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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ECHAVARRÍA, JUAN MANUEL - FOTOGRAFÍA - VIOLENCIA EN COLOMBIA -


Rupturas a miradas sensacionalistas*

Ana María Reyes

A la entrada de la iglesia, una inscripción perturbadora reza: "Nosostros fuimos alguna vez como usted es ahora. Usted será como nosotros somos ahora"


Juan Manuel Echavarría es un
artista colombiano que utiliza la fotografía como medio fundamental de expresión. Alterna su residencia entre Nueva York y Bogotá. Actualmente su obra está siendo exhibida en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y en los próximos meses, una exposición suya está prevista en Montevideo.

A través del lenguaje de la
fotografía, Juan Manuel Echavarría se ha insertado en la historia de la representación de la violencia en Colombia. Sus tres series fotográficas exploran la "estetización de la violencia" como un medio a través del cual señala el mecanismo de una violencia institucionalizada. En un país en el cual la violencia ha permeado todas las dimensiones de la vida cotidiana, ésta ha encontrado un nicho incluso en el dominio de lo estético; por ello, las representaciones culturales se encuentran en la peligrosa situación de ser cómplices de este inquebrantable ciclo. Las obras Corte de Florero (1991), Bocas de ceniza (1999) y La Bandeja de Bolívar: 1999, pueden ser descritas, cada una a su manera, como increíblemente bellas, sin embargo, su efectividad radica precisamente en la espantosa constatación de ver reflejada en ellas una realidad repulsiva.

Al evitar la repulsión visual en sus
imágenes, el artista conduce al espectador a ir más allá de una reacción visceral, para así permitirle un acercamiento más contemplativo, analítico y quizás activo con la obra.

Del título de la serie Corte de Florero, se deduce con claridad que las
fotografías son una referencia irónica a una re-articulación macabra del cuerpo. Los huesos están dispuestos para que semejen flores y la composición general de la obra hace referencia a las ilustraciones científicas de la Real Expedición Botánica de la Nueva Granada, liderada por José Celestino Mutis en el siglo XVIII. La obra se compone de una serie de fotografías de huesos humanos que, re-configurados en las formas de la flora colombiana, evocan de una manera hermosamente irónica el horripilante acto de desmembramiento.

Esta obra postula una pregunta evocadora: ¿qué conexión existe entre las ilustraciones científicas del siglo XVIII y La Violencia? En la serie fotográfica cada "flor" lleva un título con su nombre de especie y familia, como en los dibujos botánicos. Sin embargo Echavarría adiciona, al nombre de la familia científica de la flor, por ejemplo Anthurium, una palabra que evoca terror como mutilatum o mutilado. Así, crea un paralelo entre la práctica clasificatoria de la Expedición Botánica y la naturaleza taxonómica de la violencia.

La unión de esta aproximación científica, esterilizada y estetizada con los huesos humanos, duplica tanto el lenguaje de la crueldad como el de la identidad en el tratamiento de cuerpos asesinados; lo que el artista llama la "estética del terror".

La re-articulación que Echavarría hace de la Real Expedición Botánica es una re-visión del pasado colonial y una crítitica que sugiere como los orígenes de la violencia serían anteriores a 1948. En una entrevista en 1997, Echavarría explica que hay una larga e indocumentada historia de cortes, verbigracia, la práctica de cortar las manos de los indios cuando no aparecían con oro ante sus Conquistadores.

Después de todo, no hay que olvidar que la Expedición Botánica fue producto del deseo Borbónico de conocer más acerca de los recursos naturales del Nuevo Mundo para poderlos explotar. Las recurrentes oleadas de violencia, a lo largo de la historia colombiana, nos alertan sobre el hecho de que la historia reprimida no muere, está apenas enterrada. Así, La Violencia es el surgimiento de conflictos coloniales reprimidos, como lo es también la confrontación armada en la actualidad; una reaparición fantasmagórica de actos de represión aún no resueltos.

Bocas de ceniza, una de sus más recientes obras, consiste de una serie de fotografías que evocan formas más recientes de mutilaciones corporales. El
artista fotografió ahuyamas cortadas sobre un fondo blanco y limpio. Al igual que en Corte de Florero, el aséptico fondo contrasta con el tejido orgánico, húmedo y en proceso de descomposición. En la serie Bocas de ceniza el artista permite que, inicialmente, el espectador identifique un tejido orgánico para luego asociarlo con tejido humano. Este distanciamiento igualmente evita la identificación directa con una supuesta víctima, lo que genera una reflexión sobre la muerte a través de las facultades intelectuales.

Echavarría manipula el concepto tradicional de "naturalezas muertas", que históricamente ha representado el papel de memento mori, recordándole al espectador acerca del deterioro y lo efímero de la vida. De igual manera, los huesos han sido utilizados a través de la historia del arte como símbolos de Vanitas o memento mori, recordatorios tanto de la transitoriedad de la vida como de la inevitabilidad de la muerte.

Un ejemplo es la "Iglesia de Huesos" en Roma, donde los huesos de la guardia papal de las Cruzadas han sido reconfigurados en un altar ornamentado. A la entrada de la iglesia, una inscripción perturbadora reza: "Nosostros fuimos alguna vez como usted es ahora. Usted será como nosotros somos ahora." Los huesos dan testimonio de la devoción inmortal de los guardias. Sin embargo, los huesos y las ahuyamas en la obra de Echavarría se refieren a una muerte violenta.

En la tercera serie de fotografías titulada La Bandeja de Bolívar: 1999, exhibida originalmente como una video-instalación, el artista utiliza una réplica de una bandeja que fue dada a Simón Bolívar durante la consagración de la recién fundada República de Colombia. En medio de un jardín paradisíaco de exuberantes flores, se lee en la bandeja la inscripción "República de Colombia para siempre".

Gradualmente, la bandeja va siendo despedazada, al tiempo que un incesante martilleo repercute en ele espacio. De este proceso de pulverización el resultado final es la imagen de un inesperado montículo de polvillo blanco, presumiblemente cocaína. El sueño utópico de Bolívar para esta nación, parecería probable en una tierra con tantos recursos naturales. Irónicamente, este sueño ha sido truncado por uno de sus productos: la cocaína. Esta obra, simultáneamente bella y aterradora, concretiza la noción terrorífica de cómo cualquier ideología o esperanza de una sociedad más justa e igualitaria, ha sido frustrada por la violencia derivada del narcotráfico que ha azotado la nación durante las últimas décadas.


* Tomado de Insomnia, Nº 133

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