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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



INFANCIA - AMÉRICA LATINA - POBREZA - INFANTILIZACIÓN DE LA POBREZA EN AMÉRICA LATINA - MORTALIDAD INFANTIL -

Riesgos, oportunidades y vulnerabilidad de la infancia en América Latina (II)*


Fernando Filgueira

Costa Rica, Panamá y en menor medida Chile, muestran que es posible disminuir los riesgos infantiles más allá de los parámetros de riqueza y desarrollo humano agregado. Brasil, por el contrario, muestra que los niveles de riqueza y aún de desarrollo humano, no son garantía alguna de minimización de contextos familiares de riesgos para los niños


C. La construcción de un índice de vulnerabilidad de la
infancia

Como se señalara en el capítulo dos, la mortalidad infantil es la expresión más extrema, y también la más trágica, del riesgo infantil. Ahora bien, muchos de los niños que sobreviven su primer año de vida pasan a enfrentar un conjunto de pasivos que, eslabonados en el tiempo, se despliegan a lo largo de su ciclo vital y que, de no ser eficazmente eludidos o compensados, pueden hipotecar su futuro incrementando las chances de seguir acumulando pasivos. En este sentido la documentada asociación entre problemas nutricionales y de psicomotricidad, y el efecto de estos pasivos en las capacidades de aprendizaje futuras del niño, delimitan el derrotero más estilizado y claro de la vulnerabilidad infantil. El índice que aquí se propone pretende capturar estas dimensiones y constituye, de alguna manera, una versión del índice de pobreza humana ajustado a la infancia. Para la construcción de este índice se incluyó(3):

a. la tasa de mortalidad infantil: esta medida constituye una de las de mayor confiabilidad en materia comparada y su consideración resulta pertinente ya que uno de los componentes del índice de riesgo que presentaremos más adelante (el riesgo materno infantil) debe presentar una asociación robusta con mortalidad.

b. el bajo peso a los cinco años. Se espera que este indicador exhiba una fuerte relación con el riesgo nutricional.

c. el rezago y abandono escolar. Se mide como el porcentaje de niños de 14-15 años que no completaron seis años de estudio y el porcentaje de niños de 8 y 9 años que ya habían abandonado el sistema educativo. Estos indicadores permiten captar tanto el rezago como el abandono, combinando parámetros de diferente exigencia y para diferentes etapas del ciclo vital.

Como era de esperar, el índice de vulnerabilidad construido en base a los indicadores recién descritos guarda una importante relación con los indicadores e índices tradicionales de bienestar y pobreza. En particular, y como se desprende del Gráfico 8, su comportamiento se ajusta al del índice de Desarrollo Humano. Esta significativa asociación con el índice de Desarrollo Humano brinda un importante respaldo a nuestro intento de construir un símil para la
infancia del índice de pobreza humana -nuestro índice de vulnerabilidad infantil- y justifica posteriores esfuerzos para poner a prueba su confiabilidad y validez

Grafico 8: Relación entre el índice de desarrollo humano y el índice de vulnerabilidad infantil. Países de América Latina. Circa 1997
 
Fuente: Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile, 2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N° 62, América Latina: Proyecciones de Población, 1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid, 2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva York, 2000.


Por otra parte, también esperamos que el índice de vulnerabilidad infantil muestre una asociación con la riqueza nacional, aun cuando en este caso anticipamos una mayor independencia que en el caso del IDH. Esa cuota de independencia sería consistente con nuestro análisis anterior de las
relaciones entre riqueza y pobreza infantil, así como con las conclusiones de numerosos estudios que han corroborado la relativa autonomía con que se mueven las medidas de desarrollo humano con respecto a los indicadores de la riqueza nacional. Como puede observarse en el Gráfico 9 los resultados son, aquí también, alentadores.


Grafico 9: Relación entre el producto interno bruto per cápita y el índice de vulnerabilidad infantil. Países de América Latina, circa 1997.
 
Fuente: Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile, 2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N° 62, América Latina: Proyecciones de Población, 1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid, 2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva York, 2000.

