| La poeta alemana Hilde Domin se preguntaba desde el título 
                de un libro de más de doscientas páginas ¿Para 
                qué la lírica hoy? (1975). Entre otras, ensayaba estas - 
                más que justificadas - respuestas: " La lírica da sólo la esencia 
                de lo que le acontece al hombre. Ella nos une otra vez con la 
                parte de nuestro ser que no ha sido rozada por los compromisos, 
                con nuestra infancia, con la frescura de nuestras reacciones [...] 
                Y en cuanto la lírica 
                nos une con nosotros mismos, con el propio yo, nos une también 
                con los otros, nos devuelve la posibilidad de la comunicación. 
                Esto es, creo, lo que la poesía 
                ofrece: en grado más alto que cualquier otro arte y también 
                que toda ocupación del espíritu."
 
 Mirando estas vigentes palabras escritas hace veinticinco años 
                y en un siglo ya concluido, 
                a pesar de clamores afónicos ( y cacofónicos) de 
                agoreros y demiurgos de barrio que anuncian el fin de la 
                poesía, podemos asegurar que la poiesis continúa 
                siendo hija del entusiasmo y de las musas -más o menos 
                explícitas- que asaltan la función imaginante de 
                los hombres de versos.
 
 Componer poesía continúa siendo una necesidad antropológica
            de muchos uruguayos. Proponer la palabra sensible en clave de
            función estética, representar la realidad imaginada
            y emprender la factura textual del poema, sigue siendo una práctica
            empecinada de los poetas de estos lares. En el acierto o en el
            error, en el hallazgo o en el ripio, en la ideación deslumbrante
            del verbo metafórico o en la reiteración insistente
            de la tradición acumulada, los poetas y sus textos sobreviven
            en el desasido y desprolijo recambio de siglo.
 Es en ese voluminoso y 
                poco explorado corpus de la literatura uruguaya, que el universo 
                poético propuesto en los versos de Juan 
                Cunha deviene uno de los grandes ejes literarios que estructuran 
                y dan sentido a la escritura lírica producida y recepcionada 
                a lo largo de los últimos setenta años del siglo 
                XX. El lector de poesía se encuentra en la vasta obra del 
                floridense con las fuentes de la creación, con las trazas 
                más opacas y transparentes de la escritura, 
                con un verdadero taller multiforme de poesía. 
 Una vasta obra que sólo muestra en letras de molde la
            punta del iceberg, un acumulado trajinar por entre la busca y
            rebusca de la palabras, los ritmos, los tonos, los acentos y
            los registros emotivos adecuados, un saltar espiralado por entre
            los telares de la intertextualidad y por entre las voces de los
            poetas universales, regionales y nacionales, configuran el orbe
            lírico de más trascendencia en el marco de la literatura
            uruguaya contemporánea.
 
 Desde 1929 la suelta del pájaro nocturno es un gesto sostenido
            de creación poética, una invitación a asumir
            la libertad de la palabra y la ilimitada potencialidad del lenguaje
            poético puesto en rotación:
 yo lo vi alzarse
            de la sombra honda del pecho oh el verso [dolido y lo sentí
            en la garganta como un pájaro que viene de volar la [noche Algunos años
            después el poeta rememora ese despuntar alado de su discurso
            lírico adolescente, y enuncia : "Llevaba pájaros
            del campo y los liberté sobre el agua"
 
 El ave de Cunha vuela y sobrevuela los veinticinco títulos
            que constituyen su obra édita y los cuarenta y seis libros
            que descansan en su condición de palabra inédita,
            tan cabra y desmandada como la del resto de su poesía.
            En su acento poético anida el "el pájaro
            que el tiempo sobrevuela". La anidación de palabras
            sensibles le asumió muchos años, muchas tardes
            y muchos tiempos interiores de reflexión y contemplación
            de las propias representaciones del mundo y sus fantasmas:
 Veinte años
            hizo ayer que yo llegabaDel campo, con mis pájaros - qué lío.
 Y aquí, de torre a torre, los soltaba
 Con temblores aún de bosque y río.
 La poesía es
            "el ave que cantaba júbilos" y lleva
            en su vientre la posibilidad de la construcción de un
            futuro promisorio, cantado por aves que anuncien y exijan un
            tiempo más humano y justo, un lugar compartible por todos.
            El futuro se aloja en la poesía de Cunha en forma de pájaro
            fatal, porque es el fatum deseado, el destino más querible.
            El futuro es un lugar entrañable en la lírica del
            poeta de Sauce de Illescas, porque está en las entrañas
            de sus pájaros, alojado como posibilidad que podemos advenir
            en realidad si atendemos a las cosas que vale la pena atender: Quise árboles
            donde canten pájaros fatalmente futurosque no vacilen ante ciertas encrucijadas no muy precisas
 o ante esos aires interceptados por tanta falsa luminosa [hazaña].
 
