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ISSN 1688-1672

 



ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS -

Estatización de la tecno-ciencia: el Soberano apolítico*

Ricardo Viscardi
 

 
En buen romance, la estrategia universitaria se confiaba a una eficacia política, antes que a una significación institucional cristalizada normativamente, en una suerte de política académica que se desvinculaba de anclajes públicos. Algo así como el credo político apolítico de la tecno-ciencia.


La inteligencia que lleva a la constitución de la epistemología, en cuanto supone una racionalidad de la ciencia, tiende a debilitar la ontología de la naturaleza. Es un movimiento que conlleva, de forma gradual pero inexorable, una reflexividad segunda que se distingue del procedimiento reflexivo espontáneo y pone en vilo la condición última de la experiencia inmediata. Por esa razón de Bachelard
[1] a Agamben[2], particularmente para la diferenciación que el profesor de Venecia establece entre Foucault y Kuhn, respecto al planteo político de la ciencia, la distinción entre esta última y la sociedad se torna difusa.

En tal medida, hablar de “institucionalización de la ciencia”, como lo hace Víctor Bacchetta[3] con relación a una “presentación en sociedad” de la Academia Nacional de Ciencias, merece ser objeto de consideración crítica. El artículo de Bacchetta no apunta a la cuestión epistemológica ni de un estatuto teórico de la ciencia, en cuanto no sólo es excelente en la información que brinda a guisa de puesta en perspectiva histórica de las academias de ciencias, sino que además por su propio cierre subraya de forma sucinta pero aguda, la cuestión política que encierra esta Academia Nacional de Ciencias, en un momento de significativa movilización social contra el mega-empresismo de sustentación tecnológica.

Visto desde el punto de vista periodístico y político, el artículo no merece objeciones, sino quizás ante todo extensiones, intención que guía este texto de blog. La cuestión es que la ciencia no es separable, desde el punto de vista de su desarrollo actual, de la institucionalidad. Esto no refiere primigeniamente al Estado sino, por la misma constitución de la reflexión epistemológica a la que aludíamos anteriormente, a la propia institucionalidad social. No existe conocimiento científico que no suponga una comunidad científica, cuya forma de institucionalidad -no necesariamente la de una Academia Nacional de Ciencias- subyace en la misma condición de tal asociación académica. Puesta al límite de la posibilidad pública, cualquier actividad académica se apoya institucionalmente en el propio derecho, en cuanto la normativa jurídica admite la constitución de “asociaciones de hecho”. Tampoco la  personería jurídica es condición suficiente para la regulación pública del saber, que en el presente incluso supone la intervención periodística -particularmente en la orientación denominada "periodismo científico", que se ejerce a partir de la propia libertad de opinión. Esta subsunción de la verdad científica en la comunidad pública quizás encuentra su origen en la misma inserción del saber en la polis, que según Jean-Pierre Vernant constituye la fuente misma de la democracia griega, en cuanto se confió los “misterios” religiosos al ámbito ciudadano, arrebatándolos al monopolio del Basileus[4].

Parece difícilmente sostenible, por consiguiente, la asociación que establece Bacchetta entre “institucionalización de la ciencia” y la instalación de una Academia Nacional de Ciencias. Pero por el contrario, parecen plenamente pertinentes las observaciones que despliega respecto al contexto que transluce esta instalación.

En primer lugar, tras reseñar las diferencias entre las distintas academias nacionales de ciencias, desde la primera instalación de la Academia de Ciencias de Francia por Luis XIV, Bacchetta observa que el caso uruguayo se coloca a medio camino entre la academia “de Estado” y la academia “reconocida por el Estado”. La observación, tan aguda como significativa con relación a nuestro contexto, apunta a señalar una curiosa condición híbrida, que no parece propicia a la delimitación de esferas de pertenencia, pero habilita por el contrario, a atenuar rasgos de formalización política entre gasas de anomia ideológica. En efecto, no se ve lo que tendría para ganar una institucionalidad científica adherida a la normativa estatal desde el punto de vista crítico -postura cuestionadora que sin embargo los científicos suelen reivindicar como el propio núcleo de su paradigma teórico.

