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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



DROGAS - DROGADICCIÓN - YONKI - YANQUI - COSA LACANIANA - BURROUGHS, WILLIAM - JUNKY - TRABAJO/CAPITAL -

El yonqui, el yanqui y la Cosa (I)

Juan Duchesne Winter
La drogadicción que, en el esquema literario norteamericano, se presenta como una dignificación de la demanda, una mitificación de la compulsión de consumo. Para el gran macho blanco que escribe, capear coca, yerba, heroína, es parte de una serie repetitiva y sustituíble que remata en la búsqueda de la Cosa -la imposible utopía química signada por el yajé colombiano

Al final de su relato épico-químico, titulado Junky, William Burroughs invoca unas coordenadas de la demanda y la oferta congruentes con cierto teorema contemporáneo de la droga:

Decidí bajar hasta Colombia y capear yajé […]. Estoy listo para moverme al sur y buscar el cantazo puro que abra, en lugar de cerrar como la heroína. El embale es libertad momentánea de los reclamos de la envejeciente, prudente, jeringona, asustadiza carne. Quizás encuentre en el yajé lo que buscaba en la heroína, la yerba y la coca. El yajé será el cantazo final. (1)

Ese "final fix" o cantazo terminal, por supuesto nunca llegará, pues como tantos otros cronistas literarios occidentales de la experiencia de la droga, Burroughs eleva este antiobjeto del placer al rango de la Cosa lacaniana. Aquí la Cosa es producto de un trabajo literario, de una elaboración artística de la distancia que se le impone al objeto para otorgarle la dignidad del objeto absoluto imposible de alcanzar.

El yajé de Colombia, el mítico enteógeno del "sur" amazónico otorga a la Cosa la referencia escatológica ideal para esta elaboración literaria de la dignidad de la drogadicción que, en el esquema literario norteamericano, se presenta como una dignificación de la demanda, una mitificación de la compulsión de consumo. Para el gran macho blanco que escribe, capear coca, yerba, heroína, es parte de una serie repetitiva y sustituíble que remata en la búsqueda de la Cosa -la imposible utopía química signada por el yajé colombiano.
(2)

Ese gran macho blanco consumidor de droga invita, con su escritura, a la lectura antropológico-literaria de su máscar letrada. Nos atenemos en todo momento al teorema literario de Burroughs, pues reconocemos, con Derrida, que no hay un mundo de la droga ni existe un teorema de la droga, siempre que los actos del toxicómano se estructuran como un lenguaje, y tomándose en cuenta que ese lenguaje puede variar según distintos performances discursivos.

Se puede leer Junky como reverso masoquista de la gesta personal del gran capitalista blanco: el protagonista de Junky, Bill Lee
(alias William Burroughs), es un negativo radiográfico anticipado de Bill Gates. Marx decía que el capital es trabajo muerto que, como el vampiro, vive de chupar trabajo vivo y vive más, mientras más trabajo chupa. Pero el personaje de Burroughs representa una modalidad de consumo terminal que, como el vampiro, vive de chupar una mercancía mortal y vive más, mientras más veneno chupa.

Dice Burroughs: "La droga es una inoculación de muerte que mantiene el cuerpo en condición de emergencia". Un cuerpo para el capital es un cuerpo en perenne condición de emergencia. El capital se retroalimenta de la revolución permanente de sus propias condiciones de producción, que se repiten y perpetúan gracias a su autodestrucción cíclica contínua. La droga como mercancía importada por los centros capitalistas de occidente es la advocación escatológica del ciclo del capital, su absoluto end-product revelado como avatar tóxico de sí mismo. La droga es un capital en sí kantiano. En el escenario contemporáneo la lucha occidental contra la droga representa al capital comiéndose la cola como el ouroboros gnóstico. Pero ese consumo no se consuma nunca porque, dado el teorema literario que nos concierne, la droga no es un objeto, la droga no es una mercancía consumible sino el consumo en sí y de sí, el consumo mismo como su propio objeto; la droga es la Cosa, the Thing, das Ding.

