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ISSN 1688-1672

 



INFORMACIÓN INÚTIL -

Todo a 88*

Carlos Rehermann

El informe meteorológico tiene una función, como discurso, similar a la fábula de La Fontaine de la cigarra y la hormiga. Nos enseña a ser previsores y ahorrativos. El boletín meteorológico es una escuelita de ahorristas

En la ciudad de Nueva York había una tienda en la que todos los objetos de consumo podían adquirirse a ochenta y ocho centavos de dólar. Seguramente no fue la primera de esta clase, pero sí una de las más famosas. Ahora también en Montevideo hay pequeños comercios de precio fijo, donde la compra se motiva a sí misma. La posesión del objeto comprado adquiere valor sin importar el objeto. Lo que vale es el acto de la apropiación mediante una compra.
Se trata de una rotación de la motivación -puesto que un razonamiento simplista favorecería la idea de comprar algo, y no de comprar algo-, que invade muchas áreas de la cultura.

Las noticias de la mañana ofrecen ejemplos de la nula importancia que tiene el contenido.
(Por lo demás, la forma indirecta de pago por el acto de escuchar la radio no debe engañarnos con respecto al carácter de comprador que tiene el oyente).

El origen del despropósito de los temas informativos debería buscarse en el nacimiento del boletín meteorológico. No fue sino hasta la década de 1950, cuando se dispuso tanto de buenas redes de comunicación, como de instrumentos sofisticados de medición de la velocidad del viento, la presión y la temperatura en todo el espesor de la atmósfera, y, por otra parte, cuando las computadoras estuvieron disponibles para realizar cálculos complejos, que el desarrollo de la ciencia del clima adquirió su madurez.

Si uno quiere, puede considerar casual que el desarrollo del marketing y la publicidad haya sido contemporáneo con el surgimiento de los boletines meteorológicos. Si bien es indudablemente útil, ya que permite tomar diversas medidas de protección, el boletín meteorológico radial no tiene ninguna utilidad. Tanto nos hemos acostumbrado a recibir diariamente el dato numérico de la temperatura del aire, la humedad relativa y la presión, que nos parece que esos números nos informan algo.

Pero casi ningún escucha sabe qué es un hectopascal
(sería mejor que supieran quién fue Pascal, o qué relación hubo entre Pascal y Newton para que la física los relacionara mediante el homenaje de poner sus nombres a ciertas unidades), y casi ninguno es capaz de vincular el porcentaje de humedad con la temperatura que lo determina en ese momento: el boletín meteorológico permite una sustitución de la sensación corporal personal por un conjunto de datos sin significado. Pero nos hemos acostumbrado a prestarles atención, o al menos a considerar adecuado que al comenzar el informativo se mencione la temperatura y la humedad del aire.

Lo que importa entonces es el hecho de recibir el informe
(como oyentes, mediante la compra indirecta de tiempo de antena, el valor por el que la empresa emisora evalúa el discurso que difunde). Ese acto implica que el escucha es una persona previsora: sabe si debe llevar abrigo o paraguas cuando sale por la mañana hacia su trabajo. También es un abandono de la religión: Dios no proveerá. El informe meteorológico tiene una función, como discurso, similar a la fábula de La Fontaine de la cigarra y la hormiga. Nos enseña a ser previsores y ahorrativos. El boletín meteorológico es una escuelita de ahorristas.

Coincidente con todo a ochenta y ocho y el informe del tiempo, pero mucho más cómico, es el conjunto de informaciones económicas que propalan las radios por la mañana. El índice
NASDAQ, el Dow Jones, los porcentajes de alza o baja de las bolsas de Tokyo o Londres, ocupan un dilatado tiempo de antena.

Sería bueno conocer cuántos oyentes saben realmente qué es una Bolsa de valores; cómo se define el Dow Jones o qué significa el
NASDAQ. Se puede sospechar que pasarían la prueba menos de una docena. Saber que Rembrandt usaba blanco de plomo, Monet blanco de zinc e Iturria usa blanco de titanio en sus pinturas, sería tan útil para la audiencia como conocer el Dow Jones de ayer; el carácter de la información inútil que acepta una comunidad ilustra profundamente acerca de su personalidad.


* Publicado originalmente en Insomnia
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