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ISSN 1688-1672

 



BALCANES - KUSTURICA, EMIR - UNDERGROUND - YUGOSLAVIA COMO FRONTERA - SITIO DE SARAJEVO

Balcanes: La Europa Underground. Sarajevo, ciudad mártir*

Gabriel Peveroni

En una cruenta contraofensiva, los turcos invaden Serbia y el 15 de junio de 1389 aniquilaron a los serbios en la batalla de Kosovo, fecha que quedará grabada en la impronta del pueblo serbio y que será tomada siglos más tarde por los nacionalistas chetniks. Luego de una breve retirada -cuando los mogoles amenazaban su imperio- en 1453, los turcos recuperan Constantinopla y vuelven a anexar Serbia, incorporándola al Imperio Otomano. Anexan también Albania y Bosnia pero nunca Montenegro

Películas como Underground provocan múltiples adhesiones y rechazos. En el centro mismo de la polémica, la crítica francesa calificó a la última obra de Kusturica como pro-serbia y el escritor austríaco Peter Handke realizó una osada defensa en su libro Justicia para Serbia. Lo que si queda claro es que lo espinoso de Underground reside en su propia estructura cinematográfica; construida en capas recorre los últimos cincuenta años de historia de los Balcanes tomando como centro la capital de la ex-Yugoslavia, Belgrado. Y como obra polémica, despierta enconos con respecto a situaciones aún no cerradas en este caso de la historia más reciente. La descomposición como país de Yugoslavia, el drama de Sarajevo y multitud de pueblos bosnios, las luchas étnicas entre serbios, croatas y musulmanes, el papel de intelectuales como Juan Goytisolo y Susan Sontag por un lado y de Emir Kusturica y Peter Handke por otro; todos estos tópicos configuran una pequeña parte de un tema dolorosa y también apasionante. Este dossier incluye un breve repaso a la obra de Kusturica como cineasta, un detallado informe para leer con mayor atención las distintas capas y símbolos del Underground balcánico que se narra en la película y, por sobre todo, pretende ser un llamado a la reflexión por la insensatez de una guerra que en un margen-frontera de Europa hizo revivir las peores pesadillas del siglo perpetradas por Hitler, Stalin y Franco, entre otros dictadores.

YUGOSLAVIA, FRONTERA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE

Historia de una fragmentación

Suele decirse que si el Mariscal Tito gobernara aún en los Balcanes seguiría ondeando la bandera yugoslava en la capital Belgrado. Además de superficial, esta consideración omite -como lo omitió también la historia oficial del partido comunista de Yugoeslavia- las diversas situaciones que se dieron en las últimas cinco décadas, en el mismo momento del parto en que los partisanos de Tito obtuvieran los favores de Churchill (y los de Stalin en menor medida) para derrotar a las milicias chetniks y ustashas, los tristemente célebres nacionalismos serbio y croata respectivamente. Para conocer las rupturas que llevaron a la división definitiva de Yugoslavia y su desaparición como estado es necesario reconocer datos históricos, culturales y religiosos determinantes que se arrastran a más de dos mil años atrás, con los primeros pueblos que poblaron los Balcanes.

Hasta el siglo II AC, cuando legiones romanas invadieron los actuales territorios que comprenden Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia y Montenegro, los únicos habitantes de los Balcanes eran los ilirios, un pueblo que vivía en comunidades primitivas sobre la costa del Mar Adriático. Las incursiones romanas llevaron a los ilirios a escapar a las montañas de la actual Albania, y es en ese tiempo que se construyen las primeras ciudades romanas en la invadida Illiria. Paralelamente, desde el noreste, provenientes de la lejana Ucrania, tribus de guerreros eslavos nómades que cultivaban, cazaban y adoraban diferentes dioses, inician un peregrinaje hacia el sur. Estas tribus vieron favorecido su camino por las cruentas guerras entre bárbaros y romanos, y ya entre los siglos IV y VII comienzan a asentarse en territorio ilirio al modo de violentas hordas inmigrantes, al contrario de la versión idílica del peregrinaje eslavo en la versión histoiográfica rusa.

Las tribus eslovenas, croatas, bosnias, montenegrinas
y serbias de estos primeros yugoeslavos (así se los llamaba
en la época), fueron adueñándose del territorio aprovechando al principio la debilidad romana. En ese tiempo el cristianismo era la religión oficial del Imperio en decadencia y las condicionantes geográficas hicieron que los eslavos croatas y los eslovenos se mezclaran con los romanos, adoptando incluso la religión cristiana, mientras que serbios y bosnios mantuvieron por un tiempo más su nomadismo, sintiendo más influencia de Constantinopla
que de la lejana Roma.