En segundo lugar, el artículo señala la curiosa vecindad que presenta este organismo con relación a otras competencias ya instaladas, en cuanto cita la propia normativa de la Academia Nacional de Ciencias, que estipula atribuciones que supuestamente no vendrían en desmedro de otras instaladas. Sin duda, la primera aludida es la Universidad de la República, que parece curiosamente superpuesta, o mejor dicho, supeditada en las misiones que le atribuye su propia Ley Orgánica[5], de cara a un organismo de Estado que vendría a asesorar y orientar en materia de… ciencia.

En tercer lugar Bacchetta relata en un breve e incisivo párrafo final, que la “presentación en sociedad” de la Academia Nacional de Ciencias sufrió a vista y paciencia de sus miembros de número, además de otros dignatarios allí destacados, la tumultuosa visita de un grupo de activistas ambientalistas. En medio de una exposición en temática geográfica, los manifestantes dieron fe de la inquietud que los prometidos asesoramientos y pronósticos suscitan, por parte de un organismo tan equívocamente vinculado al poder, entre los destinatarios de tal provisión bienhechora del saber.

Tanto en la  perspectiva política como desde el punto de vista teórico, ese tríptico que a nuestro juicio articula críticamente el texto de Bacchetta, quizás pudiera ser objeto de comentarios y desarrollos que van desde la teoría hasta la actualidad más notoria.  Caben sin embargo, ante el debate que la propia  colectividad científica uruguaya inaugura de cara a la comunidad, incluso tras una propalada “presentación en sociedad” de esta Academia Nacional de Ciencias, algunas apreciaciones de carácter contextual a partir del artículo que comentamos.

En primer lugar,  hemos señalado en un artículo anterior[6], una curiosa perspectiva que fuera presentada en un documento público de ADUR con relación al debate que ese gremio, en aras de la participación el orden docente en la Universidad de la República, llevara adelante en la perspectiva de una nueva Ley Orgánica de la misma universidad. Curiosamente, ese texto presentado por miembros del gremio, sostenía que la universidad debiera instalar una “adaptabilidad normativa”, paradójicamente vinculada a la misma norma de ley, que le permitiera presentar sus propuestas institucionales a los poderes públicos sin rigideces formalizadas. Se trataba de una suerte de instrumentación política, que planteando el horizonte de las transformaciones posibles en la condición universitaria, disolviera tanto los bloqueos corporativos internos como las presiones políticas del Estado. En buen romance, la estrategia universitaria se confiaba a una eficacia política, antes que a una significación institucional cristalizada normativamente, en una suerte de política académica que se desvinculaba de anclajes públicos. Algo así como el credo político apolítico de la tecno-ciencia. 

Quizás esta “sabiduría” de cierta parte de la academia uruguaya tenga que ver con los fracasos que conoció, en lo político e ideológico particularmente, la política de “flexibilización” académica que cierto sector impulsó desde mediados de los 90’. Jaqueada por la memoria cultural de la izquierda uruguaya, particularmente intensa en el movimiento estudiantil, esta tendencia se encuentra sin embargo fuertemente confrontada por la deriva neoliberal, que en dispositivos tales como los “Acuerdos de Bolonia”, no cesa de ganar un terreno tan extenso como minado -particularmente tras la crisis de las subprime que desde 2008 parece no tener fin, en particular por el descaecimiento de la “flexibilización” en el sentimiento social.

En segundo lugar, la “substitución” de las atribuciones que le competen a la Universidad de la República por la Ley Orgánica, que comienzan a caer en desuso relativo ante homólogas potestades que el Estado atribuye a organismos paralelos, es una tendencia ya instalada  exitosamente desde años atrás. Cabe recordar que la creación de una Agencia Nacional de Investigación e Innovación fue resistida sin éxito por un significativo número de académicos, que vieron cómo la misma izquierda política en la que depositaron la confianza en una mejora sustancial de la condición universitaria, conspiraba para orientar sus decisiones financieras hacia destinatarios con significación electoral diversificada. A esa creación le siguió la de un Instituto Nacional de Evaluación y desde ya está en marcha, con gran viabilidad política, una Universidad Tecnológica que violenta de forma expresa un criterio básico de la autonomía universitaria, al instalarse con la participación de gobiernos departamentales (léase caudillos locales) en sus “consejos directivos”[7].

