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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



VERANO - RECICLAJE PERVERSO - TEMPORALIDAD DE FRONTERA - RELLENO/RESIDUO -


Recuperación tecno del verano*

Gustavo Espinosa
Uruguay hiberna en verano; el calor genera astenia y ocio potenciando nuestra habitual lentitud hasta convertirla en inmovilidad. Esta peste cíclica que nos paraliza, que retarda exasperantemente nuestra integración a la modernidad, que traba nuestra eficacia y deprime nuestra productividad, sólo puede ser superada mediante el reciclaje

Las fiestas tradicionales parecen iluminar a ciertos desmitificadores de sobremesa, quienes revelan que nuestros hábitos alimenticios e iconográficos son clonaciones bastardas, descontextualizadas e insignificantes que repetimos acríticamente. En diciembre estamos en verano. Aquí no hay nieve. Las coníferas son transplantes del Norte. El pan dulce, las nueces y avellanas contienen demasiadas calorías. No son necesarias las frutas secas cuando las hay frescas y abundantes.

Esta enumeración de tópicos que cualquier conversador de boliche pontifica con empaque de sicólogo astuto, de iconoclasta o de nutricionista, dice lo mismo que se ha escrito (demasiado) en La República de Platón, nuestra cultura residual o (si se prefiere una figura menos infecciosa) especular, distorsiona o pervierte los usos generados en la metrópolis.

Contra esta lógica de basural se ha propuesto a veces, como alternativa, la actitud de los brasileños; ellos son -se sabe- hábiles antropófagos, ejercitados en el sincretismo. En el hall de un hotel de la ciudad de Pelotas, este cronista pudo ver un árbol de navidad con sus luces, sus chirimbolos y su nieve de algodón o de plástico, el árbol era una palmera.

Sin embargo en Montevideo el Punta Carretas Shopping impostó en su centro un gigantesco abeto sintético. Sobre ese simulacro caía, cada hora exacta, el simulacro de la nieve; un niño invitaba y advertía a sus congéneres desde la televisión: debían ir al Shopping con ropa de abrigo.

Este espacio (el Punta Carretas Shopping) surge desde una cárcel mediante una fantástica maniobra de reciclaje; el referido ejercicio publicitario, mientras tanto, pervierte el "mundo natural" a través de la tecnología y del marketing (la perversión no consiste sólo en fabricar un invierno en diciembre sino en geometrizar o cronometrar el comportaminento incivil y casual de la nieve).


El
vacío reciclado

Con resignación, con burla o con fastidio, se ha difundido y glosado otro lugar común: Uruguay hiberna en verano; el calor genera astenia y ocio potenciando nuestra habitual lentitud hasta convertirla en inmovilidad. Esta peste cíclica que nos paraliza, que retarda exasperantemente nuestra integración a la modernidad, que traba nuestra eficacia y deprime nuestra productividad, sólo puede ser superada mediante el reciclaje.

Entonces, agentes estatales y privados aplican a la siesta veraniega un enérgico tratamiento de marketing y de tecnología, haciendo de ella un próspero mercado, un espectáculo deslumbrante. Así, el ocio es laboriosamente producido; para construir el sueño oriental (del Este) hace falta una desaforada vigilia; para montar y fabular el escenario del vacío se necesitan una ajetreada tramoya y un guión.

Se trata de una máquina neumática -arduo artilugio cuya finalidad es hacer vacío- es una puesta en marcha de complejos ingenios de la civilización para crear un "estado de naturaleza". Este reciclaje condensado inicialmente en Punta del Este, emplea miles de horas-hombre para poder suspender el tiempo del trabajo y hacer de la península una isla donde transcurre el tiempo del placer, la autonomía de horarios, la inutilidad.

