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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          RAZONES DEL DESNUDO

Homenaje al origen del porno

Carlos Rehermann

Hace algunos días una mujer se
acercó al cuadro "El origen del Mundo" de Gustave Courbet, expuesto en el museo de Orsay de París, dedicado al arte del siglo XIX, se sentó en el suelo frente a él y recogió su falda, dejando ver que no traía ropa interior. Según cuentan testigos, asumió una postura parecida a la de la modelo del cuadro. En algunos medios se tituló la noticia como "un homenaje a Courbet", y en otros como "una obra de arte". La acción de esta luxemburguesa que dice estar "preocupada por las cuestiones de género" y "no le interesa en absoluto la provocación", busca el amparo del arte para evitar el delito, aunque fue conducida a la policía y acusada de obscenidad.

Un mes antes un español se había desnudado ante el cuadro de Sandro Botticelli, que se expone en la Galleria degli Uffizi, en Florencia. También en este caso intervino la policía y hubo acusaciones de actos obscenos. Pocos años antes la española Cristina Lucas había tomado fotos de modelos desnudos en varios museos, que reunió en su muestra Invisible Nudes.

Las primeras performances con desnudos fueron realizadas en los años 1960 por Yves Klein, que contrataba modelos para embadurnarlas de pintura y usar sus cuerpos como pinceles gigantes, que arrastraba por superficies de tela extendidas en el suelo.  

Desnudo

En castellano la palabra desnudo hace referencia tanto al mundo del arte (el género que consiste en la representación de cuerpos sin o con poca ropa) como al mundo de los cuerpos humanos. Al inglés, que tiene la ventaja de ser mestizo, el sajón lo provee de naked, que se aplica a los cuerpos, y el francés de nude, que se refiere al arte. Kenneth Clark, autor de un tratado sobre el desnudo artístico, dice que el inglés es generoso al ofrecer esta posibilidad, quizá porque sus conferencias y escritos sobre el tema datan de los años cincuenta, y por lo tanto la existencia de un término que no permitiera el equívoco le venía bien para poder dirigirse sin problemas a una audiencia probablemente incómoda ante una desnudez que no fuera artística. El hecho de que la crítica del siglo XVIII haya introducido el término francés en Gran Bretaña indica que incluso antes de los tiempos pudibundos de Victoria había un problema con el cuerpo desvestido.

El desnudo ha sido cultivado a lo largo de la historia del arte en todo el mundo, en escultura y pintura, de modo que en nuestros días, en que las formas artísticas incluyen la escenificación de situaciones (las performances son muchas veces variantes del tableau vivant) es natural que el desnudo aparezca en una combinación que es un rompedero de cabeza lingüístico: ¿La luxemburguesa que muestra su vulva en Orsay es una mujer desnuda (naked) o está componiendo un desnudo (nude)?

En la pintura europea, el período en que se desarrollaron diversas variantes del realismo coincide con el predominio de una técnica, el óleo, notablemente apta para adecuarse a los requerimientos de la clase naciente a fines de la Edad Media, la burguesía. La capacidad del óleo para representar, mediante veladuras y transiciones suaves de intensidad, tanto metales como pieles —de animales y humanas— lo hizo el preferido a la hora de complacer a los clientes de los pintores que querían dejar constancia de sus posesiones, que consistían en objetos brillantes, tapices, pieles y mujeres.

El desnudo europeo de la pintura de la modernidad se concentró en la figura de la mujer (al contrario de lo que había pasado en la Grecia clásica), a la que mantuvo en un lugar decididamente indigno, en el mismo listado que las posesiones materiales de los clientes de los cuadros. El desnudo femenino cumple una función muy parecida a la de un ítem de un catálogo de bienes.

El arte, que el Renacimiento convirtió en una manifestación de lo sublime, ofrecía la oportunidad de esconder la lujuria detrás de temas mitológicos y bíblicos. Los desnudos femeninos estuvieron casi invariablemente asociados con valores negativos. Con frecuencia las mujeres tenían un espejo en la mano para representar la vanidad; ofrecían una manzana a un varón para representar el pecado original, o, una variante más explícita, eran objeto de espionaje mientras era evidente que fingían no ser vistas, como Susana en el baño; también se ofrecían a las miradas de jueces, con la esperanza de obtener un premio de oro; recibían una lluvia de oro a cambio de sus favores sexuales.

Los pintores recibían pedidos de cuadros que retrataban a las queridas de sus clientes, que de ese modo quedaban dos veces subordinadas: primero en la realidad de sus vínculos con los amos, y después en su phantasma erótico, colgado de un clavo en el bulín. 

Caras y máscaras

Según se dice, la luxemburguesa que ha dado a conocer su vulva al mundo homenajea a la pintura de Courbet "El origen del mundo". Pero la historia de esa obra no parece adecuada para que alguien preocupado por cuestiones de género se sienta inclinado a rendirle homenaje.

