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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



LENGUA - LENGUAJE EN IMÁGENES -



Lenguas del otro entre imágenes


Fernando Guerrero Flórez

 

En la lengua que llevas, en tu traje de colores y los mitos que pasan por la voz de tu cuerpo, puedo sentir que he llegado a ti, en el vértigo de cuanto nombras y dejas que en ti se nombre, aunque resurjas de una marejada dada por ideas que quieren negarte o simplemente atravieses con tu voz esa región sin tregua donde han escrito tu cuerpo con un memoria que no es la tuya, una memoria que sabes es imposible de realizarse.

Simi.[1]


Todo simula que se estará en una dimensión de lo cinematográfico, debería decirlo de otro modo, decir que es de otras maneras de acoger lo que queda en  la mirada del otro, la escucha en la mirada, la espacialidad de lo otro dejado y retomado en el lance de escrituras y textos expuestos y contrapunteándose unos a otros al momento de hacerse visibles, leíbles, recibidos en el lenguaje del otro, desde su mirada o su escucha, de lo que involucra la una en la otra y también lo que las distancia, del otro ver, del verse, del ser visto, del ser raptado en la mirada, del ser rehén en el ojo fílmico que captura y se lleva el instante, lo reproduce en una fidelidad tal que luz y materia se diluyen en la luminosidad inasible del plasma que sostiene la obra, la película, el film y su movimiento.

Debería decirlo  casi a la manera de un alquimista barroco, decirlo en la complejidad simple de lo indecible, pero no, las imágenes que ahora se mueven en esta escena –desde el texto y desde la imagen en movimiento que se proyectan acompañando este texto, estas imágenes crean y mueven otra posible escucha en la lectura a seguir, lectura claro esta, que no deja de ser como la invitación a entrar en salas oscuras, en un juego de fantasmas en salas oscuras, salvo que las palabras y las miradas hablan, juegan en la lengua diluyéndose entre espacios.

Como si cada hoja fuera una manera de hacer cine, de jugar con fantasmas, entre fantasmas, entre modos y claves para hacer de la escena imaginaria/imaginada una entre otras, entre el espectro de una escritura que excede el peso de lo expuesto y el velo fílmico en el cual se intenta contarla con el vuelo de la escritura y las palabras en derredor de la cabeza, escritura de la cual salen y asaltan imágenes, letras y lecturas que de una a otra orilla, de uno a otro lector, de uno a otro cuerpo, de una zona de sueño a una región en sueños teje su farmacia.

Escritura fílmica, excritura que se dirige al que aquí nos acoge entre vocablos, se proyecta en él y le entrega a las imágenes que entre niebla y tierra se producen, como si la pantalla telúrica de la tierra hiciera amistad con el canto neblinoso del hombre que viaja entre cielo y tierra, como si este movimiento de la escritura en el cine, de la cinematografía hiciera una alianza entre el amigo que se deja filmar entre palabras y las palabras que lo desdoblan infinitamente

El texto juega con la escritura fílmica, se dirige a la excritura en los cuerpos, esos:

“…“cuerpos escritos” –incisos, grabados, tatuados, cicatrizados- son cuerpos preciosos, preservados, reservados como los códigos cuyos engramas gloriosos son: pero en fin no es el cuerpo moderno, no es ese cuerpo que nosotros hemos arrojado, ahí, delante de nosotros, y que viene a nosotros, desnudo, solamente desnudo y de antemano excrito de toda escritura.

