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			0.
 Aquí me propongo comentar el “Documento de Base de Análisis 
			Curricular” (DBAC) elaborado por el Consejo de Educación Inicial y 
			Primaria (CEIP), de reciente aparición pública(1) 
			y sometido a discusión en el interior del propio subsistema de 
			Inicial y Primaria. La tesis que quisiera sostener es la siguiente: 
			el DBAC supone la muerte del orden letrado, una especie de 
			“atentado” contra los conceptos de lenguaje (en el sentido clásico 
			del logos aristotélico) y de alfabetización, vale decir, un 
			desfondamiento de la propia institución escolar a partir de una 
			desestructuración teórica y didáctica del campo de la enseñanza de 
			la lengua.
 
 1.
 
 El DBAC no es, en rigor, un análisis, ya que en lugar de ampliar, 
			desarrollar, realizar una “Distinción y separación de las partes de 
			un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos” (DRAE), 
			sintetiza (con algunos cambios) los contenidos que posee el Programa 
			de Educación Inicial y Primaria 2008, y lo hace sobre la base de 
			criterios no explicitados ni claros.
 
 Las consignas que los grupos de trabajo(2) 
			(comisiones) conformados para elaborar el documento en cuestión 
			tuvieron que cumplir tareas vagas que no pueden desarrollarse en el 
			tiempo estipulado, y que presuponen, a mi modo de ver, la no discusión de 
			lo que se está haciendo con ellas y la no discusión de la problemática que el 
			Programa ha instalado en magisterio, particularmente en el trabajo 
			cotidiano de los maestros, a pesar de que en el Acta que publica el 
			CEIP se sostenga en el “CONSIDERANDO II”: “que a seis años de un 
			texto curricular único, Programa de Educación Inicial y Primaria 
			2008, apropiado por el colectivo docente y revisado por la por la 
			Comisión de seguimiento […] se necesita redondear este proceso con 
			la evaluación de los aprendizajes de los alumnos en un marco 
			curricular de especificaciones de tres ciclos: inicial, tercero y 
			sexto” (p. 3).
 
 En primer lugar, no es cierto que exista la apropiación de los 
			maestros de la que se habla; ocurre más bien lo contrario: el 
			Programa de Lectura y Escritura en Español (ProLEE) no ha dejado de 
			constatar, de boca de los propios maestros, en casi todas las 
			instancias de difusión de sus materiales por el país, que el 
			Programa vigente, en cuanto al área de lengua, constituye un 
			obstáculo para el trabajo en el aula, dadas las imprecisiones 
			conceptuales que posee, así como el desorden y la falta de criterios 
			en la estructuración de los contenidos a enseñar, sin hacer mención 
			a las contradicciones teóricas que exhibe(3).
 
 En este sentido, es posible entender que el DBAC es el síntoma y la 
			verificación de que hay un agudo problema con el Programa, instalado 
			desde que este texto vio la luz. En consecuencia, el DBAC viene a 
			funcionar como una especie de “recorte” aproblemático del Programa 
			vigente, como si se tratara de un programa paralelo que reduce 
			considerablemente lo que la escuela debe proporcionar en materia de 
			enseñanza de la lengua. Cuesta visualizar, con un documento de este 
			tipo, un futuro promisorio para las generaciones de alumnos a las 
			que les toque estar bajo el influjo del DBAC.
 
 2.
 