Lacan nos dona una noción de la Cosa como rebasamiento del objeto, manejable más allá de los contextos psicoanáliticos específicos en que ésta surge. Nos describe una peculiar colección de cajas de fósforos vacías, instaladas por su amigo Jacques Prévert de manera que "estando arrimada cada una a la otra por un ligero desplazamiento del cajón interior, se ponían en fila unas con otras, formando una especie de banda corriente" -y agrega:

Creo que el shock, la novedad, el efecto logrado por esa agrupación de cajas de fósforos vacías -este punto es esencial- era hacer surgir lo siguiente […], una caja de fósforos no es simplemente un objeto, sino que puede, bajo la forma Erscheinung, en la que estaba propuesta su multiplicidad verdaderamente imponente, ser una Cosa.

Dicho de otro modo, este arreglo manifestaba que una caja de fósoforos no es simplemente algo que tiene cierto uso, que ni siquiera es un tipo, en sentido platónico, la caja de fósoforos abstracta; la caja de fósforos por sí sola es una cosa, con su coherencia de ser. El carácter completamente gratuito, proliferante y excesivo, casi absurdo, de esta colección apuntaba de hecho a su cosidad de caja de fósforos
.

El teorema de la droga narrado por Burroughs presenta un montaje similar. Un cantazo de heroína va empotrado en el capeo previo y se empotra en el chuteo siguiente creando una serie autoproliferante de procedimientos que sólo apuntan a la mecánica de la propia repetición indefinida del consumo de la droga. Sólo la droga por sí sola, con su implacable coherencia química, impone la continuidad de la serie. No hay uso, tipo, concepto ni finalidad abstraible. Así ella establece su coseidad al margen de cualquier función objetual. "A medida que el hábito agarra, -dice el narrador de Junky- los demás intereses pierden importancia para el usuario. La vida se telescopia en la heroína, un chuteo y a esperar el próximo". En el mundo de Burroughs la expresión "vivir para la droga" es inadecuada, pues la droga no sería siquiera el objeto de una vida. Más bien la droga sustituye el vivir, deja de ser objeto de la pulsión vital para sustituir esa pulsión con su propio ciclo compulsivo, con una 'vida' más real que la vida misma, la vida de la Cosa en sí.

Explica Burroughs en Naked Lunch. Texto fraterno de Junky, que…

La morfina altera el ciclo completo de expansión y contracción, liberación y tensión. La función sexual se desactiva, la peristalsis se inhibe, las pupilas dejan de reaccionar en respuesta a la luz y a la oscuridad. El organismo ni se contrae por el dolor ni se expande hacia las fuentes normales del placer. Se ajusta a un ciclo de morfina.

La economía narrativa de Junky prescinde de la interioridad psicológica, de la motivación de los personajes, de los condicionamientos del ambiente y del conflicto intersubjetivo; todo circula en torno al próximo chuteo, aun los intentos de cura, en los que el yonqui meramente se ilusiona con reconstruir esa elusiva virginidad que le prodigaría la ilusión fugaz de un retorno a la primera penetración de la aguja. Es sabido que el período de la vida de Burroughs correspondiente a este relato contiene acontecimientos tan dramáticos como el disparo "acidental" con que él mató a su esposa en un alarde de puntería estilo William Tell.

