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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



CRÍTICA - LIBERACIÓN - PERIFERIA LECTORA- FILOSOFÍA - ANAGNÓRISIS

La liberación perpetua*

Martín Gómez Chans
La verdadera aporía parece consistir en la imposibilidad de narrar y ficcionalizar la tópica de la liberación sin moralizar su itinerario

 

Deterioro del sentido

No comparto -o mejor, no quiero compartir- el terror analítico al pensamiento analógico, metafórico o puramente asociativo. La filosofía sabe que narra y novela, que ficcionaliza y dramatiza sus
metáforas en un espacio social e histórico o en un espacio universal y metafísico (o históricamente lejano).

Su objetivo es siempre práctico (desde la persuasión y la conquista -manifiestos- hasta la administración y el asentamiento -enciclopedias y diccionarios). Su desprecio por la escritura, la literatura y la ficción, no es sino literatura (por ejemplo: lo cognitivo de la filosofía y la ciencia contra lo estético y lo fruitivo de la creación literaria o ficcional).

Las formas críticas del racionalismo, así como las llamadas "filosofías de la liberación", quizás entiendan
(más que otros discursos filosóficos, o mejor, más que otras tópicas) que no hay forma interpelativa más verosímil y tribal que el relato.

Y qué más verosímil y persuasivo es el relato cuánto más fuerza dramática concentra. A los relatos heroicos lineales de la epistemología, a las formas acumulativas o madurativas del conocimiento, a la progresión exponencial y autorganizativa del debate racional, se enfrenta un relato que sobreindica y enfatiza lo que en la vieja terminología de Greimas se llamaba circunstantes opositores -en este caso, factores o circunstancias que entorpecen, enlentecen, o detienen el camino del entendimiento hacia el conocimiento
(o, en términos de la filosofía política liberal, el camino de la sociedad hacia la libertad, la justicia, la igualdad, etc.).

Estos opositores son los idolla -el mito, la ideología, el poder, el sometimiento, la dependencia, la dominación, la alienación.

De Bacon a la tradición marxista de la ideologiekritik, y aún en las propuestas del posestructuralismo francés, tengo un relato potente, que se concentra menos en la metáfora de la maduración del Concepto o de la Idea, que en la del deterioro de un sentido original que debe reconstruirse a través de ciertos procedimientos críticos de desensamblaje, o si se quiere, de desconstrucción. Ya no tengo solamente una historia impersonal y trascedente a cuya economía debo subordinar la lógica microscópica o fenoménica de los procesos sociales, o colectivos, o incluso individuales -sino que tengo algo a que oponerme, algo contra lo cual me reconozco; y más: algo que debo destruir para poder ser.

La fábula constructiva

En los relatos epistemológicos tradicionales, el conocimiento aparece como un héroe a la deriva de su propio itinerario, de su peripecia -la peripecia está, en definitiva, escrita por un
guionista superior (por más que se argumente sobre la producción parlamentaria del conocimiento: en los debates y en los estados deliberativos perpetuos de la filosofía). En los relatos del racionalismo crítico, por el contrario, el héroe tiene un instante mágico de autorreflexión: es la anagnórisis (liberación, revolución) -el héroe se reconoce, descubre quién es, pues ha reconocido a su enemigo. La apariencia, la tradición, los hábitos, la creencia, la ideología, la doxa, componen el suelo negativo contra el cual recortar mi positividad (episteme, ciencia): me discrimino, me distingo de lo que no soy; por tanto, sé que soy.

La Revelación del Ser contra la fábula constructiva
(se me tolerarán, espero, las asociaciones: católicos contra protestantes, latinos contra sajones).

