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ISSN 1688-1672

 



MADARIAGA, FRANCISCO - POESÍA - PALABRA - IMAGEN - RESPLANDOR DE MIS BÁRBARAS - EYACULACIÓN/EMISIÓN/EXPURGACIÓN - PECADO/SALAVACIÓN - DELITO NATAL -

Francisco Madariaga en el recuerdo*

Oscar Portela
Madariaga el cautivo, cree por lo tanto en el pecado y por consiguiente en la salvación. Y su poesía es el tránsito, el pasaje de la imposible lucha de los opuestos que tensan su discurso hasta el hermetismo de claves límpidamente cifradas, hacia el final equilibrio de la luz, enunciada
finalmente en el advenimiento de una nueva aurora del Ser


Si apuraran una definición personal sobre la sombra que proyecta el anti-discurso poético de Madariaga sobre la
literatura argentina, contestaría que recuerda el frenesí de los primeros profetas -fundamentalmente a Juan El Bautista- porque todo su Ethos se encuentra del lado del furor profético de quien se siente liberado y encadenado a un mensaje, y por el otro lado, estaría detrás del advenimiento de la buena nueva de ese mismo mensaje.

Madariaga es un pagano que intenta desesperadamente entrar al "cielo", ante el cual se inquieta al igual que quienes nacieran antes del advenimiento de la encarnación del nuevo "cielo" en la tierra liberada.

Por eso, Resplandor de mis Bárbaras* es una colección de poemas que sirven para hacer un balance de su
itinerario poético del cual sólo el tiempo e encargará de hacer un balance y a la vez notar cómo, la onda que mueve a que su decir sea poético, se repliega cada vez más sobre sí, cuanto más lejos alcanza a pronunciarse aquello que pregna la destinación de su palabra, liberando al mismo tiempo las fuerzas que lo atan a su cautiverio poético.

En la página cincuenta y dos de Resplandor... exclama coherente con aquello que constituye el peculiar ersatz de su visión de lo poético: "¿La
Poesía? ¿A veces una imagen de narración para aquello contra lo que se cometió algún tipo de pecado?." Se trata una vez mas de una alusión a lo que el Poeta ha llamado con insistencia El delito natal -título de una de sus principales obras.

Madariaga el pagano que ardía bajo la sombra/ del paraje criollo, sollozando por lo reparable en una quemazón irreparable, ha confesado más de una vez de qué manera fue mortalmente herido -he aquí la violación y el pecado de su caída, irreparable en las coyunturas del azar de la vida, irreparable en la constitución aceptada de su mandato poético- por la imagen del mundo proporcionada por la reflexión poética del mundo, que le adviene de su contacto con las "armas modernas", que le proporciona la poesía
moderna.

Y hasta el momento sus esfuerzos titánicos han consistido en reintegrar aquellas
imágenes prenatales del mundo, a las otras -las otras aguas- las natales, que de algún modo lo convertirían en un hechizado y en un paria, en un exiliado del paraíso perdido de la condición pre-adánica.

Madariaga el cautivo, cree por lo tanto en el pecado y por consiguiente en la salvación. Y su
poesía es el tránsito, el pasaje de la imposible lucha de los opuestos que tensan su discurso hasta el hermetismo de claves límpidamente cifradas, hacia el final equilibrio de la luz, enunciada
finalmente en el advenimiento de una nueva aurora del Ser; de una nueva epocalidad y espacialidad del habitar poético, ante la cual el poeta -el ex-puesto por excelencia- no puede relegarse.

Su locución es eyaculación, emisión, expurgación, de lo que el poeta llama pre-actual, es decir de lo Natal, pero también de lo Pre-Natal y de una geografía en movimiento, considerada en sus más profundos estratos ontológicos como lugar de destinación y alumbramiento de una nueva
experiencia de lo político-universal: comarca de país, dadora de poesía, País Natal hecho de fuego y agua. Madariaga se mueve entre arquetipos de la imaginación y al mismo tiempo mueve arquetipos de la
palabra, del Ser: cifras de lo Poético. Lo que tal vez el poeta ignore, en este caso, es que
el acto de creación y elocución poética consiste en la permanente actualización de lo inactual en su insondable poder de transmutación y repetición de lo mismo, no de lo igual: la constante presencia de lo Presente en su invisibilidad manifiesta.