La excripción de nuestro cuerpo, he ahí por donde primeramente hay que pasar. Su inscripción-afuera, su puesta fuera de texto como el movimiento mas propio de su texto: el texto abandonado, dejado sobre su limite”.[i]

Excripción/y expiación de los cuerpos escritos de historias y salidos de su historia, sensibilidades cuya mirada recibe al otro que aquí nos recoge entre vocablos, se proyecta en él y si diluye en las imágenes que entre niebla y tierra se producen, como si la pantalla telúrica de la tierra hiciera amistad con el canto neblinoso del hombre que viaja entre cielo y tierra, como si este se hiciera el amigo que se deja filmar en las palabras:

¿Y cómo filmar las palabras, que se conviertan en imágenes, que sean inseparables del cuerpo, no sólo de la persona que las dice, sino del cuerpo, del conjunto icónico, y que sin embargo sigan siendo palabras, con su sonoridad, el tono, el tiempo que les es propio? Estas palabras a veces pueden ser arrancadas en una improvisación, o bien leídas, ya que hay algunos pasajes que son leídos por el actor, o legibles, sobre un cartel callejero. Los lugares jamás son identificados, se funden unos con otros, se reparten los rasgos que tienen en común el sur de California, España, Argelia, lugares litorales meridionales; y el único momento en que se los puede identificar por un nombre propio, es algo que se lee en silencio, sobre un cartel de la calle. Es una experiencia que se pretende como propiamente cinematográfica, y que no sacrifica sin embargo el discurso sometido a la ley fílmica.[ii]

Filmación de una escena con múltiples posibilidades de acogida en la mirada, entre el roce siempre inacabado de lo mirado y la singularidad de lo visto que ya no engloba al otro, que lo deja en su derecho de mirada, a flor de piel, expuesto a flor de piel, una mirada diseminándose en la otra, en la singularidad de lo visto y aquello que el habla rosa en la palabra, en el decir, en el exponerse y tomar riesgos en la lengua que viene:

“seria necesario que por lengua por venir entendiéramos no solamente lengua futura, sino lengua apta para convertirse ella misma en acontecimiento o para producir acontecimientos aptos para venir o para hacer venir o dejar venir.”[iii]

Lengua cuyo acontecer en el cine desdobla sus imágenes e interrumpe la mirada en la cual se sostenía el hilo conductor de una historia, lengua pronunciada entre fantasmas y espectros, entre sonidos espectrales y sonoridades fantasmales, abriéndose a sus posibles conjugaciones, en todas y cada una de las mutaciones, aperturas y variables que la lengua deja entre imagen y sonido, cuando el cuerpo al hablar se incorpora y muta en la pantalla, cuando es el otro comunicándose en una lengua de la lejanía, en un tiempo y espacio sin tiempo, una memoria “registrada virtualmente”[iv] o una “memoria viva” que viene a interrumpir el monologo de quien les escribe. Memoria cuyo registro ahora juega con las poses, las posiciones, los poseídos, las desposesiones, la sesión para poseer, para ser poseído, para encarnar en un actor, un autor otra lengua, para personalizarse o personificar el texto, el guión, la obra literaria o ficcional representada, desde ya, en las imágenes salidas como capullos de mariposas, imágenes copulando unas con otras en un lenguaje de imágenes que es propio del cine y que lo excede, lenguaje que se ha de deslizar en ciertos actuantes, en ciertos personares que, siendo en el campo cinemático una parte del movimiento filuminíco,  pueden y no estar de cuerpo presente, ausentes o abiertos.

“abierto” no es simplemente y ante todo generosidad, amplitud en la hospitalidad y largueza en el don, sino en principio la condición de coexistencia de singularidades finitas, entre las cuales – a lo largo, al borde, en los límites, entre “afuera” y “adentro” circula infinitamente la posibilidad de sentido.”[v]
 

Abierto[vi] en la lengua y emergiendo fuera del texto, audiovisual, sonoro o gramatofónico, en la sonoridad de vocablos que desposeen al actor y lo deslizan en una dimensión cuya resonancia de escuchas exige una escucha en lo inaudito, siempre inaudito, capaz de interrumpir el velo de la pasión que llega en el cuerpo de un extranjero, capaz de estar fuera del texto, del cuerpo, del instante en el cual el extranjero llega y lo recibo mas allá de sus imágenes posibles, imágenes que a la vez son posible de deslizarse por la escritura, de lo escrito llevado a escena, filmado, puesto a la disposición de una cámara que rapta y mueve la duración de la imagen desplazándola tan solo en la brevedad de la apertura entre habla, memoria y escritura.

