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                mientras un campesino pulsa con azadón 
                los surcos en que se hunde o de los que emerge hasta la cintura 
                devorado o parido por las flores / calma chicha y violencia 
                multicolor vienen a lo Uno y a lo Mismo 
 
            Residencia-taller de Franco
            Chaves, Las Lajas, Nariño,  
            280290 (Míércoles de Ceniza) 
 
 
                "Lienzos a la venta" anuncia el aviso del frente Cuando 
                le pregunto si el fresco de la iglesia de Mocoa lo encargó 
                un narcotraficante me ruega que apague la grabadora Diminuto, 
                aindiado, natural de Pasto, discípulo 
                de José León Eraso, mantuvo el taller en Santiago 
                y en Sibundoy hasta 1989 Coloca entre los muebles algunas muestras 
                de su producción reciente: entre otras, Cristo Superestar 
                (pertenece a su hijo, vale 
                200 mil pesos, pero no la vende), Colombia (una 
                pandilla de demonios se cierne sobre una mujer encadenada en un 
                túnel tenebroso) 
                Saca un álbum 
                de fotos y recortes Una instantánea lo muestra entre 
                monjas, otra al lado del Cardenal Aníbal Muñoz Duque, 
                otra todavía en pleno carnaval. 
            Para que aprecie el
            mural al que acaba de dar el último toque, me invita al
            cuarto todavía en obra que apoda "salón de
            tertulias" con orgullo de parrandero fino. No obstante la
            pose de Apolo abstraído, si es de uvas el racimo sostenido
            a manera de insignia sería Baco el efebo desnudo en el
            centro de la composición, a escala sobrehumana, rodeado
            de referentes heterogéneos no exclusivos del ámbito
            rural del suroccidente. Un serenatero de corbata y traje de compostura
            andina tributa acordes de guitarra al lánguido ídolo
            acompañado por un león, mientras un campesino pulsa
            con azadón los surcos en que se hunde o de los que emerge
            hasta la cintura devorado o parido por las flores. 
              Pregunto si le parece un 
                capricho interpretar su modificación de la imagen del Santo 
                Patrono de la capital del Departamento del Putumayo como el gesto 
                de quien ofrece un cigarrillo al diablo. Que no, que seguramente 
                por la prisa de acabar se le olvidó la balanza, fue sin 
                querer. Le digo que hay un arte 
                del olvido. Sonríe entre halagado y divertido. El cura 
                párroco no se percató, Gabriel Toro, un redendorista, 
                recuerda perfectamente, no le hizo ningún reclamo, antes. 
                Hubiera traído un charango en lugar de la grabadora, me 
                digo a mí mismo.  
 
            No inquirí por el mural de la casa del Taita Juan Gabriel
            Tisoy Chandioy, el sanatorio vegetalista más completo
            que haya conocido en el Sur, en la cima de una colinita pasado
            el cementerio de Santiago, con baños embaldosinados para
            el vómito y la diarrea, pulcros y numerosos. En distintas
            oportunidades, mientras el hijo del Taita, don Benjamín,
            consagraba la botella de yajé que en 1987 vendía
            a dos mil pesos, tiempo no me faltó para la sirena recostada
            en la mitad de la pared de la sala de espera o de operaciones
            alucinatorias, al lado de un tigre de Bengala. 
 
            Sean las criaturas descritas por mi suegro Luis Eduardo Díaz,
            quien pasó en la selva su vida de ingeniero y abridor
            de caminos al servicio de la Texas, bultos rosados o foscas hinchazones
            que él había entrevisto o de las que había
            oído hablar, a orillas del Mira y del Mataje, en el Putumayo,
            en el remolino arriba de la boca del Guamuez, en el Caquetá,
            más allá de los Chorros del Araracuara, dondequiera
            que manatíes y bufeos se aburren en harenes acuáticos
            abiertos a toda hora para satisfacer urgencias de caucheros y
            mineros, o sea angash (en
            quichua "azul")
            el color de las que  
 