El cisma en el cristianismo fue uno de los hechos más trascendentes y que marcaron huella en los Balcanes; a partir de él reniegan del Papa los llamados ortodoxos del Imperio de Oriente. Y como Constantinopla ejerce poder sobre montenegrinos, serbios, bosnios y búlgaros, estas tribus eslavas se someten al nuevo canon religioso. De allí parten otras diferencias que se mantienen aún hoy principalmente entre serbios y croatas; los ortodoxos utilizan (y seguirán utilizando hasta el siglo XX) el alfabeto cirílico en contraposición al alfabeto romano. En la actualidad, a pesar de las mínimas diferencias entre las dos lenguas (insignificante en la forma hablada) se han marcado radicalmente las diferencias de alfabeto. Y es a partir del cisma religioso que se acentúan las guerras entre romanos y eslavos, y que comienzan entre los propios eslavos (serbio y croatas principalmente) guerras muy violentas.

Tanto eslovenos, croatas y parte de los bosnios fueron influidos decisivamente por misioneros católicos procedentes de Roma. En el año 800, por ejemplo, Carlomagno, emperador del Sacro Imperio Romano, invade y somete definitivamente los territorios de Hungría, Croacia, Eslovenia y Dalmacia, marcando con sangre cruzada el trabajo misionero. Otros hechos se suceden en los siguientes siglos, siempre en guerra constante y con esa frontera siempre endeble entre Oriente y Occidente que marcó a serbios y croatas y que determinó históricamente el papel de “territorio comanche” a las tierras ocupadas por los bosnios.

Los alemanes intervienen en los Balcanes por primera vez en el siglo XIV, conquistando Eslovenia, que es adquirida por la familia Habsburgo, que la conservó durante 600 años. El feudalismo se había convertido en el sistema económico y social desde Carlomagno, siendo afectadas en este proceso tanto Croacia como Eslovenia. Esta es otra diferencia sustancial, ya que este sistema demoró varios siglos en establecerse en Bosnia y Serbia, que permanecían en un sistema pre-feudal de grandes familias y grupos de familias. Mientras croatas y eslovenos dependían de italianos y alemanes alternativamente, el Zar Dusan de Rusia entró en acción en el siglo XIV, dominando Serbia luego de derrotar a los turcos y conquistar los territorios de Albania y Macedonia.

En una cruenta contraofensiva, los turcos invaden Serbia y el 15 de junio de 1389 aniquilaron a los serbios en la batalla de Kosovo, fecha que quedará grabada en la impronta del pueblo serbio y que será tomada siglos más tarde por los nacionalistas chetniks. Luego de una breve retirada -cuando los mogoles amenazaban su imperio- en 1453, los turcos recuperan Constantinopla y vuelven a anexar Serbia, incorporándola al Imperio Otomano. Anexan también Albania y Bosnia pero nunca Montenegro. Una buena parte de la población sometida se convierte al islamismo, otra religión fundamental para entender el futuro drama de Sarajevo. La frontera serbo-croata era definitivamente la frontera entre Europa occidental y oriental.

Las guerras continúan; los turcos en 1683 invaden Austria pero son derrotados en Viena por los polacos. Los austríacos -con soldados croatas- conquistarán Belgrado en 1717 pero no toda Serbia. Los serbios no tenían inclinaciones decisivas entre turcos y austríacos (aunque los turcos eran más tolerantes en el plano religioso).

En el año 1789, con la Revolución Francesa, casi toda Europa se ve conmovida, pero en los Balcanes tanto serbios y bosnios no sintieron la influencia de la revuelta burguesa e incluso cuando en 1804 se rebelan -con resultado negativo- contra los turcos, buscaron el apoyo del zar ruso, el más déspota de los reyes europeos. Mientras tanto, croatas y eslovenos tuvieron un papel no demasiado libertario; lucharon contra Napoleón en Italia junto a los austríacos y cuando Napoleón los invade y crea una república dálmata, obliga momentáneamente a los austríacos a cederle Eslovenia y Croacia, que luego serán devueltas a los Habsburgo.

El siglo XIX tiene su primer gran momento para los Balcanes en 1830, cuando Serbia obtiene la autonomía de Constantinopla; eran tiempos en que los rusos deseaban eliminar el poder turco en Europa, mientras que los ingleses preferían varias repúblicas independientes y dependientes de Constantinopla en los Balcanes. En la zona occidental de los Balcanes, mientras tanto, después de 1848 (año en que Marx y Engels escriben el Manifiesto del Partido Comunista), comienza a sentirse la influencia de la nueva ideología; pero lejos de unir a los proletarios de los diversos países y nacionalidades, despertó el más enconado odio entre alemanes, húngaros y polacos contra checos y croatas.

