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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



LECTER - IDENTIDAD - CLÁSICO - BARROCO -
GÓTICO - ROMÁNTICO

Identidad (I) ("Soy no soy")

 

Sandino Núñez

Es la famosa muerte indialéctica, la desaparición absoluta. La famosa muerte del estilo y de la rúbrica personal en manos del amontonamiento, del sancocho estilístico del barroco. Barroco solamente posible en los márgenes de la gran ciudad, al costado de la civilización

Clásico y barroco. Gótico y romántico. Solo, altísimo, milenario, dueño de una notoria educación universitaria y libresca y de una inteligencia prodigiosa, el Dr. Hannibal Lecter pudo razonar, comprender y finalmente derrotar al barroco sucio, animalesco, marginal y provinciano del desollador. Era el enfrentamiento del artista, de aquel cuyos crímenes no dejan de aparecer como verdaderas masterpieces, como objetivaciones de su alma superior (aunque se trate de un alma retorcida y enferma), contra el carnicero que quiere hacerse un vestido de mujer con piel
de mujer, a la deriva de una sexualidad delirante que lo arrastra a un mimetismo fusionante y definitivo.

El Dr. Lecter, sentado en su jaula, escucha música de cámara mientras dibuja con carbonilla el rostro de su amada. Buffalo Bill se enloquece, va de un lado a otro. Baila, se examina, se toca. Escucha rock grunge a gran volumen mientras se disfraza, se trasviste y pintarrajea su cuerpo. Avatares de la identidad y de la inidentidad.

Lecter es un verdadero monumento a la identidad (¿hay alguna identidad que no sea monumental?): una identidad sedente y coagulada en la forma altisonante de la hiperdiscriminación. Desde la mise en scène de su presentación, expuesto en una celda vidriada o en una jaula gigantesca, todo habla de su separación del mundo, de su solitaria grandeza. Su lenguaje inteligente, su acento inglés, su aire irónico, su inactualidad. Él es un residuo americano vivo de la sobriedad aristocrática de la vieja Europa. Buffalo Bill es el anonimato, la desaparición y la diseminación total de la identidad: desaparece detrás del otro sexo, detrás del volumen de la música, detrás de la pintura y el tatuaje, detrás de su violenta contemporaneidad. Buffalo Bill se funde con su ambiente: no lo separa ni lo fija en paisaje pictórico, como Lecter.

Es la famosa muerte indialéctica, la desaparición absoluta. La famosa muerte del estilo y de la rúbrica personal en manos del amontonamiento, del sancocho estilístico del barroco. Barroco solamente posible en los márgenes de la gran ciudad, al costado de la civilización. Buffalo Bill es white trash.

Es un marica de pueblo, oligofrénico, terraja y penoso, que vive con una madre (o madrastra) costurera, que tiene amigas que también cosen, que ha crecido entre mujeres, envidiando furiosamente su habilidad, su atavío y su aspecto. Un pederasta que delira (ya que no es posible decir "trama") un procedimiento de desaparición completa, un disfraz o un camuflaje de piel de mujer que lo anule, que lo libere, de una vez y para siempre, de ese hambre, de ese furor. Justicia poética: muere en manos de una mujer.
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