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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          DIVIDE ET IMPERA

La theory de los cuatro elementos, que son cinco

Aldo Mazzucchelli

Como era previsible, a las políticas de fortalecimiento del ego que han sido centrales a la modernidad occidental les ha sucedido una crisis del ego. Esa crisis, que conduce hacia formas de igualitarismo indiferenciado, tiene no obstante, en su representación, la forma de una inflación del ego, que es algo distinto a la madurez de desarrollo de los egos modernos en su época mejor, la que ya ha pasado hace muchas décadas. ¿Qué quiero decir? Aquella forma de desarrollo maduro podemos verla representada históricamente en escritores y filósofos, aunque sería fácil verlo en otro tipo de individuos, desde pintores a políticos. Pensemos en Lord Byron, en Goethe, en Edgar Poe, en Baudelaire, en Nietzsche, en Marinetti o en Vicente Huidobro; en Uruguay, en Carlos Reyles, Delmira Agustini o Roberto de las Carreras. Todos ellos y la generalidad de las figuras destacadas de la Modernidad tardía, una vez que el individualismo llegó a mayoría de edadencarnaron un modelo abstracto de individuo moderno, caracterizado por notas comunes: inconformismo, rebeldía interior y, sobre todo, afán de originalidad. Es así que muchos mostraron un tipo de orgullo muy especial fundado, por ejemplo, en el propósito de no plagiar; es decir, de rechazar todo lo ya hecho y dicho, y de buscar a través (como lo observara Foucault a propósito de Baudelaire en "Qué es la Ilustración") de una gran autodisciplina de formación, estudio y creación, dar lugar a lo inaudito.

 

Ese tiempo ha pasado, ya casi no existe la posibilidad de que haya individuos así, pues un mundo sin grandes relatos y sin un dios en el que creer o contra el que pelear, resulta un mundo en el que nada diferenciado puede decirse, salvo verdades numéricas, y de hecho. Cuando un grupo humano queda desprovisto de la pasión de las creencias, pareciera que tiende más bien a balbucear nimiedades o girar en la tecnología. Sin embargo, los códigos de representación que aquellas formas de ejercer la humanidad crearon, siguen repitiéndose como si nada hubiese ocurrido. Y eso crea la inflación del ego representado que vemos. Hoy tenemos, ningún Rimbaud, pero centenares o miles de espectros de Rimbaud haciendo los gestos de Rimbaud, proponiéndose como lo mismo, intentando dar el aspecto de un bohemio genial y anárquico, invocando fondos públicos para resarcirse del inmenso esfuerzo de cumplir con un modelo vacío. Las TIC han generado la divulgación ecuménica del modelo, y han dado la plataforma para que cualquiera haga su representación para los demás. Cualquiera sabe hoy a qué se parece ser un artista, un poeta. Y muchos emprenden el camino, comenzando por el final, es decir, por la representación de los resultados que daría un genuino estar en el mundo, el cual se escamotea. De Baudelaire, Rimbaud, y los demás, tenemos obra que testimonia la originalidad de sus autores, la que nos falta en el caso de los espectros.

 

El tiempo presente es, a diferencia de aquellos momentos heroicos de la Modernidad, un tiempo igualitarista. En lugar de premiar la originalidad, se la alaba en abstracto, pero se la castiga cada vez que aparece en escena. La tendencia es a la proliferación de "originalidades" insignificantes, a costa de la eliminación de cualquier originalidad sustancial. Al que piensa de modo efectivamente distinto del menú colectivo, que ya veremos cuál es, se lo estigmatiza y se lo etiqueta.

 

¿Cuál es el menú? El menú está compuesto por una serie de cuatro (o cinco) precodificaciones culturales que sirven para orientar la consideración de cualquier asunto. Ellas son; el género, la minoría, la raza, la víctima. Todas ellas, "de izquierda", por otro lado, que sería el quinto elemento que colorea a los otros cuatro (con esto de la izquierda quiero decir que las víctimas de la represión de Temer son víctimas, pero las víctimas de la represión de Maduro no son víctimas). Así es que, si tengo que establecer mi agenda filosófica, se tratará de darle importancia a la filosofía práctica, y dentro de ella, reflexionar sobre el género, la minoría, la raza, la víctima. Si tengo que establecer mi agenda literaria, se tratará de darle importancia a los factores que disminuyan la importancia de cualquier literatura canónica, y dentro de esa orientación general, reflexionar sobre el género, la minoría, la raza, la víctima. Si tengo que establecer mi agenda en el estudio del derecho, se hará la crítica de la jurisprudencia blanca, occidental y masculina, y dentro de esa amplia revisión, reflexionar sobre el género, la minoría, la raza, la víctima. Si tengo que establecer mi agenda en materia de plomería, el asunto de cuántos baños tiene que haber se convierte en oportunidad para considerar el problema del género, la minoría, la raza, la víctima. Si quiero establecer una agenda de criterios para la asignación de fondos en cualquier campo, desde el concurso de artes plásticas en un museo nacional, hasta la asignación de calificaciones a ejercicios de taller de arquitectura, mi eje está claro. Debo pensar en términos de uso de espacio, materiales, teniendo el ojo puesto en las limitaciones y posibilidades que se abren a partir de las categorías de género, minoría, raza, y víctimas.

