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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          DEMOLER LO MEJOR DEL PAÍS

Me implota un bledo el cilindro

Carlos Rehermann

El aplauso y la implosión

Los cantantes de ópera son maestros del aplauso. El público bien dispuesto empieza a aplaudir, y los artistas empiezan entonces una especie de danza cuidadosamente calculada para estirar el aplauso hasta límites de locura. Contaba el zoólogo inglés Desmond Morris que el aplauso es una señal que sustituye un gesto de los primates que significa apoyo, solidaridad y amistad, y que, cuando la ocasión lo hace posible, consiste en palmear el hombro del compañero. Tres mil asistentes al teatro no pueden subir al escenario a palmear el hombro de la prima donna —cosa que de todas maneras no sería conveniente para su salud—, de manera que se aplaude. Una mano representa mi mano; la otra representa el hombro de la homenajeada. 

Una vez que un primate ha comenzado a palmear (el hombro o la otra mano), la cosa funciona como el sexo: si el compañero (en este caso el aplaudido) manifiesta interés, se sigue hasta el agotamiento de toda la energía disponible.

Golpear las manos también tiene otro significado, que ha dado origen a la palabra "explosión". Piense en lo primero que se le ocurre, amigo lector, cuando un perro se le acerca intempestivamente con ánimo mordedor. Como habrá observado, lo que ocurre es que golpea con violencia las manos. Este acto (el de expulsar ruidosamente un animal o una persona) era expresado, en latín, con la palabra explodere. Es que plaudere significaba "golpear con las manos" (de aquí, directamente, 'aplaudir').

Cuando se inventó la pólvora no se sabía cómo llamar a ese estruendo mortal de los cañones, y cuando las bombas incendiarias comenzaron a emplearse con asiduidad en la tarea esforzada de exterminar al prójimo pasaron muchos años sin que nadie diera nombre al asunto. Ocurría la desgraciada circunstancia de que quienes más aptos eran para calificar el fenómeno tenían la ocurrencia de morir en el acto innominado. Pero poco después de Waterloo alguien pensó que 'explosión', es decir, aquel ruido que expulsaba animales, era una buena palabra.

Caramba, dijeron algunos, si hay explosiones debe de haber implosiones. Y antes de que Hitler invadiera Polonia ya teníamos una nueva palabra, aunque no se sabía bien para qué usarla.

Demolición del castellano

Por supuesto, la demolición del llamado "Cilindro" de la ciudad de Montevideo no fue una implosión. Una implosión es lo contrario a una explosión. ¿Qué ocurre en una explosión? En cierto lugar se produce un aumento brusco de presión, por lo cual el lugar tiende a expandirse. Si el lugar es un frasco cerrado, por ejemplo (lo que vulgarmente se conoce como "bomba"), el lugar se rompe, sus trozos viajan a gran velocidad hacia las cabezas de las personas que andan cerca, y el resultado es un amasijo desagradable, que mancha la ropa y casi siempre es fatal. En una implosión ocurre lo contrario: en cierto lugar ocurre una disminución brusca de presión, por lo cual el lugar tiende a contraerse.

Imagínese ahora una bomba, el mismo frasco ya mentado, pero sin nada adentro. Nos metemos con el frasco en el océano y empezamos a hundirnos. Llega cierta profundidad en la que la presión exterior ejercida por el agua es tan grande que el frasco colapsa y se concentra en sí misma: implota. Introspección drástica del frasco: implosión.

Poner unos pedazos de explosivo plástico en unos agujeros perforados en el hormigón de un edificio, y después hacerlos explotar, de tal modo que el hormigón se rompa y el edificio se caiga, no es una implosión. Es simplemente una demolición.

¿Por qué se insiste en usar la palabra implosión en sustitución de demoler? ¿Misterios de la ignorancia ajena? Quizá intentos por desviar la atención del atropello que se está cometiendo. No pretendamos inquirir. Sería como preguntar por qué a un edificio se lo llama "arena". Sí, hay edificios que se denominan "arena". Pero en este caso se puede entender un poco la razón.

Más o menos cuando Shakespeare decidió dejar este mundo, es decir, poco después de comenzado el siglo XVII, empezó a usarse el término 'arena' para referirse a lugares de combate. Con el tiempo, cualquier espacio rodeado de gradas, como un circo romano (y no como eran los teatros en Inglaterra, patios sin asientos), comenzó a llamarse 'arena'. Como copiamos todo a los estadounidenses, nuestros lugares de espectáculos ahora se llaman 'arena'.

La empresa ANTEL  construirá un 'arena' (¿o una arena?) en el lugar donde antes estaba el edificio demolido. Luego de grabar en video la demolición y darle exhaustiva difusión, ANTEL comenzó a decir:

El futuro se construye con el trabajo del día a día. Por eso nos enorgullece saber que esto es solo el comienzo y que, desbordados de alegría y con mucha dedicación, continuaremos con las tareas para alcanzar el sueño de todos. Gracias! [sic]

También dijo ANTEL, como si la demolición de un edificio fuera una experiencia estremecedora que marcará para siempre el espíritu de quien la contempla:

Por cada uruguayo que vivió este día histórico, hay un recuerdo único. […] La emoción es de todos. […] Empezamos a vivir el sueño de todos.

