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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



FULCANELLI, JEAN JULIEN - EL MISTERIO DE LAS CATEDRALES - ERROR -

Intento de defensa de un bello error*

Carlos Rehermann

Ante un hecho maravilloso y casi inexplicable como la existencia de una catedral gótica, tiene más fuerza la posesión de la clave desestructuradora que el conocimiento del proceso estructurante


Fulcanelli, alquimista, al parecer anda por ahí, transmigrado o supérstite de su propia materia corporal, cambiado en otro o anónimamente dedicado a seguir adelante con su búsqueda de la vida eterna o por lo menos de un poco de oro, que parece que igual viene bien. O tal vez ha muerto hace medio siglo, o más aún.

Su libro El misterio de las catedrales intenta demostrar que esos edificios góticos son en realidad grandes manuales en piedra para guiar a los iniciados en los recovecos laberínticos de la Obra. El método es el destripamiento del signo: la Obra alquímica se equipara con la Obra catedralicia, jugando con los términos, y hasta la expresión art gothique es explicada por derivación de argotique, es decir, de argot, lenguaje secreto de la comunidad de iniciados. El detallado estudio que hace Fulcanelli de los medallones de piedra tallada de la catedral de París desliza versiones de rumores según los cuales los cimientos de las catedrales son en realidad un reflejo especular de la construcción que emerge sobre el suelo.

Algunos seguidores aseguran que el Maestro decía que hay una piedra, en toda catedral, que si se saca de su lugar produce el colapso completo del edificio, y que él sabía cuál es esa piedra, así como sabía todo cuanto hay que saber de la piedra filosofal. Se trata de una idea interesantísima: ante un hecho maravilloso y casi inexplicable como la existencia de una catedral gótica, tiene más fuerza la posesión de la clave desestructuradora que el conocimiento del proceso estructurante.

A medida que avanza el análisis, el método resulta progresivamente más claro: Fulcanelli Nombra el Universo. Toma cualquier elemento religioso tallado en la catedral -una visión de Ezequiel, por ejemplo, tomada del Antiguo Testamento- y lo renombra: "El fuego de la Rueda". Escribe cuatro páginas de bella prosa sentando las bases de un nuevo diccionario de imágenes catedralicias. Su obra es un gran juego de palabras, y las imágenes son apenas las chispas que encienden el reguero de abracadabras que recorre el texto.

El conocimiento de Fulcanelli sobre el Gótico ha venido a demostrarse equivocado -por ejemplo, en lo que hace a la relación entre Románico y Gótico, punto esencial para su explicación de la originalidad y simbología del texto argótico- a juzgar por las investigaciones históricas más recientes acerca de aquella arquitectura.

La aspiración de Fulcanelli fue convertir la piedra gótica en un texto hermético. Quienes lo leen hoy como sus discípulos
(sobre todo aquellos que no viven cerca de una catedral gótica), han convertido su libro en un texto doblemente hermético -es decir, en un argot sobre el art gothique /argotique.

Su libro adolece de los mismos problemas de lectura que sufrió, bajo sus ojos, la catedral. Culpa de la lectura, no de los signos. Si lo leemos sin compartir la fe alquímica y a sabiendas de sus errores históricos, podremos disfrutar de un texto bellamente escrito, que si perdura, se debe a la calidad de su escritura.


* Publicado originalmente en Insomnia

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