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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          NEOMAL VS LO CIERTO

Noticias no más

Amir Hamed

a) Y finalmente la invasión zombi
llegó. La padecen (y bien que se la han ganado) los obsecuentes países europeos que, en su momento, siguieron el dictado de Washington de que era oportuno matar a un déspota libio, Muammar Gaddaffi, y que siguiendo a Estados Unidos transportaron a los mismos islamistas que apoyaron en Libia hasta Medio Oriente, alentando una nueva versión de la Primavera Árabe. De eso hace ahora exactamente cuatro años: mientras, medio millón de zombis, con pasaporte sirio, se lanzaron hacia Europa y, según muchos, pueden ser la razón del fin de una ya muy tambaleante Europa.

b)      En Estados Unidos, mientras tanto, un zar del entretenimiento, Donald Trump, cree llegada la hora de poner fin al simulacro de política en que vivimos. Alguna vez demócrata, Trump se lanzó a la interna republicana, que hace meses lidera, decidido a eliminar los intermediarios. Avisa que, por ejemplo, Hillary Clinton, emblema político de los demócratas, tiene que hacer lo que él le diga, ya que él la ha venido financiando, así que para qué preocuparse por politicastros a sueldo de corporaciones y magnates: mejor votar directamente por el magnate, cuyos billetes son los que mandan.

c)      Sobran los que creen que Trump no llegará a ganar la nominación. Advierten que el sistema republicano se le revela, que los políticos profesionales del partido se niegan a apoyarlo. En fin, se trataría de una lucha electoral entre el simulacro de lo político y quien ha llegado para decir la verdad desnuda, el loco del drama que puede decir, con voz de loco, lo que nadie está dispuesto a decir, que Clinton está a sueldo o que George W Bush no defendió Estados Unidos cuando los ataques del 11 de setiembre de 2001 (lo que lo deja a un tris de ser el primer candidato a la presidencia en decir por voz propia que aquello, si no fue un atentado perpetrado por el gobierno de Estados Unidos contra su propio país, fue un ataque permitido y de alguna forma alentado por el gobierno de Washington).

d)      El sistema político de Estados Unidos hace que los que se entienden inteligentes sean no solo escépticos sino, además, paranoicos. Se viven en conspiración: nunca se llegó a la luna (fue todo montaje de Hollywood), vaya a saberse quién mató a John F Kennedy, ya sabemos que Osama Bin Laden no fue el responsable del atentado al World Trade Center y cualquiera te lleva a la guerra, como en Irak, prometiendo unas armas de destrucción masiva que nunca habrán de aparecer. Los que se entienden crasamente ciudadanos obedientes, por el contrario, se entienden en deber de creer a pies juntillas lo que el gobierno les diga. De negarlo, estarían negando al gobierno. Y a eso, precisamente, acaba de llegar Trump: a decir lo que todos saben pero se niegan a decirse. Mucha suerte, Donald, ya que la capacidad de los estadounidenses para vivir en estado de denegación sencillamente admira.

e)      El último unicornio de Washington es, en rigor, un ejército de unicornios al que llaman Free Syrian Army. Siendo que Rusia, por decisión de su presidente, Vladimir Putin, se decidió a arremeter contra los terroristas islámicos de Siria, Estados Unidos, que los viene produciendo industrialmente desde el siglo pasado en Afganistán, que los condecoró en Libia y que inundó con ellos Siria, dice tener un ejército laico y de sirios (la mayoría de los islamistas en Siria, armados, financiados y socorridos por Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, son extranjeros). Los rusos preguntan dónde están los del Free Syrian Army, así no los bombardeamos, pero Washington hace silencio; preguntan a quién no bombardear, pero Washington sigue haciendo mutis.