Vamos a suponer, por un momento, que puedo "captar la realidad" o "aspectos de la realidad" (Ser), a través de procedimientos lógicos y lingüísticos (el discurso de la filosofía o la ciencia). La epistemolgía, tradicionalmente, me habla del progresivo afinamiento de esas técnicas (vigilancia, sanción, corrección del error -o, democráticamente, debate, discusión, etc.). La epistemología crítica pone el acento no en el error, sino en la descripción de lo aparente como falso, como deformación, como engaño y estafa: implacable, racionalidad de aquello que se opone al conocimiento, y de lo que, en rigor, debo liberarme -a medida que critico esta racionalidad voy construyendo la mía.

La noción de liberación, a esta altura puede resultar obvio, tiene menos significado que
fuerza. Una fuerza operatoria, dramática, gestual. Esta fuerza no se despliega ni se expone -se concentra en un punto: anagnórisis, coupure, cura, revolución. En suma, liberación: uno de los puntos altos del suspenso narrativo de la ficción filosófica, de su metafórica.

Punto de inflexión, magia instantánea: de doxa a episteme -descorrer de un golpe los velos de la apariencia para llegar al eidos o al Ser, desnudar aquello que siempre estuvo allí pero que fue cubierto, velado, deformado, alienado, aparienciado o deteriorado, restituir su sentido primitivo y fundante, luchar contra lo que se opone.

Fuerza de paz

Esta fuerza finge estar ausente en los relatos constructivos. No parece haber mayormente drama en la metáfora de la ciencia o la
filosofía como autómata que crece y se perfecciona, según la dialéctica interna de la racionalidad como debate oral parlamentario. En realidad hay una fuerza de otro tipo; se trata (si cabe el oxímoron) de una fuerza pacificadora, legislativa, legitimadora; una fuerza de ejercicio ex post facto de control administrativo. Refoma e ilustración parecen ser proyectos consecuentes con las revoluciones industriales y productivas, así como también parecen serlo la filosofia analítica y la epistemología, o -ya en plena crisis de estas narrativas- la teoría de la acción comunicativa.

El marxismo o el psicoanálisis, en cambio, parecen recuperables más por un mundo latino y católico que sajón y protestante -un mundo subordinado a la cadena reproductiva, o marginal con respecto a ella. Si bien su fuerza legitimadora no es nula y ni siquiera escasa, su capacidad es sobre todo la de dramatizar la historia como alienación, como caída, expropiación o expulsión -juntar la lucha de clases con la eterana lucha entre la represión y el
deseo (esta tópica, veremos, se recupera con fuerza en la crítica cómica).

También lo que podríamos caracterizar como ciertas formas góticas de la crítica (el posestructuralismo de Focault) heredan los problemas de esta narrativa: aunque la noción de liberación o los pares doxa/episteme o ideología/ciencia ya no aparezcan, o sea incluso objeto de revisión crítica explícita, hay (en Foucault, o en Deleuze, o más recientemente y del otro lado del Atlántico, en Edward Said -y la lista podría continuar) una gimnasia literaria de escenificación de un discurso mesiánico, con un empuje básicamente negativo, de denuncia de choque, de convocatoria a una acción (sea cual fuere), desde modelos narrativos agonísticos.

En cierto sentido, tampoco la
crítica hermeneútica, la gramatología o la descontrucción están al margen de los problemas relacionados con la tópica ficcional de la liberación, y de la figura de un enemigo: el logocentrismo, el etnocentrismo. Lo mismo se podría observar con respecto a los programas de debilitamiento, que aparecen, por ejemplo en Gianni Vattimo.

Crítica cómica

Variante de las formas góticas, la
crítica cómica, que tampoco es ajena a la tópica de la liberación, ha planteado serias objeciones a las formas científicas bipolares más duras del racionalismo crítico (Althusser): Jacques Rancière observaba, en el 69, que si las formas discursivas son científicas o ideológicas, epistémicas o doxásticas, es decir, revolucionaroias o conservadoras, cometemos, por lo pronto, la torpeza de desestimar lo que él llamaba "las voces del taller, los murmullos de la calle, las consignas de la inresurrección (...) las formas de la canción picaresca", reduciendo los enfrentamientos discursivos a un plebiscito ganado de antemano por las propias formas hegemónicas del saber (ciencia, universalidad) (1).

