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ISSN 1688-1672

 



ARTE ANTIGUO - ORIGINALES - ARTE VATICANO - DEMOCRACIA Y ARTE SACRO -

Vote Vaticano*

Carlos Rehermann

John Berger opinaba que la veneración del arte antiguo es pura mistificación. La aceptación irreflexiva de obras precedidas por una fama indiscutible ataca ya no las bases de la civilización, sino el desarrollo de la capacidad de juicio de las personas

 

Nadie habrá dejado de observar que llegó a Montevideo una enjundiosa colección de obras de arte perteneciente al Vaticano.

Desde que se abrió al público su exhibición, multitudes ávidas atiborraron los jardines y senderos de los alrededores del museo, se agolparon a la entrada, desgastaron las bisagras de sus puertas, marcaron surcos en sus pisos y llenaron el aire de suspiros desmayados, exclamaciones arrobadas e hipos extáticos.

Hay en la exposición algunas piezas extraordinarias, otras interesantes, así como las hay anodinas y también de inexistente valor estético. A juzgar por las expresiones de numerosos visitantes, sin embargo, todo es maravilloso, y si uno afina el oído, podrá darse cuenta de que lo que cuenta son tres cosas: se trata de Antigüedades Religiosas Originales. Han pasado por el mismo museo muestras cuyo valor artístico es un múltiplo
(o aún una potencia) de la presente muestra, pero ninguna cumplía los tres requisitos: o bien no era arte Antiguo, o bien no era Religioso, o bien no eran Originales.

El visitante puede comprobar un fenómeno parecido al que ocurre los días de elecciones generales. En efecto, en esas ocasiones las calles se llenan de personas de edad avanzada, que sólo abandonan sus lechos finales por el temor que les produce la idea de no poder cobrar la jubilación. Sin embargo, la visita al museo no está obligada por la Constitución de la República, ni se ha sancionado, como en el caso de las elecciones, una ley que penalice la abstención.

De cualquier manera, hay ciertos paralelismos entre la obligatoriedad de ejercer la democracia
(algo parecido a estar parado frente a un semáforo con la verde y que te multen por no cruzar) y la compulsión que obliga a visitar la muestra de arte sacro venida del Vaticano.

No es solamente que los visitantes parezcan estar haciendo su última aparición en público en esta vida, porque todos tenemos el derecho -diría más, la obligación- de hacer una última visita, sino que ambos fenómenos, a saber, las elecciones obligatorias y la visita a una exposición de arte del Vaticano son manifestaciones centrales de nuestra cultura occidental.

El ciudadano está obligado a votar. De nada vale que reflexione y opine que si la democracia es democrática, debería tener el derecho a no hacerlo. Cualquier intento por discutir este punto es inmediatamente abortado aduciendo que el cuestionador ataca las mismas bases de nuestra civilización; se le impide dar razones, esgrimir argumentos. Se le tilda de sedicioso, perverso o terrorista, se afirma que su actitud ha conducido en el pasado a horribles holocaustos.

El ciudadano está obligado a admirar las Antigüedades Religiosas Originales. De nada vale que reflexione y opine que no por ser antiguo el arte es bueno, ni por ser religioso el tema es válido, ni por ser original tiene sentido. Cualquier intento por discutir estos puntos es inmediatamente abortado aduciendo que el cuestionador ataca las mismas bases de nuestra civilización; se le impide dar razones, esgrimir argumentos. Se le tilda de ignorante, resentido o necio, se afirma que su actitud ha conducido en el pasado a la destrucción de invalorables obras maestras.

John Berger opinaba que la veneración del arte antiguo es pura mistificación. La aceptación irreflexiva de obras precedidas por una fama indiscutible ataca ya no las bases de la civilización, sino el desarrollo de la capacidad de juicio de las personas. Del mismo modo que impedir la discusión acerca de la obligatoriedad del voto hace creer a los más indefensos que la democracia es una molestia quinquenal.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 34

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