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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



GLOBALIZACIÓN - GLOBALIZACIÓN COMO AMENAZA -

Fantasma que recorre*

Carlos Rehermann

Aquellos textos que los gorilas prohibieron con pavor sirven ahora de argumento a un estadounidense que dice pero qué barbaridad, mire cómo pierden identidad los hindúes, vestidos como Madonna; los bosquimanos, comiendo una Big Mac; los karajá, tomando Coca Cola


Un artículo de la revista National Geographic de agosto de 1999 muestra que la globalización es un proceso que ocurre sobre todo dentro de la bóveda craneal. El artículo se refiere justamente a la globalización, pero lo más llamativo es que a pocas frases del comienzo se cita el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels.

No se crea que para negar su validez, burlarse de su contenido o sonreír norteamericanamente ante la derrota de sus seguidores; no: justamente se cita para reafirmar una de las ideas centrales del artículo, la transnacionalización de las industrias y el nacimiento del consumismo. Todo el artículo de la Geographic está teñido de denuncia de desigualdades: George Lucas es criticado por el merchandising de La Guerra de las Galaxias (se informa que ha producido beneficios de más de cuatro mil millones de dólares); una negra neoyorkina es fotografiada en toda su descalza desgracia ante el cartel de una película que costó doscientos millones de dólares; numerosos ejemplos de pérdida de identidad cultural se despliegan a lo largo de las páginas.
Es una idea de la globalización como amenaza, que se vale de referencias que hace diez años habrían merecido al autor del artículo la acusación de por lo menos actividades antinorteamericanas y probablemente la cárcel.

El temor tembloroso que producía a muchas personas la mera referencia a Marx ha sido sustituído por una condescendencia irrespetuosa que proviene de la ignorancia. Como la Unión Soviética desapareció - suele seudo-razonarse - el socialismo no sirve. ¿Puede un bípedo fracasar tanto en el ejercicio de las sinapsis como para no percibir la diferencia entre Pedro, que dice llamarse Juan, y Juan?

Aquellos textos que los gorilas prohibieron con pavor sirven ahora de argumento a un estadounidense que dice pero qué barbaridad, mire cómo pierden identidad los hindúes, vestidos como Madonna; los bosquimanos, comiendo una Big Mac; los karajá, tomando Coca Cola.

Hace mil y pico de años pasó algo parecido. Roma se desvanecía a golpes de puñal de orates megalómanos, y los bárbaros - esa gente conquistada en las afueras del Imperio - aprendían el latín y las artes del gobierno imperial. Poco a poco, los guardianes romanos de las fronteras fueron sustituídos por guardianes bárbaros de las fronteras. Un día el Imperio despertó con la consciencia de que los carceleros eran los presos, y entonces todos comprendieron que el Imperio había terminado.

La globalización se percibe con miedo porque en realidad se trata de la expansión de unas pautas culturales; los mecanismos de dominio están comprendidos dentro de esas pautas, de manera que también se trasmiten. Muy pronto, todo el planeta será experto en las mismas artes de manipulación que hasta ahora sólo eran patrimonio del Centro.

De modo que el propio Centro, desesperado, incorpora hasta los argumentos de los bárbaros, hace suyo a Marx, con la excusa de que ha sido derrotado (pero cómo, ¿no era que estaba equivocado?), y muy pronto va a incorporar las ideas de los ayatolás, como incorporó el budismo zen y los animismos tibetanos, los oráculos afrobrasileños y el tai chi: todas las armas son buenas. Este imperio que nos rige recuerda Roma, e intenta no caer en el mismo error.
Pero perdieron: cola ligth en la mano, cheeseburguer entre los dientes, Internet ante los ojos, bailamos un malambo en sánscrito y hacemos lo que queremos. Un fantasma recorre el mundo.

* Publicado orginalmente en Insomnia, Nº 99

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