En esta brevedad del habla, el actor llega en la voz que le comanda, ¿Pero qué, cuál actor?, el espacio se abre cuando el autor es actor de una lejanía, cuando él se vuelve intangible y es desde esa posibilidad que la escena filmada se desdobla en infinitas posibilidades de escuchas, de lecturas, de visiones, de movimientos entre una lengua y otra, porque al hablar del cine, al dialogar con sus fantasmas, también se habla de esas memorias registradas virtualmente, las cuales llegan a denunciar el mundo que en ocasiones se niega ser visto.

En este querer mirar y escuchar el espacio de silencios que llevan las comunidades desplazadas, llegan esas voces, pasan, se quedan, se van, aquí, en esta región de escuchas posibles, awas, kuaiqueres, cofánes, emberas, nukaks, comunidades movidas de su lugar materno, lanzadas en un mundo en el cual poco o casi nada saben de los mundos que animan en su lengua, caminan en medio de una región que es desplazada no solo físicamente, sino en donde es negada su lengua, su cultura, su manera de habitar la tierra.

En este movimiento que la historia registra visualmente: ¿como entender y traducir lo indecible y lo intangible llevado por esas comunidades?, en nombre de que nacionalismos o patriotismos se alimenta la negación del otro, su lengua, su diferencia, se posiciona un espacio y una cultura de habla dominante, la cual instaura la colonización del otro por vía de la negación de la palabra del otro cuando a este se quiere colonizarlo, aunque lo haya dejado todo, aunque su cuerpo sea una errancia que va de un lugar a otro olvidando poco a poco su lengua, aprendiendo otra, entregándose a la ley de reparación que le niega una historia y un duelo, historia de una herida en la cual ver morir al prójimo es y se hace un peso en el camino.

Cómo entender que toda cultura es colonial, cómo leer esta afirmación sin alimentar los ecos de una soberanía en la cual el otro ha de ser negado:

“toda cultura es colonial, toda cultura empieza por una violencia, impone una lengua. No hace falta referirse a las formas modernas del colonialismo, podemos remontarnos mas allá. Porque la lengua se impone, la lengua siempre la impone el mas fuerte; incluso dentro de la misma lengua, dentro de un sistema lingüístico –decimos, por ejemplo, el español o el francés o el griego-, hay una imposición de los mas fuertes. Nietzsche lo explico muy bien: ser fuerte consiste, o bien en imponer su lengua a alguien que no habla esta lengua, o bien, dentro de la misma lengua, imponer un modo de hablar, nombres, normas, una retórica. Y la fuerza es esto, es así como se reconoce.”[vii]

Colonización que nos cuestiona y lleva a una ruptura con la ley que domina e impera en su ficción al momento de hablar, de enseñarse en el habla, porque lejos de esa ley de dominio, en los silencios que la lengua lleva, puedo comprender de otra manera que al hablarte, al decirte que he sido palabra recibiéndose incesantemente en ti, al realizar este movimiento puedo afirmar que “sin tocarte te he tocado” “sin tocarte me has tocado”, has llegado con tus mundos de lejanía y proximidad, con esa tierra la cual andas descalzo, con esa arena de los tiempos diseminada en tu mirar, ese mirar a flor de piel, ese mirar que me toca, que me invita a recibirte en tu lengua, en lo que llega en tu lengua, en ese cuerpo excrito que se ha movido desde la tierra madre en la cual habías nacido.