 La proeza silenciosa y tesonera del poeta, su hazaña,
            ha sido, precisamente, la de propiciarle el lugar y el espacio
            adecuados al decir poético, la de preparar un nido de
            palabras sostenidas en la tradición de sus ancestros,
            en la red de creación verbal de sus contemporáneos,
            y sostén, al mismo tiempo, de las palabras poéticas
            de las nuevas generaciones.
 El discurso lírico
            de Cunha es la voz escuchada por todos, la del poeta de consenso,
            que supo conjurar en cada uno de sus textos al "ave que
            siempre llega como buscando un raro / e imposible canto"
            .
 No obstante, la dimensión heroica del Cunha hombre y poeta,
            está en su humildad y en su transparencia conceptual en
            el momento de definir o interpretar a los otros, a sus contemporáneos
            y extemporáneos. Esa doble conciencia de saberse poeta
            que representa un mundo con las palabras, una interioridad signada
            por la emoción, el recuerdo, el olvido y las posibilidades
            estéticas de la evocación; y, al mismo tiempo,
            asumirse poeta palabra en mano, pero palabra plural, multívoca,
            hija de una red polifónica, de un largo recorrido en la
            tradición lírica de los otros, que lo prefiguran
            y anuncian, es una constante a lo largo de toda la producción
            poética cunhana:
 Poetas de mi patria:
            mis mayores;los que me precedisteis, compañeros
 cantores de los campos : los mejores.
 Los que sabéis
            de infancia en los potreros:La de "Raíz
            salvaje", campesina;
 El de "Isla Patrulla", y aparceros;
 El del Pájaro
            rojo en la colina;El de "Agua
            del tiempo" [...]
 El canon literario
            uruguayo precedente y referente es convocado por la voz lírica
            en una suerte de conjuro de la palabra propia y de todos. Juana,
            Ipuche, Emilio Oribe, Fernán Silva Valdés son llamados
            al espacio del verso metonímicamente: es en sus obras
            el lugar de la cita. El lugar de la lectura, del placer, de la
            fiesta poética, pero también el lugar de la inspiración,
            de las fuentes, del intertexto. El verso cunhano actúa
            como aldabón, como espacio de la llamada, del "¡Ah,
            de la poesía!".
 De Ilescas a Montevideo:
            poesía y verdad La familia da Cunha
            Dotti tiene fuertes raíces encastradas en tierra floridense:
            Francisco de Asís da Cunha da Costa, padre del poeta,
            nació en Illescas el 4 de octubre de 1874. La madre de
            Juan, María Rosa Dotti Lauría, el 8 de agosto de
            1884 en Molles del Pescado. Juan Cándido da Cunha Dotti
            nació en Sauce de Illescas el 3 de octubre de 1910. Francisco y María se casan el 29 de julio de 1905: del
            matrimonio nacen once hijos. Juan Cándido es el segundo,
            la menor, Olga Eugenia, nace en 1929, el mismo año en
            que el joven recienvenido publica en la editorial Albatros, El
            pájaro que vino de la noche, dedicado, precisamente,
            a sus padres:
 recordé que,
            entre Molles del Pescado y el Sauce, está mi patria chica: Illescas.
 Juan y sus hermanos
            estudian en la escuela de Sarandí del Yi y luego con un
            maestro particular. Aquel ayuda a su padre en las tareas del
            establecimiento rural que la familia tiene en los campos de Illescas: [...] la estanciadonde viví feliz, y campesino,
 los embrujados días de mi infancia.
 En 1927 publica sus
            primeros poemas en el periódico Trabajo de Nico Pérez,
            mientras se prepara para ingresar al banco, aunque no ceja en
            su firme voluntad de ser poeta. Su tío, Víctor
            Dotti, se interesa por la vocación poética de Juan,
            pero distancias ideológicas lo llevarán mucho tiempo
            después a abandonar su segundo apellido. 
 Contrariando la voluntad de su padre, viaja a Montevideo a fines
            del '28 para cursar estudios en el liceo y emprender la aventura
            de su sino poético. Se hospeda en el hotel Olascoaga de
            18 de julio y Paraguay y comienza a vincularse con la bohemia
            de los creadores y con la literatura más reciente:
 "Coincidió
            que cuando yo llegué acá cayó el poeta chileno
            Humberto Díaz-Casanueva y vino a vivir al mismo lugar,
            nos pusieron en la misma mesa y nos hicimos amigos enseguida.
            " Según testimonia
