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ISSN 1688-1672

 



POLÍTICA/ECONOMÍA - CAPITAL/TRABAJO -
 

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Sandino Núñez
 

El acto teórico de Marx consiste en retrazar el antagonismo entre economía y política: política es la capacidad de desmentir el carácter eterno de la economía para situarla en la historia en tanto modo de producción. Ahí, el concepto capitalismo es decisivo y ocupa un lugar, por así decirlo, retroactivo: capitalismo es el modo político de decir economía.

Dicen que un nuevo tipo de capitalismo ha sustituido a las formas clásicas del descrito y criticado por Marx en la segunda mitad del siglo diecinueve. Furioso, inorgánico, absurdo, y, cabría decir, imaginario, este monstruo contemporáneo parece conducirnos a un encierro definitivo, paradójicamente, gracias a su apertura ilimitada. La diferencia entre economía y capitalismo en tanto nociones o conceptos es lo que permite a Marx introducir una brecha política en tanto teoría crítica: economía es cierta dimensión irreductible de la vida humana, capitalismo es un modo histórico de producción. Si la política aparece como una crítica de la economía, entonces la propia economía debe adoptar dos posiciones simultáneas en el mapa de la teoría: un nivel irreductible al lenguaje y a la teoría (los hombres y las colectividades siempre, necesariamente, intercambian cosas) y una encarnación histórica de ese nivel cuyo exceso o cuya falta pone a ese real al alcance de la crítica (cierta desnaturalización de la economía, cierta desmentida acerca de la naturalidad eterna del "estado objetivo de cosas" para reinscribirlo en la historia como un sistema contingente y también injusto: el capitalismo).

El acto teórico de Marx consiste en retrazar el antagonismo entre economía y política: política es la capacidad de desmentir el carácter eterno de la economía para situarla en la historia en tanto modo de producción. Ahí, el concepto capitalismo es decisivo y ocupa un lugar, por así decirlo, retroactivo: capitalismo es el modo político de decir economía. Pero además es capaz deponer la positividad empírica de un sistema en la línea de lo teórico-subjetivo: el capitalismo mismo es un antagonismo entre el capital y el trabajo, el capital sólo puede existir y crecer gracias a una quita a la fuerza de trabajo, y esa quita emplaza a dos actores enfrentados en el escenario de la historia: el capitalista-patrón y el obrero. Acá se repite la estructura hegeliana anterior. El obrero ocupa dos lugares simultáneamente: es uno de los actores enfrentados en la escena, pero también es aquel que debe ser consciente de la escena misma como algo a criticar, deconstruir o destruir (el propio sistema histórico capitalista). Es este doble beneficio crítico del marxismo lo que parece haber barrido la forma contemporánea de capitalismo.

Desfondamiento del antagonismo política/economía gracias a la reabsorción del capitalismo por la economía: hace tiempo que ya no se habla de capitalismo sino de economía, y por lo tanto se reinstala una deshistorización radical de la "vida económica", irreductiblemente pragmática y sólo accesible a los técnicos. Desfondamiento del antagonismo capital/trabajo a través de una especie de lumpenización generalizada imaginaria de ambos por un capital rentista especulativo, una hiperinflación de números, indicadores y fetiches desarrollistas, una liberalization radical del capital y una "flexibilización" de la fuerza de trabajo (invocaciones al espíritu emprendedor de los que no pueden, al empresarialismo global, a la bondad caritativa de los que pueden, etcétera). El problema entonces, antes que cualquier otro, consiste en crear un relato que nos resocialice, que es dar una nueva forma verosímil al corte política-economía. Y
acá está en juego la creación de un nuevo sujeto social (incluso contra la masa y contra las grandes alianzas estratégicas). ¿Es posible ese nuevo sujeto?, ¿tendrá necesariamente la forma fragmentaria de las multiplicidades que luchan por sus demandas singulares?, ¿habrá una forma discursiva de reunirías en un universal? Ese es el lío.

No deja de llamar la atención que el documento de Eleuterio Fernández Huidobro para el congreso de la CAP-L ni siquiera mencione este asunto que es (por así decirlo) un asunto educativo. El de Huidobro es un documento político (cosa excepcional en la izquierda de los últimos diez años, y por eso, y no por otra cosa, lo menciono), se centra en el consumismo y el monetarismo imaginario como etapa superior del imperialismo, denuncia el fetichismo del número y el mito desarrollista, pero los arrincona en un argumento estrictamente numérico que termina, como dice Soledad Platero (columna del número anterior de Caras y Caretas), por desembocar en una especie de "sobrevivencialismo", el mito milenarista catastrófico que nos lleva a prepararnos para lo peor, multiplicando la lógica pragmática que la propia economía ilimitada ha consagrado como pensamiento único. Se olvida del capitalismo, se olvida del sujeto de este nuevo capitalismo, se olvida de la crítica, y se termina olvidando de la política misma.

 



* Publicado originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 60, 17 de mayo de 2013, publicación semanal de la revista Caras y Caretas.

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