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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




GLOBALIZACIÓN - GLOBALIZACIÓN TECNOLÓGICA - BARBER, BENJAMÍN - MARCUSE, PETER - SMITH, ADAM -

Tecnología: sacudiendo las estructuras de la sociedad*

Guía del Mundo
En sucesivos informes de desarrollo humano realizados por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), se puede ver cómo la relación económica entre los países ricos y pobres se acrecienta cada día más. En las últimas dos décadas, la inequidad en el ingreso ha empeorado en 33 de los 66 países en vías de desarrollo


Algunas personas creen que la globalización actual es el fruto de la revolución tecnológica, pero otros mantienen que la misma es el resultado de otra revolución, no sólo tecnológica, sino institucional, ideológica y organizacional. La globalización tecnológica es también conocida como la Tercera Revolución Industrial.

La actual globalización es, para muchos, el fruto de la revolución tecnológica, aunque también están los que afirman que la globalización es, a su vez, el resultado de otras revoluciones, institucional, ideológica y organizacional; todas ellas apoyadas en lo que han llamado la "santa trinidad" del mundo moderno: liberalización, desregulación y privatización. Es claro que sin estos tres elementos nunca se hubiese producido la revolución tecnológica. De la misma manera que sin la revolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), los fenómenos de liberalización, desregulación y privatización no habrían ocurrido.

Tecnología se define como “el uso del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible”. El término incluye todas las tecnologías de la información, la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones, la optoelectrónica (fibras ópticas y transmisión por láser), incluso la ingeniería genética. Ha sido en cuestión de dos décadas (1970-1990) que las tecnologías han sufrido una gran revolución. Todos estos avances técnicos o esta llamada "revolución tecnológica" se ha logrado gracias a una madurez epistemológica, institucional, industrial; una nueva mentalidad económica y sobretodo, la presencia de agentes dispuestos a aprender a utilizar estos nuevos avances. Estas circunstancias han provocado la elaboración de nuevos materiales, el hallazgo de nuevas energías y la mejora en las técnicas de fabricación. Este es el contexto necesario para una revolución tecnológica.

El proceso de liberalización, desregulación y privatización tomó impulso cuando Estados Unidos comenzó a utilizar la revolución tecnológica para aumentar la rentabilidad del capital, cuyos beneficios habían comenzado a bajar en los años 1960. A principio de los años 1970, Japón y Europa Occidental prosiguieron esta lógica de innovación tecnológica con el objetivo de aumentar la tasa de beneficios del capital. Desde entonces, de estas armas de las se han servido estos países para establecer la primacía de fuerzas económicas bien definidas. Por esto es que algunos autores, como el politólogo estadounidense Benjamin Barber, afirman que la globalización actual es el resultado de la demostración del poder imperialista de Estados Unidos.

Según Peter Marcuse, profesor de planeamiento urbano de la Universidad de Columbia, el vínculo entre los avances tecnológicos y la concentración del poder económico no es algo irremisible. La computarización, la agilización de las comunicaciones, merced a los avances en la tecnología de la información, la capacidad de ejercer e irradiar el control desde un centro a los cinco continentes, la creciente rapidez y eficacia del transporte (tanto de bienes como de personas), las facilidades de flexibilidad de la producción, y la automatización de las tareas rutinarias son de facto esenciales para el aumento sustancial de la concentración del poder económico del que hoy somos testigos, afirma Marcuse.

Los avances en la tecnología podrían traducirse en que la misma cantidad de bienes útiles y servicios se pudieran producir con un menor esfuerzo o que, con el mismo esfuerzo, se pudiera producir más. En cualquiera de los casos, todos saldríamos ganando, ya que o bien trabajaríamos menos, o tendríamos más. Pero la tecnología está en manos de aquellos que detentan el poder y la usan para incrementarlo. Según Marcuse, hay que prestar atención al uso de la tecnología para trastocar el equilibrio del poder entre las clases y no a la tecnología en sí, despojada de su aplicación.

Muchos de los descubrimientos de hoy no están destinados a mejorar las condiciones de la producción, sino a apropiarse del avance tecnológico. Las empresas prefieren el cambio tecnológico generado en los laboratorios al proveniente del aprendizaje de los trabajadores. La confrontación tecnológica deja sin piso el principio de mano invisible, sustentado por Adam Smith; el desplazamiento de los rivales de menor tamaño significa un poder monopólico. Quien consiga avance queda en posición de privilegio para sacar a los competidores y tomarse el mercado para emplear prácticas monopólicas. Su prioridad no es producir en la forma menos costosa sino dejar la tecnología en sus casas matrices.

Los avances de la aviación, Internet y la farmacéutica, en cierta forma, han generado consumos que antes no existían y que están dirigidos a los sectores de mayores ingresos. Como las empresas prefieren profesionales altamente capacitados, los individuos cada vez se esfuerzan más por alcanzar títulos y así poder exigir mejores salarios. Los avances realizados en las computadoras y la informática han dado lugar a complejos procedimientos que no redundan en mejores resultados; la ciencia ha dejado de ser neutral.

El gran avance tecnológico ha traído una mayor innovación y creación de nuevos entes, pero también ha significado mayor destrucción de empresas y disminución de las posibilidades de empleo, lo que se ve reflejado en las desigualdades que se han ampliado en forma alarmante. El conocimiento, liderado por el lucro individual, conduce a grandes distorsiones económicas y desigualdades. Esto determinaría una ciencia al servicio de los poderosos. Al igual de lo que sucedió en el pasado con las revoluciones de la máquina de vapor y la electricidad, también ahora se generaron expectativas superiores a la realidades; se supuso que lo normal era que la productividad creciera cuatro puntos porcentuales, es decir, el doble del promedio histórico. La verdad es que las ficciones de la nueva revolución industrial o globalización tecnológica sólo vinieron a percibirse cuando la burbuja reventó y provocó la caída de la economía de los Estados Unidos en el año 2000.

Consecuencias

Una nueva sociedad se va desarrollando globalmente. Esta nueva sociedad depende de las estructuras incontrolables del capitalismo de la información. El proceso de la globalización se puede caracterizar por un proceso de retroalimentación donde todos los ámbitos que configuran la cultura son influidos y a su vez influyen en esta sociedad en constante cambio y transformación. La fuerte emergencia de las nuevas tecnologías ha hecho cambiar todas las estructuras de la sociedad. Esta sociedad de la información se ha formado gracias a la digitalización; los códigos se han unificado, y esta unificación ha sido la gestora de una nueva manera de entender el mundo a través de un nuevo concepto: el de globalización. Es decir, el capitalismo o lo que se entiende como mercado nacional mezclado con el nacimiento de la digitalización ha provocado un cambio social y económico que hace tambalear las estructuras de la sociedad.


*Publicado en la Guía del Mundo

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