 En otro orden de cosas, hay que señalar que no se comprenden las 
			categorías establecidas para la organización de los distintos ítems 
			que constituyen las “expectativas de logro por nivel” (ver 
			“Introducción” del documento en su versión final y página 1 del 
			documento que el CEIP remitió a las ATD por escuela para su 
			consideración en febrero de 2015). Estas categorías revelan 
			confusiones y contradicciones teóricas de relevancia, así como una 
			dilución del área que pretenden ordenar, en el sentido de que muchos 
			de los ítems definidos son extremadamente vagos y no establecen 
			diferencias significativas entre los niveles escolares considerados 
			(tercero y sexto): por ejemplo, en la categoría “Uso de código” se 
			puede leer: “diferentes organizaciones textuales: mapa semántico, 
			cuadro sinóptico” (tercero; p. 10) y “Diferentes organizaciones 
			textuales (gráficos, cuadro sinóptico, mapas conceptuales) en 
			formato papel y digital” (sexto; p. 10). Alarma la noción de texto 
			que se maneja y el hecho de que estos ítems se encuentren en la 
			categoría “Uso de código”, lo cual no se comprende de ninguna 
			manera.
 
 La forma misma de organización del documento en el área de lengua, 
			tanto como la imprecisión teórica y algunos problemas de este tipo(4), 
			hace que sea prácticamente imposible efectuar una lectura del propio 
			documento, sin que haya que realizar un reordenamiento e, incluso, 
			una confección distinta que vuelva inteligible lo que se está 
			diciendo, la lógica que vincula los ítems, la razón de ser de cada 
			uno y su justificación teórica y didáctica.
 
 Importa aquí añadir especialmente el hecho de que el documento 
			elaborado por el CEIP lleva a interrogarnos sobre la concepción de 
			lenguaje que, de manera predominante, se maneja en el subsistema 
			escolar (por ejemplo, a través de los cursos de Formación en 
			Servicio), el lugar que ocupan la escritura 
			(5), la 
			gramática, el concepto mismo de alfabetización (cuál es la tarea de 
			la escuela en este sentido), cómo se concibe la evaluación en lengua(6), 
			etc. Las nociones de lenguaje y escritura pierden pie ante las de 
			comunicación y oralidad, así como la gramática es claramente 
			desplazada por la pragmática, como si entre ellas existiera una 
			relación de exclusión: donde se trabaja con una, no se trabaja con 
			la otra.
 
 Como sostiene Sandino Núñez(7), 
			“comunicación” es la gran palabra contemporánea que estructura la 
			composición misma de lo social, lo que implica una “descomposición” 
			del concepto de lenguaje, la instrumentalización más elemental de 
			las prácticas lingüísticas, una pragmática elemental que se resuelve 
			en la transparencia del lenguaje y en la mera relación entre los 
			interlocutores, como si estos fueran soberanos respecto del discurso 
			que ponen en funcionamiento. De aquí que otra palabra central en la 
			hegemonía de la comunicación sea “estrategia”, palabra que también 
			daña el corazón mismo del lenguaje, haciéndole perder toda su 
			densidad ontológica y práxica: el lenguaje es, poco más, poco menos, 
			un mero instrumento comunicativo exterior al hablante y este, 
			sencillamente, su usuario(8). 
			Y el sentido es, según se deduce de todo esto, plenamente 
			calculable, sometible a una estrategia, a una serie de pasos cuya 
			consecución daría como resultado “lo que efectivamente se ha querido 
			decir”, ni más ni menos, sin que existiera un exceso o una falta, o 
			una falla, del sentido mismo, exceso, falta o falla constitutivas 
			del lenguaje(9) 
			que lo vuelven opaco y ajeno a su “usuario”. En caso de que, 
			finalmente, el sentido no resulte según lo calculado, el problema es 
			remitido a la estrategia: esta se cambia y se vuelve a intentar.
 
