucharon en esa mañana en que supimos que El Búho jamás nos iba a volver a dictar clase. El Demonio de Tasmania nos mandó a callar con imprecaciones, y luego en su oficina, nos abrió matrícula condicional.

Muchos años después, en el Centro Colombo Americano, frente a la teacher Mónica, el estudiante Asdrúbal había de recordar aquellos días en que El Búho le hizo conocer el hielo.  


Notas:

[1] Cantante de la agrupación PORTISHEAD.

[2] Manuel M. Ángel. Express it in English 1. School and Home. Bogotá, Educar Editores, 1981.

[3] Una de las máximas filosóficas aprendidas en las revistas de KALIMÁN. El HOMBRE INCREÍBLE.

 

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