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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



AMÉRICA LATINA - DEMOCRACIA - DEMOCRACIAS LATINOAMERICANAS - FAMILISMO AMORAL- DESIGUALDAD/POBREZA/EXCLUSIÓN -
DEUDA EXTERNA -

Desigualdad, pobreza y exclusión: impotencia, fatiga y asedio en las democracias latinoamericanas (IV)*

Fernando Filgueira y Cecilia Rossel
La pobreza y la desigualdad que la región heredó como producto de la crisis de la deuda de 1980 fue producto por sobre todas las cosas de la inflación que destruyó los pocos activos de los sectores populares y colocó un impuesto inflacionario a estos mismos sectores. La crisis -que debe ser pertinentemente llamada "la segunda crisis de la deuda"- que se anunció hacia 1998 y se despliega hoy en forma clara, afecta la capacidad de subsistencia y la desigualdad por la vía inflacionaria y por la vía de la destrucción del empleo en los sectores menos educados de la población

3. El deterioro de las bases sociales de las democracias en América Latina: pobreza, desigualdad y desempleo.

Los últimos diez años han mostrado que las democracias electorales de la región son hoy notoriamente más resistentes a las crisis políticas y económicas que con anterioridad. Varios presidentes han debido dimitir por escándalos de corrupción o ingobernabilidad sin por ello dar paso a formas dictatoriales; varios sistemas de partidos se han resquebrajado, dando paso a formas plebiscitarias que procuran al menos mantener la apariencia de democracia.

Han sido también frecuentes las crisis económicas con episodios de desempleo masivo, inflación y pobreza, y con la pérdida virtual del control gubernativo de la economía. Y las democracias han subsistido. Pero este asedio a las democracias se ve agudizado por las profundas disparidades económicas de la región y por la presencia de grandes masas excluidas socialmente que pueden eventualmente convertirse en el capital político de estrategias abiertamente autoritarias y populistas. Esto resulta aún más plausible si se concuerda con Remmer
(1993) en que la actual ola democrática ha incorporado, al menos electoralmente, a segmentos de población bastante más amplios que aquellos que participaron en las democracias de sesgo desarrollista de la segunda mitad del siglo.

En efecto, esta es tal vez la mayor y más compleja paradoja de la actual ola democrática en la región, también su mayor promesa. La ciudadanía política se ha extendido en las naciones y en sus poblaciones al tiempo que persisten y en algunos casos se profundizan enormes déficits de ciudadanía social y civil. Esta combinación paradojal coloca límites a la expansión sustantiva de la ciudadanía política, o bien la fatiga, al asediar a un régimen que se supone de iguales
(ante la ley y en su voto) con una realidad social de profunda desigualdad y y una endeble ciudadanía civil en donde poderes fácticos, económicos y políticos, atentan contra los derechos básicos de la población.

El problema es que lejos de moderarse la desigualdad, en la última década la misma se ha visto agudizada. Por otro lado, la pobreza se ha mantenido estable o ha crecido en buena parte de los países durante la segunda mitad de la década. En efecto, como puede observarse para el conjunto de la región luego de una moderada disminución de la pobreza entre 1990 y 1997, la misma frena su caída entre 1997 y 1999 e incluso retoma cierto crecimiento. El enlentecimiento económico de los últimos tres años (2000-2003) y el aumento del desempleo sugieren que la pobreza se encuentra en la actualidad en niveles iguales o superiores a los de 1990. Debe considerarse que los niveles de pobreza de 1990 respondieron a la llamada década pérdida en donde se pudo constatar una aumento porcentual y absoluto de la pobreza en América Latina. La ola democrática de fines de los ochenta e inicios de los noventa trajo, en forma a veces explícita, a veces implícita, la promesa de una disminución en los niveles de pobreza. Dicha promesa parecía cumplirse en los primeros años de la década de los noventa, pero se desvanece en el último lustro (1998-2003).

Pero tal vez más preocupante aún es que los niveles de pobreza no fueron significativamente abatidos aún en los años buenos y a pesar de un importante crecimiento económico promedio en la región. La razón fundamental para ello fue que el ya mencionado deterioro en la distribución del ingreso nacional que bloqueó la transmisión de las mejoras en materia económica nacional a los sectores más desfavorecidos. En efecto, tan sólo tres de los países considerados muestran evidencia de haber mejorado su distribución del ingreso en la década. La mayor parte de los países deteriora la misma, y en algunos casos en forma dramática, como puede observarse en el casos de Argentina, Bolivia, Costa Rica y Paraguay.

