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ISSN 1688-1672

 



CLINTON, HILLARY RODHAM - METAMORFOSIS FEMENINAS

Las reediciones de Hillary Clinton*

Leslie Bary
Mientras le dirigimos a Hillary un odio muchas veces irracional, ella por su ejemplo nos enseña a perdonar y aceptar al gustoso de Bill, quien aunque acabe con la asistencia social, expanda la pena capital, bombardee o mande asesores militares a no se sabe cuántos países exactamente, y aunque reinstale la "Star Chamber," es según dicen las voces nuestra única esperanza progresista

La dirección email del ciudadano Bill Clinton es <president@ whitehouse.gov>. Las respuestas automáticas, "El presidente agradece su interés y le invita a escribir cuantas veces quiera," refuerzan el complejo de Cassandra que tiene todo residente pensante de este país cuyo mayor orgullo, o mayor mito, es la libertad de expresión. Se nos dejará hablar y no se nos escuchará. La expresión se reduce a un "opinar" en un nivel de talk show, y toda opinión se "respeta" como se respetan, por ejemplo, los defectos físicos. Así es que la conversación seria queda vedada, por ser una falta al decoro.

Cuando dejé de escribirle al presidente, por la época en que quedó obvio que ni retóricamente apoyaría alguna propuesta con olor humano, le dije Bill querido, me hubieras escuchado cuando aún te hablaba, porque soy de las pocas personas que si hemos reclamado contra vos no ha sido por las cursilerías de tus amantes, ni, lo más importante, por las actitudes de tu mujer. Que conste que Hillary, hey, hey, como los blues, hey, hey, she's all right.

Y es cierto, Hillary's all right, o lo era, y ahora más que nunca hay que decirlo. A ver si se resucita de lo que ahora sufre, a saber, el decoro o la reducción progresiva de Hillary Rodham a hillary.clinton.txt.

Desde que apareció Hillary en el escenario nacional, ha sido objeto de estudios obsesivos. Blanco permanente de ataques de la derecha antifeminista, según la cual su seriedad socavaría hasta anticonstitucionalmente la integridad de la presidencia, también fue comentada como objeto de piedad en la revista feminista centrista Ms. en la campaña de 1992, donde se cuestionaron las credenciales feministas de Bill.

Usando el lema "lo personal es político," sostuvo la revista que un marido tan infiel no podría apoyar una política que favoreciera a las mujeres. Y por los barrios se comenta que si Bill apoya todavía el aborto legal, es para evitarse problemas. Que si sólo en la cama se mantiene firme, es porque su padre fue alcohólico. Lo personal será o no será político, pero lo político aquí se reduce por cierto a banalidades. Hecho satirizado en Vanity Fair, donde se especuló hace poco que el problema de la imagen pública de Hillary, y de la primera familia, podría radicarse en cuestiones de animales domésticos.

No tienen más que un gato cuando todos sabemos que las primeras damas exitosas se hacen fotografiar con sus múltiples perros, grandes, de ojos llorosos. En semejante circunstancia no podemos hacer más que preguntar, como la jarcha, ay mamá, ¿qué faré yo?

Si ambos miembros de la pareja presidencial han modificado más de una vez sus imágenes para contentar a un público voraz, la maniobra le ha servido a Bill, quien ha ganado aprobación y votos, pero no a Hillary, a la que se sigue apuñalando. Este es el fenómeno que analiza Erica Jong, a quien recordamos como la autora de Fear of Flying, en un artículo sobre la primera dama que sacó el mes pasado The Nation.

Jong nos recuerda una elección llamada "revolucionaria", la de 1992, cuando soñábamos con poner fin al Reaganismo. En esos momentos la independencia de Hillary se consideraba un atributo positivo, y el que Bill estaba casado con ella nos hizo verlo mejor. Vote por él y gánese a ella, se decía. Cuatro años más tarde, a Hillary casi no se la ve.

Y es que no nos gustó, e iniciamos la campaña inquisitorial contra ella que solemos levantar contra las mujeres que no esconden su ser. Quémala, que si se muere fue cristiana e irá al Paraíso. Si sobrevive, era hereje o bruja, y la tortura habrá servido para extirpar parte de su maldad. En cambio Liddy Dole, esposa actual del candidato presidencial republicano más reciente, goza de la aprobación del público. Fenómeno interesante este, porque Liddy es más ambiciosa que la otra, habiendo llegado hasta a ministra, y es además menos dócil.

