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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



PESSOA, FERNANDO - LIBRO DEL DESASOSIEGO -

El Libro del desasosiego
(algunas impresiones)(III)*

Fidel Sclavo
Nada puedo agregar a lo que el señor que caminaba las calles de su ciudad, expresaba tan sabiamente. Entre el sombrero y las gafas, Pessoa. Entre el aguardiente y las plazas, Lisboa


Me han pedido que escriba y escribo. Escoge un texto del Libro del desasosiego, dijeron, y luego escribe algo a propósito de él. De Pessoa, de Bernardo Soares, del texto.

Está bien, dije. Pero no está bien. A menudo he sido irreverente, pero ahora no puedo escribir después de Pessoa. En todo caso, antes. Y es lo que hago. Pero estas palabras no dirán mucho más que he tomado algunos fragmentos dispuestos en diferentes páginas del libro, los he unido uno a continuación del otro para que hablen -ellos, que no yo- de otra manera. No me atrevo a mayor atrevimiento. Nada puedo agregar a lo que el señor que caminaba las calles de su ciudad, expresaba tan sabiamente. Entre el sombrero y las gafas, Pessoa. Entre el aguardiente y las plazas, Lisboa.



P.



"Lento, en el resplandor allí afuera de la Luna en la noche lenta, el viento agita cosas que trazan una sombra movediza. Tal vez no es más que la ropa que dejaron colgada en el piso más alto, pero la sombra, en sí, no conoce camisas y flota impalpable en un acuerdo mudo con todo."

E.


"Cada cual tiene su alcohol. Yo tengo alcohol de sobra con existir. Borracho de sentirme, a veces voy a los tumbos y a veces camino bien. Si es hora de hacerlo, me encamino hacia la oficina, como todos. Si no es hora, voy hasta el río a mirar el río, como todos. Soy igual. Y detrás de eso, cielo mío, me abismo a las escondidas y tengo mi infinito."

S.


"Todo estaba dormido como si el universo fuese un error; y el viento, flotando incierto, fuera una bandera sin forma desplegada sobre un cuartel inexistente.
Era nada lo que en el aire alto y fuerte se desgarraba, y los marcos de las ventanas sacudían los cristales para que aquella desmesura se oyese. En el fondo de todo, callada, la noche era la tumba de Dios (y el alma sufría apenada por Dios).

Y de pronto -un orden nuevo de las cosas universales obraba sobre la ciudad-, el viento silbaba en las pausas del viento, y había una noción aletargada de mucha convulsión en las alturas. Después, la noche se plegaba como una trampa que se cierra, y un gran sosiego daba ganas de no estar sino durmiendo.
"

S.


"El campo es donde no estamos. Allí, solamente, hay sombras verdaderas y verdaderas arboledas."

O.


"Todo hombre de hoy, en quien la estatura moral y el relieve intelectual no sean los de un pigmeo o un rústico, ama, cuando ama, con amor romántico. El amor romántico es un producto extremo de siglos sobre siglos de influencia cristiana; y tanto en lo que respecta a su sustancia como en lo que respecta a la secuencia de su desarrollo, puede darse a conocer, inadvertidamente, como si fuera una vestimenta o traje que el alma o la imaginación fabrican para cubrir con él a las criaturas que pudieran aparecer y que el espíritu estime apropiadas.

Pero, como todo traje, éste tampoco es eterno; dura todo lo que dura y luego, bajo el ropaje del ideal que formamos y que se deshilacha, surge el cuerpo real de la persona humana que habíamos cubierto con él.
El amor romántico, por lo tanto, es un camino de desilusión. Sólo no lo es cuando la desilusión, aceptada desde el principio, decide variar de ideal constantemente; entonces, en los talleres del alma, produce nuevas vestimentas, con las que constantemente pueda renovarse el aspecto de la criatura por ellos vestida.
"

A.


"Amores con la joven china de una tacita de porcelana.
Nuestros amores transcurrían apacibles, tal como ella quería, en las dos dimensiones del espacio solamente.
"

* Publicado originalmente en Insomnia, Nª 137

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