En la lengua que llevas, en tu traje de colores y los mitos que pasan por la voz de tu cuerpo, puedo sentir que he llegado a ti, en el vértigo de cuanto nombras y dejas que en ti se nombre, aunque resurjas de una marejada dada por ideas o pensamientos que quieren negarte, o simplemente atravieses con tu voz esa región sin tregua donde han escrito tu cuerpo con un memoria que no es la tuya, una memoria que quiere invadir y colonizar tu lengua, y que sabes es imposible de realizarse.

Y ahora hablas, cuentas en tu lengua las historias de tus nacimientos, hablas del viento en tu lengua:

“Waira es un viento, un halito entre dos o más universos, es el viento del soplo o yachay con el cual se da en nacimiento o con el cual se mueven las fuerzas de la vida y de la transformación, es el soplo que mueve las aguas o COCHAS en donde el espíritu del agua-madre reposa y se hace liquides encantada en la vida de quien camina estas regiones. Esas aguas inmemoriales, esas aguas de encanto se convierten en saberes y conocimientos para las comunidades, pasan del movimiento del agua a la palpitación de las manos al sembrarse en la tierra, de la naturaleza y sus cantos al hombre y sus sendas, en la experiencia que deja el transitar por otras regiones, por el latir de la tierra y el conocimiento de las plantas-espíritus que se han sembrado como memorias vivas en el interior de la tierra. Esos saberes se diluyen en los sueños o a través de las plantas espíritu que se beben en días de chuma, de embriagues entre la naturaleza y el corazón del runa andino. El agua de las plantas lleva el saber de la tierra y de quienes en ella han tomado descanso, cuando alguien bebe de esas aguas, la fuerza interna, su Jankay, se anima otramente, toma la fuera necesaria para la labor del día o minka´y, y para el descanso de la noche o puñu. Esa otra noche constelada en la cual se rememora la simplicidad de la vida, la alianza entre el hombre y la naturaleza, y entre estos: el misterio del universo, del misterio que es senda y búsqueda en la intimidad del canto y la voz con la cual se comunica un saber, otro saber, incontenible e intangible, que ha de compartirse a las comunidades por venir

Escuchas esas historias y quisieras darle un sentido a esta historia de vidas y lenguas colonizadas, pero

“No, nada esta aquí disponible: no trates de apoderarte de un sentido de esta vida finita, no trates de tocar ni de retener lo que esencialmente se aleja y, alejándose, te toca por su misma distancia (en los dos sentidos de la expresión: te toca desde y con su distancia) como lo que, al frustrar definitivamente tu espera, hace surgir ante ti, para ti, aquello mismo que no surge, aquello de lo que la surección o la insurrección es una gloria que no responde a tu mano tendida y la aparta.[viii]

Posición, disposición, indisposición de una mirada que ha sido tocada, de imágenes que llegan y asaltan como si fueran a dejar una  huella imborrable en la memoria la cual recibes con sumo cuidado, imágenes de victimas y guerras, en la cantidad infinita de posibles conjugaciones de estas, imágenes creadas para  darle sentido a un conflicto de arme y desarme de bandos siempre dispuestos a su imagen y semejanza, a la totalidad que niega la diferencia y singularidad que el derecho de mirada nos da, permite y cuestiona. Porque mirar no sería englobar o permear de discursos la imagen presente, quizás mirar sería exceder el sentido político y económico que la mediatización televisiva dada alrededor del desplazamiento oferta, y en donde se tejen identidades y modos de colonialismo bajo el peso de los “efectos perversos de una dominación”.