Es bastante notable cómo romper algo puede ser mencionado como un acto de construcción, o cómo hacer literalmente polvo el resultado del trabajo de lo mejor de la inteligencia uruguaya desborde a alguien de alegría.

Qué era el cilindro

En 2013 el gobierno de la ciudad de Nueva York dio un plazo de diez años a los administradores del Madison Square Garden para que lleven a cabo su demolición. El edificio ocupa un lugar que la ciudad necesita para ampliar la estación de ferrocarriles Pennsylvania.

Desde 1968, el Madison Square Garden fue el principal estadio cerrado y centro de espectáculos de Manhattan, y quizá el estadio cerrado más famoso del mundo.

  
El techo del Madison Square Garden es una estructura colgante de hormigón armado, una original solución constructiva que los ingenieros estadounidenses copiaron del techo del edificio de la ciudad de Montevideo diseñado y construido diez años antes, conocido como "El cilindro" y que se había hecho famoso entre los ingenieros civiles de todo el mundo.

El edificio neoyorkino fue sede de conciertos históricos y peleas de box celebérrimas, y para millones de amantes del box y del básquetbol su demolición será una pérdida simbólica muy importante.

El Cilindro de Montevideo fue ideado por una de esas mentalidades que a veces da Uruguay y que probablemente es parte de lo que nos hace especiales. Quiero insistir en decir que nos hace, quiero sentirme dentro de ese Uruguay juguetón y genial. Me meto de contrabando en el bolso de Leonel Viera, el ingeniero que nunca se recibió, quizá porque le molestaba perder tiempo. Si ya sabía lo que quería ¿para qué andar dando el último examen?

La idea de Viera fue hacer un techo sin ninguna estructura auxiliar, con poco material, y radicalmente eficiente, es decir, que aprovechara las cualidades más extremas de los materiales empleados, hormigón y acero. Todos hemos visto como se hace un techo de hormigón: hay que hacer un molde (el encofrado), sostenerlo con una cantidad de columnas provisionales (los puntales) y después de endurecido el material, retirar toda la parafernalia. Viera hizo un techo que se sostenía a sí mismo desde el principio prácticamente sin necesidad de encofrados ni puntales.

Primero construyó los muros de 18 metros de altura, en cuya parte superior había una viga de hormigón armado de la que colgó una red hecha de varillas de acero. Esta red tenía líneas radiales como una bicicleta, que terminaban en un aro central de acero.

Cuando estuvieron regulados los radios para que midieran exactamente lo mismo, y nivelado el aro central, se puso, en los espacios que quedaban entre los cables, unas losetas de hormigón que habían sido fabricadas poco antes. Había una loseta para cada espacio entre barras. Puestas así las losetas, se colocó sobre cada una de ellas una pila de ladrillos. El peso de los ladrillos hizo  que la estructura de acero cediera, bajara un poco. La forma que adquirió la superficie con  sobrepeso es la forma exacta que adquiere una cúpula, pero al revés. Las juntas entre las losetas se llenaron con hormigón, que se dejó fraguar, y cuando esto hubo ocurrido, se retiraron los ladrillos. El acero quiso volver a su posición original, pero las juntas de hormigón y las losetas, ahora convertidas en una cáscara sólida, se lo impidieron. El hormigón se comprimió para recibir el empuje de los cables intentando volver a su posición original. Esas fuerzas de tensión (resistidas por el acero) y de compresión (resistidas por el hormigón) circulaban por los escasos cinco centímetros de espesor de la cáscara así construida.

Por primera vez en la historia de la humanidad, una cúpula a compresión como la del Panteón de Roma o la de Santa María de las Flores en Florencia, pero del doble de diámetro, estaba patas arriba y no necesitaba contrafuertes ni muros de gran espesor para sostenerla.

Claro que el Cilindro tenía problemas. Como el Panteón, tenía un agujero central (que en el edifico romano sirve de fuente de luz), pero la forma de cúpula invertida del Cilindro convertía al techo en un enorme embudo que acumulaba grandes cantidades de agua. Había que desagotar toda esa agua, y ese era el principal problema de mantenimiento del edificio. Nada del otro mundo, comparado con las ventajas.

No es posible que nadie haya informado a las autoridades de ANTEL y de la Intendencia de Montevideo que el Cilindro era uno de los edificios más importantes de toda la historia del país. No tanto por su belleza formal, porque fue cárcel política o porque se jugó un mundial de básquetbol, sino porque representaba lo mejor de la creatividad, la inteligencia y temeridad uruguayas. No es posible que las autoridades no estuvieran al tanto, porque mucha gente sabe de la importancia de la obra de Viera, y mucha más sabe de la importancia de estimular el surgimiento de gente como Viera, de conservar esa clase de obras para dar confianza a las personas de que lo que hacen por su país será correctamente valorado.

Pero las autoridades creyeron que es mejor emplear idiotismos como "implosión" para impresionar a la turba y después convertir la torpeza en festejo francamente delirante con retahílas de boberías inanes como desbordados de alegría, este día histórico, la emoción es de todos, el sueño de todos.

Con la demolición matamos a Viera y a muchos más, incluso a los autores del fantástico y electrificadamente revolucionario arena que nos brindará con esfuerzo denodado y alegría histórica sin fin ANTEL, que no dudarán, espero, en dar lo menos de sí, porque en cualquier momento se lo demolerán con una implosión triunfal.

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