 El lugar destinado a la reflexión pragmática y a los textos(10) 
			elementalmente utilitarios (recetas, afiches, folletos, currículos, 
			etc.), así como a la reflexión gramatical (lógicamente, en el 
			sentido inverso), entre otras cosas, muestra con claridad la 
			hegemonía de la comunicación, el desfondamiento del concepto de 
			lenguaje. ¿No hay acaso una relación directa, en la medida en que 
			responden a la misma lógica de la hegemonía de la comunicación, 
			entre la aparición de estos textos y la composición de los libros de 
			texto oficiales (para limitarnos a este tipo de libros), en los que 
			lo escrito cede terreno invariablemente a las imágenes, a los 
			márgenes cada vez más anchos, y se transforma, por ejemplo, en algo 
			que no puede ser siguiera resumido, porque ya está más que resumido? 
			¿No hay también una relación directa entre la hegemonía de la 
			comunicación, la aparición de la oralidad como un objeto de estudio 
			que debe ser abordado en el salón de clase, un concepto de oralidad 
			poco preciso, completamente vago, reducido a la conversación cara a 
			cara (la que ocurre, por ejemplo, en el propio salón de clase o 
			entre amigos) y el raleamiento de la gramática de las aulas? ¿No 
			hay, finalmente, una relación directa entre la hegemonía de la 
			comunicación y la consideración de la escritura fundamentalmente en 
			sus aspectos técnicos, más allá de los discursos que hablan de su 
			carácter tecnológico (aunque ignoran el carácter antitecnológico) y 
			de su dimensión sociohistórica y cognitiva?(11) 
			Véanse, si no, a este respecto, algunos de los títulos de los libros 
			de Cassany con que los maestros se han formado desde las últimas 
			décadas del siglo XX: Reparar la escritura (Barcelona, Graó, 1993), 
			La cocina de la escritura (Barcelona, Anagrama, 1995), Taller de 
			escritura (Barcelona, Paidós, 2006), Afilar el lapicero (Barcelona, 
			Anagrama, 2007), y en colaboración con García del Toro, Recetas para 
			escribir (San Juan de Puerto Rico, Editorial Plaza Mayor, 1999).
 
 3.
 
 Dicho esto, es posible entender que la organización misma del DBAC 
			en el área de lengua y los ítems definidos constituyen un síntoma 
			inobjetable de la crisis de la enseñanza de la lengua en la escuela 
			y de la desorientación que existe al respecto por parte de quienes 
			han elaborado el documento en cuestión, una crisis que ha sido 
			constatada por distintas evaluaciones y mediciones (tanto 
			internacionales como domésticas). Añádasele a esto, como pruebas de 
			la crisis mencionada, la idea de crear un Año Cero para el 
			“tránsito” de Primaria a Secundaria basado en las llamadas “materias 
			instrumentales” (lengua y matemática) para aquellos alumnos en 
			riesgo de “desafiliación” del sistema educativo y los resultados 
			negativos que los estudiantes del Ciclo Básico público suelen 
			obtener en Idioma Español. También es posible interpretar que el 
			programa LEA (Lectura y Escritura Académicas) de la UdelaR pretende 
			“resolver” algunos de los problemas básicos de comprensión y 
			producción de textos que presentan los estudiantes cuando ingresan a 
			la Universidad, originados bien atrás en el proceso educativo y 
			diagnosticados hoy mediante la aplicación de una prueba cuyos 
			resultados exactos se desconocen(12).
 
 Hay que tener presente que este documento tiene la capacidad de 
			insertarse en el seno de las prácticas áulicas cotidianas, por lo 
			que constituye un elemento altamente distorsivo para el trabajo del 
			maestro, lo que se suma a la problemática señalada y vuelta a 
			señalar por los docentes de todo el país con relación a las 
			dificultades que tienen a la hora de abordar el Programa vigente.
 Aunque evita decirse, se entiende que el DBAC supone una especie de 
			“puesta en orden” del Programa vigente, a partir del reconocimiento 
			de que dicho Programa no está funcionando como se esperaba. 
			Considerando el proceso de elaboración del Programa (proceso basado 
			en la representación de los distintos actores institucionales 
			involucrados en la enseñanza inicial y primaria, más los profesores 
			de Secundaria encomendados a la “vigilancia epistemológica” en sus 
			respectivas disciplinas), se acepta el hecho de que no habrá una 
			transformación de fondo del texto programático.
 
