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 A partir del modernismo 
                hispanoamericano del novecientos y del modernismo brasileño 
                de los veinte, cierta vanguardia (desde 
                Vicente Huidobro a Oliveiro Girondo a Octavio 
                Paz) rompió 
                en ocasiones con la ilación de la frase y también, 
                como Joice, con la integridad del significante, explosión 
                y reflexión de fonemas. El ejemplo límite de esta 
                tendencia es el grupo Noigrandes, los "concretistas" 
                de San Pablo: Haroldo, Augusto 
                de Campos, y Décio Pignatari, que en los años 
                cincuenta se reclamaron de Mallarmé y su Golpe de dados. Pero el Golpe... despliega
            una sentencia única de múltiples incisos. Mallarmé
            se autodefinía como un artífice de frases, más
            que de meras sucesiones o conglomerados: "Je suis un
            syntaxier". La práctica concretista, al contrario,
            suprimió en ciertos casos la sintaxis. Se dedicó
            a declinar permutaciones significantes en orden geométrico
            sobre la página.
 Comparte, sí, con Mallarmé la semiotización
            de los blancos y el interés en la "casi desaparición
            vibratoria" de la palabra, reverberación del sonido,
            desglose de sentidos. Noigrandes jugó a producir efectos
            semánticos a partir de los deslizamientos (o las modificaciones) del significante, al mismo tiempo en
            que Roman Jakobson, desde la linguística, definía
            la función poética como el recaer (el resonar)
            del eje vertical de las palabras de acuerdo a lo que significan,
            sobre el eje horizontal de la combinación o sucesión
            de frases.
 Dicho de otro modo: lo que se dice, lo que se escribe, depende
            de un criterio de relación "motivada" (o armónica o disonante) entre el aspecto semántico
            y el fónico del habla.
 
 Lo que Jakobson llama "función poética"
            actúa en cualquier mensaje, incluido el slogan político
            I like lke. Los concretistas lo supieron muy bien. No
            desdeñan los referentes de la economía de mercado
            de la vida política. Pero los yuxtaponen, con efecto irónico,
            a series semánticas diversas y contiguas en la coyuntura
            de un cuerpo histórico singular.
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 Frente a la devoración
            "caníbal" del legado translinguístico
            por parte de la línea Huidobro-Girondo-Paz-Noigrandes,
            se desarrolló otra corriente ejemplificada por el Canto
            General de Pablo Neruda, una poesía más que
            del significante, del discurso de ideas que define un compromiso
            combatiente. Esta poesía conoce nuevos hitos y diversos
            modos en los cincuentas y en los sesentas. Es instrumento de
            agitación anti-yanqui y pro-cubana, aliada a ratos con
            la música (canciones
            de protesta). La poesía militante, 
                prosaísta y coloquial, es comparable a la anti poesía 
                de Nicanor Parra. Pero, a difrencia del fingido delirio de grandeza, 
                en Parra, y de su eficacia cómica, aquella suele limitarse 
                a una denuncia controlada y didáctica. Está concebida 
                por ciertos tipos de conflicto político: nacionalismo vs 
                imperialismo, la clase trabajadora o los trabajadores contra los 
                oligarcas. Esta tendencia culmina en los sesentas con algunos 
                poetas centroamericanos como Roque Dalton, eficaz a ratos en el 
                manejo de una ironía 
                y distanciamientos brechtianos, y con Ernesto Cardenal. La poesía de
            Cardenal está hecha de retazos de conversación,
            recortes de periódicos, y el olor a combustible en los
            aeropuertos de la patria. Nicaragua es introducida a un marco
            sublime de distancias desde un avión en vuelo. Esta manera
            de ver, no original pero sí "primitiva", de
            ventanilla de avión, eco imprevisto del Viaje en paracaídas,
            de Huidobro, es de un realismo nocturno que incluye focos alternados
            de galaxias, la cabeza encendida de un cigarrillo, las luces
            de los pueblos en manos de la dictadura o la guerrilla, constelaciones
            de colores milagrosos, calibre equivalente y escalas diversas. Es sublime por su apertura
            a una teología cada vez más negativa, pre y pos
            humanista, aunque no sabe de otra cosa que, ni se separa de,
            las anécdotas biográficas, las localidades, la
            sangre y las malas palabras. 3
 Pero cierta poesía 
                de hoy recupera el humor fetichista, la batalla entre el estilo 
                y la moda, que abodaron los poetas del modernismo, traductores 
                de la poesía decimonónica escrita en francés 
                (del uruguayo Jules Laforge 
                entre otros). La 
                nueva poesía, además, a través de José 
                Lezama Lima, se asoma a la poesía barroca escrita en 
                español. No apuesta, como en el caso de las vanguardias, 
                a un método único 
                o coherente de experimentación. Ni se reduce a los 
                referentes macropolíticos de la toma del poder o del combate 
                contra la agresión imperialista. Es impura: ora coloquial, 
                ora opaca, ora metapoética. Trabaja tanto la sintaxis como 
                el sustrato fónico, las nociones como los localismos. Y 
                pasa del humor al gozo. La poesía neobarroca 
                es una reacción tanto contra la vanguardia como contra 
                el coloquialismo más o menos comprometido: a) comparte 
                con la vanguardia una tendencia al experimentación con 
                el lenguaje, pero evita el didactismo ocasional de ésta, 
                así como su preocupación estrecha con la imagen 
                como icono, que lleva a 
                remplazar la conexión gramatical con la anáfora 
                y la enumeración caótica. 
