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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          UNOS FRAGMENTITOS DE OCASIÓN A PROPÓSITO DE LA FALTA DE LÍMITES

"Sé positivo"

Aldo Mazzucchelli

# La condición en que ha ido entrando el individuo tardomoderno, ya casi todo él digital (y, naturalmente, cada vez menos “sujeto”, en el sentido moderno de la expresión) adolece de falta de los rasgos claves en el mito de Cronos/Saturno: se huye de toda idea de sacrificio, esfuerzo o limitación, por un lado; por otro, se da la espalda a toda negatividad cuestionadora. La era apunta a la disolución de barreras, a la inmediata facilitación del logro masivo por vía tecnológica. De ahí las constantes recomendaciones neopedagógicas acerca de la necesidad de que nada haga posible el fracaso: que la educación sea algo agradable, mera maniobra de confirmación de la civilización que ya es; una celebración de la totalidad objetivista y tecnológica.  

# “No la compliques”, pasa por ser hoy la frase de más aparente sabiduría. El impulso a seguirle de largo a todo es ecuménico y cala en la filosofía o la literatura, que se han caracterizado siempre, desde su tecnología raspadora y lenta, por resistírsele a todo y generar un estar; hacerse residente vitalicio del tiempo. Ayer nomás, Niklas Luhmann, por ejemplo, escribía arduos tratados seriales de 600 páginas para dar cuenta exhaustivamente de algunos aspectos de un sistema social. Hoy, y refiriéndose entre otras cosas justamente a lo que él llama el “desmontaje de la negatividad”, el filósofo germano-coreano de moda, Byung-Chul Han, desgrana omnicomprensivos libros de 40 o 50 páginas que se titulan La sociedad de... a un ritmo comparable al de, ya 10 años antes, el experimento de espontaneidad compositiva de John Frusciante (seis albums compuestos, grabados y lanzados en los últimos seis meses de 2004). Esta aceleración corresponde acaso a un intento de la filosofía (de la escritura), o de la música de autor, por encontrar su formato dentro del tiempo en que reina la urgencia de productividad.

# A la hora de definir el estatus relacional, facebook da las opciones corrientes (casado, soltero…), y después agrega una “Es complicado”, que es cita de una película bastante boba, y que da la idea de que “dice” algo sobre el estatus relacional. Lo importante no es tanto que se intente reducir algo aparentemente complejo, sino que ello sea una opción más. Esa reducción de la complejidad a los términos de una bobada, y una bobada en un menú, es uno de los recursos favoritos de esta era etiquetadora. ¿Podríamos decir, por ejemplo, que la urgencia de la definición comanda así, en fb, los contenidos de la comunicación? Uno continuamente se va definiendo desde opciones externas predefinidas. Lo que queda por decir es lo que ya está previsto que se diga.  

# Ya en un libro ya tan antiguo como Sein und Zeit parece haberse estructurado bien un mapa descriptivo de nuestra era. El espacio del social network es un espacio que aparece dominado por esa mentalidad humana que el filósofo alemán llamaba “el Uno” [Das Man] o el “Ellos”. Es decir: lo promedio, lo común a todos:“En la utilización de los medios de locomoción pública, en el empleo de los servicios de información (periódicos), cada cual es igual al otro. Esta forma de convivencia disuelve completamente al Dasein propio en el modo de ser “de los otros”, y esto, hasta tal punto, que los otros desaparecen aún más en cuanto distinguibles y explícitos. Sin llamar la atención y sin que se lo pueda constatar, el uno despliega una auténtica dictadura. Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura y arte como se ve y se juzga; pero también nos apartamos “del montón” como se debe hacer; encontramos “irritante” lo que se debe encontrar irritante”.

# Como si hubiera una trampa en el sistema operativo que hemos recibido instalado por la cultura de origen. Porque todos nos hemos aceptado individuos. Sin embargo, la autoconstrucción voluntaria de ese ser individuo —la Bildung— se disuelve al alcanzar su umbral de repetición, se pierde en el agotamiento de todas sus posibilidades. Al mismo tiempo, la mundaneización del hombre, como diría el filósofo, es decir, el despliegue de todas sus posibilidades representativas, lo ha fragmentado mucho, amenazando la unidad individual, sea de identidad corporal, psíquica, etc. Esto conecta con lo de las opciones preformateadas en fb, del comienzo. Ellas dan cierta ilusión de estructura. En ese sujeto ya pre-representado, uno puede elegir lo que quiera en el menú, y recobrar en esa identificación una sensación de ser alguien definido. La tecnología juega aquí el rol fundamental en el relevo del sujeto. 