En Praga, el historiador Palacky convoca a un movimiento paneslavo, que es considerado reaccionario por Engels. Serbia, Bosnia y Montenegro fueron tan indiferentes como ante la revolución francesa; pero definitivamente el socialismo y el paneslavismo fueron las primeras ideologías que en 1500 años echaron raíces en Croacia y Serbia. Los constantes problemas -siglos y siglos de guerras- llevaron a que en 1878, en el Congreso de Berlin, las potencias occidentales fijaran una política para los Balcanes. Rumania y Serbia serían estados independientes al igual que Montenegro. Bulgaria y Albania continuarían bajo dominación turca, y Bosnia seguiría bajo los turcos pero
con el ejército austríaco para reestablecer el orden. A partir de los nuevos cambios, dentro de cada país balcánico se sucedieron distintas conspiraciones apoyadas por rusos y austríacos.

En los primeros años del presente siglo los austríacos logran definitivamente anexar Bosnia, y Bulgaria se declara independiente; estos dos hechos fueron consecuencia de la derrota del Sultanato en Turquía por los jóvenes turcos, circunstancia que marcó el principio del fin del dominio musulmán en los Balcanes. Pero las guerras no acabarían. Entre 1912 y 1913, búlgaros, serbios y griegos derrotan a los turcos y luego se enfrentan entre ellos para dividirse los despojos. Una trágica tarde de 1914 sucede un hecho más que conocido en la historia del siglo XX, cuando un nacionalista bosnio asesina al archiduque Francisco Fernando en Sarajevo y Austria le declara la guerra a Serbia. Rusia apoya a los serbios y rompe relaciones con Austria, que es apoyada por Alemania. Francia apoya a Rusia y Gran Bretaña entra a la guerra cuando los alemanes invaden Bélgica.

Apenas veintidos años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial nacería uno de los protagonistas más famosos de los Balcanes, Josip Broz -más conocido como Tito- en la aldea croata de Kumrovec. La familia Broz procedía de Bosnia pero había emigrado a Croacia en 1500 escapando de los turcos. Se han señalado diferentes versiones sobre los años juveniles del futuro mariscal yugoslavo, pero lo cierto es que en 1914 fue encarcelado
por los austríacos por sumarse a las prédicas pacifistas
de la Segunda Internacional Comunista y allí comienzan sus aventuras y desventuras. Durante la guerra, Broz es tomado prisionero por los rusos y viaja a Petrogrado en los días
de la revolución; es detenido por bolchevique y luego escapa a Finlandia. Más tarde, en 1917, se traslada a Omsk (Siberia) y se alista en la Guardia Roja.

A esta altura de este breve relato histórico -estamos en 1918, cuando la Revolución Soviética aceleró el fin de la guerra- recién aparece en el juego la denominación Yugoslavia al estado que uniría a los viejos yugoeslavos emigrantes de Ucrania bajo una misma bandera, sueño en primera instancia de los paneslavistas alentados por los ingleses y opuestos a los socialistas. (Paradójicamente, Tito sería más tarde decisivo al frente del PC de la consolidación de Yugoslavia como nación). Fue en el Tratado de Versalles que, entre otros pactos, se decidió la creación del estado de Yugoslavia (Serbia, Montenegro, Bosnia, Eslovenia y Croacia) que se funda el 1 de diciembre de 1918. Los serbios dominaban la nueva Yugoslavia, admirados por ingleses y franceses por su resistencia contra austríacos y alemanes, situación que fue generando en los años siguientes un gran malestar entre croatas y eslovenos.

El que continúa también es el periplo de Josip Broz, el militante. Tras la finalización de la larga guerra civil en Rusia entre bolcheviques y blancos, vuelve a Croacia y se afilia al Partido Comunista Yugoslavo, que obtiene triunfos electorales en Belgrado y Montenegro. Tras varios periodos en las cárceles yugoslavas luego de la prohibición del PC en 1921, es en 1927 que Tito comienza a ser un personaje influyente dentro del partido, en tiempos en que comienzan las luchas entre Stalin y Trotsky. Mientras Markovic (Secretario General) creía en la Gran Yugoslavia, Tito (que era agente del Comintern y seguía la “línea” anti-paneslava) promovió su expulsión llamando a respaldar los separatismos croata, macedonio y esloveno. Desde ese momento, Tito pasó a ser Secretario General del partido en Zagreb.

