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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ESCRITORES PROFESIONALES - ESCRITORES AMATEURS - MERCADO DE LIBROS -

Literatura, literatos, libros (I)*

Mario Levrero
Desde hace décadas la mayoría de los poetas se financia sus libritos, y ahora los publica en Internet, porque los editores descubrieron hace mucho tiempo que la poesía “no se vende”. (Dijo un poeta argentino, cuyo nombre ya recordaré: “la poesía no se vende porque la poesía no se vende”)


Estaba tratando de desarrollar algunos pensamientos acerca de los escritores y los libros, y anotaba diferencias entre aficionados
(amateurs) y profesionales.
Si bien creo que el aficionado vive en un mundo y el profesional en otro, ambos pueden coincidir a veces, aunque sea temporalmente, en una única persona. Yo mismo, que soy un ejemplo nítido de aficionado, desde el momento en que empiezo a escribir regularmente para esta revista me transformo en un profesional. Si mañana me surge la imperiosa necesidad de escribir una novela, pasaría de inmediato a ser un aficionado, porque en mi caso es imposible la transformación en un novelista profesional; tal vez por haraganería, pero sobre todo por falta de interés.

El dinero no es estímulo suficiente, y soy totalmente incapaz de ponerme a escribir algo que me va a dar mucho trabajo, y que no sé hacer sin la inapreciable colaboración de eso que llaman “Inconsciente” o “musa”. En cambio, en la producción semanal de estas Irrupciones, a veces mi trabajo es inspirado, y a veces es forzado por la necesidad de entregar en fecha. A veces estas Irrupciones están escritas por un aficionado, a veces por un profesional.

El profesional no es mejor que el aficionado. Tampoco es necesariamente peor; hay quienes desprecian a los que se ganan la vida con su literatura, del mismo modo que hay quienes se ríen de los tontos que escriben sin ganar dinero. Son, como decía, mundos distintos, aunque a veces uno viva en ambos.

Si Kafka es el más claro ejemplo de escritor aficionado, el más puro y el mejor, si un Stephen King o un centenar de escritores como él pueden ser ejemplos claros de escritores profesionales, tenemos el caso de un García Márquez, el aficionado que escribió Cien Años de Soledad y el profesional que escribió casi todo lo demás que lleva su firma; y entre todo lo demás hay una obra maestra llamada Crónica de una Muerte Anunciada, y una buena cantidad de relatos y novelas muy valiosos.

No digamos que una categoría es buena y la otra es mala sino que el aficionado escribe por necesidad de escribir, y el profesional por necesidad de ganar dinero. Eso no impide que a veces el aficionado termine haciendo mucho dinero, ni que el profesional a veces escriba cosas inspiradas.

Demos un paso más, y aceptemos una propuesta estereotipada, y por tanto falsa, pero tal vez útil: el aficionado no puede convertirse en profesional, y el profesional no puede convertirse en aficionado.

Si las cosas fueran tan nítidas, se haría clarísimo que la literatura escrita por aficionados debería circular libremente, sin generar derechos de autor. De ese modo se eliminaría el factor distorsionante, o sea la Editorial; el creador se comunicaría directamente con el lector, por lo general a su vez también un creador, por medio de ediciones baratas y de bajísimo tiraje.

O a través de Internet, o del correo electrónico. Si esto parece un delirio, sin embargo es lo que viene sucediendo con la poesía, el reducto de los aficionados, amateurs por excelencia que ni sueñan en cobrar derechos de autor.

Desde hace décadas la mayoría de los poetas se financia sus libritos, y ahora los publica en Internet, porque los editores descubrieron hace mucho tiempo que la poesía “no se vende”. (Dijo un poeta argentino, cuyo nombre ya recordaré: “la poesía no se vende porque la poesía no se vende”).

Para quienes tienen la posibilidad de navegar por Internet, aquí hay una dirección donde hay buena literatura y hasta libros gratis:
http://www.chasque.apc.org/civiles/index.html.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 15 

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