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URUGUAY - FERIA DE TRISTÁN NARVAJA - RAREZAS BIBLIOGRÁFICAS URUGUAYAS EN TRISTÁN NARVAJA -

Rarezas bibliográficas uruguayas en Tristán Narvaja (III)*

María José Santacreu

Imposible dar una idea del perturbador diagnóstico ayaliano aquí. Conténtese el lector con un extracto del capítulo I del libelo en donde Ayala decide que lo mejor es comenzar desde el principio, acometiendo el resumen de la evolución de la humanidad en dos páginas


En el capítulo 129 de Rayuela, Traveler leía con deleite las contribuciones que un tal Ceferino Píriz había presentado a un concurso de la UNESCO bajo el título La luz de la paz del mundo. Ceferino Píriz era un uruguayo que quería ordenar el mundo, clasificándolo por razas, distribuyendo las armas proporcionalmente al territorio, estableciendo "cuántos niños ha de dar a luz, por convención internacional, una mujer", determinando las Corporaciones nacionales que debian componer un país ejemplar.

La doceava, por ejemplo, era "la Corporación Nacional de Casas-Criaderos de animales, ocupadas éstas de la Cría Menor o cría de animales no corpulentos: cerdos, ovejas, chivos, perros, tigres, leones, gatos, liebres, gallinas, patos, abejas, peces, mariposas, ratones, insectos, microbios, etc."
No vale la pena insistir con lo de la enciclopedia china de Borges.

Desde que encontré la obra de Ceferino Píriz referida en las páginas de Rayuela, supe que Ceferino no estaba solo y que había por allí algunos libros olvidados de otros uruguayos que eran involuntariamente parte de una especie de cruzada "en pro del mejoramiento del mundo" de cuño oriental.

He aquí dos ejemplos, rescatados de las mesas de saldos de Tristán Narvaja y que merecen estar junto a Ceferino:
Juan José Ayala declara, en el capítulo segundo de su libro Decadencia del Uruguay o las críticas de un 'amargado' (Corrupción pública y privada de nuestra Sociedad), ser un estudiante del interior, de diecisiete años.

El prólogo del libro, que data de 1963, comienza así: "¿Adónde vamos? Esta pregunta aparentemente no tiene sentido y cualquier persona contestaría a ella simplemente con un adverbio de lugar: 'Aquí, allá, etc". Un viejo diría 'Vamos al hipódromo' y un 'nueva ola' expresaría: 'Vamos al Club' a escuchar a Palito Ortega o a Punta del Este, a ponernos los buzos 'Ban-lon', etc. Pero esta pregunta hecha a un joven más meditador, mas profundo y más preocupado sobre su destino y el de sus contemporáneos, lo llevaría a un estado de honda reflexión". El joven meditador es el propio Ayala, quien ve falta de valores y decadencia por doquier y frente a ello declara: "Sentimos la necesidad casi física de lanzar públicamente la verdad."

Imposible dar una idea del perturbador diagnóstico ayaliano aquí. Conténtese el lector con un extracto del capítulo I del libelo en donde Ayala decide que lo mejor es comenzar desde el principio, acometiendo el resumen de la evolución de la humanidad en dos páginas:

"La raza humana, y a grandes rasgos, ha marchado lentamente, pero con seguridad para superar su primitivo estado de animalidad.
Con sus primeros aliados el fuego y los árboles formó su primer hogar. El fuego le permitía cocer su alimento, le quitaba el frío, le amparaba de los animales peligrosos. Los árboles y los animales de caza fueron sus aliados preciosos.
Así, con el perro obtuvo su compañero, con el ciervo su alimento, con los árboles su habitación y su leña y con las bestias de carga, un medio de transporte. Así se fue agrupando y comenzó constituyendo la familia y más tarde la tribu. La horda tribeña dio paso al clan y de este a la aldea, hubo un paso. Así se fueron reuniendo núcleos humanos y nacieron las ciudades. Posteriormente el hombre se unió pacificamente o por la fuerza, a otro hombre de las cercanías y fueron formando una comarca. Así y por sucesivas uniones fueron naciendo los estados primitivos. La necesidad común o la comunidad de origen facilitaron estas uniones. Pero, estos estados no se conformaron con su calidad de tales y pudo más el deseo de extenderse, de ir más allá, de conquistar, de avanzar sobre sus hipotéticas fronteras. (...)
"

Y así continúa Ayala, resumiendo siglos y más siglos hasta llegar al siglo XX, ése que lo horroriza:

"La Humanidad se ha dignificado luchando. Pero aquí se asoma el gran peligro que debemos hacer notar, pues desde ese punto de vista nos proponemos tratar a la sociedad contemporánea. Mientras avanza la técnica y la ciencia, decae la moral, se resquebraja el natural altruismo del hombre, y la vida se hace difícil, agitada, con ruidos y más ruidos callejeros, que amenazan enloquecernos, músicas resonantes que nos rompen el oído, bombas atómicas que amenazan liquidarnos a todos juntos y escenas que nos hacen cerrar los ojos de espanto y lástima. Hay que impedir que la humanidad enloquezca y se destroce, hay que impedir que se manifieste más esta incipiente decadencia moral y de los valores del espíritu que se nos viene encima. Hay que luchar con todos los medios a nuestro alcance. El alerta está dado. En próximos capítulos vamos a tratar de describir este proceso decadentista, partiendo desde lo nuestro, nuestro caso personal y autobiográfico."

No creemos que el lector pueda siquiera imaginar el desarrollo del "caso personal y autobiográfico" de Ayala.
El segundo libro que vale la pena rescatar data de 1923, ha sido escrito por Juan Francisco Aldecoa y brega por el entendimiento de los pueblos. Lo que sigue es un breve extracto de El idioma universal. Uruguay puede solucionar el problema: "Solamente los habitantes de Europa y América hablan en su mayoría, lenguas flexionales más o menos perfectas.
Por estos datos superficiales podemos apreciar, que las dos terceras partes del mundo, hablan lenguas imperfectas, embrionarias, como el chino, idioma aislante por excelencia, que no se presta a la expresión del pensamiento, fuera de las necesidades más imperiosas de la vida. (...)
Cada uno de los países de lenguas deficientes viven en un aislamiento profundo con el resto de la Tierra; careciendo de nociones fundamentales porque no tienen medios para expresarlas; y estas enormes masas que forman continentes enteros, estarán condenadas a vivir eternamente embrutecidas, si el concurso generoso de las Naciones más avanzadas, y previsoras no tratan de libertarlas de trabas tan inconvenientes.
"

¿Y cuál es el idioma perfecto?, se estarán ustedes preguntando. "El castellano es el idioma más eficaz para comunicar las ideas y sentimientos de la humanidad, porque es el más perfecto", dice previsiblemente el hispanohablante Aldecoa. Pero hay un problema: "el español es mucho más perfecto que el inglés, pero éste es tres veces más popular que el primero". Para definir cuál de estos dos idiomas será el Idioma Universal, las naciones tendrán que enviar delegados a un Congreso Internacional quienes "deberán ir animados de sanas intenciones, libres de todo perjudicial preconcepto, con el honrado propósito de buscar una solución al difícil problema, desechando toda cuestion de simpatías o antipatías a religiones, razas, orientaciones políticas, prejuicios históricos, colocando el interés general por encima del interés nacional, sacrificando el mal entendido amor a la patria por el bien general de la humanidad"

Ayala y Aldecoa están en las mesas de la feria esperando un lector. Vaya aquí este homenaje al inocente afán de cambiar el mundo con un libro.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 113

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