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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


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          EL HORROR DE LA OBEDIENCIA

Preparándonos para la batalla

Carlos Rehermann

Dos espantosas leyes, firmadas por un militar golpista que usurpó durante algunos años la presidencia de Uruguay, llamado Alfredo Baldomir, sirven hoy al ministro de defensa nacional para invadir el espacio que Alicia encontró del otro lado del espejo. Se trata de la Ley de instrucción militar, fechada en 1940, y la Ley de defensa pasiva, dos años posterior. La primera establece un prolijo número de instrucciones para convertir un ser humano en zombi. La segunda presenta la idea de orden social propia de un orate con síndrome obsesivo compulsivo.

Según un artículo publicado en el semanario Búsqueda el 9 de mayo de 2013, “el Ministerio de Defensa entiende que Uruguay no está preparado para enfrentar con eficiencia una catástrofe, y por eso comenzó a estudiar si es viable llevar a la práctica la legislación disponible”. El ministro de defensa dijo a Búsqueda que “incluso vamos a desarrollar nuestra propia industria militar”. ¿Qué quiso decir el ministro con una frase tan enigmática? Tradicionalmente la industria bélica es resultado de un aparato industrial sofisticado y casi invariablemente autosuficiente, algo que en Uruguay no existe. Pensar en una industria militar nacional es un despropósito práctico. Pero incluso si ocurriera un milagro y naciera la industria uruguaya, ponerse a fabricar insumos bélicos sería un retroceso ético.

Según el mismo semanario, el Director de Formación del Ministerio de Defensa dijo que “es necesario que la nación debata estos temas, porque si no son comprendidos luego es muy difícil llevarlos al plano operativo”.

La manera de construir la frase muestra a las claras que el debate al que invita el Director de Formación es en realidad un simple proceso de aleccionamiento: debemos “comprender” estos temas para que puedan ser llevados por la milicia a un “plano operativo”. Es la idea que un militar puede tener de “debate”: convencer buenamente a alguien de que no tiene razón. O, con una frecuencia mayor, convencerlo malamente. Es que esa gente anda armada, no hay que olvidarlo. A quien tiene porte de armas no se le puede pedir que tenga una idea clara de lo que es un debate.

El Director de Formación explica que “todos los países serios […] se plantean estos temas y los resuelven”. De inmediato pone ejemplos de “países serios”: Vietnam, Cuba, Israel, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos. El experto ministerial se acerca peligrosamente a un estado psicopático al comparar países con vocación bélica, fundados bajo fuego, invasores e invadidos, con Uruguay. Es cierto que Uruguay fue durante mucho tiempo (un siglo, hasta Masoller) un territorio en guerra. Pero no parece razonable comparar aquel desierto salvaje con el país que ahora somos.

Luego el Director de Formación dice algo que nos permite vislumbrar su manera de ver el mundo: “[el planteo de estos temas] nada tiene que ver con socialistas o liberales, católicos, protestantes, etcétera”.  La frase desnuda un pragmatismo apolítico en el peor sentido posible. Esa manera de pensar se basa en una lógica en la que no interesa la verdad, sino el hecho de que siempre hay dos bandos, y de ahí necesidad de tener fuerzas armadas listas para la acción. Hoy para darle a los católicos, mañana a los liberales, pasado a los anarquistas. ¡Habrá balas para todos, y además made in Uruguay!

No se le puede pedir otra cosa, y en el fondo uno termina por sentirse inclinado a aceptar que siga existiendo algo tan poco recomendable como un ejército, al menos para que mentalidades semejantes puedan encontrar un lugar donde liberar sus pulsiones. ¿Pero por qué el ministro de defensa siente la necesidad de convertir a toda la población en milicia? Manifestó a Búsqueda que comparte la imagen que se encuentra en las hórridas leyes que ahora quiere rescatar del olvido: “el pueblo reunido y armado como en la época de Artigas”. El pueblo armado ¿para qué?

Es mejor el castigo

La ley sobre instrucción militar dice:

Artículo 9º.- La instrucción Militar comprende:

A) La instrucción de gimnasia pre-militar para los jóvenes de diez a dieciocho años de edad.