            el mismo Cunha, es este poeta chileno quien lo acerca a la lectura
            de Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
            de Tentativa del hombre infinito, así como a los
            textos de Supiervelle y de Rimbaud: "Yo venía
            de afuera. Vine conociendo tres o cuatro [autores]. Conocía
            a Oribe, conocía a Juana de Ibarbourou. Cuando llegué,
            frecuentaba las mesas del café Ateneo, de ese tiempo.
            Ahí conocí a Filartigas. A Juan Filartigas. A de
            Simone, el pintor... también iba ahí. Y después
            muchachos que no siguieron: Silva Vila, Ramón Díaz.
            Bueno, ahí fui conociendo gente que después sí
            fue muy importante: Pedro Leandro Ipuche. Conocí a Oribe,
            también a Sabat Ercasty. Esto hacia el año 28 o
            29."
 "Pájaro
            que se posa poema esperado" En noviembre de 1929
            aparece El pájaro que vino de la noche, edición
            costeada por cien pesos que le envía su padre. Pocas semanas
            después el libro es reseñado en las páginas
            de La gaceta, de La Cruz del Sur y de Alfar.
Los dieciséis cantos que componen el libro, fueron revisados
            y re-escritos por el autor (quien
            suprimió, agregó y rehizo muchos versos) para la edición de
            En pie de arpa (1950).
 El volumen del 29 anuncia en la página final un texto
            que nunca se editó: "Un viaje posible a la otra orilla
            del silencio". Asimismo varias de las dedicatorias que se
            inscriben en este libro fundacional, testimonian, desde la paratextualidad,
            las nuevas amistades montevideanas que el poeta cultivó:
 A Pedro Picatto,
            espíritu enorme, asustante de cimas por estallar, doy
            lo mejor que haya en este poema
            (II) Para Díaz
            Casanueva, que se conmovió de mis mendigas morenas llamando
            a la puerta del crepúsculo con los dedos finos de mi teernura
            triste"
            (V) "Para Espínola,
            a quien 'gané una orejeada' con mi grito a tiempo de pájaros"
            (IX) "Para Filartigas.
            Filartigas sintió la sana alegría del abrimiento
            madrugado de mi voz" (XI) 
 Los versos que clausuran
            el primer libro de Cunha, avisan de una "esperanza agónica"
            y de una "espera infinita": la escritura de
            la poesía, la inscripción de la palabra lírica,
            no eximen del sufrimiento, de la conciencia de no llegar a la
            concreción esperada, de la noción clara de que
            la "voz" creativa tiene la certeza de que la "armonía"
            absoluta no es posible. Esto forma parte de una postura estética,
            integra una poética explicitada en el papel: la agonía
            de una esperanza se desangra en mi vozah la espera infinita de la armonía que nunca se alzará
            cada
 [ vez más lejana]
 El "verso dolido",
            la "música perdida", la "canción
            temprana", el "canto sonado en la garganta herida de
            mi recuerdo", "el poema anochecido de los crepúsculos"
            ; la voluntad enunciada en el performativo "guardaré
            la palabra más grande para amanecerla mañana fresca
            en los labios" , instalan el "vendaval de mi [su] canción",
            que irrumpe en el panorama de la literatura uruguaya, que suelta
            las palabras en los tiempos de la denominada generación
            del Centenario, ya calmados los despliegues tímidos de
            la primera vanguardia local. El verso libre de largo
            aliento, la audacia de los tropos enclavados entre la vanguardia
            y la tradición, en el hallazgo de la fisura y en la conservación
            de un hálito neorromántico, provocan asombro y
            perplejidad en una Montevideo que vive en un impasse poético.
            Los horizontes receptivos se reorganizan para leer y asimilar
            la nueva propuesta estética de un poeta que cursa el ciclo
            básico de educación media, que viene de la campaña
            y que no tiene un background académico que lo sostenga.
 Es, Cunha, el "niño poeta" que "ofrece
            el libro milagroso", escribía Romualdo Bruguetti,
            mientras lo estatuía entre sus 18 poetas del Uruguay (1937).
            Es el "poeta cercano del niño" y que
            "nos revela inmediatamente la densidad de su efectividad
            y la trayectoria que ha seguido su temperamento para el ejercicio
            de su pensamiento simbólico", escribía
            en la legendaria Alfar, Díaz Casanueva.
 