 

Quizá a esta altura el lector esté bajo la impresión de que el párrafo anterior resulta un poco repetitivo y monótono, porque lo es, como lo son los programas de los seminarios, encuentros, coloquios y simposios académicos, gubernamentales, y de toda clase, incluyendo los encuentros de padres o abuelos en el centro barrial que usted quiera estipular. Defina uno, y vaya a ver. Yo le aseguro que si usted mira el programa de eventos ocurridos en los últimos tiempos, o por ocurrir, allí estará en alguna parte representado el género, la minoría, la raza, la víctima. Lo mismo ocurre en una clase estándar de literatura. Si se está leyendo el diario de Colón, no nos debe interesar de él casi nada (no nos interesan sus genuinas motivaciones históricas y económicas, sus dudas, su tecnología, sus decisiones náuticas o su eventual valentía y astucia). Solo nos debe interesar destacar que es un hombre blanco invadiendo territorio indígena, y desarrollar unas cuantas formas de discurso que destaque el rol de victimarios y víctimas. Los eventuales anacronismos no importan; de hecho creo que se ha aceptado sin más que la única función de la escritura anterior es ser usada para fines políticos contemporáneos, sin el menor pudor. Esta impronta, esta capacidad de traducir toda inquietud cultural al ejercicio de la interpretación del piano de una sola tecla, o de cinco, se ha instalado además como solución a la tarea de todo jerarca de la administración cultural. Y por ello, para aceitar más el mecanismo, el quinto elemento puede desdeñarse en beneficio de los otros cuatro. Por ejemplo, un llamado a concurso de fondos para políticas culturales de la Intendencia de Maldonado (en principio, en manos de "la derecha") que he visto la semana pasada incluía el consabido párrafo de que se estimulará aquellos proyectos que incluyan elementos de... género, raza, minoría...

 

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Entender un mundo de una complejidad cada vez más inmensa es, por fin, no solo posible, sino  algo fácil. Puesto que "pensar", una tarea que a gente educada en un mundo escrito y lineal, como Hegel, Hannah Arendt o Agamben, le resultaba un desafío casi indominable del que solo a veces salieron victoriosos, a cualquier estudiante universitario del montón le resulta hoy facilísimo. Basta con saber lo que cualquier tonto sabe ya antes de entrar a la universidad. Es lo siguiente. Primero, el hombre blanco, occidental, es intrínsecamente el malo de la película. Segundo, la mujer tiene más derechos que el hombre. Tercero, las minorías numéricas tienen derecho a imponer a las mayorías numéricas lo que se les antoje. No respetar esto es desconocer los derechos humanos en su totalidad. (Cuando se dice minoría, no se implica que sea menor cantidad de individuos dentro de una comunidad. Por ejemplo, las mujeres son una minoría, aunque son más). Cuarto, quien logre definirse en términos de víctima pasa a tener todos los derechos, y ninguna obligación. No es ya responsable ni por sus acciones presentes, ni por sus dichos, ni por sus acciones pasadas, ni mucho menos por sus acciones futuras.

Este es el menú. Lo he expresado en toda su complejidad, pese a lo que intenten hacernos creer las, los y l@s adeptos a la theory, que creen que revestir una inanidad de ocho o diez espesas capas de jerga convierte a su materia en algo más profundo. No lo hacen más profundo: lo hacen más opaco, con la conocida ventaja de impresionar a los ignorantes, que pasan a aprender la jerga para sentir que adquieren así la autoridad de participar del poder discursivo. Pues, como lo he defendido en otros sitios, la mayor parte de la "theory" contemporánea es nada más que una camarilla discursiva para obtener poder institucional, fundada en una pretensión de saber insostenible (se concibe a sí misma como un metadiscurso con el derecho de controlar, quien sabe por qué, todos los demás discursos). Esa pretensión de saber, al institucionalizarse, ha impresionado a más de uno, y subsiste porque el trabajo de desarticularla es discursivamente tan intrincado que se vuelve demasiado costoso. Es mejor dejarla correr sin preocuparse en absoluto por ella, pues de todos modos es materia de una esterilidad casi perfecta.