En paralelo a estas luchas internas, son asesinados dos diputados del Partido Campesino Croata en Belgrado y el Rey Alejandro disuelve el Parlamento en 1929. Tito vivió todos estos momentos encarcelado y recién es liberado en 1934, un año después que Adolf Hitler fuera nombrado canciller en Alemania y poco tiempo antes que ustashas croatas asesinaran al Rey Alejandro; así comienza otro exilio que lo llevaría a Tito por Viena, Praga y finalmente Moscú, en plenas purgas stalinistas.

Más tarde convence al Comintern de que la cúpula del PC yugoslavo debe estar en Yugoslavia, y 1936 lo sorprende en París coordinando la ayuda a la República Española amenazada por Franco.

En 1938 estamos ya en los albores de la Segunda Guerra. Cuando Alemania anexa Austria, el PC yugoslavo protesta
y se manifiesta pidiendo la resistencia armada contra Hitler. Un año más tarde, en 1939, Tito denuncia la guerra imperialista y llama a la huelga general. El príncipe Pablo pacta con Hitler y acepta que tropas alemanas pasen por Yugoslavia para llegar a Grecia. Draza Mihailovic y un grupo de soldados serbios desertan del ejército denunciando la política pro-alemana y dan un golpe de estado que depone al príncipe Pablo. La respuesta no se hace esperar, el 6 de abril de 1939 los alemanes bombardean Belgrado. No hay una resistencia organizada y en tan solo cuatro días alemanes, búlgaros, italianos y húngaros invaden la joven Yugoslavia. El 10 de abril los alemanes entran en Zagreb y son recibidos victoriosos por los ustashas que esperaban formar un estado independiente. Los ustashas anexaron Bosnia y los demás ejércitos de ocupación se repartieron el resto del país.

En Croacia los ustashas procedieron a exterminar a serbios, judíos y gitanos. Casi 250000 personas fueron ejecutadas antes de 1942. Tito se traslada a Belgrado en 1941 esperando ayuda militar soviética, mientras en Bosnia se desataba una guerra fratricida entre las tres etnias. Comienzan los sabotajes del PC yugoslavo a los alemanes
y la resistencia en el sudoeste de Belgrado, en Uzice. Mientras tanto, los chetniks de Mihailovic esperan el desembarco aliado para actuar contra los nazis y croatas.

Las largas conversaciones entre Tito y Mijailovic para concertar la resistencia no concluyen en ningún acuerdo y se desatan los enfrentamientos entre chetniks y partisanos al tiempo que los chetniks pactan con los nazis para acabar con el PC y los partisanos de Tito. Los alemanes avanzan sobre Uzice y los partisanos se repliegan hacia Montenegro pasando por Bosnia. Ante la sorpresa de los partisanos, Moscú y Londres celebran la resistencia chetnik ante los nazis, pero pronto los servicios secretos ingleses detectan que los alemanes utilizan más compañías para luchar contra Tito que contra los chetniks.

Este hecho será fundamental, ya que en 1943 Churchill comienza a ayudar a los partisanos a pesar de la irritación de Stalin por este hecho y por las negociaciones entre partisanos y nazis por intercambio de prisioneros. “Si no pueden ayudarnos, al menos no estorben”, le escribió Tito a Stalin, dejando escritas así sus primeras divergencias con Moscú.

El 15 de mayo del 43 Hitler lanza una ofensiva de 100000 hombres contra los 20000 partisanos de Bosnia; Tito espera a una misión británica para obtener ayuda militar y esta gesta heroica cambiaría el rumbo de la guerra en los Balcanes y la suerte de los nacionalistas chetniks y croatas además de la
de los nazis. La guerra partisana de Tito fue la que lo hizo cambiar su vieja idea paneslava, otro detalle de irritación para Stalin, ya que sus combatientes pertenecían a todas las nacionalidades de la Yugoslavia del Rey Alejandro.

Tampoco la génesis de esta nueva Yugoslavia resultó una panacea, como decíamos al principio de esta nota. Los sucesivos enfrentamientos de Tito con Stalin provocaron
en 1948 la expulsión de Yugoslavia del Pacto de Varsovia, quedando este país en una incómoda y peculiar situación; nuevamente era la frontera entre Oriente y Occidente,
y era un estado comunista apoyado económicamente
-vaya paradoja- por Inglaterra y Estados Unidos.
Las idas y venidas de la política exterior de Tito posibilitó luego un acercamiento con Moscú durante la era Kruschev, algunos coqueteos con China y una eminente posición tercerista que condujo a que Yugoslavia fuera uno de los países propulsores del Movimiento de Países No Alineados.