A modo de ilustración de lo señalado anteriormente en relación a la mayor independencia esperable entre niveles de desarrollo humano -especificado en este caso en relación a la infancia- y riqueza, el Gráfico 9 muestra instancias que se desvían fuertemente respecto a una correlación perfecta. Tal es el caso, por ejemplo, de países que habiendo alcanzado niveles de riqueza (PBI per cápita) similares, como Brasil y Costa Rica, presentan diferencias muy notorias respecto a sus índices de vulnerabilidad de la infancia.

Con estos antecedentes, a continuación pasamos a enfrentar el doble reto que implica explorar la viabilidad de construir un índice de riesgo con la información disponible, y poner a prueba cuanta mejoría aportan a nuestra comprensión de las variaciones en la vulnerabilidad infantil, más allá de la explicación que proveen los indicadores tradicionales.

D. Contexto familiar y riesgo infantil: hacia la construcción de un índice de tercera generación

Hemos recorrido América Latina desde su estructura de oportunidades promedial, desde sus indicadores de pobreza y desde sus logros en términos de la reducción de la vulnerabilidad infantil. Es el momento de elevar la apuesta y enfrentar el desafío que más nos interesa. ¿Es viable y útil construir un sistema de indicadores que procure representar la configuración de los riesgos infantiles a partir de un análisis de los portafolios de recursos que poseen sus familias? Una adecuada evaluación de este desafío requiere definir sus parámetros de exigencia:

a. Las medidas a considerar deben incorporar más de una dimensión de los activos familiares. En caso contrario, estaríamos simplemente reproduciendo indicadores ya utilizados y otorgándoles simplemente otros nombres.

b. Las medidas o indicadores considerados deben tener un efecto sobre resultados en el bienestar del niño y, en lo posible, deben alcanzar una mayor capacidad predictiva que los indicadores simples tradicionalmente utilizados.

c. La consideración agregada de los indicadores de riesgo debe permitir la construcción de un índice de riesgo que se relacione positivamente con un índice de vulnerabilidad de resultados en la niñez. Dicha relación debe agregar varianza explicada a los modelos de análisis que tradicionalmente consideran el PBI, la pobreza o el desarrollo humano como los predictores más adecuados del bienestar infantil.

La construcción de un índice de contexto familiar de riesgo

La forma en que nos abocamos a la tarea de desarrollar un sistema de indicadores de tercera generación implicó, en primer lugar, rastrear en las diversas publicaciones internacionales datos, índices e indicadores que pudieran combinarse, o estuvieran combinados, y validar los mismos mediante su correlación con los resultados esperados. De este modo, se construyeron o seleccionaron tres indicadores de riesgo infantil que combinados conformaron nuestro Índice de Contexto Familiar de Riesgo(4):

a. Riesgo materno infantil: El riesgo materno infantil en un país determinado se define a partir de la proporción del total de las mujeres de entre 20 y 24 años que tuvieron hijos antes de los 20 años y cuyo nivel educativo es menor a seis años. Este indicador incorpora, por un lado, la maternidad adolescente como factor de riesgo en tanto se asocia a precariedad familiar y a monoparentalidad y, por ende, a situaciones de relativamente bajo capital social y débil capacidad de trasmisión de activos, o de protección del niño frente a pasivos. A ello se le suma el bajo nivel educativo de la mujer como atributo tradicional de capital humano, al tiempo que también identifica una temprana desafiliación institucional de la mujer de una esfera estructuradora y promovedora de capital social como es el ámbito educativo. Esta configuración de riesgo, y su extensión en un país dado, debiera captar adecuadamente la vulnerabilidad vital del niño en sus primeros años de vida. Esperamos por ello una importante correlación de dicho indicador con la mortalidad infantil y con la mortalidad a los cinco años.

b. Riesgo Nutricional. Este indicador, tomado directamente del Panorama Social de la CEPAL, se define combinando el capital físico y educativo de las familias en donde viven los niños de entre 0 y 1 año. El mismo se construye entonces como la proporción de niños entre 0 y 1 año que se encuentran en hogares cuyo ingreso no supera el 75% de la línea de pobreza y donde el clima educativo del hogar es menor a seis años. Nuevamente esta combinación de bajos ingresos y baja educación conspira contra la salud del niño especialmente en la capacidad y efectividad con que la familia traduce sus pobres activos físicos en alimentación adecuada. Esperamos por ello que el grado en que esta situación se hace presente en un país determinado se correlacione con indicadores nutricionales.