No conviene olvidar que en filosofía tratamos siempre con metáforas, contécnicas narrativas y con estilos literarios (estrategias para "enganchar" al otro, en el sentido prostitutivo de la palabra): el enfrentamiento ideología/ciencia es, como todo discurso, inevitablemente ideológico (de hecho la distinción misma ha perdido fuerza).

También resulta ser un mito la crítica cómica y
carnavalizada, al desplazar y retrazar la contardicción básica de lo socio discursivo a saberes hegemónicos (autorizados) contra saberes menores (subordinados, descalificados) -y aún invirtiéndola: de epistémicos luchando por liberarnos de la doxa, pasamos a ser doxásticos liberándonos de episteme.

La Historia de la sensibilidad de José Pedro Barrán es un ejemplo, cercano y criollo, de narrativa crítica cómica, deudora de Bajtin, Focault y de lo que podríamos bautizar como antropología freudiana. El proceso de civilización de lo bárbaro es uno de los avatares del enfrentamiento intemporal entre represión y deseo -la liberación se ha desplazado desde una racionalidad científico -universitaria como modelo de toda discursividad (que nos ha sido alineada, que debemos recobrar), hasta el grito libertario de la perversidad polimorfa (el pedo, el eructo). El enemigo se desplaza parejamente: desde aquél que engaña y encubre sus intereses sociales, hacia aquél que reprime y prohíbe.

Desde este relato podemos reivindicar la historia como pasado (lo público como privado), ver nuestra infancia con simpatía y ternura, lamentarnos por lo que ya no somos, luchar para volver a ser.

La verdadera aporía

La verdadera aporía parece consistir en la imposibilidad de narrar y ficcionalizar la tópica de la liberación sin moralizar su itinerario, sin reducirla a estructuras de dos niveles, uno actual, otro deseable
(uno superficial, otro profundo; uno engañoso, otro verdadero; uno injusto, otro justo, en fin).

Como corolario, parecería que todo proyecto crítico (¿qué proyecto critico no involucra, de uno u otro modo, a la liberación?) estuviera condenado a existir perpetuamente sin ser otra cosa que su propia ansiedad y su propio estiramiento: nuestro enemigo se irá desplazando -la creencia, el sentido común, la ideología, las formas hegemónicas del discurso, la metafísica, la trascendencia, las estructuras ontológicas fuertes y verticales, el logocentrismo.

Todo proyecto crítico
(quiéralo o no: decir "proyecto" ya comporta un falseo, una mitología -inteligencia abstracta que se proyecta, independientemente de sus condiciones sociales de funcionamiento y de producción) está condenado a ser masivo, indiscriminado, puramente negativo.

Es el huevo moderno: criticar y liberarse no es únicamente denunciar el engaño, la estafa, la futilidad. Tampoco es alcanzar un estado superior, o más estable, o definitivo -ni siquiera es el comienzo de la deliberación como mitología del relevo de la liberación. Es, por un lado, reconocer, en la formación discursiva criticada, una fuerza gestual y aún un papel cognitivo
(digamos, en suma, una racionalidad). Y es, por tor, reconocer quenuestras herramientas críticas están "hechas del mismo material" que aquello que queremos criticar.

La liberación es un gesto negativo, y como tal habría que tomarla. Pero ¿qué otra cosa podemos hacer (sobre todo nosotros, periferia lectora - y con esto quiero dar a entender que hay periferias no lectoras), sino liberarnos, aún sabiendo que no existe "el día después" de esa liberación?.


(1) Rancière, Jacques: "Sobre la teoría de la ideología. La política de Althusser", en Lectura de Althusser, S. Karsz (ed) Galerna, Buenos Aires, 1970.  

* Publicado originalmente en La República de Platón, Nº 37

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