Se sabe que William Burroughs salió indemne del percance, ocurrido en México, gracias al dinero de su familia. Pero Junky no narra ese incidente y sólo menciona de pasada a la abatida mujer, como espectral facilitadora o interruptora del próximo chuteo. En un texto sobre la femineidad de la droga Bruno Mazzoldi sintetiza en palabras inmejorables ese trucaje de sustituciones sublimatorias, concluyendo que…

la ansiedad de la aguja y la fiebre de la perforación sugieren que todo chutero que se respete, todo morfinómano que se espete una y otra vez, no solamente aspira a la autofecundación en endogamia absoluta, sino también a parodiar a la madre para odiarla mejor.(3)

Burroughs se chutea y también chutea
(he shoots): le dispara a la madre-compañera-Cosa para mejor chutarse bajo la égida de la entidad femenina fantasmáticamente abatida, una entidad irreductible a puro objeto de deseo. Angela María Jaramillo explica muy bien cómo la mujer tiende a encarnar la Cosa en el drama freudiano(4), pero Burroughs, al ejecutar a su infortunada compañera, instala el horror-fascinación a la droga en el lugar donde Freud situaba el horror-fascinación a la mujer. Por eso su esposa no debe aparecer en ese relato, siquiera en la incidencia de su abatimiento "accidentado". Junky demuestra con ésta y otras omisiones factuales, que no es una autobiografía de Burroughs sino la biografía del ente fantasmático cuyo deseo se instaura a partir de las repeticiones anuladoras del objeto que se transmuta en Cosa inenarrable, antagónica y fascinante; agujero negro donde se precipita la narración en caída libre.

La Cosa es aquí, siguiendo a Lacan, el "fuera-de-significado" en función del cual "el sujeto conserva su distancia y se constituye en un modo de relación". Se podría comparar ese nódulo modal "fuera de significado", que estructura el mundo narrativo de Junky, con el ojo de un huracán, si no fuera por la obvia diferencia en los niveles de energía implicados.

Consideremos además la advertencia de Giulia Sissa de que la droga es un anti-objeto. Podemos asumir esta advertencia y añadir que la droga es poco definible como objeto de deseo, pues la construcción de su hábito conlleva sustituir los objetos de deseo ordinarios forjados, perseguidos, sitiados, capturados o evadidos en las fantasías de la realidad cotidiana, por un solo objeto que, como el dinero, representa a todos los objetos sin poseer otro valor que sustituir esos objetos.

En este sentido, reclama Burroughs que…

El adicto es inmune al aburrimiento. Puede estar horas mirándose los zapatos o simplemente permanecer en la cama. No necesita desahogo sexual ni contactos sociales ni trabajo ni diversión ni ejercicio, nada excepto morfina. La morfina logra aliviar el dolor gracias a que le imparte al organismo algunos de los atributos de un vegetal. (Naked Lunch)

Más que la mercancía-dinero, la droga emula el capital-dinero. Recordemos la conocida comparación entre las secuencias M-D-M y D-M-D¢ ofrecidas por Marx en El Capital
(I, sec. 2; II, sec 1). El capital-dinero desplaza el tradicional ciclo mercancía-dinero-mercancía (M-D-M) e impone el ciclo dinero-mercancía-dinero (D-M-D¢, donde D¢ = dinero capitalizado). En el primer ciclo el dinero es sólo mediador del intercambio de mercancías. La mercancía, como objeto con valor de uso socialmente determinado, domina el ciclo.

En las economías pre-capitalistas predomina M-D-M. En el segundo ciclo la mercancía es sólo punto de transición en un movimiento cuya finalidad se cumple en la acumulación de capital dinero. Domina el capital-dinero: D-M- D¢ expresa la fórmula general del capital. En dicha fórmula desaparece la mercancía como objeto. La mercancía es fugaz instancia intermedia realizable sólo en tanto capital, independientemente de su valor de uso socialmente determinado. Lo que nos interesa es la siguiente homología: la droga instaura un ciclo droga-deseo-droga en que la droga se consuma como deseo de más droga, independientemente de las relaciones de objeto intersubjetivamente determinadas del deseo.

Marx le llamaba al capital "trabajo muerto", dado que sólo se reproduce en la medida en que se abstrae del trabajo considerado como medio de satisfacción de necesidades humanas concretas. El capital sólo tiene hambre de más capital, siendo el trabajo sólo un medio. A Marx le fascinaba esta implacable voracidad autista del Capital. La droga es necesidad muerta ante todo otro objeto de deseo que no sea el de su propio aplacamiento: lo que no deja de fascinar tanto a Borroughs como a nosotros, sus lectores.

