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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



AMÉRICA LATINA - DEMOCRACIA - DEMOCRACIAS LATINOAMERICANAS - LIPSET, SEYMOUR MARTIN - DESIGUALDAD/POBREZA/EXCLUSIÓN -

Desigualdad, pobreza y exclusión: impotencia, fatiga y asedio en las democracias latinoamericanas (II)*

Fernando Filgueira y Cecilia Rossel

Si los noventa fueron años de consensos desganados y crisis institucionales luego de la promesa democrática de fin de los ochenta e inicios de los noventa, el siglo XXI se inicia con la inestabilidad creativa de quien ha perdido la paciencia. Bolivia, Perú, Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, por nombrar a algunos países, inician el siglo con una característica en común: la sensación de anticipación, de antelación, y aún de miedo ante crisis terminales o cambios inescapables

b. Desarrollo económico y democracia en la segunda mitad del siglo XX.

El primero en formalizar y medir en forma sistemática la relación entre desarrollo económico y democracia fue Lipset(4). En el primer párrafo de su ya clásico libro Lipset señalaba que "una de las principales preocupaciones de la sociología política consiste en un análisis de las condiciones sociales que configuran la democracia". A poco de andar Lipset establece su hipótesis más conocida: "Cuanto más próspera sea una nación, tanto mayores son las posibilidades de que se mantendrá una democracia". Mediante medidas de industrialización, educación y urbanización Lipset muestra la fuerte relación entre desarrollo económico (y social dada alguna de sus medidas) y democracia.

Al considerar la relación histórica de la segunda mitad del siglo veinte en América Latina entre desarrollo económico y democracia podemos constatar que la hipótesis resulta plausible aunque la relación no es particularmente robusta. De hecho una regresión lineal arroja tan sólo un R2 no ajustado de .23(5). Otro es el resultado cuando admitimos una relación no lineal. En ese caso el R2 alcanza un coeficiente de .42, mostrando algo más parecido a una relación positiva con tendencia asintótica en los valores superiores del PBI o incluso una relación de tipo U invertida(6).

 
Gráfico 1

Claro está que de proceder de similar manera que Lipset, en donde se establecen las diferentes medias de ingreso per cápita para grupos de países de diferente régimen, los resultados serían similares a los recogidos por el autor(7). En efecto una de las cosas que caracteriza a la relación entre desarrollo económico y democracia es que la misma no es una relación lineal, sino con umbrales. Tal vez lo que el gráfico 1 permite observar con mayor detenimiento es que se presentan importantes desviaciones sea cual sea el método estadístico utilizado. Costa Rica y Colombia son casos que claramente se ubican por encima de lo esperable en materia de democracia dada su riqueza nacional. Por su parte Argentina, como bien es sabido, es un caso desviado en el sentido inverso. Por su riqueza y otra multiplicidad de factores(8) Argentina es el ejemplo de candidato democrático estable, sin embargo este país ha sido un ejemplo de inestabilidad democrática y recurrente autoritarismo. Pero este comportamiento peculiar de los países genera en definitiva una curva que apoya la idea de que países muy pobres difícilmente serán democráticos, al tiempo que sugiere tomar con cautela la idea de que los países presentan un propensión lineal a la democracia cuanto más ricos sean, al menos en lo que hace a la realidad regional aquí considerada.

Ahora bien la relación arriba presentada esconde dos períodos históricos bien diferenciados. En efecto, entre 1950 y 1970 la relación entre riqueza y democracia es más robusta que la relación para todo el período y notoriamente mayor que aquella que se constata entre 1970 y 1990.
De hecho, como puede observarse en el gráfico 3, entre 1970 y 1990 no existe relación alguna entre prosperidad y democracia.

 

Gráfico 2

 
Gráfico 3


Entre 1950 y 1970 los casos de Chile y Costa Rica presentan las mayores desviaciones, con un tiempo real de democracia muy superior al esperable dada su riqueza. A pesar de estos casos resulta clara la asociación entre riqueza y democracia en este período. Se constata un vez más la idea de umbrales. Si bien en los países de riqueza intermedia y superior de la región existen grados de desviación importante respecto a la hipótesis, es en los países muy pobres en donde resulta más clara la recurrencia empírica. En cambio entre 1970 y 1990 la relación moderada pero clara que constatamos en el período anterior desaparece totalmente. Ello responde principalmente a la baja o nula duración de la democracia en un conjunto de países de alto desarrollo económico, en particular Uruguay, Argentina y Chile, y también en menor medida a la persistencia y/o emergencia de la democracia en países pobres. Las dictaduras del cono sur de los años 70 constituyen un excelente caso que apoya la tesis de O'Donnell sobre el advenimiento en contextos económicos relativamente prósperos de lo que el dio en llamar regímenes burocrático autoritarios.