 Si la vanguardia es una poesía de la imagen y de la metáfora, 
                la poesía neobarroca promueve la conexión gramatical 
                a través de una sintaxis complicada. El mismo Haroldo de 
                Campos, después de la etapa del concretismo, ha escrito 
                las Galaxias, ejercicio sintáctico de largo aliento. 
                Los neobarrocos conciben su 
                poesía como aventura del pensamiento más allá 
                de los procedimientos circunscritos de la vanguardia.
 
 b) aunque pueda resultar en ocasiones directa y anecdótica, 
                la poesía neobarroca 
                rechaza la noción, defendida expresa o implícitamente 
                por los coloquialistas, de que hay una "vía media" 
                de la comunicación poética. Los coloquialistas operan 
                según un modelo preconcebido de lo que puede ser dicho, 
                y cómo, para hacerse entender y para adoctrinar a cierto 
                público. Los poetas neobarrocos, al contario, pasan de 
                un nivel de referencia a otro, sin limitasrse a una estrategia 
                específica, o a cierto vocabulario, o a una distancia irónica 
                fija. Puede decirse que no tienen estilo, ya que más bien 
                se deslizan de un estilo a otro sin volverse prisioneros de una 
                posición o procedimiento.
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 El interés por
            reexaminar las obras calificadas como barrocas del s. XVII a
            partir de fines del s. XIX es un interés sintomático
            que merece ser investigado. Para los modernos, el barroco aporta
            un contrapunto al sentimiento informe y enervado de los posrománticos.
            El sentimiento difuso, la exasperación nerviosa, resultan
            demasiado privados para confrontar los horrores de la técnica:
            polución o genocidio. Nuestro siglo es el punto de superación
            y desmantelamiento de los ideales contrapuestos del s. XIX: subjetivismo
            ilusorio y utopismo autoritario. La información
            es una lucha, entre otras, de grupos y minorías, de sujetos
            divididos no sólo por la barrera de clase sino por conducta
            y aspecto. El régimen de verdad se hace fluído,
            tiende a una calificación no moralista de los hechos.
            Cualquier ideología es considerada como ficción.
            Si el origen del contrato social es mítico, renegociarlo
            es una lucha entre grupos de interés. 
 La espontaneidad -la libertad- no es, según Kant, objeto
            de conocimiento, ni empírico-científico ni metafísico-dogmático.
            El interés por, y la modalidad contemporánea del
            barroco, neo o posmoderno, es consistente con esta fase de la
            cultura que da un nuevo sesgo a la lucha de los particulares
            y su pretensión libidinal errática.
 La contrafigura del devenir, 
                para el barroco, no es el ser, más ilusorio que 
                el aparecer, ya que carece aún de apariencia. Por 
                más que se hable de un barroco de la Contrarreforma, el 
                barroco no es un arte de propaganda. Aparecer, para el barroco, 
                es la propaganda del aparecer, y es allí donde Gracián 
                coloca la virtud. El arte barroco 
                repudia las formas que sugieren lo inerte o lo permanente, colmo 
                del engaño. Enfatiza el movieminto y el perpetuo juego 
                de las diferencias, dinámica de fuerzas figurada en fenómenos. 
                Es un arte de la abundancia del ánimo y de las emociones, 
                que no son jamás, sin embargo transparentes. La contrafigura del
            devenir para el baroco no es el ser, sino un límite,
            y el intento sublime por sobrepasarlo. Es un límite de
            intensidad o resistencia, más allá del cual el
            impacto agravia al sensorio, la atención se desconcentra,
            las impresiones se confunden. Si la fortuna de la metafísica
            se ve quebrantada por el descubrimiento de los escépticos
            griegos en el s. XVI, la estética moderna está
            condicionada por el descubrimiento, a fines del mismo siglo,
            de un fragmento griego anónimo acerca de lo sublime. Kant
            lidia con ambos aspectos: la crítica del conocimiento
            y el juicio estético, o bello o sublime. El juicio estético
            marca diferencias según un imperativo absoluto de espontaneidad. 5
 El furor constructivo
            del barroco rompe el engaño de una hipótesis "natural"
            de las palabras ya las cosas. Constriñe hasta el dolor.