f)      Si nadie sabe quién venga a ser este unicornio, acto seguido viene la pregunta de cómo se mueve. Alguien en el Departamento de Estado pregunta, literalmente, quién mierda les dio todos esos toyotas al Isis o Estado Islámico para Irak y Siria, pero pronto llegó la respuesta: nosotros. Por otra parte, más importante es el rodado que el terrorista. En diciembre de 2014, en respuesta a los superproducidos videos del Isis en que daba cuenta de sus ejecuciones sumarias de infieles, Washington conjugó una coalición de 59 países contra esa obscena algarabía islamista (que se había sublevado contra sus antiguos patrones, Al Qaeda, que se supone es lo que combate Estados Unidos en todo el mundo pero a la cual, en Siria, denomina “oposición”). El funcionamiento de la coalición, que dice proteger a Irak y Siria del IS, está lleno de protocolos penosos, por ejemplo, el de no atacar autos privados. Así que cierta vez, por ejemplo, todos los satélites, drones y piedras del desierto vieron una lenta caravana de toyotas desprenderse hacia el este, para tomar Palmira, y a ningún miembro de la coalición de Washington se le ocurrió detenerlos. Seguramente, también figure en los protocolos de la coalición de Washington la interdicción bombardear gente de negro, con la cara tapada, de barba y zapatillas de básquetbol.

g)      El loco de Trump, por supuesto, dice que Rusia se tiene que encargar de Isis, mientras unos viejos recalcitrantes (más viejos que él) como Zignieb Brzezinski, demócrata y padre de la criatura islamista allá por los días de la Unión Soviética, y el senador republicano John Mc Cain ponen el grito en el cielo porque Putin les está bajando sus soldaditos (los llaman “assets”).

h)      Por supuesto, llamar Ejército de Liberación Sirio a una entidad, amparada por la CIA pero sin sirios a la vista es algo típico del neomal que se desató a partir del atentado de 2001: llamar todo al revés y a nada por su nombre. Rusia y Trump, curiosamente, son solidarios en su intento de tratar de volver a llamar las cosas por su nombre. Si se mueve como un terrorista, luce como un terrorista y habla como un terrorista, dijo el canciller ruso Serguéi Lavrov, nosotros lo bombardeamos. Suerte en ésa, Serguéi, tu lucha es la nuestra.

i)      Por supuesto, Trump, un pospolítico afanado en la gestión, y Putin, alguien que reivindica la política, la soberanía, y en último término el lenguaje, están por un lado en las antípodas pero, por otro, se conjugan frente al simulacro del neomal, que es simulación de logos y de política. Cada uno a su modo reivindica lo que se creía perdido en la edad del simulacro: lo cierto.

j)      Atendiendo a noticias de los últimos días, tal vez lo cierto esté exigiendo una nueva oportunidad: Seymour Hersh, el mismo periodista que en 1969 revelara la masacre de Mai Lai, luego destapara las maniobras de Israel para hacerse con armas nucleares, o más recientemente las torturas en Irak en Abu Ghraib, en fin esas cosas que hacen vivir a tantos estadounidenses en estado de conspiración perpetua, últimamente había denunciado que la muerte de Osama Bin Laden en Abbottabad no fue como la contó el gobierno y que, en Siria, no fue el gobierno de Hafez al Assad el que usó armas químicas sino que fue una conspiración por la que el gobierno de Turquía les había dado a los islamistas de Siria las armas que usaron contra civiles. Estas últimas denuncias, ya no se las publicaba el New Yorker, así que tenía que ver si en Inglaterra, por ejemplo, podían ver la luz. Sin embargo, en esta semana, ambas revelaciones están empezando a ser seguidas, la primera por medios en Estados Unidos y la segunda por dos diputados turcos, que la han hecho conocer en el congreso su país en estos días: según ellos, amparados por el diario kemalista (es decir laico, Today Zaman, cuyo director fue encarcelado recientemente por un tuit) fueron los servicios de inteligencia turcos los que suministraron el gas sarín. ¿Por qué lo habían hecho? Para forzar la invasión de Estados Unidos, que finalmente no ocurrió.