Todo esto pasaba fuera; dentro la realidad estaba lejos de todo equilibrio. Económicamente, el gobierno socialista debió abrirse hacia una economía mixta, ya sea por las presiones occidentales como por la de regiones en las que concentraban la producción: Eslovenia y Croacia, obviamente, siempre más adelantadas que Bosnia, Montenegro y Serbia, aunque esta última mantuviese el poder político -al igual que en la primera posguerra- por su mayoritaria posición antigermana. Tito, en lo interno, debió hacer frente a estas tensiones, que incluyeron diferentes purgas y sucesivas legislaciones que permitieron sobre el final de los años sesenta que los obreros croatas ganaran el doble que los campesinos de Montenegro, por ejemplo.

Todas estas circunstancias están muy bien narradas en Underground, cuando Kusturica se detiene a describir los distintos países subterráneos que coincidían bajo la bandera yugoeslava. Y pese a los diferentes procesos que llevaron al PC yugoslavo dirigido por Tito a atenuar el modelo stalinista en lo político y en lo económico, lejos estuvo de permitirse aperturas demasiado heterodoxas hacia occidente.

En lo que atañe al tema de los nacionalismo, fueron controlados principalmente por la derrota militar de estos
al final de la guerra y por complicados equilibrios realizados por Tito durante su gobierno que no excluyeron que a comienzos de los años setenta se produjeran estallidos nacionalistas en Croacia.

La muerte de Tito, que conmovió al mundo, provocó diferentes especulaciones, pero todo se mantuvo equilibrado hasta la posterior caída del Muro de Berlín, que finalmente despertó a los dormidos nacionalismos. El papel de Milosevic (presidente serbio) fue fatídico, al intentar mantener su poder dentro del convulsionado partido comunista denunciando la discriminación de serbios en la provincia sureña de Kosovo, de mayoría musulmana.

Esta campaña, comenzada a finales de los 80, trajo consigo violentas represiones del ejército y fueron los gérmenes
de la renuncia de los dirigentes eslovenos y luego de los croatas del partido. Este fue el primer paso; luego vendrían las declaraciones de independencia de ambas regiones que fueron respaldadas rápidamente por países como Alemania
y Austria ante la pasividad del resto de Europa. La tensión subió y el ejército yugoslavo se convirtió en un ejército de ocupación en su propio país; hubo breves escaramuzas en Eslovenia y una guerra a pequeña escala con Croacia que culminaron con acuerdos de paz que confirmaron la secesión.

El ejemplo fue seguido por Bosnia, donde se reparten en su territorio las etnias musulmana, serbia y croata, pero allí el problema no tuvo una resolución rápida. Mientras ningún país reconoció la independencia de Bosnia, la guerra en Bosnia se convirtió en una cacería indiscriminada de musulmanes por parte del ejército de Milosevic y los chetniks. Decenas de ciudades fueron arrasadas y el sitio de Sarajevo se prolongó -ante la mirada complaciente de las Naciones Unidas- durante tres largos años. El drama de la guerra culminó con la derrota serbia en las negociaciones luego de las gravísimas denuncias de intelectuales y medios de comunicación que culminaron en una tardía intervención de la Otan. Hoy Bosnia es un país independiente, partido en dos (una parte musulmana y la otra serbia) y todavía quedan por resolver problemas que han pasado a un segundo plano, como el de la República de Macedonia, que si bien declaró su independencia sigue dependiendo de Belgrado.

Sobre el drama macedonio, polvorín que podría hacer estallar viejos recelos entre griegos y turcos, se refiere Milcho Manchevski en su escelente película Antes de la lluvia, recientemente estrenada en Montevideo y que al
igual que la de Kusturica obtuviera un premio en el Festival de Cannes.

La historia continúa, pero el sitio a Sarajevo y las atrocidades de la última guerra en los Balcanes han despertado viejos temores en un momento histórico en que Europa Occidental está viviendo un proceso de reunificación que a pesar de ciertas piedras en el camino goza de muy buena salud. El sitio de Sarajevo, la descomposición yugoslava y sobre todo la limpieza étnica comenzada por los serbios y continuada por croatas y musulmanes, resultaron una gran pesadilla para los europeos, que en cada país actualmente hacen frente a movimientos derechistas nacionalistas y xenófobos que en algunos casos llegan incluso al 15% del electorado, como sucede con el carismático Le Pen en Francia.

* Publicado en Posdata

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