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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



VIÑAS DE IRA - FORD, JOHN -


Viñas de ira (II)*


Homero Alsina Thevenet

La novela termina con una secuencia de inundación y da lugar a que Rose Sharon Joad, cuyo hijo nació muerto, alimente con su pecho a un anciano hambriento y moribundo.
Ese episodio del capítulo XXX fue objetado por críticos literarios


Operación prestigio

El dato asombroso de Viñas de ira fue que Zanuck, después de la compra, haya conseguido la aprobación del banquero Winthrop Aldroch, integrante del Directorio de Chase Manhattan Bank y respaldo obligado para las operaciones de la 20th Century Fox. La novela constituía una larga acusación contra los bancos que despojaron a los campesinos de sus tierras, pero Zanuck consiguió el apoyo bancario para hacer la película. Esa paradoja culminó en el gran estreno neoyorquino de 1940, cuando tras una cena de gala Zanuck ofreció la película al aplauso o al aburrimiento de quienes habían sido, poco antes, los villanos o los beneficiarios de un drama histórico.

Tanto Nunnally Johnson como John Ford objetaron ese marco frívolo organizado por Zanuck, pero éste sabía lo que hacía. Razonó que esa película de contenido auténtico y de clara virtud formal necesitaba un marco de prestigio y un elogio de las más altas esferas del poder económico y político.

Es cierto en cambio que Johnson y Zanuck se habían preocupado antes de atenuar muchos datos críticos de la novela, como algunas prácticas comerciales, los procedimientos inescrupulosos de vendedores y compradores de vehículos, las rebajas compulsivas de salarios a esos proletarios errantes, la represión policial, la burla a los fanáticos religiosos. El acento de la adapatación, en grado mayor al de la novela, fue puesto sobre el predicamento de la familia Joad, amenazada por la muerte y la dispersión como corolario de su viaje.

La desiganción de John Ford como director obedeció también a ese criterio. Veinte años después, preguntado por Peter Bogdanovich sobre entretelones de su carrera, Ford contestó: "Todo el asunto me atraía, porque era sobre gente simple y porque el argumento era similar al de la hambruna en Irlanda, cuando expulsaron a la gente de sus tierras y la empujaron a morirse de hambre en los caminos. Eso puede haber importado -es parte de mi tradición irlandesa- pero me gustó la idea de esta familia que sale a tratar de conseguir su camino en el mundo"

El hecho era que Viñas de ira pareció desde el comienzo un tema pensado para John Ford, quien nunca puso la firma en sus libretos pero siempre prefirió retratar, con enorme sensibilidad, las tensiones de pequeños grupos humanos ante la adversidad.

Autores varios

Pero en ese punto Viñas de ira aporta un notable material para la frecuente difusión sobre el autor cinematográfico. La revisión de la película (que hoy es conseguible en video, con subtítulos en castellano) impresiona ante todo por la dramática belleza de las imágenes obtenidas por Gregg Toland, poco antes de otras labores que inscribían su nombre en la historia del cine (Hombres de mar, El ciudadano).

La revisión prueba también la mano de John Ford como director. En el manejo de intérpretes, nunca Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine (como Casey) o John Qualen (como Muley) compusieron personajes tan íntegros e intensos. Como lo demostró con abundancia en su carrera, Ford tenía un especial talento para concentrar un diálogo o una situación con una frase lacónica o con una imagen muda. Poseía una singular intuición para colocar la cámara donde rindiera el punto de vista de un personaje o su reacción ante una frase ajena. Y cuando el argumento llevaba a describir una acción dramática, nadie hizo mejor que Ford esas escenas, dejando la cámara quieta frente a figuras que se alejan.

Quien haya admirado La patrulla perdida, Hombres de mar, Qué verde era mi valle o Fuimos los sacrificados, sabrá hasta dónde estuvo presente Ford en Viñas de ira.

Lamentablemente, toda una escuela de la crítica cinematográfica ha incurrido en la comodidad de atribuir al director la responsabilidad única de toda la película, pese a una abundante evidencia en contrario (Lo que el viento se llevó, Casablanca, el cine cómico, la comedia musical, los numerosos condicionamientos de la producción y de la censura). En el caso de Viñas de ira, la relectura de Steinbeck, las biografías de Zanuck y de Nunnally Johnson, las cartas de éste al crítico inglés Lindsay Anderson, prueban simplemente que John Ford no agregó una sola situación ni un sólo diálogo al libreto que le dieron y que estaba escrito antes de que él asumiera su tarea.

Condensó, visualizó, enfatizó, pero la sustancia era de Steinbeck, mientras que fueron Zanuck y Johnson quienes abreviaron la extensa novela y quienes palnificaron la estructura cinematográfica. Un punto sobradamente documentado fue el tramo final del argumento. La novela termina con una secuencia de inundación y da lugar a que Rose Sharon Joad, cuyo hijo nació muerto, alimente con su pecho a un anciano hambriento y moribundo.

Ese episodio del capítulo XXX fue objetado por críticos literarios y habría constituído un final deprimente para la película, que por otra parte carecía de todo elemento de romance o de humor. La solución fue hallada por Johnson, trasladando al final del relato una pequeña escena del capítulo XX: allí la familia Joad sube al camión para huir de un campamento donde fueron amenazados por los guardias. En ese camión Ma Joad asegura: "nosotros seguiremos viviendo cuando ellos no existan. Oye, Tom, nosotros somos el pueblo que vive. No pueden borrarnos. Somos el pueblo. Nosotros seguimos".

Tras el traslado, ese soliloquio optimista es pronunciado en la última secuencia por Jane Darwell y ha sido resumido en una frase que importa una definición de la película misma: "Seremos eternos porque somos el pueblo".


Bibliografía

Lindsay Anderson, About John Ford, Plexus, Londres, 1981. Contiene apéndices con textos de John Carradine, Henry Fonda, Robert Montgomery, Dudley Nichols, Nunnally Johnson y otros.

Rudy Behlmer, America´s Favorite Movies, Ungar, New York, 1982.

George Bluestone, Novels into Film, The Johns Hopkins Press, Baltimore, 1957.

Warren French, John Steinbeck, Twayne Publishers; hay edición castellana por Pleamar, Buenos Aires, 1974.

Leonard Mosley, Zanuck, the Rise and Fall of Hollywood´s Last Tycoon, Little Brown & Co., Boston, 1984.

Stephen M. Silverman, The Fox that Got Away, Lyle Stuart, New Jersey, 1988.

John Steinbeck, The Grapes of Wrath, Copyrigth original 1939, reedición The Viking Press, New York, 1986.

Tom Stempel, Screenwriter, the Life and Times of Nunnally Johnson, ed. A.S. Barnes, San Diego, california, 1980.

The New York Times, 26 de enero 1940, reseña de estreno por Frank S. Nugent.

*Publicado originalmente en la Revista M Cine Nº 1

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