B) La instrucción de tiro y la gimnasia tendiente al mejoramiento físico de los reservistas del Ejército, la Marina y la Aeronáutica.

C) El fomento, para los voluntarios contratados del atletismo intensivo y de los juegos de riesgo con fines de educación militar.

D) La instrucción de los cuadros.

E) La instrucción colectiva de las unidades.

Las primeras deben considerarse como preparatorias de la instrucción colectiva de las unidades, que resume toda la instrucción militar.

Artículo 10º.- Los ciudadanos que cumplan dieciocho años de edad y pasen a integrar la Reserva Activa recibirán, durante tres años consecutivos, instrucción física y militar intensiva, en la que se emplearán de ciento sesenta a cuatrocientas ochenta horas por año.

Cuando dichos ciudadanos cumplan veintiún años y hasta que tenga treinta, sólo estarán obligados a concurrir a las maniobras anuales a que se refiere el artículo 16.

Es decir que en vez de entrar a la universidad, los jóvenes deberán pasar tres tenebrosos años, quizá los más vitales y provechosos de sus vidas, aprendiendo a blandir armas con la finalidad de prepararse para una catástrofe.
Tiene un alto grado de belleza el castigo que se impone a quienes traten de evadir la honorable responsabilidad de aprender a matar al prójimo:

Artículo 21º.- Todo ciudadano que gestione dolosamente su excepción a la instrucción militar, será destinado por el término de tres meses, a prestar servicios en una unidad del Ejército o de la Marina.

Es decir, si uno trata de evadir tres años de instrucción, lo castigan con tres meses de lo mismo. Inteligencia militar, diría Groucho Marx.

Disciplina versus obediencia

El Director de Formación explica que “para enfrentar una contingencia hay que  estar preparado con algún tipo de organización desde el Estado para poner a funcionar todas las capacidades de la nación”.

¿Por qué alguien en su sano juicio creería que las fuerzas armadas son capaces de poner a funcionar todas las capacidades de la nación? ¿De qué capacidades está hablando? ¿Qué capacidades adquiere un joven al que se le priva de una vida civilizada entre los 18 y los 21 años? ¿Por qué las “catástrofes” y las “contingencias” que imagina el Ministerio de Defensa requieren la presencia de rebaños armados?

En un programa de radio El Espectador emitido el día siguiente a la publicación de la noticia, el escritor Carlos Maggi expresó una idea extravagante pero recurrente en nuestra sociedad. Dijo: “Yo pienso que una dosis mínima de disciplina aplicada en una sociedad anárquica como es el Uruguay actualmente sería un progreso”. Se refería a la disciplina que existe en una institución militar.

  
Es curioso, pero al mismo tiempo muy afín a estos tiempos, que un artiguista como Maggi piense que la disciplina tiene más que ver con la obediencia ciega que con la educación. Está claro que cuando Artigas pronunció “sean los orientales tan ilustrados como valientes”, no pensaba en la necesidad de aumentar la valentía de sus tropas de fieros combatientes, sino la ilustración.

La disciplina se opone a la obediencia. Disciplina, como derivado de discípulo, hace principal referencia a la enseñanza. En su función como sustantivo, disciplina significa arte o ciencia. En tanto actitud, la mejor disciplina no es la que reacciona al castigo —que es la única que entiende el militar—, sino la que sigue la convicción propia en pos de una meta autoimpuesta.

Disciplina tienen, especialmente, los estudiantes universitarios que insisten en aprender a pesar de que sucesivos ministros, presidentes y directores municipales de cultura se burlen una y otra vez de quienes no saben manejar un tractor o nunca plantaron papas. Solos, en largas jornadas que duran el triple que las de los soldados de nuestro ejército, pelean contra le ignorancia y la vencen sin disparar un tiro. Sufren, sí, a veces, las catástrofes y las contingencias ocasionadas por la milicia: la tortura, el asesinato y la prisión. Y con frecuencia logran superarlas, porque tienen disciplina. El resultado de la disciplina del estudiante se conserva, se trasmite y se amplifica, pero el resultado de la obediencia militar es apenas un taconeo obsesivo y sin sentido, que termina en cuanto el ojo del oficial se desvía de la tropa.