Estas formas dictatoriales no son el producto a la Lipset del bajo desarrollo económico, sino, y muy por el contrario, son el resultado del propio desarrollo económico y sus cuellos de botella bajo el modelo sustitutivo de importaciones. El que dichas dictaduras no persiguieran -como sí lo hizo Brasil y la dictadura Argentina anterior
(el golpe de Onganía) y como lo anunció O'Donnell apoyado en el análisis de estos dos casos- la profundización del modelo económico, sino que optaran por su entierro en aras del modelo neoliberal, es irrelevante en este punto. Las dictaduras del Cono Sur de los setenta admiten su mejor explicación en la crisis del viejo modelo económico y las tensiones políticas y sociales derivadas del modelo, su maduración y su crisis.

Ahora bien, tal como señalan Przeworski et al.
(2000) la razón de esta asociación entre riqueza y democracia admite dos interpretaciones: una endógena y otra exógena. La explicación exógena o de la modernización indica que el crecimiento, la riqueza y la creciente complejidad social desatan una serie de fuerzas sociales y políticas que destruyen las bases de legitimidad y producción de orden de las dictaduras, abriendo por tanto paso a las democracias. Por su parte la explicación endógena indica que las democracias son más estables cuanto más ricos son los países. O en otras palabras, que una democracia en un país rico difícilmente de paso a una dictadura. Przeworski et al. encuentran mayor mérito en esta segunda explicación que en la primera. Sin embargo, en el caso de América Latina ambos factores parecen estar jugando entre 1950 y 1970 y ninguno de ellos está operando entre 1970 y 1990.
Es claro que la relación entre riqueza y democracia de 1950 a 1970 se apoya tanto en la aparición de modalidades democráticas en países otrora autoritarios debido a crecimiento como a la mayor duración de las democracias de los países ricos
(en particular Chile y Uruguay).

Sin embargo, para el período que va de 1970 a 1990 la evidencia muestra que las democracias estables no fueron las más ricas sino las de riqueza intermedia, al tiempo que los países pobres presentan en muchos casos una estabilidad democrática superior a los países ricos.

En efecto, cuando consideramos solamente los años de estabilidad democrática la relación entre riqueza y estabilidad asume otra vez la forma de U invertida para el período 1950-1970. Ello estaría indicando que si bien los países más pobres efectivamente presentan democracias inestables, no es luego tan claro que los países más ricos sean los inmunes a los quiebres democráticos. Por su parte, entre 1970 y 1990 la riqueza nacional presenta una total ausencia de asociación con los años de estabilidad democrática.

 
Gráfico 4

 
Gráfico 5


En síntesis y en lo que hace a los componentes formales de la democracia considerados en forma aislada, la evidencia presentada en este punto sugiere que: a) la democracia floreció con mayor dificultad y sucumbió con mayor frecuencia en los países pobres de la región entre 1950 y 1970, b) luego de haber superado umbrales de riqueza nacional mínimos, los dólares per cápita adicionales no hicieron una gran diferencia en materia de democracia y estabilidad democrática entre 1950 y 1970, c) entre 1970 y 1990 la riqueza nacional carece de efectos claros sea sobre las chances de ser una democracia o de permanecer como democracia.

Por su parte, entre 1990 y nuestros días la relación entre democracia y riqueza es nuevamente inexistente en la región. La buena noticia en este caso es que la ausencia de asociación no responde ya a las formas dictatoriales de los países prósperos de la región, sino a la extensión de la democracia a los países más pobres de la región. En efecto, el continente es al inicio del siglo, democrático. Sin embargo, las bases sociales de estas democracias y los efectos sociales de dichas democracias han presentado un comportamiento negativo en la década que cerró el siglo veinte. Las democracias perdurables del continente son hoy impotentes para enfrentar los problemas sociales, se encuentran asediadas por estos mismos problemas y con signos evidentes de fatiga para hacer frente a los mismos.

