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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




GLOBALIZACIÓN - ECONOMÍA GLOBAL - CORPORACIÓN TRANSNACIONAL (CT) - FUERZAS DEL MERCADO - MANO DE OBRA BARATA - IMPUESTO DE TRANSACCIÓN - BANCO MUNDIAL - FONDO MONETARIO INTERNACIONAL -

Globalización*

Guía del Mundo
En términos estrictamente económicos, la brecha entre los ricos y los pobres se agranda, y el capital se acumula al punto que ya no sabe qué hacer consigo mismo. Los individuos ricos gastan valientemente lo que pueden en objetos suntuarios, pero los ricos son demasiado pocos para solucionar la crisis de sobreproducción y los objetos suntuarios son inútiles para la mayor parte de la población mundial. El resto de este capital excedente se agolpa en "casas financieras" y bancos, a la espera de algo más lucrativo para hacer

Se nos ha martillado la cabeza que existe un fenómeno completamente nuevo, una economía globalizante a la que debemos obedecer. Una máquina sin operador ensambla mil partes diferentes provenientes de una docena de países para hacer un motor de automóvil, o procesa las reservas para las aerolíneas europeas en Bangalore. Un nuevo y revolucionario combustible - llamado "fuerzas del mercado" - repentinamente parecería capaz de llevarnos al borde del movimiento perpetuo.

La diversificacion de las economías


La evidencia en la que descansa toda esta fiebre es superficialmente convincente. El comercio mundial ha crecido, de manera consistente, más rápido que su rendimiento económico -más del doble de rápido entre 1985 y 1994. Esto significa que una proporción creciente de lo que consumimos es producido en un país distinto del nuestro. El presupuesto es que cualquier tipo de crecimiento es bueno y que cuanto más baratas se vuelven las cosas más eficientemente son producidas. Por lo tanto, una máquina industrial que recorre el mundo procurando las vías más baratas para hacer cosas es el mayor de los bienes. La única alternativa sería revertir el proteccionismo del tipo "arruina a tu vecino" que profundizara la Gran Depresión de la década de 1930 y llevara a la guerra.

¿Qué es lo que salió mal, entonces? La evidencia es muy engañosa. La nueva economía "global" está creciendo más lentamente que lo que lo hiciera la economía "dorada" entre 1945 y 1973 -cuando en todas partes se intentó proteger las economías nacionales y promover la industrialización a través de "substitutos de importación". Al final esto no funcionó demasiado bien. Pero la economía globalizante, "orientada hacia la exportación", no funciona nada mejor. Una vez desgastado el efecto inicial de la eliminación de barreras comerciales durante la década de 1980, el comercio mundial comenzó a enlentecerse. Entonces, los beneficios de estar globalizado parecieron, en el mejor de los casos, efímeros. Y los economistas ya saben que la globalización nunca resolverá los problemas del desempleo en el Norte, de la pobreza en Sur o de la división económica entre Norte y Sur (si no es incluso responsable de agravarlos).

La máquina sin operador es el capitalismo industrial. El misterioso conductor es la urgencia por maximizar las ganancias y minimizar los costos. El mayor de estos costos son los trabajadores, a los cuales el capitalismo llama "mano de obra". Por eso rastrea dónde puede encontrar la mano de obra más barata -que en estos tiempos reside en el Sur. Lo irónico es que cuanto más baratas resultan las cosas, más son producidas, pero los bajos salarios y el desempleo hacen cada vez menos probable que podamos solventarlas. El capitalismo, asistido por la tecnología moderna, tiene predilección por lo que es llamado "crisis de sobreproducción" -es decir, desechos. La economía global empeora esto. Ni qué decir de la locura de la "sobreproducción" a partir de fuentes no renovables en ecosistemas vulnerables.