 En este sentido, el DBAC podría funcionar (y es altamente probable 
			que así sea) como un “programa recortado” que indique (prescriba) lo 
			que debe ser enseñado, las cosas con las que todos nos daríamos por 
			satisfechos. De esta manera, como “programa paralelo”, se 
			convertiría en el nuevo horizonte de la escuela uruguaya, con todos 
			los problemas que esto conllevaría a nivel de la calidad de la 
			enseñanza.
 
 4.
 
 En problema que implica, pues, el DBAC no puede hacernos perder de 
			vista el problema mayor en el que se inscribe, relativo a la 
			enseñanza de la lengua, particularmente, la enseñanza de la lectura 
			y la escritura, en la escuela uruguaya en las últimas tres décadas. 
			Si bien sencillamente podríamos sostener que el DBAC es, en el 
			fondo, una manifestación más de este problema mayor, creo que 
			deberíamos otorgarle cierta importancia por el tipo de documento de 
			que se trata y por la incidencia que puede llegar a tener en la vida 
			cotidiana de las aulas escolares.
 
 No obstante, conviene no perder de vista ciertos elementos que 
			forman parte de este complejo problema cuyo dramatismo el DBAC viene 
			a profundizar. Así pues, la propia formación magisterial en lengua 
			es extremadamente insuficiente como para producir, de manera 
			sistemática, efectos positivos en las aulas (al margen de casos 
			aislados, por muchos que fueran). Dos cursos de lengua (en primero y 
			segundo de Magisterio) y dos talleres (en tercero y cuarto) no 
			terminan de dibujar algo como una “formación en lengua”, por lo que 
			los efectos del DBAC podrían llegar a ser aún más catastróficos de 
			lo que puede pronosticarse. Así por ejemplo, la formación en 
			gramática de los maestros es harto deficiente, apenas un contacto en 
			el primer año de la carrera y un repaso en el segundo. En el tercero 
			y el cuarto, la lengua se reduce a “talleres”, donde lo disciplinar 
			queda completamente desdibujado y los esfuerzos se dedican a la 
			resolución de cuestiones vinculadas con la práctica docente.
 
 En un contexto dominado por la idea de comunicación, y por nociones 
			como oralidad, expresión, pragmática, estrategias e intención 
			comunicativas, profundamente solidarias con la primera, no parece 
			haber lugar sino para “propuestas programáticas” que respondan a 
			esta lógica de desfondamiento del lenguaje y la alfabetización. Así, 
			en tiempos en que en la Universidad se arraigan cursos de 
			“alfabetización universitaria” (curioso e irónico oxímoron capaz de 
			sintetizar el estado de la educación uruguaya en cuanto a la 
			lengua), en que cada vez se requieren más talleres de escritura 
			académica (y lectura) para que los estudiantes universitarios puedan 
			permanecer en sus respectivas carreras (ya no hablemos de tener 
			cierto éxito), la escuela uruguaya se está proponiendo unas 
			“expectativas de logros” para tercer y sexto años que parecen la 
			otra punta del mismo problema con que se enfrenta la Universidad. En 
			este sentido, la enseñanza terciaria exhibe claramente el problema 
			de la enseñanza de la lengua originado en la escuela y profundizado 
			en Secundaria, así como el hecho de que Primaria no ha podido atinar 
			con una solución verdadera, de amplio alcance, basada en la solidez 
			teórica y la responsabilidad intelectual y profesional que el propio 
			subsistema de Primaria debería tener.
 
 
 Notas:
 
			1 
			Publicado por el Consejo de Educación Inicial y Primaria, Acta N° 
			34, Res. 3, del 18 de junio de 2015, eufemísticamente denominado 
			“Especificaciones de Logros de Aprendizajes de 3ero. y 6to. año”. 
			También, en lugar de “especificaciones”, se habla de “expectativas”, 
			término que nos conduce directamente a los problemas que trataré de 
			discutir aquí. Este documento está elaborado sobre el Programa de 
			Educación Inicial y Primaria 2008 y define dos instancias de corte 
			dentro del subsistema educativo en el que pretende aplicarse: tercer 
			y sexto años. (El DBAC puede consultarse en
			
			http://www.ceip.edu.uy/documentos/normativa/programaescolar/DocumentoFinalAnalisisCurricular.pdf).
 2 La integración de la 
			comisión que entendió en el área de lengua resulta, por lo menos, 
			extraña.
 