En tercer lugar, con relación al efecto público de una denuncia por parte del activismo ambientalista y otros sectores movilizados, eventualmente contrapuestos  a intervenciones investidas de autoridad científica, conviene observar que la manifestación que refiere el artículo no encontró eco en la gran prensa. Análogamente, la tumultuosa manifestación “por la tierra y la soberanía” que tuvo lugar a mediados de octubre, no logró ser identificada por el periodismo nacional con relación a una tendencia particular. Por otro lado, se viene desplegando, desde largo tiempo atrás,  una actuación específica en el campo del “periodismo científico”, que traduce significativas estrategias corporativas con efectos estructurales en la opinión pública y en la propia orientación periodística.

Finalmente, conviene tener en cuenta que en el período inmediatamente posterior a la elección de Mujica y anterior a la instalación de su mandato, el actual presidente habría considerado la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología[8], que impedido quizás de concreción por la exclusividad del planteo, se vio inmediatamente después explicitado en un ataque a las letras y las humanidades, que no ha cesado hasta el presente, por parte del propio presidente y de su entorno[9].

Tanto la virulencia de la diferenciación entre un saber “aplicable” y otro “inútil”, como el intento por menoscabar los ámbitos desde donde, más allá de múltiples contradicciones, ha sido resistida la reorganización del saber con signo neoliberal, marcan un campo de actuaciones sugestivas. Estos protagonismos concitan cierta alianza entre el poder político y el saber científico que no parece proclive a la ciencia, sino a la tecno-ciencia. En condiciones de globalización consolidada, esta trivialización utilitarista del saber encuentra, en proveniencia de organismos internacionales y empresas transnacionales, la mejor traducción por la propia vía de los estados-nación[10]. Esta clave de lectura quizás permita entender muchas ambigüedades que prosperan en ámbitos de la izquierda uruguaya, incluso como efecto de estrategias que debieron canalizarse desde el gobierno, ante el fracaso que sufrieron cuando intentaron ganar los ámbitos democráticos específicos de su incumbencia.


Notas:


[1] Bachelard, G. (1983) La formation de l’esprit scientifique, Vrin, Paris, p.244.
[2] Agamben, G. (2008) Signatura Rerum, Vrin, Paris, pp-14-17.
[3] Bacchetta, V. “Institucionalización de la ciencia” Voces (06/12/12) Nº 370, p.23 https://2414f8b3-a-1cdd88af-s-sites.googlegroups.com/a/voces.com.uy
/web/ediciones/2012/archivos/voces370.pdf?
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[4] Vernant, J-P. (1993) Mito y pensamiento en Grecia Antigua, Ariel, España, pp.337-341. http://static.schoolrack.com/files/17592/435767/mitoy_
razon_en_grecia.pdf (acceso el 16/12/12)
[5] Ley Orgánica de la Universidad de la República http://www.fing.edu.uy/sites/default/files/
2011/3196/leyorganicaudelar.pdf
(acceso el 16/12/12)
[6] Viscardi, R. “La reforma universitaria y la cuestión de la universidad en el Uruguay” (2009) Encuentros Uruguayos Nº2 (segunda época) Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Montevideo, pp.248-258 http://www.fhuce.edu.uy/images/archivos/
REVISTA%20ENCUENTROS%20URUGUAYOS%
202009.pdf (el artículo no se encontró on-line, lo enviamos al lector en caso de requerirse y Encuentros Uruguayos lo mantiene necesariamente en su archivo)
[7] “Universidad Tecnológica: Mesa Política del FA autoriza nueva negociación” LaRed21 (08/12/12) http://www.lr21.com.uy/politica/1077984-universidad-tecnologica-mesa-politica-del-fa-autoriza-nueva-negociacion (acceso el 16/12/12)
[8] Viscardi, R. “Carta abierta al presidente electo, Sr. José Mujica” Arjé Nº3 (segunda época) https://www.box.com/shared/hc4ph1i6fz (acceso el 16/12/12)
[9] “Ante el título universitario a otorgarse al presidente José Mujica” http://www.change.org/es/peticiones/ante-el-t%C3%
ADtulo-universitario-a-otorgarse-al-presidente-jos%C3%A9-mujica#description

[10] Viscardi, R. « Autonomía universitaria y crisis de Soberanía” (2011) Fermentario Nº 5, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Montevideo, http://www.fermentario.fhuce.edu.uy/index.php/
fermentario/article/view/83/20

 

* Publicado originalmente en Tiempo de Crítica (Rev. Caras y Caretas) 29/12/12

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