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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



FÚTBOL - PIERNAS FEMENINAS - HOMODISCURSO DEPORTIVO - CUERPO MASCULINO - POLIS GRIEGA -

Homodiscurso futbolero*

Carlos Rehermann

En este siglo XX de ambiguos discursos de libertad, el fútbol ha vuelto a introducir el culto a la belleza del cuerpo masculino


Como observó John Berger, la cultura europea desarrolló, desde el siglo XVI, una obsesión por las piernas femeninas. Prácticamente todas las imágenes del arte, la moda, la literatura erótica y hasta la forma física ideal de la mujer occidental de los últimos cuatro siglos, pueden explicarse a partir de ella. Berger mostró, en un programa de la BBC, luego recogido en un librito clave para la comprensión de la evolución de la representación visual de Occidente
(Modos de ver), cómo nuestra cultura colocó las piernas femeninas en la cúspide de la fantasía erótica masculina.

Paralelamente a la progresiva exhibición pública de las piernas femeninas durante los pasados cien años, se ha desarrollado una actividad asociada estrechamente con una hipertrofia discursiva: el fútbol. Umberto Eco escribió un artículo interesante
("La cháchara deportiva") sobre la estructura del discurso realizado por los especialistas y los aficionados en torno al fútbol. Eco sostiene que se trata de un discurso sin referente, centrado en sí mismo, ya que prácticamente no hay nada de qué hablar. En efecto, el fútbol es una actividad que dificulta el relato (los hechos que ocurren en la cancha son circunstanciales, banales y constantemente repetidos), de manera que sólo es posible hablar de ella mediante rodeos y refiriéndose a superestructuras (relaciones entre contratistas y jugadores, características técnicas de los perticipantes, problemas entre árbitros y dirigentes, montos de los contratos de trabajo, etc., que tal vez constituyen, en realidad, la estructura de la superestructura que es el juego).

Desde la época de la Grecia de Pericles, la actividad física competitiva ha sido cuestión de varones. Que las mujeres participen desde hace menos de un siglo en las competencias deportivas sólo introduce una coincidencia más; resumiendo: piernas cada vez más exhibidas, nacimiento y desarrollo del fútbol, ingreso de las mujeres en las competencias deportivas.

Los varones griegos clásicos establecían relaciones entre ellos que incluso en nuestra época suelta de lengua se intenta ocultar. Los jóvenes que ingresaban al gimnasio solían ser solicitados por algún adulto que se sentía atraído por su belleza física o por sus habilidades. Al contacto físico que se establecía por la práctica de la lucha o del atletismo se agregaba otra clase de contacto, que involucraba afecto y amistad. Los griegos mantenían relaciones físicas que hoy definiríamos de acuerdo a criterios cargados de prejuicios sobre la identidad sexual. Para los griegos, la demostración de afecto entre varones que involucrara excitación sexual y eyaculación no era más que otra forma de relacionamiento viril. No se veía con buenos ojos la penetración
(el frotamiento, que D.H. Lawrence calificaría con agresividad como típicamente lesbiano, era la regla entre varones) ni la exhibición pública de la relación física entre varones, pero no se ocultaba la inclinación de un ciudadano por un joven apuesto.

En este siglo XX de ambiguos discursos de libertad, el fútbol ha vuelto a introducir el culto a la belleza del cuerpo masculino. Cuando la mujer puede cumplir con el programa estético occidental de mostrar sus piernas, objeto de obsesión erótica durante siglos, el fútbol expone viejos hábitos griegos: las piernas de los jugadores son objeto de observación silenciosa por parte de millones de varones.

En relación con el cuerpo, los comentaristas deportivos se comportan de manera reveladora. Por un lado, fabrican caricaturescas formas para sí mismos: es casi una constante la impostación de la voz para lograr registros siempre más bajos que el de barítono. En segundo lugar, la idea de pasión se presenta constantemente como el factor motivacional para el gusto por el fútbol. Hay, evidentemente, una distancia llamativa entre el significado de la palabra y su aplicación en el campo de un deporte; esa distancia establece, entonces, un nuevo significado, que se refiere a ciertos aspectos mantenidos en reserva por los hablantes. Porque jamás, nunca, bajo ninguna circunstancia, se habla de las piernas de los jugadores.

Así, pues, la obsesión masculina de los últimos cuatro siglos por las piernas femeninas, sumada a la exhibición efectiva de esas piernas durante el período de crecimiento del fútbol, y a la mostración en paralelo de las piernas masculinas, permite hacerse una idea -vaga, confusa, como la propia sexualidad del discurso caricaturescamente masculino del comentario de fútbol- de la emoción que se expresa a través del discurso deportivo.


* Publicado orginalmente en Insomnia

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