En términos estrictamente económicos, la brecha entre los ricos y los pobres se agranda, y el capital se acumula al punto que ya no sabe qué hacer consigo mismo. Los individuos ricos gastan valientemente lo que pueden en objetos suntuarios, pero los ricos son demasiado pocos para solucionar la crisis de sobreproducción y los objetos suntuarios son inútiles para la mayor parte de la población mundial. El resto de este capital excedente se agolpa en "casas financieras" y bancos, a la espera de algo más lucrativo para hacer. Eso significa, usualmente, apostar; la "especulación" en lo primero que venga a mano: mercancías, moneda extranjera, acciones, bonos, un sinfín de 'instrumentos' creados específicamente para este propósito. En estos días, los volátiles "mercados emergentes" del Sur y del ex bloque soviético se han convertido en salas de juego para la especulación. Las transacciones en divisa extranjera alcanzan, en la actualidad, más de un billón de dólares por día, y sólo una pequeña proporción de este monto está vinculado a alguna actividad productiva.

Dos son los tipos de instituciones económicas que juegan un papel clave en este juego extraño. El primero es la Corporación Transnacional (CT). Las CT controlan dos tercios del comercio mundial, y casi la mitad se mueve entre partes diferentes de la misma CT.(2) Así, y de forma muy lógica, las CT son las primeras defensoras del "comercio libre" y de la globalización. Como muchas de ellas son más ricas y poderosas que los meros gobiernos nacionales, las CT logran casi siempre lo que quieren. Un estudio detallado de la Unión Europea, por ejemplo, muestra cómo muchas de sus políticas han sido diseñadas por el lobby transnacional.

Tanto es el surplus que chapotea en las casas financieras y bancos, que ha vuelto a estos más ricos y poderosas que las CT, haciéndolos capaces de traer la catástrofe, en una sola noche, a todo un país, como sucediera en México en 1995, o a la mayoría de la población mundial a través de la "deuda del Tercer Mundo". Incluso pueden borrar la sonrisa del rostro de los tigres surasiáticos.

El sistema financiero mundial no funcionaría si no fuera que los estados rinden tributo a estos bancos y casas financieras. Son los pueblos, como sucediera en México luego del "derrumbe" de 1995, o en Estados Unidos luego del fiasco de Préstamos y Ahorros a inicios de la década de 1990, quienes terminan pagando el precio de la especulación.

Debido a que estas instituciones han crecido desproporcionadamente, y a que en la globalización se trata por sobre todo de no pagar ningún impuesto, los estados están quedando virtualmente en bancarrota. La evidencia histórica sugiere que, cuando el "capital financiero" gana la baza, el juego está casi terminado.

Las alternativas son simples y obvias (sólo que los globalizadores se oponen a todas y cada una de ellas): la más simple sería imponer un impuesto a las transacciones en los mercados de divisa extranjera, lo que podría generar unos tres billones de dólares por año. Tal "impuesto a la transacción" no sería difícil de recaudar, y tendrían el efecto beneficioso de calmar la afiebrada especulación y de forzar a los gobiernos a trabajar juntos en lo internacional.

Pero la parálisis internacional está a la orden del día. Naciones Unidas está desesperantemente débil y en bancarrota. Tenemos un Banco Mundial y un Fondo Monetario Internacional dirigidos como las CT, por una jerarquía de estados ricos. Tenemos además una flamante Organización Mundial del Comercio (OMC) acusada de arbitrar el juego de la globalización. Pequeños grupos de "expertos", contra los cuales no puede haber apelaciones, son los que realizan las adjudicaciones en las disputas comerciales. Estos proclaman, por ejemplo, que el derecho está del lado de las grandes plantas químicas como Chiquita y Dole en América Central, y falla en contra de naciones isleñas enteras que proveen bananas bajo términos preferenciales a la Unión Europea. Las "distorsiones" al libre comercio pueden incluir eventualmente casi cualquier cosa, desde la salud pública hasta la educación y los servicios de transporte.

