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ISSN 1688-1672

 



MERELLO, TITA - SARLI, COCA - BÓ, ARMANDO - CARNE

Glamour*

Mario Ferrari Brown

La escena culminante, más tocante y toquetona, es cuando la Coca, raptada, plagiada por unos machistas bastardos en el "mionca de la carnaza", como una res, les dice convincentemente: "¡¿Otra vez!? ¡¿Es que Ustedes no tienen madre!?"


Hay dos minas incomparables en la extensa y variada filmografía argentina: la apolínea Tita Merello y la dionisíaca Coca Sarli. Dos registros diferentes de la garra actoral. La Merello como arquetipo que encarna una difícil: sainete, melodrama, canyengue, drama de barrio que se subleva en el hondo y bajo fondo.

Se dice de mí, se dice de mí, que soy chueca y que camino a lo malevo... nadie canta esas estrofas como ella, mina digna y de una estirpe hard, no tiene doble, no hay otra. No habrá otra igual a Filomena Marturano.

¿Y quién no se acuerda de aquella parejita simpática: Leonardo Favio y Elsa Daniel? La Daniel era un melocotón, bonita misma, tiernita. En el cine de los sesenta esa rubiecita bonita e íntima, agitaba las ansiosas pasiones. Era la típica novia franela, amorosa y suave como un jazmín.

Otra mina que quemaba cabezas era la famosa y legendaria puntaesteña piel de verano (con Alcón): Graciela Borges. Voz de terciopelo áspero, ojos melazas y profundos. Linda mina.

Un alma del paraíso en un cuerpo del infierno

Pero es con una lágrima en el rostro, emocionado, estimado lector o mejor dicho, caníbal lector, que estoy asociando recuerdos inolvidables de aquellos memorables filmes, del nunca bien recordado Armando Bó, con la expresiva actriz picaresca, Isabel (Coca) Sarli. Filmes que agitaron las pasiones más desenfrenadas para aquella hipócrita época del oscuro moralismo reaccionario.

¡Qué peliculones, qué argumentos Robe-Grilletianos, qué escenas llenas de pasión! Fueron el más bello kistch jamás producido. Ni siquiera las películas de Chango producciones llegaron a ese nivel de perfección de lo inefable. Grande Armando y Coca.

Carne, carne, carne, expresiva metáfora de la más desenfrenada lujuria que despierta la inocente y subyugante Coca. La escena culminante, más tocante y toquetona, es cuando la Coca, raptada, plagiada por unos machistas bastardos en el "mionca de la carnaza", como una res, les dice convincentemente: "¡¿Otra vez!? ¡¿Es que Ustedes no tienen madre!?" Qué gestos modula ese rostro escarnecido por la lujuria, en el imposible ocultamiento de su bello y sutil cuerpo que mesmeriza a esos bastardos machistas. Fiebre, trueno, lujuria descocada, quema cabezas, encarando el ojo fisgón y naif de la cámara oculta. El cine naif jamás logrado.

¿Actor's Studio, Grotowski en quechua, Stanislawski...? No. Es la suculenta, rebotona e insuperable Coca Sarli. Es el mensaje más profundo sobre las pasiones que agitan la atribulada alma humana, pastiche genial, en la pureza del alma rodeada por la lujuria. Heroína pura, Coca, un alma bella encarnada en un cuerpazo dionisíaco que soporta el manoseo en reiteración real, pero demostrando en su rostro la bondad que adorna a una buena mujer.

Su alma enfrenta el envilecimiento oscuro, con la radiante simplicidad de su gesto. Es única en su género y permanecerá en toda retrospectiva. Roger Corman y Armando Bó, dos cineastas que trabajaron para el cult. Explicitación del naif, en forma única y profesional, utilizando el sepia, lo cómico en el drama, textos de hondura memorable recuerdan elocuentemente, por su redundancia bien lograda un mensaje tan profundo que no se entiende.

Dígase de una vez: la Coca Sarli merece una arquelogía del saber.


*Publicado originalmente en La república de Platón, Nº7

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