Dentro de este panorama nada alentador los primeros años del siglo ofrecen algunas luces. La más importante es también preocupante: se ha quebrado el equilibrio de democracias imperfecto de la post-transición. En efecto, si los noventa fueron años de consensos desganados y crisis institucionales luego de la promesa democrática de fin de los ochenta e inicios de los noventa, el siglo XXI se inicia con la inestabilidad creativa de quien ha perdido la paciencia. Bolivia, Perú, Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, por nombrar a algunos países, inician el siglo con una característica en común: la sensación de anticipación, de antelación, y aún de miedo ante crisis terminales o cambios inescapables.

El puerto final de estos movimientos políticos nacionales dependerá, y mucho, de lo que suceda con las bases sociales de la democracia y lo que esta pueda hacer para mejorar la situación social de las grandes masas latinoamericanas. Si la respuesta es neopopulismo o neoelitismo, la modernidad nos seguirá siendo esquiva. Una democracia, anclada en un capitalismo no rentista, y en una sociedad que cierra brechas de desigualdad es el único camino no autodestructivo que deben procurar las democracias de la región. la evidencia que se presenta a continuación, muestra que tal camino no será facil de emprender y menos aún de recorrer. Sin embargo la región, sus pueblos y sus sistemas políticos nos han sorprendido una y otra vez optando por caminos muchas veces peores que los predichos y otras veces -las menos es verdad- eligiendo sendas insospechadas y positivas.

 

Notas:

(4) Ver Seymour Martin Lipset, El hombre político, 1963. Con anterioridad Lyle W. Shanon había establecido relaciones estadísticas robustas entre desarrolo económico y capacidad para el autogobierno ("Is Level of Development Related to Capacity for Self Government?", American Journal of Economics and Sociology, 17 (1958).

(5) A pesar de persistir en nuestro argumento de que resulta empobrecedor manejar sólo la dicotomía democracia-autoitarismos a los efectos del presente análisis relativo a riqueza y democracia seguimos la clasificación de Przeworski et all (2000) en donde todo régimen que no es definido como burocrático o autoritario, se clasifica como democrático. En rigor y en forma más consistente con lo que se ha venido argumentando estos regímenes debieran ser considerados meramente como no-autoritarios. Es claro que los casos de Guatemala, Colombia y Venezuela admiten clasificaciones para los períodos considerados que distan de la de democracia (oligarquías competitivas o liberales, o regímenes mixtos) para muchos de los años en donde Przeworski et all los calsifican como democracias. Aún con estaqs aclaraciones es cierto que aquellos regímenes presentados como democracias respetaban al menos formalmente los ropajes mínimos y presentaban alternancia aunque la misma se encontrara fuertemente restringida a elites. El caso de México no es considerado en la regresión dadas las particularidades de su régimen. Para una discusión más amplia que opta por clasificar a México como un régimen burocrático ver Przeworski et all., op. cit.

(6) Los coeficientes de correlación son meramente indicativos del tipo de relación predominante para la región. No debe extrapolarse de esta constatación pretensiones "legalistas" en materia de hipótesis y teoría. Simplemente los gráficos dan cuenta del tipo de relación que concretamente se manifiesta entre riqueza y desarrollo para la región en los períodos considerados. Dicho insumo es un punto de partida para la interpretación y el ensayo y no un punto de llegada de carácter probatorio.

(7) Un texto más reciente de Przeworski et all (2000) trabajó con modelo probit que permite calcular las probabilidades de que un país sea o no democrático dado su nivel de ingreso per cápita sin presuponer relaciones lineales. Las conclusiones de este estudio son bastante claras. De todas las variables estructurales que se pueden considerar (PBI, educación, desigualdad) la riqueza per cápita es la que mejor predice la presencia o ausencia de .democracia

(8) Argentina es también candidato democrático por poseer las clases medias más desarrolladas de la región, una importante clase obrera durante la segunda mitad del siglo, por ser un exportador de bienes primarios que demandaban baja intensidad de mano de obra, por contar con la población más educada de América Latina y por ser comparativamente más homogéneo étnica y socialmente que sus pares latinoamericanos (ver en este sentido Collier y Collier 1991 y Rueshcemeyer, Stephens y Stephens, 1992). El otro caso que comparte buena parte de estas características es Uruguay, pero en este caso, efectivamente, predominó la democracia.

* Documento preparado para el libro Desafíos de la Democracia en América Latina Madrid Mayo, 2003.

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