            "se peinan su cabello largo y otras que observan admiradas
            la vida terrestre de suntuosos palacios de reinas milenarias,
            cuando el auge de reinados estaba en boga y prevalecía
            en el gran Egipto y Asiria, donde ellas podían ver como
            en una televisión, en medio de la planta de renaco bordeado
            de muchas raíces" (si
            confío en los términos transcritos en mi cuaderno
            gracias a la hospitalaria caligrafía de Pablo Amaringo,
            ex-falsificador de billetes de banco, otrora yajecero ambulante
            a lo largo y a lo ancho de la Amazonia peruana, actualmente narrador
            y pintor de fantasmagorías en extremo meticulosas, cuya
            libreta de apuntes me permitió hojear Luis Eduardo Luna
            antes de editar Visiones de Ayahuasca), sean muñecones flotadores de
            sex shop subdesarrollado o magadalenas televidentes, las
            encantadoras encantadas amodorran flujos más habidos que
            por haber en letargo de cisterna, cuando no en poso de cristal
            líquido. 
 
                Donde poso no sería apenas estasis supina, si no también 
                solera, el sedimento llamado coulot, "descaro" 
                de emergencias mediáticas, piano de Richard Klayderman 
                untando el romance del contador Zacarías con la viuda 
                de Escobar o suspenso de cortinilla sonora frotando la microtelenovela 
                del retrato hablado del sicario que habría asesinado a 
                Garzón, automatismo y liviandad cortesana de lo que más 
                cae y recae: exhibe y adocena el abismo la madre del coágulo 
                de mala leche, la matriz del lago informativo, la culebra del 
                sujetil, Melusina enanillada, machaco-sirena serpentina y alada, 
                Lilith de peluche. 
 
            Es lo que confirman los Grimorios de Paracelso, que "las
            Sirenas nadan más en la superficie que al interior del
            agua"(3), según la versión
            de René Schwaeble que me confiara don Bolívar Jaramillo,
            alquimista pastuso, para que del francés impreso la revertiera
            al castellano grabado en cinta magnética a cambio de seis
            huevos de gallina muy frescos. 
 
            Virtuosas de lo archiviolítico (otra
            tangente derridesca: grabaciones originales devorando la constancia
            saturnina del origen, piedras de peonzas archivísticas
            autovioladas),
            amasan la espuma del sobre hasta convertirla en costra de osario. 
 
            La galene de los "prados floridos en que se hallan"
            las musicómans (Odisea
            XII, v 159) y que
            López Álvarez traduce "quietud" (ib v 168),
            o retomando los términos de la propia Circe "la
            pradera / donde se hacinan osamentas blancas" (ib v 45),
            sin que la dilatada marimba de tibias y costillas sueltas niegue
            el campo raso de la estética, monótono candor y
            podre polícroma más bien acolchando por igual la
            concha acústica de las concertistas parientes de Harpías
            y Erinias, al repetir: "Detén la barca -nea katasteson"
            (ib v 185) (4),
            calma chicha y violencia multicolor vienen a lo Uno y a lo Mismo:
            involucrar la aventura en la redondez de la pantalla ciclópica,
            en la nitidez encandecida de un recuerdo sin pasado, en el cerco
            del kirkos que repite el nombre de la maga anticipar el
            retorno. 
 
                Esterwiliames de registro sin falla y falla sin registro, sin 
                cuyo rosetón de congelada bonanza el envío del relato 
                sería imposible, pues la ficción nace del tiempo 
                sin fin necesario a la transformación del grito en retornelo 
                del que creyó contestar impunemente con sólo escucharlas, 
                mejor dicho el ámbito de extensión de la sobredosis 
                llamado simelio (monstruo 
                de pies y piernas 
                más o menos fusionados, pelvis imperfectamente desarrollada), es el fin (a 
                la vez conclusión y propósito) de la cuenta y del cuento: garfios de remordimiento 
                o de eros arborícola pretenden retener a fondo odio y amor, 
                hasta perder la medida y el fondo en la consumación de 
                lo digitable. 
 