De ahí que el título con el cual se abre el primer capítulo del
libro al que aludimos, como su libro clave: "Confusos sueños Natales". Al ingresar a la zona del puro onirismo donde lo prenatal toma forma y se eleva a la toma de conciencia de un Ethos y de una Estática, los sueños se harán más claros:
los colores de Gauguin reemplazaran a los cárdenos de Van Gogh, de modo de ingresar a la superficie de la inocencia, aunque el poeta cante aún en las inmediaciones del mediodía que perturba la
visión de la medida, en la desmesura del sueño Natal que el poeta no logra aún controlar. Es posible
también que por ello el ciego vea mejor
("Rey Edipo tiene un ojo de más": Hölderlin) aquello que lo evidente oculta a la videncia del sueño poético.

A partir de esta introducción, la
lectura permite -entre líneas- evidenciar los puntos de fuga y encuentro de una poesía que intenta liberarse de los Terrores de la suerte (otro de sus títulos importantes) por el dominio de lo que el poeta denomina hechizos del azar, merced al dominio de los poderes naturales, con la boleadora del instinto poético a través de un estado sonambúlico certero, en la que el creador, "Peón" del Universo, controla los terrores y temblores de la suerte: las pulsiones de Muerte y las percepciones de un estado de Poder y de Gracia Genesiacos. El término "ras" insinúa el rastro primigenio del azar de lo maravilloso, que es también la amenaza del extravío y el delito natal, a cuyos azares la misma materia se ve sometida en sus diversos estadios cosmológicos. Es casi como si la Poesía precediera el destino cosmológico de seres y de cosas: su estatuto mismo. (Ver poema sobre Aldo Pellegrini).

Como en sus libros anteriores, Madariaga busca el camino de la liberación a través del exorcismo de las aguas que también han hechizado
(bautizado) al vidente. Madariaga -ya lo hemos insinuado en otras oportunidades- es un poeta del fuego en las aguas, modernísimo animista, y ateo que teme los poderes diabólicos, aunque crea que Dios es el único ser que no necesita exitir para reinar.

 

* Un paisaje cubierto de palmeras, absolutamente boscoso, de arenas blancas, y un "rancho", que en su momento (hoy no existe) estaba hecho como se lo hacía en Corrientes, con barro negro y tacuaras, puestas sobre el barro, y a veces cubierto además, desde afuera con tacuaras, casi sobre un declive que termina en un inmenso estero que recuerda al Pantanal brasilero, es el cuadro al que se remitieron las experiencias juveniles de Francisco Madariaga, y donde fraguó sus mitos, obsesiones, y "terrores de la suerte": lo que llamaba sus "bárbaras", lugar que en los últimos años abandonó, he hizo demoler, ya que para él y otros, estaba poblado de fantasmas, para trasladarse a una pieza más pequeña, pero más cercana a los pobladores del lugar.

Una vez allí mezcló tigres, bandoleros, hadas, fantasmas, y las aurorales y a veces trágicas visiones, de una niñez en la que la abundancia estaba al alcance de la mano- su padre era médico- y ese campo llamado extrañamente Paraje Rincón y en vulgar terminología, Pago - lugar, bola- (por la forma del estero, que parecía no terminar nunca). Corrientes es una provincia Argentina con casi el setenta por ciento de sus tierras, cubiertas por aguas y el estero del Ibera- la cuenca hídrica- más grande del mundo.

 

Francisco Madariaga (izquierda) y Oscar Portela, año 1975.

 

* Junto a Ayme Cesaire, Francisco Madariaga el Argentino Correntino, es uno de los más poderosos poetas de la poesía moderna. Este homenaje a pocos años de su muerte.

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