No tiene hijos, siempre cuidó antes que nada su propia carrera, y es la calentita que sacó a Bob de su primera pareja. Según Jong lo que pasa es que apreciamos la duplicidad en las mujeres. Por su coquetería y sus palabras pías, dulzonas, le permitimos todo a Liddy. Y a eso ayuda su falta de apoyo a la política feminista, de la cual es, claro está, beneficiaria.

Hillary según Jong era una muchacha de familia conservadora que en la facultad se rehizo de un modo más concordante con su propia naturaleza. Viendo que era temprano aún para que el país aceptara a una mujer para los cargos políticos más altos, y asombrada por la atención de Bill, sureño de voz dulce que solía salir con las bellas Miss Arkansas, decidió juntarse al poder por medio de él. Según el plan que elaboraron, proveería Bill palanca para las ideas de Hillary. Y así, en 1992, se candidataron juntos.

Y nos gustó la idea pero no su realidad, y para salvar la carrera del marido Hillary se ha tenido que reeditar tantas veces que es imposible ya ver quién será. A cada mes un nuevo corte de pelo, otras joyas, otra ropa, a cada año más calladita, más mujercita, una agonía larga, un suicidio lento ha sido su destino. Y con todo esto, no la hemos querido más.

Si se le ve el enojo a Hillary a veces, dice Jong, es por los límites que se le han impuesto, y si su nueva imagen parece inauténtica, es porque lo es. Si no inspira confianza, es porque nadie cree en las modificaciones continuas de su persona. No es que sea hueca, sino que incorpora tantas contradicciones sin resolver que no le queda más remedio que presentar esa máscara tensamente tranquila que se le nota en estos días. Y las deformaciones de su imagen, dice Jong, revelan las contorsiones que se esperan de las mujeres inteligentes de Estados Unidos.

Sé linda y presentá una imagen conformista; tendrás las ideas y ganarás el dinero, pero no dejés que lo sepa nadie; tragálo todo pero mantén tu identidad. Las dificultades de Hillary demuestran lo problemático de estas exigencias conflictivas.

El matrimonio Clinton, inicialmente presentado a la nación como igualitario y por lo tanto "revolucionario," es tradicional no por las infidelidades de Bill sino por su división de labor en otro sentido. Mientras le dirigimos a Hillary un odio muchas veces irracional, ella por su ejemplo nos enseña a perdonar y aceptar al gustoso de Bill, quien aunque acabe con la asistencia social, expanda la pena capital, bombardee o mande asesores militares a no se sabe cuántos países exactamente, y aunque reinstale la "Star Chamber," es según dicen las voces nuestra única esperanza progresista.

Y tal vez lo es, en comparación con algunos políticos, Dole por ejemplo, quien llevó al lecho donde posiblemente moría de cáncer su primera esposa, la que lo cuidó las heridas de guerra de las cuales tanto alarde hizo en su campaña más reciente, el pedido de divorcio, inteligentemente escrito para evitar mantener a los hijos del tal matrimonio. "Follar es follar," dice Jong, "pero negarse a mantener a los hijos, ahí está un verdadero delito." Pero aquí nos vemos nuevamente defendiendo a Clinton dentro del ámbito de la vida personal apenas.

Dice Jong que hay que tener compasión con Hillary, y que le es agradecida porque, al tomar tanto abuso por ser una mujer poderosa y al hacerlo siendo primera dama, abre camino para futuras generaciones de mujeres y, posiblemente, para la elección de una Presidenta en al gún siglo venidero. Todo esto podrá estar perfecto, pero estamos hablando de una mujer rubia, de buena familia, con una educación élite. Mientras se hace aceptable que sean éstas poderosas y logren "equilibrar," en palabras de Gloria Steinem y otras feministas del centro, "sus responsabilidades de carrera y de familia," también se va logrando la demonización total de otra clase de mujeres, a saber, las pobres.

Porque quien lee las noticias sabe que si la actual presidencia se inició con gritos contra Hillary, se terminó con la institución de políticas contra la madre soltera, contra la leche distribuida en escuelas, y contra la asistencia médica a las familias sin trabajo, especialmente si la cabeza de la familia es una madre soltera, porque tales lascivas son, con la derrota de la URSS, la mayor amenaza a la integridad nacional.

Pretende Bill que con las computadoras que tanta información proveen, todo niño norteamericano podrá asistir a la universidad.

Pero las universidades forman a estudiantes que se gradúan, con buenas notas, para seguir trabajando de meseras y meseros, porque más empleo no hay. Los meseros parece que tienen a quién servir, pero dicen los maestros que con o sin la computadora, es difícil enseñar a un niño que llega a la escuela sin comer. Otra vez, ay mamá, ¿qué faré yo?

* Escrito en 1996, para una revista que finalmente no la publicó.

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