Aquellas cosas que son "públicas" (es decir, por las que no se paga directamente) son juzgadas menos legítimas que las "privadas" (es decir, aquellas por las que se paga). Otros asuntos no privados, como tener aire puro para respirar o condiciones de trabajo razonables, son consideradas irrelevantes para el comercio. La preocupación actual de la OMC son los acuerdos de inversión multilateral (AIM) para imponer los intereses de los inversores globales.

La verdad es que nuestro régimen "multilateral" está todo revuelto y deficientemente equipado para confrontar los desafíos del nuevo siglo (ni qué decir del milenio).

El gobierno mundial debe ser reordenado, o acaso establecido por primera vez. En tanto esto acontezca, debemos recordarnos que el gobierno democrático no es lo mismo que la burocracia estatal. Esta última se ha alineado a todo la ancho con la globalización, en contra de los pueblos, y ha perdido toda credibilidad política. El primero debe reperesentar la voluntad de los pueblos, o no tendrá ningún valor.

Dados estos recursos, ¿qué debe hacerse y por quién? Tómese un pequeño ejemplo. Sabemos, por Naciones Unidas, que se necesitan 50.000 millones de dólares para abatir el espectro de la pobreza absoluta de la faz de la tierra. Los distintos gobiernos se han comprometido a abatirla en la Cumbre Social de Naciones Unidas en Copenhage, pero todavía no lo han hecho.

La pobreza absoluta no puede ser "erradicada" a través de la aplicación juiciosa de una sabiduría superior y cierta cantidad de efectivo. Las "raíces profundas" de la pobreza están en la deprivación de su tierra a los desposeídos, de sus hogares a los sin hogar, de sus empleos a los desocupados. El remedio está en que los pueblos reclamen el poder y la dignidad que, en primer lugar, nunca debió habérsele sustraído.

Así, la erradicación de la pobreza absoluta significa que las comunidades donde viven los más pobres tengan poder político. En las comunidades rurales esto siempre involucra reforma agraria, la restauración de la producción local de alimentos, la restricción del poder de las élites terratenientes y cerrar las puertas al "agronegocio". En las comunidades urbanas significa formar sindicatos, cooperativas, grupos cívicos y redefinir la naturaleza del trabajo. En ambos significa un activo control democrático local.

Las "raíces profundas" de la pobreza no difieren de las "raíces profundas" de la economía mayor. Las comunidades locales saben bien que los poderosos intereses nacionales e internacionales están alineados en su contra. Por eso deben trabajar juntas y procurar ser parte de comunidades más grandes, ciudades, regiones, naciones -y de una humanidad más grande.

Algunas cosas son comunes a todos nosotros y por tanto, en cierto sentido, unviersales: nuestro ecosistema, nuestras necesidades básicas, nuestras responsabilidades. Estas cosas están emparentadas a nuestra común humandidad y no cambian demasiado a través del tiempo y el espacio. Virtualmente todo lo demás es único para nosotros, para la gente que conocemos, para nuestros lenguajes, creencias, culturas. Esas cosas cambian todo el tiempo y pertenencen a las diversas comunidades locales en las que vivimos.

Propiamente entendida, una economía es local y no global. Lo mismo que el medio ambiente, una economía debe ser lo más diversa posible para servir a las necesidades humanas. Sin embargo, no podemos tener lo uno sin lo otro. Las economías diversas, locales, no pueden prosperar a menos que satisfagan las necesidades básicas y universalmente humanas -hogares decentes y seguros, alimento suficiente y libertad de expresión cultural para todos. La globalización económica ha tomado, precisamente, por el rumbo opuesto. Impone la uniformidad allí donde lo que existe es la diversidad y propone el pragmatismo allí donde deben aplicarse principios unversales. He aquí la razón por la cual la "economía" nunca puede residir en las "fuerzas del mercado", las cuales no son "libres" sino presididas por una minoría cuya riqueza, poder y arrogancia les impide todo entendimiento común.

Notas:

(2) Human Development Report 1997, UN Development Programme (UNDP), OUP, New York and Oxford, 1997.

Fuente: David Ransom, New Internationalist.

*Publicado en La Guía del Mundo

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