La pintura fue encargada al artista por un diplomático turco, coleccionista de arte erótico, poseedor de otra pintura de Courbet en la que dos mujeres desnudas duermen abrazadas ("El sueño") y de "El baño turco" de Ingres. Este último era un verdadero carnicero del desnudo. Sus dibujos, de una altísima precisión y calidad técnica, denotan una nula sensibilidad erótica. Pero a su cliente turco tampoco parecía importarle la sutileza, sino el tonelaje de ancas blancas representadas. 

  
El encuadre es siempre ideología (quizá esa sea una de las razones por las que el arte contemporáneo prefiere formatos sin encuadre, como la performance), de manera que el encuadre que deja afuera el principal factor de identidad entre los humanos, el rostro, debe ser interpretado con cuidado.

Hace un año la prensa francesa anunció que se había descubierto que el cuadro de Courbet en realidad era parte de uno más grande, que había tenido cabeza. Las autoridades del Museo de Orsay se apuraron a decir que se trata de un disparate. Según la noticia, unos expertos certifican que existe un retrato de mujer que sería parte de un desnudo de cuerpo entero, probablemente "El origen del mundo". Las imágenes que se han mostrado no son en absoluto convincentes. Por otra parte, el formato de la tela de Corurbet que conocemos es estándar, tal como se compraba en cualquier tienda especializada de su época. En todo caso, lo que parece más importante es que el cliente turco quería una sencilla y honesta imagen pornográfica, a la que le conviene la ausencia de rostro.

"El origen del mundo" estuvo más de un siglo oculto a los ojos del público. El penúltimo de sus dueños, el psicoanalista Jacques Lacan, encargó a su cuñado André Masson que pintara un cuadro del mismo tamaño que la pintura de Courbet. Masson dibujó una especie de paisaje ondulado que sigue los contornos del desnudo, sobre un fondo de manchas desenfocadas. Luego Lacan encargó a un ebanista un mecanismo por el cual podía quitar o poner el cuadro de Masson delante del de Courbet. Es curioso que al psicoanalista le resultaba interesante este mecanismo de ocultación voluntaria. Como los coleccionistas de pintura chinos, mantenía su obra de arte oculta a los ojos de los visitantes a quienes no consideraba capaces de apreciar su verdadero valor.

Recién en la década de 1980, después de la muerte de Lacan, la pintura se exhibió en una retrospectiva de Courbet en Estados Unidos, y solo a partir de 1995 el Museo de Orsay la comenzó a exhibir en su exposición permanente.

No sabemos cómo habría reaccionado el público de la época ante la obra. Sí sabemos cómo reaccionó ante una pintura que parece postular una idea de erotismo muy opuesta.

La "Olympia" de Manet se expuso en 1865, un año antes de que Courbet pintara su "El origen del mundo". El rechazo se concentró en que la cabeza de la mujer es un retrato. No es una cabeza ideal, no está escorzada como para desdibujar su identidad, sino que es evidentemente alguien.

Al parecer lo que aceptaba la gente es la deshumanización que supone retratar a la mujer siempre como cuerpo anónimo, que llega a un extremo con el cuadro de Courbet, y el rechazo surge cuando el cuerpo adquiere el significado de ser individuado.

Transgresiones indecisas

Es bastante increíble que sea noticia que una mujer se desnude delante de la feria de arte Art Cologne para poner huevos (una performance reciente); que otra nos informe que tiene vulva, o que un hombre se despoje de sus ropas en un museo de Florencia.

Esta capacidad del desnudo de ser noticia (en el sentido de estar naked) habla de la indecisión general que nos acosa. Es un acoso extraño, cargado de falta de ganas.

El desnudo (nude) se presentaba como la posibilidad de ver los cuerpos en un estado contracultural. En efecto, estar vestido señala roles y usos, necesidades y metas. Lo interesante es que en el mundo, ya no en el arte, estar desnudo señala lo mismo con mucha mayor intensidad.

En occidente uno se viste cada día sin ninguna necesidad, pero siempre se desnuda para algo. Para bañarse, para mantener relaciones sexuales, para que lo examine un especialista, para que lo maquille un funerario. El desnudo sin necesidad sigue siendo una transgresión. En tiempos de Bouguereau o de Veláquez o de Tiziano o de Courbet, incluso la representación del desnudo, si no estaba amparada por cierto ritual, era transgresora. No parece que la imagen, es decir, la representación del cuerpo desnudo siga en esta época siendo transgresora. Sin embargo, el arte actual tiene la oportunidad, a través de la indecisión entre el nude y el naked, de seguir transgrediendo. El cuerpo desnudo se convierte en representación, aunque no sepamos bien de qué.

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