La obediencia es la pieza clave de los ejércitos. Tiene que ser así, porque lo que se le ordena al soldado, lo que da sentido a la existencia del ejército, es que salga a hacerse matar.

La obediencia es muerte.

Es mejor no pensar demasiado en el significado de esa idea oscura del Ministerio de Defensa que pretende convertir a toda la población en soldadesca.

Sean los orientales tan bonitos como valientes

Para ingresar a la escuela militar de aeronáutica hay que ser bonito. No es broma. Un decreto presidencial del año 2002 establece 21 motivos relacionados con la estética que impiden desarrollar la meritoria y esforzada vocación por el bombardeo. Estos son:

1.     El vitiligo que afecte la estética.
2.     Los tatuajes que por su tamaño, ubicación, simbolismo, alteren la estética.
3.      Las ulceraciones extensas o crónicas que afecten la función o la éstética.
4.      Las cicatrices que dificulten la actividad específica o afecten la estética
5.      Toda otra afección o lesión de la piel y sus anexos que perturbe cualquier función o afecte la estética.
6.  Las exostosis o deformaciones craneales que alteren la estética o dificulten el uso de equipos del uniforme.
7.   El prognatismo o micrognatía que afecten la estética.
8.  Cualquier otra afección o lesión del cráneo o cuello que altere el funcionamiento de los órganos propios o la estética.
9.   Las alteraciones marcadas de los ejes de la columna vertebral (cifosis, escoliosis y lordosis) que afecten a la estética o a la dinámica postural.
10.  Toda otra afección de la columna vertebral que perturbe la función de la misma o la estética.
11.  Toda otra afección de los huesos que perturbe la función de los mismos o la estética.
12.     El acortamiento de un miembro en más de 2 cms o que altere la estética o dinámica.
13.   Toda otra afección o lesión de los miembros inferiores que perturbe la función de los miembros o la estética.
14.   Deformaciones congénitas o accidentales de las partes blandas de la boca que afecten cualquier función y/o la estética.
15.   Prótesis que a juicio del tribunal odontológico no reúnan las condiciones mínimas de funcionalidad y estética.
16.   Se podrá excluir de causa de no aptitud la agenesia de incisivos laterales o la inclusión de una pieza anterior cuando la alineación de las piezas dentarias sea funcional y estéticamente buena y sin brechas.
17.   Labio leporino no reparado quirúrgicamente y que afecte la estética y la fonación aún en grados leves.
18.   Todos los casos que cumpliendo con los requisitos de aptitud tengan a juicio del tribunal odontológico cualquier deficiencia que afecten la estética.
19.   Las modificaciones del volumen, forma o aspectos de la nariz que desfiguren la estética.
20.   La perforación del tabique nasal que provoque marcada disfunción o afecte la estética.
21.  Las malformaciones, deformaciones, fracturas mal consolidadas, vicios congénitos o adquiridos, que perturben la función de un órgano o aparato que afecten la estética.

Es realmente conmovedor el detalle de que las fuerzas armadas aeronáuticas tengan un tribunal odontológico apto para realizar juicios estéticos. Y para muchos debe de ser agradable pensar que sus oficiales superiores los encontraron bonitos a la hora de permitirles el ingreso. ¡Un futuro promisorio de agradables ratos en compañía de bonitos compañeros de cucheta!

En la Alemania nazi (uno de los países “serios” del experto ministerial) la apariencia también era importante. Un arquitecto de nombre Paul Schutze explicó en un libro célebre el ideal ario del Führer, cuyos soldados procedieron luego a limpiar el mundo de gente fea. No es sorprendente que las instituciones armadas defiendan obsesivamente, ahora como entonces, en países “serios” o como el nuestro (¿cómico? ¿risible?), las apariencias.

Una obsesión que permite entender por qué desde hace treinta años algunos de sus miembros aparentan no saber nada acerca de los asesinatos que cometieron, o de la gente que ¡ups! se les cayó de los aviones.
 

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