 A pesar del impacto de su envión lírico, en 1931 
                regresa a su pago de Illescas y pocos meses después conoce 
                a Cúneo quien, por ese entonces, estaba pintando ranchos 
                con lunas en Florida. Es por esa época, que Cunha asiste 
                a conciertos de Felisberto Hernández, 
                lee a Andreiev, y funda una entrañable amistad con Castellanos 
                Balparda, quien más tarde lo vinculará con Joaquín 
                Torres García.
 
 Nuevamente en Montevideo, en tiempos de ángeles oscuros,
            de terrismo de Estado, asiste con frecuencia a la tertulia de
            María V. De Muller y a los cursos que dicta Gil Salguero
            en el Instituto Normal. Lo acompaña en este recorrido
            de oyente académico, Luis Alberto Gulla, quien, según
            anota el poeta, "se chamuscó los ojos al leer"
            su libro de 1929, "poema oleante de llamaradas del alma".
 
 No obstante, Cunha Dotti, poeta, no vuelve a publicar otro libro.
            Espera las musas y la oportunidad. Escribe arduamente durante
            el primer lustro de los treinta los poemas del que será
            su segundo volumen y muchos del tercer libro:
 Yo creía
            entonces que la poesía tenía que venir sola, y
            como no venía ahí estaba: después me di
            cuenta que tenía que hacer como decía Supervielle:
            'Yo hago la mitad del recorrido hacia la inspiración y
            ella hace la otra mitad hacia mí. Luego de esos años
            de silencio autoimpuesto, sin editar libros, aunque publicando
            esporádicamente algunos poemas en la prensa, durante los
            cuales el poeta no cesa de escribir, de leer, de hurgar en los
            modos adecuados de la composición poética, en los
            ritmos convenientes, en las posibles significaciones de las palabras,
            Ediciones Alfa da a luz una colección de poemas escritos
            entre 1930 y 1935 , intitulada Guardián Oscuro (1937).
 El libro está estructurado en ocho secciones, y es, precisamente, 
                en la segunda, donde encontramos el poema intitulado "Nocturno 
                del desventurado edificador". Es este un texto metapoético, 
                una construcción cuasi teórica que intenta dar cuenta 
                de los modos de componer literatura desde la perspectiva de Cunha. 
                Un tópica de la obra del autor de Plurales se inscribe 
                en la necesidad de explicitar los resortes de la escritura lírica 
                en la propia escritura, 
                de componer una Poética a la vista del lector, de reflexionar 
                acerca del lenguaje de la obra de arte verbal desde el interior 
                de la misma:
 Yo encontré
            la substancia que convino a su nacimiento. (Burlé a
            los guardianes de la sombraque en las cuevas nocturnas
 custodiaban sus elementos.)
 Y escogiendo el
            momento más propicio de la noche,Allí, extrañamente, yo la fui edificando.
 Es también en
            1937 que publica sus 3 cuadernos de poesía, donde las
            lecturas de los poetas españoles del '27 dejan su impronta.
            El volumen (que contiene
            un dibujo marítimo de Leandro Castellanos Balparda) consta de doce canciones escritas
            entre 1933 y 1936; diez sonetos de 1935; y una seccción
            intitulada "Seis cantos bajo el otoño y un canto
            sobre la muerte" escrita en 1936: El río del
            crepúsculo,morado y solo.
 Yo soy el barquero
 Los años treinta 
                son de bohemia y trabajo, amistad y creación, incorporación 
                de conocimientos a través del estudio de las tecnologías 
                de la palabra lírica. Conoce a Torres García, Denis 
                Molina, Casto Canel, Selva Márquez, Mario Arregui, Liber 
                Falco. Su padre le asigna una mensualidad con la esperanza de 
                que regrese al campo, mientras Juan se aloja en la pensión 
                Catrufo del Parque Rodó. Asiste a las tertulias del Café 
                Metro y se vincula con Onetti, 
                Espínola, José Pedro Díaz, Enrique Lentini.En 1939 se lo designa como Secretario de la Junta Local de Nico
            Pérez por la Intendencia Municipal de Florida, pero apenas
            toma posesión del cargo, renuncia. Regresa a Montevideo
            para vivir en una habitación de un pensionado de la calle
            Pablo de María.- Son tiempos de lecturas de poemas con
            sus amigos, de escritura febril, de su primer viaje a Buenos
            Aires.
 
 Ese mismo año su padre lo ayuda en su primer emprendimiento
            "empesarial": la compra de la Imprenta Stella con su
            socio Casto Canel, ubicada en la Brito del Pino 810. Allí
            se editan algunas piezas bibliográficas míticas
            para la literatura uruguaya : EL pozo de Onetti y Cometas
            sobre los muros de Falco.
 
 Dos años después incorpora la Imprenta a los Talleres
            33 donde se imprimía Marcha. Por ese entonces comienza
            a trabajar en el semanario de Carlos Quijano como cobrador y
            corredor de avisos. Permanecerá en esta actividad hasta
            1960.
 
 * Publicado
            originalmente en Insomnia Nº 107
           |  |