 

Esta organización de la agenda cultural tiene un efecto muy deseable en los programas de humanidades y ciencias sociales de la universidad, si uno los concibe desde el punto de vista de los administradores. En efecto, al eliminar por completo la complejidad del saber, permite que los números y estadísticas de ingreso y aprobación mejoren. Cada vez más estudiantes logran terminar sus papers y pasar de curso, definir y aun llevar adelante "sus propios" programas de investigación, y recibirse. Así se cumple, en los papeles, la democratización de parte de la universidad: llevando sus contenidos a ese menú monocorde que, como dije más arriba, cualquiera conoce y ha resuelto aún antes de entrar a la universidad. En cambio, el arduo trabajo de leer autores contrapuestos, tener que tomar opciones personales difíciles, exponerse a que hay otras personas en el mundo que piensan realmente muy distinto a lo que pienso yo, mi familia, mi grupo de referencia, es concebido como un modo de entender el conocimiento que es "elitista". No hace falta saber nada más que las notas clave de los cuatro elementos: género, minoría, raza, víctima. El éxito académico está asegurado.

 

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Una tendencia complementaria a esta es que se ha venido a concebir la universidad tradicional es decir, aquella benemérita institución de la sociedad que fue una vez el lugar de la libertad discursiva irrestricta, es decir, el lugar en donde cualquier cosa se debía poder decir, investigar, explorar, probar como un sitio amenazador, ante el que hay que desarrollar estrategias defensivas, concebidas como "ejercicio de los derechos". En efecto, es una tendencia estudiantil ampliamente difundida ya en las universidades norteamericanas el exigir que no se exponga a los estudiantes a obras, discursos, o conferenciantes, que no coincidan con lo que esos estudiantes ya piensan. La creación de "safe spaces", espacios seguros o refugios, se concibe como un derecho. No se me puede pedir que lea La cabaña del Tío Tom porque incluye descripciones del racismo; no debo leer Moby Dick porque, aunque la ballena gane al final, su tema implica crueldad con las ballenas; no debo leer Wuthering Heights porque la imagen de Cathy es la de una mujer cuyo espíritu está controlado por un ideal romántico, difundido por un grupo de machos alemanes e ingleses mucho antes. Y así.

 

El resultado final es un igualitarismo que borra todas las diferencias, salvo las precodificadas. Pensar se vuelve un cómodo ejercicio de pura deducción. Puesto que las categorías generales se conocen a la perfección, los casos que aparezcan se irán clasificando dentro de ellas con seguridad y sin esfuerzo. La humanidad pasa a distinguirse y entenderse por su raza, su género y subgéneros, los que a su vez son entendidos exclusivamente en términos de "opciones" sexuales; por su carácter de minoría o no; por su carácter de víctima o victimario. Todos estos definidos en abstracto, sin consideración alguna por los sujetos concretos, los contextos concretos, las intencionalidades concretas. El mundo se numeriza, y solo entiende lo precodificado. Algunos sujetos cambian simbólicamente de bando cuando adoptan de modo satisfactorio los modos discursivos de un grupo que, en principio, no les correspondía. El futuro es del colectivo, el individuo debe desaparecer, tanto en sus ideas como en su voluntad de diferenciación. Es posible que la inflación en la representación de egos nimios y sin obra alguna sea la contraparte compensatoria a todo lo anterior.

 

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Los principios abstractos defendidos en el programa de los discursos de corrección política (en realidad es el viejo principio abstracto de la igualdad, tan engañoso en su aplicación) son compartibles. Pero el tipo de pensamiento que viene engendrando es de una pobreza que espanta. En este panorama, que destruye el pensar de cualquier calidad reconocible por "elitista", el desenganche de la creación cultural humana hacia la completa insignificancia, eventualmente, se concretará. No habrá otra cultura que la tecnológica y la administrativa. En los demás campos, tendremos más fondos que nunca destinados a la financiación de más tesis y más obras de arte que nunca, solo que todas esas tesis y obras de arte serán completamente previsibles. Nos instruirán una y otra vez acerca de la theory de los cuatro elementos, que son cinco.

Al mismo tiempo que esto ocurra, la organización económica del mundo global podría irse pareciendo a lo siguiente: un grupo de hombres y mujeres blancos y occidentales o negros u orientales, pero eso sí muy poderos@s y ric@s, que se matan de la risa de la teoría de los cuatro elementos (al tiempo que la financian) seguirán controlando los negocios lucrativos y los instrumentos financieros, y dictando las leyes y las buenas costumbres. Esos negocios lucrativos tienen, en el pináculo, al sector financiero y a la industria armamentista. El primero financia, entre otros, a la segunda, la cual hace lobby para que se mantenga y crezca aquello que le permite colocar sus productos, a saber, la inseguridad y las guerras. La inseguridad y las guerras se estimulan cuando se estimulan los conflictos desde la base. Cuando se estimula una ideología global que, bajo el pretexto de igualar, procede creando diferencias entre los seres humanos en términos de género, raza, minorías, y víctimas. Divide et impera.

 

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