Bill, el yanqui yonqui, deviene el perfecto capitalista del anti-objeto. El prólogo presenta a un joven de la burguesía media de St. Louis que no sabe qué hacer con su vida hasta que descubre el "junk as a way of life"
(xvi), versión underground del American way of life. El resto del relato provee un ensamblaje cómico-químico de la cadena narrativa del chuteo. Los episodios se acumulan en una serie paratáctica puramente cuantitativa. Según Burroughs la heroína constituye el paradigma de la droga. Ella es la indudable heroína de su historia. Pero también se evidencia que la substancia psicoactiva por sí misma no es la droga. La droga delimita el lugar anti-objetual ocupable por una serie sustitutiva de sicoactivos (morfina, opio, paregórico, benzedrina, codeína, cocaína, heroína, haschish, marihuana, peyote) que a pesar de sus muy divergentes propiedades y efectos se ajustan aquí a una misma gramática de la adicción, la de Burroughs.

El sostiene que la droga es un mecanismo psico-bio-social independiente de la metafísica de la interioridad. Es cierto que el lector convencional podría identificar en esta narración el curso de degradación moral y física del protagonista y sus impresentables acólitos. Ello supliría la infaltable moraleja de la historia. Pero hay también un Bill fantasmático que emerge como el arriesgado empresario del anti-objeto, el oficiante de la industria existencial de la Cosa. Ese Billy the Junky-Kid transmuta las remesas de capital recibidas de su familia en el flujo de coseidad que penetra sus venas; además colecciona armas de fuego, a la vez que explora distintos escenarios del mercado de la droga, desplazándose en un derrotero norte-sur transido de aventurerismo masoquista que pasa por Nueva York, Kentucky, Nueva Orleans, Texas, México y Colombia.

Si bien los personajes de tal historia representan, en palabras del propio texto, "agregados humanos que se desintegran en la insanidad cósmica, eventos aleatorios en un universo moribundo", también vemos que contribuyen con su propia desintegración objetual, como templarios oferentes de su propia entropía, a la apoteosis de la Cosa. La Cosa es un objeto imposible o anti-objeto. La droga en tanto ente inexpresable e insólito con respecto al cual se configura el sujeto que cuenta y escribe, se eleva a la dignidad de Cosa y además se sublima como letra del objeto imposible en cuya abolladura medra lo Real. El artista de la droga emerge mediante esta construcción literaria como el capitador de la Cosa en todo su antagonismo repelente, excesivamente real y fascinador. El supremo consumidor sirve de reverso al gran financiador de la Cosa. Bill el Junky aparece como advocación plutónica, underground, de Bill Gates.

En la matriz ignota de la Cosa no hay distinción entre capital tóxico y capital "sano" ni entre entropía y entropía negativa, pues esa matriz es la precondición de tal distingo. La serie de textos generados por Burroughs a partir de las Cartas del yajé, bajo el encabezamiento "Roosevelt After the Inauguration", presentan a un Roosevelt-Sade que remplaza el establishment washingtoniano por personeros de un underground perverso, drogado e infecto, sin que ello suponga fisura alguna en la consistencia del poder del estado
(Yage). Con toda su rebeldía e insanidad subversiva, en estas escrituras medra un ideal del yo, un elemento simbólico del capital, que es parasitado por el otro yo, underground, que ambicionó y logró ser. Después de todo, William Burroughs fue quien declaró en 1982: "Las Tierras Ocidentales son un lugar real. Ese lugar existe, y lo construimos nosotros, con nuestras manos y nuestros cerebros. Pagamos por él con nuestra sangre y nuestras vidas. Es nuestro y lo vamos a tomar" (Final Academy).(5)