c. Riesgo educativo. Tomando en cuenta una metodología para la elaboración de un índice sobre este tema ya elaborada por la CEPAL y presentada en su Panorama Social, el IPES denomina riesgo educativo a su aplicación a categorías etareas específicas. Este se define como el porcentaje de niños y adolescentes que viven en los hogares del 40% más pobre y cuya clima educativo no supera los seis años. Los datos presentados en el Panorama Social de la CEPAL definen dos tramos etareos a los que se les aplica el mismo criterio de categorización. Así accedemos a sendos indicadores de riesgo educativo construidos de igual manera pero para etapas diferentes en el ciclo vital: niños entre 0 y 5 años, y niños y adolescentes entre 6 y 14 años. Esperamos que dicha configuración de riesgo prediga en forma adecuada los niveles de rezago y abandono escolar presentes en los países.

Comparando los resultados que se presentaron en gráficos anteriores sobre la relación entre diversos índices y el índice de vulernabilidad infantil, con los que se presentan en el Gráfico 10, se puede apreciar que si bien el conocimiento de los niveles de desarrollo humano, de pobreza de los hogares y de la riqueza de las naciones contribuye a nuestra comprensión de las variaciones de la vulnerabilidad infantil, el índice de riesgo infantil aquí construido permite una mejor comprensión y predicción de los problemas básicos del bienestar infantil.

Grafico 10: Relación entre índice de riesgo infantil y de vulnerabilidad infantil. Países de América Latina, circa 1997.
 
Fuente: Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile, 2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N° 62, América Latina: Proyecciones de Población, 1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid, 2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva York, 2000.

Asimismo, y esto puede constituir un importante hallazgo, si bien el índice de vulnerabilidad presenta, como hemos visto, una importante asociación con las medidas tradicionales de bienestar -en especial la medida de desarrollo humano- , el índice de riesgo, que como se pudo apreciar es el que predice mejor el nivel de vulnerabilidad infantil, tiene la virtud adicional de desplegar una serie de espacios para intervenciones dirigidas a mejorar las oportunidades de acceso al bienestar de los niños, cada uno de los cuales es relativamente autónomo respecto a la riqueza nacional, y aún a los niveles de desarrollo humano (Ver gráficos 11 y 12).

En términos simples, esta propiedad del índice tiende a subrayar la existencia, fuera de la dinámica de los mercados, de márgenes importantes de maniobra para elevar el bienestar de la
infancia. O en otras palabras, que la riqueza y el desarrollo humano no determinan necesariamente los riesgos infantiles. Costa Rica, Panamá y en menor medida Chile, muestran que es posible disminuir los riesgos infantiles más allá de los parámetros de riqueza y desarrollo humano agregado. Brasil, por el contrario, muestra que los niveles de riqueza y aún de desarrollo humano, no son garantía alguna de minimización de contextos familiares de riesgos para los niños.

Grafico 11: Relación entre índice de desarrollo humano e índice de riesgo infantil. Países de América Latina, circa 1997.
 
Fuente: Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile, 2000; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid, 2000.

Grafico 12: Relación entre el producto bruto interno per cápita y el índice de riesgo infantil. Países de América Latina circa 1997.
 
Fuente: Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile, 2000; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid, 2000.

En muy apretada síntesis, esta primera construcción y puesta a prueba del índice de riesgo parece sugerir que, aun reconociendo la utilidad de las medidas de riqueza, desarrollo humano y pobreza, las mismas carecen de ingredientes claves para una mejor predicción y comprensión del fenómeno de la pobreza infantil y de la infantilización de la pobreza que este índice si provee. Ello permite confiar que con tiempo, y recursos que posibiliten someter este índice a pruebas progresivamente rigurosas en cuanto a su consistencia interna, confiabilidad y validez, se logre obtener como resultado una medida que actúe como un monitor que advierta, guíe y oriente acciones eficaces para enfrentar el desafío del bienestar de los niños.

Notas:

(3) Para una descripción detallada de los componentes, ponderación y cálculo del índice de vulnerabilidad ver el apéndice metodológico. Para los resultados y ordenamiento de países resultante ver el apéndice estadístico.
(4) Para el detalle técnico de la construcción de este índice y para sus resultados en lod diferente países ver apéndice metodológico y estadístico respectivamente.

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