 3  Otro elemento 
			que muestra a las claras que los maestros no se han apropiado del 
			Programa es el “Glosario del Programa 2008”, elaborado por el equipo 
			de ProLEE, atendiendo el pedido de los maestros de esclarecer las 
			nociones que maneja el Programa. (El “Glosario” puede consultarse en
			
			http://www.uruguayeduca.edu.uy/repositorio/prolee/glosario/glosario.html).
 
 4 Por ejemplo: dentro 
			de la categoría “Uso de código” aparecen los contenidos “Diferentes 
			organizaciones textuales” (DBAC, p. 10), que no pertenecen al código 
			de escritura. En cuanto a la imprecisión, se habla de “Uso de 
			algunos conectores” (DBAC, p. 10) sin mayores especificaciones (a 
			pesar de que el DBAC se presenta como “especificaciones”): ¿esto 
			querrá decir que si un alumno de tercer año emplea adecuadamente los 
			conectores “y” y “pero” ya podríamos darnos por satisfechos?
 
 5  La escritura ha 
			sido la gran perdedora en toda esta situación, puesto que el DBAC, 
			así como el Programa en el que se basa, consagra un enfoque 
			comunicativo que, por ejemplo, sitúa la oralidad en el mismo nivel 
			de importancia que la escritura. Se proporciona, según entiendo, una 
			relevancia excesiva a la oralidad, lo que, en términos de tiempo de 
			clase, supone quitarle espacio a la escritura y lo que, según ha 
			sido constatado por los propios inspectores escolares en las 
			planificaciones docentes relevadas desde 2009, ha ocurrido 
			efectivamente en las aulas. Además, el “ascenso” de la oralidad ha 
			implicado la obturación de la posibilidad de entender que el propio 
			concepto de oralidad solo es posible en la escritura; dicho de otra 
			manera, la oralidad es interna a la escritura, es un a posteriori de 
			esta, puesto que solo en la escritura se puede elaborar una teoría 
			sobre la oralidad y, desde luego, sobre la propia escritura. Las 
			consecuencias negativas derivadas de la obturación señalada son 
			enormes, porque producen el desfondamiento de la potencia teórica 
			que posee el concepto de escritura.
 
 6  A este 
			respecto, véanse los artículos de Alma Bolón: “Siguiendo con los 
			‘Aportes’: la UNESCO, agencia de catástrofe”, y “Sangre envenenada. 
			Lectura e industria culturales”, ambos disponibles en 
			http://www.henciclopedia.org.uy; “Tres logros del iletrismo” en Ó. 
			Larroca (comp.), …Luego existen. Trece intelectuales uruguayos de 
			hoy, Montevideo, Organización Cultural Cisplatina, 2013, pp. 43-56, 
			y “El cuidado de las letras”, en Prohibido pensar. Revista de 
			ensayos. Cuidar/Curar, N° 4, Montevideo, HUM, 2014, pp. 33-49.  
			Cabe añadir que las evaluaciones en lengua realizadas en los últimos 
			años (pruebas SERCE, TERCE (del LLECE) y la evaluación en línea 
			aplicada a través de las ceibalitas) constatan la crisis de la que 
			se habla más adelante en este artículo. Súmeseles a estas 
			evaluaciones lo dicho por la presidenta del CEIP, Mag. Irupé 
			Buzzetti, en diferentes entrevistas (radio Rural, 13/4/15, “En 
			perspectiva”, 26/6/15 y “Arriba gente”, 1/7/15).
 