“Como sabemos demasiado bien , el pavoroso recurso a lo dado de una comunidad no cesa de desencadenar masacres que parecen organizadas dentro de un orden mundial cuyos efectos de derecho, cuando no simplemente impotentes, pueden valer a justo titulo como efectos perversos de una dominación sin rostro que mueve unas contra otras las supuestas identidades.”[ix]

Intento de dominación sin rostro visible o de un rostro demasiado visto, rostro que por vía de los discursos nacionales o nacionalistas busca instaurar un velo histórico en el cual se impone la mal llamada “política de seguridad nacional”, política que busca mirar al otro en la idea de dominio y gobierno, política cuyo sentido esta e no tenerlo por excesos de evidencia. Y como creer que se mirará lo mismo, que se debería de dirigir los ojos hacia el mismo punto para legalizar en el otro una lengua de miradas, como creer posible eso si ahora, incluso desde aquí, desde este sitio donde se mueven imágenes, y rememoran sucesos en la distancia, en frente, uno del otro, ya no somos en el lugar, somos distancias, nos llevamos en la palabra, nos lanzamos de un lugar a otro, de una a otra imagen, de una a otra escucha, en este movimiento donde voy y te llevo, vas y me llevas, los dos vamos y retornamos cada ves mas distantes, siempre mas lejanos, con una palabra y una lejanía que viene desde la proximidad con lo desconocido que llevas y te llevas, que llevas, que te lleva y en lo cual me acoges, recibes, das la bienvenida, me haces y deshaces hasta volverme extranjero del lugar en el cual somos recibidos, en la distancia del cuerpo, del texto, de este no vernos y sin embargo tocarnos, deslizarnos entre miradas, entre aquello que vemos y nos excede en la mirada, aunque claro aquí:

“Tú ves, pero esta vista no es, no puede ser un tocar, si el tocar mismo debiera figurar la inmediatez de una presencia; tú ves lo que no está presente, tocas lo intocable que se mantiene fuera del alcance de tus manos, igual que aquel que ves delante de ti deja ya este lugar del encuentro”.[x]

Ves, y al ver te alejas, vas donde ya no voy, sales de aquí en la distancia que tu ver teje, en la distancia que tu mano palpa, me llevas y sin embargo otro rumbo ha sido dado entre nuestras manos, no podría tocar ni tocarte en cuanto me hablas, porque tu lengua siempre me excede, y mi habla será una región de escuchas en las cuales seré extranjero en cada vocablo que pronuncio y pronuncias, extranjero hasta el punto de creer que esto sólo era una sala oscura de fantasmas volando por nuestras cabezas, sala de una casa y morada cuya puerta es chakana de hablas inmemoriales que llegaban a tocarte.

Ahora bien, [xi]acercarse en aquello que se dispone para crear una imagen, intentar soportarse en eso para dar en movimiento una imagen, para acercarla un poco más, siempre un poco mas, no puede dejar de ser juego audiovisual, sonoro y de refracción, juego de imágenes dobles en movilidad suspendida, movilidad hecha ver otro, o simple simulación en video que nos cuestiona, en ese otro ver otro que removería esa suerte de enquistamiento de imágenes en un tiempo y espacio limitado a la contemplación de la imagen, ver otro que distaría de aquello que excede y aproxima lo mas acá de lo visible, una imagen, un movimiento “en” imágenes que:

“quiere alzarse a la medida de la fuerza deslumbradora y el estruendo silencioso en el que surge.”[xii]

Ver[xiii] otro que ahora se aleja del movimiento tanático que llevan las imágenes en movimiento, los encuadres en movimiento dados por la farmacia televisiva, sobre todo las imágenes de este panorama nacional en donde el fantasma de la fuerza del soberano se hace mandato y narcótico para     dominar al otro, para          simular una lengua del orden y la ley, lengua esencial y policiva que enquista y devora la posibilidad de ir mas allá de la ley del soberano, lengua que no solo desplaza comunidades, sino que también las va negando en la negua de quienes las reciben.

