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ISSN 1688-1672

 



CHAMBÚ - CHAVEZ, GUILLERMO EDMUNDO - RAYUELA - CORTÁZAR, JULIO -

Chambú rasgadura de la esclerosis retínica(1) (III)

Andrés Torres Guerrero
La tragedia del desacuerdo íntimo -inestabilidad, angustia, acholamiento- que tuvo el mozo por costumbre resolverla y ocultarla fingiendo odio y desprecio hacia lo amargo, inevitable y maternal de su sangre, se había transformado en la tragedia fecunda de la permanencia de su rebeldía


III. ALUSIÓN A UN CAPÍTULO DE RAYUELA EN EL QUE TALITA PASA DE UN APARTAMENTO A OTRO, A TRAVÉS DE UN TABLÓN IMPROVISADO ENTRE LAS DOS VENTANAS QUE SEPARAN A OLIVEIRA Y TRAVELER

Talita se pasa por este puente tambaleante con un poco de yerba para que Oliveira se prepare un mate. Para una visión de mundo pragmática, un acto de estos no deja de ser ridículo y absurdo, pero si dejamos por un momento esta lectura configurada de convenciones y normatividades, encontramos en dicho capítulo(41) un acto poético que nos vislumbra un mundo cargado de belleza y misterio, y un cuerpo humano que ya no es un piñón del engranaje de la productividad, sino una carne revestida de potencialidad y magia.

Este paraje lo vinculo de manera afectiva a aquella huida en la que el Chulla Romero y Flores (capítulos VI, VII) escapa de los chapas, y en esa carrera por la vida este hombre inicia a cambiar de piel tras las diferentes fricciones que tiene con lodazales, pisos mugrientos, calles contaminadas de oscuridad y olores nauseabundos, hasta que finalmente, lanzado hacia su propio precipicio, va a caer a una casa de prostitutas que lo ayudan a salir de su infierno. Estas mujeres que minutos antes oficiaban como meretrices, ahora se convierten en parteras para ayudar a dar a luz a este hombre que ha cambiado de piel. Luis Alfonso Romero ha encontrado su antropofanía entre su gente, entre los cholos y los indios, entre esa vecindad que antes despreciaba porque desconocía.

"(...) El Rol de mi pequeña farsa. ¡No me sirvió para nada! Para nada... Mis burlas de almanaque, mis raterías de doble fondo, mi disfraz de fantoche inofensivo, mis opiniones (...)". La tragedia del desacuerdo íntimo -inestabilidad, angustia, acholamiento- que tuvo el mozo por costumbre resolverla y ocultarla fingiendo odio y desprecio hacia lo amargo, inevitable y maternal de su sangre, se había transformado -gracias a las circunstancias planteadas por la injusticia de funcionarios y burócratas, al amor sorpresivo a Rosario, a la esperanza en el futuro del hijo, a la diligencia leal y generosa del vecindario- en la tragedia fecunda de la permanencia de su rebeldía, de la rebeldía de quien ha recorrido un largo camino y descubre que ha tomado dirección equivocada. Era otro. Otro a pesar de su dolor.
(146)

Luis Alfonso notó que los vecinos le acompañaban, le entendían -hombres resignados, mujeres tristes-, con la misma generosidad que le ayudaron la noche que tuvo que huir barajándose entre las tinieblas. Tragándose las lágrimas pensó: "He sido un tonto, un cobarde. ¡Sí! Les desprecié, me repugnaban, me sentía en ellos como una maldición. Hoy me siento de ellos como una esperanza, como algo propio que vuelve".
(151)

Pienso en Horacio Oliveira y Andrés Fava. Pero no es fortuito que mencione implícitamente a Cortázar, porque es gracias a él, que intento colocar un tablón entre Kibbutz del deseo(*) y Chambú para saltar de un lado a otro ya que la hipó-"tesis"-tablón que sostengo es que Guillermo Edmundo Chaves escribió una novela que reescribe la tradición occidental a partir de la confrontación de su protagonista con la fuerza de la naturaleza, y la resonancia pulsional que se despierta en el cuerpo de Ernesto por el amor de Gabriela... allá en el Sur (al borde del abismo). Esta resonancia pulsional inventa un Chambú o un grito que se constituye en una práctica curativa del cuerpo y de la cultura. Cuando Ernesto escribe e inscribe su cuerpo en el grito... ese gesto de afirmación vital y filosófica, le da respuesta a muchos de los personajes que habitan las páginas de Julio Cortázar.