La heroína puntaesteña es la lolita de Pancho Dotto, que se ofrece al voyeur indolente, desmarañada y espontánea, virtudes que ha aprendido a simular mediante el entrenamiento, la ascesis y la cosmética brutal. Otro modelo: una película cómica que transcurre en un restaurante. En el comedor todo es plácido y ceremonioso. En la cocina (superpoblada por -digamos- los hermanos Marx o los Tres chiflados, algún gato, el cocinero, varios artefactos) el caos encadena frenéticamente torpezas y gags, siempre a punto de desbordarse más allá de una puerta vaivén, hacia el territorio en el que los comensales no sospechan la ominosa trastienda que los amenaza.

Con esos mecanismos, el país míticamente otoñal y pequeño burgués logra recuperar el verano y transformarlo en un buen negocio. Tan bueno que cominza a crecer. Punta del Este se expande implicando con eficacia todo lo que encuentra a su paso. Las chimeneas de la industria, taladas por la coyuntura macroeconómica, van siendo sustituidas por el calor de la arcadia ortopédica, por los tropos y las prótesis del trópico tecno: off-shore, polo-cross, jet-sky, Dotto's beach, topless, etcétera.

Hasta los espacios bárbaros donde se aposentaban los sectores primarios de la producción son colonizados; las estancias y los tambos se transforman en hosterías o pubs donde los turistas asisten a sofisticadas performances: un hombre ordeña una vaca, pollos vivos discurren por los patios, alguien toca música. Y es en esas estancias, cuando se verifica la perversión, pues todo sitio debe ser transformado en balneario, toda estación en verano, y todo tiempo en temporada.

El Uruguay que algunos consideran definido y estigmatizado por su condición fronteriza, dramatiza ahora una temporalidad de frontera, funciona como banda (oriental) que sirve a nuestros vecinos como frontera del tiempo de obligaciones, franja de acronía donde toda normatividad se viola, se reconstruye y se vuelve a violar, donde se institucionaliza la transgresión, se intercambian y se reapropian roles.


El relleno y el residuo

La inflación del ocio, la marcha hacia el este (1), parecen imparables, pero conocen empantanamientos, nudos y accidentes. Algunos casos: al querer territorializar ciertas zonas costeras de Rocha, el verano se enfrenta con asentamientos precarios que debe arrollar con abogados y bulldozers; más recientemente una muchacha llegada del interior para trabajar como doméstica, desaparece tragada por el agujero negro de la fiesta, en tanto los "Amigos Argentinos de Punta del Este" organizan una elegante protesta contra los impuestos.

Acaso lo que ocurre es que la factoría que ensambla el verano, la usina de las vacaciones, está creciendo demasiado, su sala de máquinas trajinada de operarios que vienen del Cerro o Bella Unión, está produciendo ya mucho calor, ruido y residuos, comienza a hacerse manifiesta para quienes se deslizan con expresión cool sobre el vacío. Tal vez la comparsa de fámulos que detrás del escenario trasuda y tropieza, ya no puede ser contenida por las bambalinas y -complicada tumoración de émbolos, tubos, engranajes y poleas, obscena invasión de morlocks- aflora en los salones del verano. En tal caso, el modelo hacia el cual podría evolucionar Punta del este es Miami: primeramente edenizó los pantanos, para transformarse luego en lucrativo ecosistema donde medra una fauna de camellos, gusanos y otros anfibios.

Existe, finalmente, una profecía que bien puede cerrar, algo tremendamente, esta crónica. La enunció hace un tiempo un jerarca municipal de Maldonado: si no se soluciona el problema del saneamiento, en diez años ya nadie vendrá a Punta del Este. Luego de haber escuchado este diagnóstico escatológico, el televidente se estremece ante la fugaz visión del balneario devastado, sustituido, por lo que se embosca, latente, en sus cloacas.


Nota:

(1) La portada de la República de Platón Nº 62, nos informa que esta extensión del verano ocurre también hacia Montevideo, aunque, claro está, en la capital sus maneras son más espurias y expresamente dionisíacas.


* Publicado originalmente en La República de Platón, Nº 66

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