            Lejos de refutar la codicia del número (marca
            de cálculo y performancia espectacular), la viscosa lisura de una aleta caudal
            le da cumplimiento. Lo que no deben ignorar el culebrero lelo
            ni el practicante de kundalini yoga: kundalin,
            el que "lleva aretes", lo "enroscado" y por
            ende la "serpiente", participa de la naturaleza de
            la "concavidad redonda abierta en el suelo",
            kunda, pues tanto la espiral del reptil cuanto el bostezo
            del cuenco pertenecen a la inercia de kuntha, "obtuso",
            "relajado", "aturdido". 
             
            abro la boca para gritar y para meterlas 
            Pasto, 22.03.00 - 21/2
            am.  
 
            Acabo de soñarme entre cuatro pantallas, metido en una
            partitura musical. Estoy en una cabaña, en algún
            lugar de la Costa. La nevera de la que fueron robadas las nieves
            de antaño, en la que León de Greiff guarda su abrigo
            porque "madame está de vacaciones". El
            frigorífico del condado de Alameda en el que Avital Ronell
            encuentra los papeles de la segunda parte de Crack Wars, cámara
            frigorífica suficientemente amplia para cumplir funciones
            de tanatorio, no obstante los túneles de viento y la variedad
            de los canales paraje todavía demasiado impregnados de
            fumigaciones metafísicas (quizás
            justamente en razón de esos túneles y de esa variedad), a juicio del personaje que
            exige una ventilación más eficiente no sin haber
            recomendado su zafada al crítico del Hang, "suspensión"
            que Ronell traduce "addiction" y José
            Gaos "inclinación", enganche aliado del Gestell
            tecnológico, la alianza misma(5). 
            El Museo del Olvido
            y taller de mecánica de Sevilla, Valle, en 1976. El cuchitril
            de la planta eléctrica del ex-restaurante y ex-casino.
            El Lido de la isla de San Andrés, en 1968, cuando me tocó
            prender la planta eléctrica en plena traba y el estruendo
            del motor se me hizo la música de las esferas. 
 
                La luz filtra a través de las fisuras entre las planchas 
                de madera ennegrecida. Pienso que no hemos sido capaces de un 
                museo. Hay un señor que recuerda ahí adentro, acurrucado. 
                Acaricio la pared de madera ennegrecida por la grasa del taller 
                o lo que resta de una antigua explosión. A través 
                de las rendijas entreveo la sombra 
                de la anciana cuidandera loca, escoba en mano, pelo gris, toda 
                ella gris. Desde afuera me pregunta por las visitantes museólogas. 
                Le hablo de un señor obsesionado por un libro. 
                Está brava: "Tengo una bronca pecueca", masculle. 
                Sin entrar, desde la puerta, me lanza piedras a la cara. Apenas 
                distingo parte del brazo y la mano que las bota. Abro la boca 
                para gritar y para meterlas. Soy lapidado en un rincón 
                de la nevera negra.  
             
            Notas: 
            (3) Grimoires de Paracelse -
            Traduit par René Schwaeble - Des Nymphes, Sylphes, Pygmées,
            Salamandres et autres êtres - Des forces de l'Aimant -
            Manuel de la Pierre des Philosophes - Teinture des Physiciens,
            Ed. J. B. G., París, sin fecha, p. 39. 
              (4) Obras de Homero 
                - La Odisea - Tomo I : Cantos I-XII - Traducidas directamente 
                del griego en versos castellanos por Leopoldo López Alvarez, 
                Tipografía Athene, Pasto, 1939, pp. 196, 197, 193, 197. 
            (5) "Derrida : No te enganches
            al espíritu -don't get hooked on spirit. Todas
            esas comillas son otras tantas muestras del haberse enganchado.
 
                Heidegger : A veces borro las comillas, pero son como mordiscos 
                de vampiro, dejan trazas y, 
                como sea, zafarse del espíritu es duro.  
            Derrida : Lo veo. Pero sí reconoces el suplemento espectral,
            no cierto, por la manera como hemos azotado el tránsito
            -we've swished- del espíritu a los espíritus.
            No puede ser tan sólo accidental. (Echando una mirada
            alrededor) El parche me resulta todavía demasiado metafísico.
            ¿No puedes ventilar este espacio textual?" - Avital
            Ronell, Crack Wars - Literature Addiction Mania, U. of Nebraska
            Press, Lincoln y Londres, 1992, p. 149.
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