 7  Núñez, S.: El 
			miedo es el mensaje. Montevideo, HUM, 2012. Aquí podemos leer: 
			“Comunicación, hemos visto, es una de las pequeñas grandes palabras 
			de la democracia liberal contemporánea. Es decir, es uno de los 
			fetiches de la utopía liberal contemporánea. Hay una ‘teoría de la 
			comunicación’ y unas ‘ciencias de la comunicación’ que tramitan el 
			perpetuo e ilimitado estado de comunicación de todas y cada una de 
			las partículas del cuerpo social. Comunicación es menos el cemento 
			que cohesiona el todo social […] que el lubricante habermasiano que 
			permite el buen funcionamiento de la megamáquina y que nos 
			proporciona el placer extra de sentir o vivir a esa megamáquina 
			global funcionando suavecita y aceitada, como una prótesis y una 
			potenciación maravillosa de nuestro propio cuerpo” (p. 32).
 
 8  Sobre este 
			problema, véase Bolón, A.: Pobres palabras. El olvido del lenguaje. 
			Ensayos discursivos sobre el decir. Montevideo, Departamento de 
			Publicaciones de la Universidad de la República, 2002, y 
			Authier-Revuz, J.: Detenerse ante las palabras. Estudios sobre la 
			enunciación. Montevideo, Fondo de Cultura Universitaria, 2011.
 
 9  A este 
			respecto, puede verse Núñez, S.: La vieja hembra engañadora. Ensayos 
			resistentes sobre el lenguaje y el sujeto. Montevideo, HUM, 2012.
 
 10  Hay que 
			señalar aquí el hecho de que la noción de texto sufrió un cambio 
			significativo en el mismo momento en que los textos elementalmente 
			utilitarios referidos ingresaron al aula. Ahora, también se 
			consideraron textos cosas tales como los mapas geográficos (físicos, 
			políticos, etc.). Véase entonces, e inténtese entender, la 
			importancia que en el DBAC se les da a los mapas conceptuales, los 
			cuadros sinópticos, las gráficas, etc.
 
 11  Un análisis de 
			corte histórico en este sentido se encuentra en Pedretti, A.: 
			Tradición y novedad en la enseñanza del español lengua materna. 
			Montevideo, Byblos Editorial, 2008, particularmente, los capítulos 
			“Nuevas denominaciones: la aparición de los conceptos de 
			‘comunicación’ y ‘expresión’” (pp. 215-236) y “La ‘comunicación’” 
			(pp. 237-248), y, elaborado en sus primeros desarrollos y focalizado 
			en la enseñanza de la gramática, en Pedretti de Bolón, A.: Antigua y 
			nueva gramática. Montevideo, Panel editores, 1978, en particular, el 
			capítulo “La enseñanza de la gramática en la escuela primaria” (pp. 
			78-107).
 
 12 También como prueba 
			de la crisis, pueden agregarse los Blocs de lectura y escritura para 
			adolescentes y jóvenes (2015), elaborados por ProLEE con el fin de 
			atender a una población de estudiantes que está en los márgenes más 
			alejados del orden letrado, allí donde no ha tenido efecto la 
			alfabetización escolar. Este material pone en evidencia la 
			existencia de personas cuyo proceso de alfabetización, como se dijo, 
			no ha tenido lugar, personas de quienes se ocupan distintos 
			programas educativos con una fuerte impronta social, creados para 
			“retener” en el sistema educativo a esas personas que el propio 
			sistema expulsó a sus márgenes.  Cualquiera que lea estos Blocs 
			se dará cuenta del problema extremo que el sistema tiene que 
			afrontar, un problema que, repito, fue generado por el propio 
			sistema, allí donde se establecen las bases de la lectura y la 
			escritura: la escuela.
 
 * Publicado 
			originalmente en la Revista de ensayos no 8 
			
			
			
			Prohibido Pensar.
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