# La tecnología evoluciona siempre, constantemente, hacia la destrucción de límites y la apertura y realización de todas las posibilidades. Antisaturninamente. Negando la limitación. Recuérdese lo de Byung-Chul Han y su observación sobre el desmontaje de toda negatividad. No hay limitación ni es bienvenida la crítica; el no es lo antipático. El logro está asegurado a prepo. Agamben lo había escrito antes en un delicioso articulito de dos o tres páginas, llamado “Sobre lo que podemos no hacer”, cuyo pasaje clave podría ser: “El poder que se define irónicamente como “democrático” [...] separa a los hombres no sólo y no tanto de lo que pueden hacer sino sobre todo y mayormente de lo que pueden no hacer. Separado de su impotencia, privado de la experiencia de lo que puede no hacer, el hombre de hoy se cree capaz de todo y repite su jovial “no hay problema” y su irresponsable “puede hacerse”, precisamente cuando, por el contrario, debería darse cuenta de que está entregado de manera inaudita a fuerzas y procesos sobre los que ha perdido todo control. Se ha vuelto ciego respecto no de sus capacidades sino de sus incapacidades, no de lo puede hacer sino de lo que no puede, o puede no hacer. De aquí la confusión definitiva, en nuestro tiempo, de los oficios y las vocaciones, de las identidades profesionales y los roles sociales, todos ellos personificados por un figurante cuya arrogancia es inversamente proporcional a la provisionalidad e incertidumbre de su actuación”.

# Esto evoca, por ejemplo, la proliferación de artistas facebook, quienes se legitiman bajo el paraguas de la democratización (“yo también tengo derecho a ser considerado artista, y quien ponga objeciones o críticas es un elitista autoritario”). Se olvida que la noción de democratización no era meramente idéntica a una libertad irrestricta de los derechos (amén de que el “ser artista” nunca puede concebirse como un derecho). La democratización implicaba varias dimensiones del ciudadano; implicaba la utopía de un sujeto autónomo moderno, que es precisamente lo que no hay más.

# Para ser un artista, por ejemplo un poeta, hoy no hace falta tener ninguna obra probada en relación con un público real (es decir, amplio, desconocido y en principio desinteresado e imparcial respecto de lo que se le pone a consideración). Basta, en cambio, prácticamente con declararlo, y formar parte de algún colectivo de poetas. Esto de los colectivos de poetas es notorio como rasgo contemporáneo. Antes, los poetas peleaban para no ser parte de un colectivo. Si alguien los “afiliaba” a algo, se desafiliaban y escribían una carta pública, generalmente irritada, reivindicando su independencia crítica (en el fondo, creo, implicando “yo no me mezclo con toda esa gente. Soy mejor que ellos”).

Ahora mucha poesía se autoescribe por colectivos en lugar de por individuos, y esos colectivos no consideran que sea posible una crítica real. Todo el centro de gravedad de la comunicación tiene que ver más con nodos fagocitando, citando, o repitiendo, en general sin darle importancia a ello, versos, estilos, temas, ideas, voces existentes hace mucho. No se trata, por supuesto, de defender una vuelta al modelo antiguo —es decir, moderno. Se trata de hacer notar que el lenguaje empleado (originalidad, genialidad, descubrimiento, talento individual, poesía como creación, obra de autor) no está más en consonancia con el mundo ni las actividades a los que se aplica.

# Una era sociodigital, después de la posmodernidad, puede definirse como el tiempo en que se va adoptando el lenguaje de Rimbaud, al tiempo que cualquier nuevo Rimbaud se va haciendo parejamente imposible.

# El tipo de artista que aspira al éxito rápido debe hoy regirse por la habladuría. Ser lo contrario de un sujeto viejo (autónomo, original, creativo). Ya se asume que tener una individualidad, noción por la que los modernos dieron sus vidas, es una ficción. En cambio, hay una general repetición de cualquier forma que revele lo esperado, una especie de cultura de identificación con opciones preformateadas, y de utilitarismo rampante—pues lo que se busca, una resonancia pública que devenga de la no confrontación dura con un público desinteresado, está de antemano muy por encima de los medios artísticos encontrables con esa actitud de partida.

