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ISSN 1688-1672

 



TALMUD - LABERINTO - LECTURA

Textura de laberinto*

Carlos Rehermann

Los talmudistas askenazís desarrollaron una forma de lectura que lleva al extremo los niveles de interpretación establecidos durante la Edad Media, que Dante resumió como "sacamos un significado de la letra, y otro de lo que la letra significa: al primero se le llama literal, y al otro, en cambio, alegórico o místico"

El Talmud de Babilonia comenzó a compilarse en el siglo VI de nuestra era. Se compone de la Mishná, una colección escrita de leyes orales que complementan los cinco libros básicos (el Pentateuco) del Antiguo Testamento, y la Guemará, que es su elaboración en forma de debate. Una particularidad del Talmud babilónico es que falta la primera página a cada uno de los tratados que lo componen. Preguntado el gran maestro del siglo XVIII Rabí Leví Yitzhak de Berdichev por el motivo de esa falta, que obliga al lector a comenzar por la página dos, respondió: "Porque, por muchas páginas que lea el estudioso, nunca debe olvidar que no ha alcanzado aún la mismísima primera página".

Los talmudistas askenazís desarrollaron una forma de lectura que lleva al extremo los niveles de interpretación establecidos durante la Edad Media, que Dante resumió como "sacamos un significado de la letra, y otro de lo que la letra significa: al primero se le llama literal, y al otro, en cambio, alegórico o místico". Los talmudistas askenazís leían en por lo menos cuatro niveles simultáneos: sentido literal, sentido limitado, elaboración racional y significado oculto.

Paralelamente a la formación de un cuerpo de ideas en torno a la lectura, la escritura fue perfeccionando algunas técnicas que permitieran conservar con mayor fidelidad el texto original, ayudaran al lector a comprender el sentido de lo escrito en una primera lectura. Este desarrollo de ayudas a la lectura estuvo relacionado con la costumbre cada vez más difundida de leer en silencio.

La lectura en voz alta tenía dos funciones: por un lado, servía al lector solitario para comprender el sentido a través de la sonoridad de las palabras; por otro lado, tenía la misión de poner en común un texto ante una asamblea de oyentes. Las lecturas para un grupo generalmente se realizaban luego de un proceso de aprendizaje del lector, que había ensayado previamente las diversas opciones que el texto permitía. Cuando, durante los siglos XI y XII el número de lectores silenciosos fue relativamente grande, en Europa la Iglesia comenzó a ver con alarma esta actividad. No es casual que las herejías comenzaran a ser perseguidas con saña justamente cuando leer pudo ser plenamente una actividad solitaria y secreta.

Pero para que esto fuera posible, la puntuación y el orden de las letras debió ser ajustado. Antes, un texto de la Eneida, de Virgilio, se mostraba así en la página:

C O L L E C T A M E X I L I O P U B E M

Las lecturas literales posibles son dos: collectam ex Ilio pubem ("un grupo de personas procedentes de Troya") o collectam exilio pubem ("un pueblo reunido para el exilio"). Agrupar las letras en palabras, y utilizar mayúsculas y minúsculas ayuda a precisar el sentido de la frase.

La lectura askenazí del Talmud, pero también la lectura de la Eneida o de casi cualquier libro antiguo, fue, durante muchos siglos, una aventura laberíntica. El proceso hacia una escritura como cuerpo cerrado a diversas lecturas literales, que sólo permitiera multiplicidad en el plano alegórico (según Dante) o en los tres restantes sentidos talmúdicos, parece adecuado al tránsito hacia la modernidad representada por el descubrimiento de la perspectiva cónica en el Renacimiento, símbolo de una mirada fija en un punto predeterminado del espacio. Habría que esperar hasta Cézanne, Braque, Picasso, Virginia Woolf o James Joyce para que volviera a desmontarse el mecanismo de la mirada unipolar.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 82

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