"Las ventanas son los ojos (...) y naturalmente deforman todo lo que miran. Ahora estás en un punto de gran pureza, y quizá ves las cosas como una paloma o un caballo que no saben que tienen ojos"
(Rayuela, 235)

"Porque aquello fue sino vértigo de una zozobra; una fugaz confusión de lo imaginativo y lo real; quizás la culminación de una crisis" (Chambú, 247)

En ese límite trascendental no pudo dudar ya del amor de la muchacha. Cuando la vio dirigirse a su ventana, ella entró en una zona de imperio. Caminaba hacia él. Caminaba como en su propia sangre" (Chambú, 238)

"Es curioso pensó viendo pasar la soga sobre su cabeza. Todo se encadena perfectamente si a uno se le da la realmente gana. Lo único falso en esto es el análisis
" (Rayuela, 236)

"Lo que importa es la fe con que se vive; el ideal sobrenatural para aceptar la vida, para beneficiarla; el ideal humano para confiar en el futuro" (Chambú, 244).

Ernesto y Gabriela en-tablan una relación sobre el abismo que los separa y al tiempo los une. Ellos construyen su kibbutz después de que han transgredido o mejor, superado sus miedos.

Nota (1) El sitio era frío. Pero ahora hacía sed. Cuando se pierde la confianza es mala la soledad; cuando se tiene fiebre es grave acercarse a un abismo. En el espíritu de Ernesto surgían en negra turbulencia todos los detritus de sus horas fatales. Su dolor se cambiaba en protesta; su actitud vital cobraba un turbio vaivén de interrogante. Insensiblemente iba llegando a ese límite fatal en que el hombre principia a dudar de todo, a no creer en nada.
No era sólo dolor ante el fracaso de su esfuerzo, y ante la necesidad de abandonar lo que amaba. Su gesta interior era más honda. Tener o no tener una posición no importa. Tener o no tener un amor tampoco importa. Lo que importa es la fe con que se vive; el ideal sobrenatural para aceptar la vida, para beneficiarla; el ideal humano para confiar en el futuro. Era el conflicto intelectual, no la queja romántica. Era la gran angustia humana que se debate entre el ser y el no ser. El cansancio que da el peso torturante del espíritu; el alma que principia a rodar en la noche del caos. Ya en ese estado, el hombre suma a su propio reclamo el eco universal de toda angustia. Todos los gritos de destrucción. Todo el derrumbe de las filosofías. Odios, guerras, agonías, miseria. Y las manos sin pan; y los corazones sin piedad; y todo el pavor humano en un mundo enloquecido (Chaves, 1985: 243-244).

Nota
(*) (...) el kibbutz del deseo no tiene nada de absurdo, es un resumen eso sí bastante hermético de andar dando vueltas por ahí de corso en corso. Kibbutz; colonia, settlement, asentamiento, rincón elegido donde alzar la tienda final, donde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro (195). [...] por ser la búsqueda de un kibbutz desesperadamente lejano, ciudadela sólo alcanzable con armas fabulosas, no con el alma de Occidente, con el espíritu, esas potencias gastadas por su propia mentira como también se había dicho en el Club, esas coartadas del animal hombre metido en un camino irreversible. Kibbutz del deseo, no del alma, no del espíritu. Y aunque deseo fuese también una vaga definición de fuerzas incomprensibles, se lo sentía presente y activo, presente en cada error y también en cada salto adelante, eso era ser hombre, no ya un cuerpo y un alma sino esa totalidad inseparable, ese encuentro incesante con las carencias, con todo lo que le habían robado al poeta, la nostalgia vehemente de un territorio donde la vida pudiera balbucearse desde otras brújulas y otros nombres (196). [...] Tumbado en el banco, Horacio saludó al Oscuro, la cabeza del Oscuro asomado en la pirámide de bosta con dos ojos como estrellas verdes, patterns pretty as can be, el Oscuro tenía razón, un camino al kibbutz, tal vez el único camino al kibbutz, eso no podía ser el mundo, la gente agarraba el calidoscopio por el mal lado, entonces había que darlo vuelta con ayuda de Emmanuèle y de Pola y de París y de la Maga y de Rocamadour, tirarse al suelo como Emmanuèle y desde ahí empezar a mirar desde la montaña de bosta, mirar el mundo a través del ojo del culo, and you`ll see patterns pretty as can be, metida a patadas por la punta del zapato, y de la Tierra al Cielo las casillas estarían abiertas, el laberinto se desplegaría como una cuerda de reloj rota haciendo saltar en mil pedazos el tiempo de los empleados, y por los mocos y el semen y el olor de Emmanuèle y la bosta del Oscuro se entraría al camino que llevaba al kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra hipócrita, Cielo, flatus vocis), sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y un día alguien vería la verdadera figura del mundo, patterns pretty as can be, y tal vez, empujando la piedra, acabaría por entrar en el kibbutz (207-208).

Bibliografía:

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Rosa, Luis Felipe de la (1972). Poemas. Bogotá: Tercer Mundo.
Ende, Michel (1986). La historia Interminable de la A a la Z. Madrid: Ediciones Alfaguara.
Hawthorne, Nathaniel (1989). Cuentos Norteamericanos. La Habana: Editorial Arte y Literatura.
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