k)      ¿Y entonces, qué pensar de Barak Hussein Obama, a quien Trump califica de musulmán? Se trata del único residente de la Casa Blanca que en los últimos años haya osado hacerle frente a Israel. El tiempo dirá, si es que hay tiempo, que el gobierno de Obama, indigerible en política exterior, ha sido el de un individuo condenado a dar pasitos de perdiz, o de pantera rosa, en un mentidero al que llaman administración, en un mundo al revés, minado por meticulosas estafas, del que no logra desentenderse. Ahora (desde hace un par de días), debe dejar un ejército en Afganistán, de donde se creía partido, y lo empujan a regresar a Irak, para ver si, de una vez por todas, tenemos oportunidad de ser aniquilados todos en una guerra mundial entre potencias nucleares.

l)      Preside Obama, claro está, la retirada de Estados Unidos como única superpotencia mundial, o de hegemón, en un orden en el que los Brics reclaman su lugar, es decir, su granito de certidumbre. Pareciera que Rusia, China, India y otros hubieran decidido que es llegada la hora de una “Asia para los asiáticos” y que por eso Washington, aunque gruña y muestre los dientes, sepa en la intimidad que es hora de llamarse a retiro, un retiro obstaculizado por su denegación alucinatoria
del Pentágono y el Departamento de Estado, más que de la Casa Blanca y también por la alucinación y mitomanía de sus aliados de Medio Oriente. Mientras esto se escribe, el premier israelí, Benjamin Netanyahu, para escándalo del mundo y para empezar de los alemanes, acaba de condecorarse con una flamante quimera al declarar que la inspiración para el genocidio perpetrado por Hitler fue un palestino, el Gran Mufti de Jerusalén, mientras 2.000 príncipes sauditas que, para legitimarse, insisten en proclamase guardianes de las ciudades santas de Meca y Medina, y de unos imames wahabitas que atentan en sus madrassas y mezquitas contra cualquier principio de ilustración, multiplicando milicias islamistas, se consuelan con una carta de ser llevados de la nariz por un rey demente.

m)      Se repite que el saudita rey Salman ha sido hospitalizado por demencia. En rigor, entra y sale del sanatorio y hace un rato el Secretario de Estado John Kerry se acaba de fotografiar con él. Lo cierto es que detrás del objetivo de la cámara se mueve otro drama. En Occidente, los reyes, que hace mucho lejos están de gobernar, como desacierto pueden lucir salidas a cazar elefantes mientras su país, como sucediera en España, es comido por la crisis económica, o no dignarse a recibir a un presidente chino, como hiciera hace unos días el Príncipe Carlos, en Londres, mientras el obsequioso primer ministro británico, David Cameron, al que recientemente acusaron de haber tenido relaciones sexuales con la cabeza cortada de un chancho, se afanaba por abrirse obsequioso a inversiones de Beijing. Pero en Riyad, el rey no solo reina sino además gobierna. Asumido en enero, el demente Salman (padece Alzheimer) ha declarado la guerra militar en Yemen, y la de precios de petróleo para perjudicar la burbuja del fracking en Estados Unidos y la producción de Rusia e Irán. Pero en estos días circula entre un par de miles de enturbantados príncipes una carta llamando a terminar con este orden de cosas. Y este orden de cosas, claro está, no es solo el de Riyad. Por más que la carta no lo diga, o no sepa cómo decirlo, es la retirada de Washington, la sobredosis de petróleo barato y piedad que puede enloquecer a cualquier monarca octogenario y que, en último término, tiene como gran correlato, como irrupción tangible de un orden real en mitad de la alucinación, a la Gran Invasión Zombi.


Aclaración.
Todo esto reseñado aquí es apenas las noticias de una semana. ¿Demasiadas? Vale recordar que la Biblia, ese libro de libros, traía solo una noticia, una buena noticia, que no era otra que el fin del mundo. Pareciera que toda esta desasosegante gacetilla, por el contario, no fuera sino la contrapartida de un mundo obstinado, que quiere, a pesar de todo, seguir dando noticia de sí. Esperemos otra semana. Ya se verá si hay más
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