Sin embargo, frente a este movimiento esencialista de dominio del otro por vía de una lengua que se quiere imponer a otras, acontecen aquellas voces en donde el discurso de dominio pierde su pesadez, puede ser escuchado, tocado y mirado desde otros lados, sin esencialismos, sin movimientos generacionales ni iniciaciones particulares de un modo de habla; frente a este movimiento de imágenes esenciales, en el monolongüísmo del otro puedo entender como:

“La lengua es monologante; lo cual no quiere decir que sea solitaria, y que no consigamos salir de ella, sino que, incluso cuando salimos de ella, aún tenemos que hablar para hacerlo y, paradójicamente, éste  es el parapeto contra la esencialización: que no tengo un punto de vista lingüístico sobre la lengua que sea trascendente a la lengua. La lengua esta atrapada en la lengua; en fin, el discurso sobre la lengua esta atrapado en la lengua y, por lo tanto, no se deja esencializar.”[xiv]

Aquí, ahí, lugar de la escucha en la cual el otro se interrumpe, nos interrumpe, porque la voz del otro es acontecimiento, habla desde una región inaudita en la cual otras voces se abren, aquí, ahí, el otro dice:

“Soy monolingüe.” Mi monolingüismo mora en mí y lo llamo mi morada; lo siento como tal, permanezco en él y lo habito. Me habita. El monolingüismo en el que respiro, incluso, es para mí el elemento. No un elemento natural, no la transparencia del éter, sino un medio absoluto. Insuperable, indiscutible: no puedo recusarlo más que al atestiguar su omnipresencia en mí. Me habrá precedido desde siempre. Soy yo. Ese monolingüismo, para mí, soy yo. Eso no quiere decir, sobre todo no quiere decir -no vayas a creerlo-, que soy una figura alegórica de este animal o esta verdad, el monolingüismo. Pero fuera de él yo no sería yo mismo. Me constituye, me dicta hasta la ipsidad de todo, me prescribe, también, una soledad monacal, como si estuviera comprometido por unos votos anteriores incluso a que aprendiese a hablar. Ese solipsismo inagotable soy yo antes que yo. Permanentemente.”[xv]

Archianimalidad del habla, entre esas “voces plurales de los seres singulares” con la cual alguna vez fuimos interrumpidos, diferidos, llevados en la diferencia dada entre imagen y gesto, entre las voces de la voz y aquello que

“el dialogo ahí ya sólo se deja escuchar como la comunicación de la incomunicable, singularidad/comunidad. Ahí ya no escucho (ya no esencialmente) lo que el otro quiere decir(me), sino que escucho que el otro, o un otro, habla, y que hay una archi-articulación esencial de la voz y de las voces que constituye el ser en común mismo: la voz es siempre en si misma articulada (diferente de si misma, difiriéndose ella misma), y es por eso por lo que no hay la voz, sino las voces plurales de los seres singulares.”[xvi]

Voces singulares que dejan escuchar al otro que desde esa región de escuchas llega.

La voz de los que no podían tener voz porque, eran voces negadas, voces que iban diluyéndose y abriéndose unas en otras, contando relatos venidos desde el fondo de milenios: “himnos de ultra memoria contra la memoria embrujada[xvii] memoria del desierto y de la selva, ese otro desierto, esa otra selva o Monte del cual se escucha el copular de las constelaciones en el rostro de los hombres, la arena de los tiempos diseminándose en el pliegue de las líneas de la mano, en una ilimitable conjugación de tiempos de habla, de cantos, de rumores de voces levantándose en y desde el fondo de la tierra, levantamiento sísmico de voces cuyas implicaciones políticas iban directamente a la escucha de la alteridad de la voz en el otro, sus mundos develados, sus cantos puestos en escena, sus voces comunicando saberes inaprensibles e inasibles, voces que se hacen un llamado a la singularidad, a la libertad del otro en la desmesura de la orden impuesta entre “el bien y sus limites”[xviii], un llamado a una re-volución cuyos efectos no se permean por el sentido de un ideal de supremacía o bajo la sombra y el espectro de una voz que comande el porvenir de una comunidad, porque, en otra distancia y en nombre de la amistad, del otro en la desmesura de su habla, en las voces que viene a su encuentro:

“se produce ahí, efectivamente, algo así como un levantamiento del suelo, y querríamos percibir sus ondas sísmicas, de alguna manera, la figura geológica de una revolución política más discreta pero no menos trastornadora que las revoluciones identificadas bajo ese nombre, una revolución, quizá, de lo político. Una revolución sísmica en el concepto político de la amistad que hemos heredado.”[xix]

Revolución sísmica llegando a la voz de quienes danzan con el canto de “la comunidad de los que no tienen comunidad”:

“la comunidad del mito interrumpido, es decir, la comunidad que es en un sentido sin comunidad” “la comunidad sin comunidad es un por venir en el sentido de que viene siempre, sin cesar, en el seno de toda colectividad (y es porque no cesa de venir ahí por lo que resiste ahí sin fin a la colectividad misma tanto como al individuo). [xx]

Que viene, viene siempre y cuyo movimiento incesante va propiciando aquello que se ha propuesto como:

“la comunidad anacorética de los que aman alejarse”[xxi]

Amar en la lejanía, en el otro que ausente llega y se mueve en la espacialidad del mundo contado y relatado a la soledad del otro, mundo y apertura de mundos en la separación de lo singular que cada uno porta y soporta, en la retirada del mundo al cual se han entregado, en el cual aman la pasión de sus escuchas, porque ellos son ahora alteridad de palabras moviéndose las unas en las otras, desgarrando el velo de los significados para reinventar el universo de vocablos con el cual pueden comunicarse, poner en común aquello en lo cual sus diferencias se revelan, muestran la subversión del orden establecido en nombre de la amistad, la soledad y el amigo que te escucha y deja ir en la palabra.

Quizás sea en otro lado en el cual puedo escucharte, oírte, en la seda/senda o telar que filtra tiempos de escucha y de visión en la diseminación de los límites que bajo el nombre de la amistad se tejen:

“la invitación os viene de aquellos que no aman mas que separándose a lo lejos. No es eso todo lo que aman pero no aman el amor, no aman amar, de amor o de amistad, a no ser con la condición de esa retirada. Aquellos que no aman a no ser desligándose de esa manera son amigos intratables de la singularidad solitaria. Os invitan a entrar en esta comunidad de la desligadura social, que no es necesariamente una sociedad secreta, una conjuración, la partición oculta de un saber esotérico o criptopoético. El pensamiento clásico del secreto pertenece a un pensamiento de la comunidad, de la solidaridad o de la secta, de la iniciación o del espacio privado que representa aquello mismo contra lo que se subleva el amigo que os habla como amigo de la soledad.”[xxii]

Separación y sentido de proximidad, en nombre de la amistad. En nombre del otro y su lengua con la cual se lanza a la distancia de nuestras escuchas, de esta escena de escuchas que viene y se mueve desde este primer lance en escritura.
 

San Juan de los Pastos, Abril 8 de 2008.

 

Notas:

[1] Ponencia presentada al interior del Foro de Filosofía de la Universidad del Atlántico en la ciudad de Barranquilla el 15 de Noviembre del 2008.

 

[i] Jean Luc Nancy, Corpus. Traducción de patricio Bulnes. Editorial Arena libros, 2003.. Pág.13