# Estamos muy cerca de la descripción de Heidegger de un estado general en donde ese impersonal “uno” colectivo e indiferenciado, Das Man, va colonizando los últimos espacios de cada sujeto individual. El sujeto se defiende, claro, pero lo hace frenéticamente, afirmando cada vez con mayor desesperación su “existencia” y sobre todo su “especialidad”. “Mirame, estas son mis fotos, este es mi bebé, este es mi barrio, estos son los cuadros que pinto, estos los poemas que escribo. Todos ellos me definen con honestidad”. Sin embargo, en cada refugio que exhibe es tomado instantáneamente por el lenguaje de los otros, por las ajenas “representaciones” que son las que lo ordenan y le otorgan la posibilidad de existir. Recuérdese: “nos apartamos ‘del montón’ como se debe hacer; encontramos ‘irritante’ lo que se debe encontrar irritante”. Y hoy todas esas representaciones están libres de copyright en internet, en el dominio público, en exhibición constante.

# Lo que ocurre es que la falta de limitación apura la curiosidad; el carácter no confrontado de lo visto consolida el vivir en la mayor ambigüedad; y la habladuría alimenta ambas, re-confirmando. Lo reconfirmatorio es una de las características más notables del modo en que opera la habladuría. Uno se reconfirma en que está en lo correcto al encontrar eco.

# El eco, que es recíproco en los social media en donde el sujeto tiene únicamente la posibilidad de representarse de acuerdo, como decíamos, a opciones cerradas predeterminadas, reconfirma al sujeto en su comprensión del mundo, sustancia líneas discursivas que se vuelven las únicas posibles. Por ejemplo: el discurso de defensa de las minorías; el discurso de víctima; el discurso de valoración maniquea de todo; el discurso tribal; el discurso de sorpresa ante el matiz no percibido antes que no tiene consecuencias ulteriores sobre nada; el discurso de la sagrada especialidad de cada yo; el discurso de desdén ante la política; el discurso de fascinación ante unos elementos de la democracia y de desprecio ante otros; el discurso de falsa familiaridad con el poder y la fama; el discurso de participación superficial; el discurso, en fin, de mímica de todos y cada uno de los logros del “sujeto” en la era moderna.

# En lugar de consolidar un sujeto heroico, se consolida un sujeto cada vez más idéntico a cualquier representación azarosa del Sujeto, el Uno. A veces cualquier representación sirve, la que sea, la que caiga. El yo aumenta sus opciones, y puntualmente tiene que perderse en cada una de ellas, puesto que las toma todas. Se va probando incesantemente ropa nueva, que para peor siempre le queda bien.

# Al final, la ya reconocida “confusión” entre personalidad y e-personalidad, es decir, entre nuestro “yo moderno” y nuestro yo tal como se respresenta a sí mismo en y por la tecnología de conectividad, sería una característica de este estado que ha sucedido, digamos, a la posmodernidad. La posmodernidad era todavía un estadio (de disolución terminal y retiro) en la empresa del Sujeto moderno. Pero queda algo. Este no es acaso, todavía, el fin del sujeto o la subjetividad, sino solamente el final de un avatar, una instancia histórica, del mismo.

# El juego no termina, cambia. Acaso lo que venga no sea peor que lo anterior (como la voz amargada del viejo “sujeto como genio” siempre tiende a decir), sino un conjunto de cuestiones y direcciones nuevas en que continuar la exploración. El modo cómo el sujeto contemporáneo se instala en su “uno” (Das Man) es síntoma de que el corrimiento está yendo en esa dirección. Hacia una colectivización internalizada de las representaciones del Yo. Todos los sujetos se vuelven así profesionales de la subjetividad, y el sueño histórico del “artista profesional” enfrenta su fin. Cuando todos somos artistas, nadie lo es ya. Porque “artista” ha pasado a medirse como “autodefinición + objeto autodefinidamente artístico”: el primero se reduce a voluntarismo sociodigital, y el segundo una nadería repetitiva, también voluntarista. La falta de limitación, la falta de distanciamiento del sujeto respecto de su propia potencialidad, la falta de negatividad, el no saber qué podríamos no hacer, disuelve el proyecto “moderno-posmoderno” y lo relanza en un desafío nuevo: para cada uno, encontrarse con la posibilidad de definir y respetar sus propios límites, reencontrar su Cronos.

 

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