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PESSOA, FERNANDO - LIBRO DEL DESASOSIEGO -

El Libro del desasosiego
(algunas impresiones)(I)*

Gonzalo Curbelo

El Libro del desasosiego es un proyecto esencialmente indefinido e inacabable, un libro que fue varios libros de varios autores, y la parte estrictamente soriana debe limitarse al período 1929-1935


"Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, posándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza".


El Libro del desasosiego era un block de apuntes para la obra de un tal Bernardo Soares, otro de los heterónimos de Pessoa; posiblemente nunca fue pensada su edición en la forma en la que hoy lo conocemos pero hoy en día es tal vez la obra más conocida de Pessoa. Que fuera firmado por Bernardo Soares es irrelevante, el libro es el que más se identifica de sus trabajos con la figura secreta y tímida que fue el Pessoa real, poeta al que su propia modestia sirvió como inusual técnica de marketing: ¿a cuántas personas lo primero que les llama la atención de Pessoa es su múltiple desdoblamiento en heterónimos?, ¿qué importancia real tiene esto?, ¿cuántos poetas podrían haber sido, de haber jugado a ese juego, autores de personalidad mutante como Neruda, Huidobro o García Lorca? Es todo charla barata de academia, lo importante es el autor que mal pudo disimularse atrás de esos heterónimos, todos muy parecidos entre sí en profundidad y todos diciendo lo mismo de formas apenas diferentes. Y el Libro del desasosiego es una larga meditación autoconsciente sobre la propia figura de un escritor que supo reconocerse como ridículo, tal como prueba no solo la frase que encabeza estas palabras sino también su famoso poema acerca de sus cartas de amor a Ofélia Queirós
("Todas las cartas de amor son / Ridículas / No serían cartas de amor si no fuesen / Ridículas").

Difícilmente se encuentre en la literatura mundial otro escritor capaz de emplear la palabra ridículo referida a sí mismo. Derrotados, destruidos, traicionados, crueles, equivocados, todo eso sí, pero "ridículo" es un adjetivo demasiado duro para autocalificarse, al menos si uno es un aprendiz de Homero decidido a volverse un héroe del arte, es una palabra que acepta la mirada externa y que juzga en forma más estética que moral.

Fernando Pessoa fue capaz de mirar desde afuera y ver a un hombre solitario dedicado a escribir con los nombres de amigos imaginarios. Y un hombre solo es ridículo no importa lo que escriba, no importa el valor que se le de a la palabra ridículo. Bernardo Soares vio a un hombrecito ridículo, ridículo, ridículo, tal vez enamorado, ridículo.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 137

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