            La acumulación de materiales hace que se pierda el hilo,
            causa risa o vértigo al exhibir los procedimientos retóricos
            y las ambiguas resonancias de la lengua. Góngora no se limita 
                a eludir la expresión ordinaria y sustituirla por una metáfora 
                embellecedora. Su estilo no conciste sólo en recubrir lo 
                feo o lo familiar. Cultiva lo grotesco 
                y monstruoso cuando describe a Polifemo. Juan de Jauregui, crítico 
                y rival, con oído 
                agudo para el idioma de la época, observa que Góngora 
                en sus poemas de arte mayor es poco poético porque utiliza 
                a veces palabras crudas y ordinarias, que no corresponden con 
                las expectativas del género. Los paralelismos, el
            nombrar alternativas, para negar una y aceptar otra, o rechazar
            o aprobar ambas; el eludir a mitos grecolatinos y un orden de
            atributos de los dioses al considerar una piel, los rasgos de
            un personaje, o un proceso cósmico, las genealogías,
            de los personajes humanos o divinos, y también de los
            objetos, son recursos combinados, un equipo de lentes diversos
            o una colección de gemas. 
 Llaman la atención sobre lo singular: ora calcan el tino
            de la luz "dudosa", del juicio vacilante que la califica,
            y duda entre la importancia relativa de dos palabras: una pasa
            por adjetivo y la otra por nombre y viceverza, en alternativas
            yuxtapuestas. Ora invocan un proceso temporal que funde dos impresiones
            distantes, ora esmeran un concepto que rebasa las distinciones
            de la lógica, singular fisura del sentido o confusión
            del sonido, paradoja, oxímoron.
 Si Góngora llama 
                a la nave "alado pino" (no 
                siempre la llama así; a veces, directamente, nave), establece una genealogía, 
                agrega al barco el pino sobre la montaña. El devenir alado 
                del pino paraleliza la caída de las aguas, el río 
                en que se transformó Acis aplastado por la peña, 
                las lágrimas de Galatea y las del ojo único de Polifemo/montaña/coloso, 
                que persigue a la diosa mar adentro. El pino, canuto capilar de 
                la barba espesa (o torrente) 
                del coloso resbala con el canto (prosopopeya) y las lágrimas: el transcurso 
                desustancializa cada término, pero el despliegue de los 
                momentos del deseo y la catástrofe 
                se endurece en el poema como un escudo. 6
 Algirdas Greimas y
            Francoise Rastier llaman isotopía a "toda literación"
            o repetición múltiple de un elemento en un discurso.
            (1) Según ellos, las isotopías
            son de tres niveles: fonológicas (asonancia,
            alteración, rima),
            sintácticas (concordancia
            por redundancia de rasgos)
            o semánticas (equivalencia
            de definición, secuencia de funciones narrativas). Las isotopías
            fonológicas y las sintácticas han servido para
            distinguir, por su concentración o regularidad, a un poema
            de otrso discursos. Pero las isotopías semánticas
            en la poesía han recibido menos atención. En general
            se asume que un poema sigue una línea de pensamiento,
            habla de algo (un referente). Pero es una hipótesis
            demostrable que un poema desarrolla, o puede desarrollar, varias
            isotopías semánticas paralelas, varias historias
            a un tiempo. Y a la vez que habla
            de otras cosas, puede hablar de sí mismo, del proceso
            de gestación, de la práctica que lo engendra. Rastier
            establece tres isotopías semánticas en un soneto
            de Mallarmé: el soneto alude a la vez a un banquete y
            a un brindis, a una navegación, y a la poesía,
            práctica que mancomuna a los concurrentes al banquete.
 Una atención reductiva captaría sólo uno
            o dos de estos temas. Góngora habló a la vez, en
            las Soledades de remar y escribir, correr del agua y escribir,
            volar de los pájaros y escribir. El escribir es figurado
            por prácticas con las cuales resulta hasta cierto punto
            equivalente. Se imbrica en una versión incompleta de dinámica
            conjunta. No es espejo de la realidad, sino que la atraviesa,
            órbita eclíptica con respecto a otros fenómenos.
 Por último, la 
                escritura barroca altera el 
                sentido de un fin. No se trata de encontrar un remate cabal y 
                necesario a una historia única. La escritura 
                barroca obedece a la noción de proceso indefinido, sino 
                infinito. Las Soledades terminan por agotamiento momentáneo 
                de las líneas de fuerza que las recorren. El discurrir 
                natural y el artificial, el conflicto de las pulsiones significantes, 
                las curvas parabólicas del vuelo de las aves de presa que 
                rematan la Soledad segunda no llevan a un fin sino al término 
                de un periplo. Las Soledades se cierran cuando Proserpina 
                desciende del Hades con Plutón. No es un final, sino el 
                término provisorio de un despliegue. La poesía barroca
            y la neo barroca no comparten necesariamente los mismos procedimientos,
            aunque ciertos rasgos pueden ser considerados, por sus efectos,
            equivalentes. Lo que comparten es una tendencia al concepto singular,
            no general, la admisión de la duda y de una necesidad
            de ir más allá de las adecuaciones preconcebidas
            entre el lenguaje del poema y las expectativas supuestas del
            lector, el despliegue de las experiencias más allá
            de cualquier límite. (1) A.J. Greimas y otros,
            Ensayos de semiótica poética, Barcelona: Planeta,
            1976.
 
 
 *Publicado
            originalmente en Roberto Echavarren, Trasplatinos, México:
            El Tucán de Virginia, 1991
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