La pobreza y la desigualdad que la región heredó como producto de la crisis de la deuda de 1980 fue producto por sobre todas las cosas de la inflación que destruyó los pocos activos de los sectores populares y colocó un impuesto inflacionario a estos mismos sectores. La crisis -que debe ser pertinentemente llamada "la segunda crisis de la deuda"- que se anunció hacia 1998 y se despliega hoy en forma clara, afecta la capacidad de subsistencia y la desigualdad por la vía inflacionaria y por la vía de la destrucción del empleo en los sectores menos educados de la población. Esta es una crisis de cantidad y precio del trabajo, golpeando por tanto mucho más duramente a los sectores menos favorecidos. Basta observar la evolución del desempleo entre 1990 y 1999 y muy especialmente entre 1994 y 1999 (antes aún que la crisis de empleo se agudizara) para constatar lo que aquí se afirma.

Evolución de la tasa de desempleo urbano abierto entre 1990 y 1999 en países de América Latina.
 

 1990

 1994

 1997

1999 

 Argentina(a)

 5.9

 13

 14.3

 14.7
 Bolivia

 9.4

 3.2

 3.7

 7.1
 Brasil

 4.5

 7.4

 8

 11.4
 Chile

 8.7

 6.8

 6

 10.1
 Colombia

 9.3

 8

 11.8

 19.2
 Costa rica

 5.3

 4.2

 5.8

 6.1
 Ecuador

 6.1

 7.1

 9.2

 14.2
 El Salvador

 9.9

 6.8

 7.3

 6.9
 Honduras

 6.9

 4.1

 5.2

 5.3
 Mexico

 3.3

 4.5

 5.1

 3.2
 Nicaragua

 ..

 14.1

 13.1

 13.8
 Panama

 18.6

 15.7

 15.4

 13.1
 Paraguay

 6.3

 4.4

 8.4

 10.1
 Uruguay(a)

 8.9

 9.7

 11.4

 11.2
 Venezuela

 10.2

 8.9

 10.6

 14.5
Fuente: CEPAL, Panorama Social de América Latina, 2001-2002. (a). Sólo zonas urbanas

Por otra parte el desempleo afectó, como dijéramos, en forma mucho más marcada a los sectores menos favorecidos. Con la excepción de México, el ratio de desempleo entre sectores con 6 a 9 años de educación formal contra el desempleo de aquellos de más de 13 años de educación se deterioró en desmedro de los menos educados. Por su parte, si consideramos a la población de más baja educación aún (0 a 5 años de educación) 9 países deterioran también más el ratio de ocupación entre esta población y la más educada.

El desempleo, a diferencia de la desigualdad, no afecta la deseabilidad del régimen democrático en forma directa. No existe al menos evidencia estadística de ello. Cuando se observa la relación entre la tasa de variación del desempleo y la variación de la deseabilidad o preferencia por el régimen democrático no aparece pauta recurrente alguna (un R2 de .08). Pero otra es la historia si nuestra pregunta refiere a la satisfacción democrática. Esta dimensión sí co/varía y claramente con la variación del desempleo. Si bien la variación en la satisfacción democrática no parece afectar mayormente la preferencia por la democracia, ello no quiere decir que no pueda afectar eventualmente la estabilidad de la democracia. La causación aquí no es "pathdependent" sino química.

Cuando al mismo tiempo se presentan una baja predisposición actitudinal a preferir la democracia con un deterioro creciente en la satisfacción con la forma como el régimen democrático está operando, es mucho más probable que se produzca no ya mera desafección democrática, sino acciones desestabilizadoras del gobierno democrático de turno y eventualmente del régimen mismo. Si a esto se adiciona la presencia de elites políticas que estructuran dicha oferta, el resultado será posiblemente no democrático. El desempleo por otra parte contribuye a modalidades de pobreza que se transforman con mucha mayor facilidad en realidades de exclusión. La pobreza del trabajador empleado
(11) en toda su injusticia, permite al mismo, mantener un conjunto de lazos relevantes con la comunidad. El desempleo en cambio tiende a quebrar dichos lazos, contribuyendo a la aparición de subculturas marginales que favorecen el "familismo amoral", la apatía y las conductas anómicas individuales y colectivas.

Notas:

(11) Lo que en estados Unidos se denomina "working poor", subculturas marginales que favorecen el "familismo amoral", la apatía y las conductas anómicas individuales y colectivas.

Bibliografía

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CEPAL (2000-2001): Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santiago de Chile.

CEPAL (2001-2002): Panorama Social de América Latina. CEPAL, Santiago de Chile.

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Fitzgerald, E. V. K(1996): "The New Trade Regime. Macroeconomic Behavior and Income Distribution in Latin America" en Bulmer-Thomas (ed.) op. cit.

Held, David (): Hay que buscar esta cita. Más de un texto de el hace referencia al punto en cuestión

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Reis, Elisa P.(1995): Governabilidade e soliedariedade en Valladares, L. y Prates Coehlo, M. (eds) Governabilidade e Pobreza no Brasil , Civilizacao Brasileira, Rio de Janeiro.

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* Documento preparado para el libro Desafíos de la Democracia en América Latina Madrid Mayo, 2003.

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