En este imaginario las Tierras Occidentales, de hecho, se han tornado en el territorio de la Cosa. Slavoj Zizek describe cómo la postmodernidad occidental se caracteriza por la obsesión generalizada con la Cosa, concebida en calidad de un cuerpo extraño alojado en el tejido social. Los gestores de esta obsesión proliferante urden esquemas ultra-paranoicos donde la totalidad del cuerpo social asume las proporciones insondables de

…un espectro vampiresco que marca hasta las más idílicas superficies de la vida cotidiana con signos de corrupción latente. (En este sentido, se podría aducir que, hoy más que nunca, el capital es la Cosa por excelencia: una aparición quimérica que, aunque no se la puede ubicar en ninguna parte como entidad positiva y claramente delimitada, funciona de todos modos como suprema Cosa reguladora de nuestras vidas.) La ambigüedad de la relación posmoderna con la Cosa responde al hecho de que la Cosa no es un simple cuerpo extraño, un intruso que perturba la armonía del vínculo social: precisamente como tal, la Cosa es lo que 'amarra' el edificio social al garantizar su consistencia fantasmática.



Notas:

(1) Las traducciones de citas tomadas de originales del inglés o francés son del autor, así como los énfasis en todas las citas.

(2) Las cartas del yajé, textos que continúa el periplo trazado en Junky, llevando al narrador hasta el Putumayo, despojan al yajé de su rango de objeto inalcanzable tan pronto se lo consume, pasandóse el batón de la Cosa a una visión literaria de la metrópolis maldita y paroxística, sustendada en gran medida en la simbiosis de referentes latinoamericanos y norteamericanos de la patología social tan cara a Burroughs (Yage 44).

(3) Publicación en internet sin número de página; ver bibliografía.

(4) Publicación en internet sin número de página; ver bibliografía.

(5) Publicación en internet sin número de página; ver bibliografía.

Bibliografía:

Burroughs, Williams. 1977 [1953]. Junky. Hammondsworth, England: penguin Books.

Burroughs, Williams. 1959. Naked Lunch. New York: Grove Press.

Burroughs, Williams, and Allen Ginsberg. 1975 [1963]. The Yage Letters. San Fransisco: City Lights Books.

Burroughs, Williams. 1970. "The Electronic Revolution",
www.hyperreal.org/wsb/elect-rev.html

Burroughs, Williams. 1982. "Statement on the Final Academy", www.thei.aust.com/bill/burroughs.html

Mazzoldi, Bruno. 2000. "Droga en dragón", en H enciclopedia.
www.henciclopedia.org.uy

Derrida, Jacques. 1990. La ley de género. Retórica de las drogas. Trad.
Bruno Mazzoldi. Pasto, Colombia: Elipsis Ocasionales.

Jaramillo, Angela María. 1999. "Lo otro y la mujer", en Affectio Societalis, num. 3, antares.udea.edu.co~affectio/Affectio3/otromujer.html.

Kerr, Phillip. 1999. The Second Angel. New York: Simon & Scuster.

Lacan, Jacques. 1988. El Seminario-Libro 7. La ética del psicoanálisis.
Trad. Diana S. Rabinovich. Buenos Aires: Paidós.

Marx, Carlos. 1959. El capital. Vols. I y II. Trad. Wenceslao Roces. México: Fondo de Cultura Económica.

Rudgley, Richard. 1999. Enciclopedia de las sustancias psicoactivas. Trad.
Fernando Pardo Gella. Barcelona: Paidós.

Sissa, Giulia. 1998. El placer y el mal. Filosofía de la droga. Trad. María
Cecilia González. Buenos Aires: Manantial.

Southern, Terry. 1976 [1967]. "La sangre de un pelucón", en Peter Haining, ed. El Club del Haschisch. La droga en la literatura. Trad Ignacio Gómez de Liaño, Virginia de Careaga y Javier Navarro de Zuvillaga. Madrid: Taurus.

Zizek, Slavoj. 1992. Enjoy Your Symtom! London: Routledge.

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