[ii] Jacques Derrida. El cine y sus fantasmas. Entrevista por Antoine de Baecque y Thierry Jousse. Traducido por Fernando La Valle. Publicado en Cahiers du cinéma, n° 556, abril 2001. 
Retomo algunas tangentes de Jacques en donde se comenta la experiencia cinematográfica: “La experiencia cinematográfica pertenece de cabo a cabo a la espectralidad, que yo relaciono con todo lo que se puede decir del espectro en psicoanálisis –o con la naturaleza misma de la huella. El espectro, ni vivo ni muerto, está en el centro de algunos de mis escritos, y es ello lo que –para mí– hace quizás posible un pensamiento del cine… Uno va a hacerse analizar al cine, dejando aparecer y hablar a todos sus espectros. Se puede, de manera económica (en relación con una sesión de análisis), dejar volver los espectros en la pantalla… Ya que la dimensión espectral no es la del viviente ni la del muerto, ni la de la alucinación, ni la de la percepción; la modalidad del creer relacionada con ella debe ser analizada de modo absolutamente original… El cine permite así cultivar lo que podríamos llamar “injertos” de espectralidad, inscribe rastros de fantasmas sobre una trama general, la película proyectada, que es ella misma un fantasma. Es un fenómeno apasionante, y, técnicamente, lo que me apasionaba del cine en tanto objeto de análisis. Memoria espectral, el cine es un duelo magnífico, un trabajo del duelo magníficado. Y está listo para dejarse impresionar por todas las memorias luctuosas, es decir, por los momentos trágicos o épicos de la historia. Son entonces estos procesos de duelo sucesivos, ligados a la historia y al cine, que, hoy, «hacen andar» a los personajes más interesantes. Los cuerpos injertados de estos fantasmas son la materia misma de las intrigas del cine… Para comprender el cine hay que pensar juntos el fantasma y el capital, siendo este último asimismo una cosa espectral…. Es por ello que existe en la sala de cine una neutralización de tipo psicoanalítico: me encuentro solo conmigo mismo, pero librado al juego de todas las transferencias… Una imagen, sobre todo en el cine, es siempre pasible de interpretación: el espectro es un enigma, y los fantasmas que desfilan por las imágenes, constituyen misterios… El cine es el simulacro absoluto de la supervivencia absoluta. Nos relata aquello desde donde no se vuelve, nos relata la muerte. Por su propio milagro espectral nos muestra aquello que no debería dejar rastros. Es entonces dos veces rastro: rastro del testimonio mismo, rastro del olvido, rastro de la muerte absoluta, rastro del sin-rastro, rastro del exterminio. Es el salvamento, por el film, de lo que queda sin salud, la salud para los sin-salud, la experiencia de la supervivencia pura que testimonia. Pienso que ante eso, el espectador queda atrapado. Esta forma que se ha encontrado a la supervivencia es irrecusable. Es sin duda una ilustre ilustración del cinematógrafo parlante.

[iii] Helene Cixous  - Jacques Derrida, Lengua por venir, seminario de Barcelona, Icaria editorial, 2004. pág 104.

[iv] Ibid.

[v]Esposito Roberto, Communitas. Origen y destino de la comunidad. Roberto Esposito precedido de Conloquium de Jean Luc-Nancy. Traducción de Carlo Rodolfo Molinari Marotto. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 2003. 216 p. 

[vi] (29.01.08)

[vii] Ibid. Cixous 106

[viii] Jean Luc Nancy. “Noli me tangere”. Ensayo sobre el levantamiento del cuerpo. Traducción de María Tabuyo y Agustín López. Minima Trotta. 2006. Pág 37

[ix] Ibid. Esposito pág…

[x] Ibid. Op. cit

[xi] (30.01.08)

[xii] Ibid. Op. cit

[xiii] 01.02.08

[xiv] Ibid. Cixous 106

[xv] EL MONOLINGÜISMO DEL OTRO o la prótesis de origen. Jacques Derrida, Traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 1997. Edición digital de Derrida en castellano.

[xvi] Jean Luc Nancy, “el comunismo literario”. En: “la comunidad desobrada” traducción de …

[xvii] Edmond Jabes, “el libro de las preguntas”, traducción de Jose Manuel Arancibia. Editorial Siruela, 2004.

[xviii] Helene Cixous, la risa de la medusa, traducción de

[xix]  Jacques Derrida. “amar de amistad: quizá – el nombre y el adverbio” En: políticas de la amistad, traducción de …

[xx] Op. cit

[xxi] Derrida.op.cit

[xxii] Ibid.

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