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ISSN 1688-1672

 



NARRATIVA - LIBROS -

Literatura, literatos, libros (III)*

Mario Levrero
Lo único que aparecía como posible y deseable para estos autores inéditos era la autoedición, o la publicación en Internet -la gran solución de los poetas, que ahora se extiende a los prosistas

 

Esta serie de reflexiones partía de la necesidad de encontrar un camino para que los escritores aficionados (amateurs, los que escriben por necesidad visceral) tuvieran la posibilidad de darse a conocer, al menos entre sus cofrades. Las editoriales nacionales no están publicando narrativa inédita, y al parecer tampoco lo hacen las multinacionales de origen español que han copado la plaza nacional; sospecho que no se animan a publicar autores inéditos, porque antes prefieren incluso refritos de autores con cierta trayectoria.

Lo único que aparecía como posible y deseable para estos autores inéditos era la autoedición, o la publicación en Internet -la gran solución de los poetas, que ahora se extiende a los prosistas.

Paralelamente a estos artículos, hubo un breve intercambio de mensajes por correo electrónico con mi editor, Pablo Harari. Me parecía poco ético hablar de los editores en general sin decir de ellos nada demasiado agradable, y que Pablo se enterara recién al verlo publicado, de modo que le envié un adelanto. En un mail que responde no sin cierto enojo a mis provocativas reflexiones, dice, entre otras cosas:

“Creo que caés -por pasión- en el maniqueísmo de escritor bueno vs. editor malo. Yo te aseguro que hay, entre esos dos términos, todas las combinaciones posibles. Y debe haber -sin dudas- editores muertos de hambre de la misma manera que debe haber ferreteros y escultores... aparte de tantos y tantos escritores que fueron y son editores. Citás a Kafka... no creo que hubiéramos sabido de su existencia si no hubiera sido porque -contra sus deseos- un editor se encargó de publicar su obra".

En breve: no caigo en el maniqueísmo contrario ya que para mí lo MáS importante es el creador y no el editor, ya que creación siempre hubo (y habrá!?) mientras que editores, al menos como los describís vos, no.

En cuanto a separar literatura de libro creo que es pertinente ya que, si así no fuera, aquello que no tuviese forma de libro no sería literatura. El problema es que los escritores tienen necesidad de ser publicados (libro, revista, web, etc.) para que su obra se realice. El soporte cambia con las épocas pero la finalidad no. La relación conflictiva creador/publicista existe desde el momento en que ambos se precisan; es un tironeo de poderes. La solución es la existencia de reglas de juego claras y justas. No está en la autoedición o en la ausencia de derechos de autor: eso es crear clubes o guetos.”

Más allá de alguna discrepancia, todo lo que dice Pablo es muy atendible, y lo es especialmente la reflexión de que el autor necesita del editor, cualquiera sea el soporte material del texto. En realidad, para el autor es un gran alivio no tener que usar demasiado esa parte de la mente que se ocupa de los negocios prácticos.

La cuestión es: cómo hacemos para que el editor vuelva a cumplir su función en lo que respecta a la narrativa.

En eso estábamos, cuando recibo una gran sorpresa: me llega un boletín de la Editorial Trilce, dirigida por Pablo Harari, y allí veo que se comenta la existencia de esta serie de artículos e incluso se recomienda su lectura. Entre otras cosas, dice Pablo: “...coincidimos en lo esencial: hay que dar oportunidades para que sean editados quienes nunca lo han hecho antes, superando el ‘mercantilismo’ de la industria editorial.”

De modo que en este panorama no todo es tinieblas, y entre los editores hay algún caballero... Es cuestión de seguir pensando y dialogando.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 17 

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