| Eloy: "En 1973, cuando publicó The Buenos Aires 
                Affair y le llovían las ofertas para traducirlo, empezó 
                a sentir que la Argentina no le hacía justicia. Había 
                llegado más lejos que cualquier otro escritor de su generación, 
                pero se lo trataba como a uno cualquiera. No quería aceptar 
                que el país siempre había sido así, y que 
                seguiría siéndolo. Cuando recuerdo los encuentros 
                de aquellos años me parece volver a oír su inagotable 
                amargura. Suponía que los críticos argentinos -tanto 
                en los medios de prensa como en la universidad- consideraban su 
                obra como un artificio 
                menor, destinado a no perdurar sino a ser consumido y olvidado 
                por el mercado. "Creen que soy un best-seller pasajero, no 
                un escritor", me dijo. "Lo mismo pasó con Roberto 
                Arlt 
                hace treinta años, y los que le cavaron la tumba son los 
                mismos que ahora lo ensalzan."
 Ese exilio se prolongaría 
                por años y lo llevaría a Estados Unidos, Brasil, 
                Italia y México, entre otros lugares. En un reportaje habló 
                sobre ello y su difícil relación con los demás 
                escritores argentinos exiliados: 
 "-La mayor parte de los intelectuales argentinos exiliados 
                volvieron al país tras la caída de la dictadura 
                militar. ¿Por qué usted no volvió?
 -Cuando todos estaban en el exilio ninguno se interesó por 
                mi suerte, nunca. Sobreviví con mis medios. Quizá 
                fue demasiado fuerte el rechazo que sentí. Sobre el eco 
                de mi obra le diré una cosa y no me va a creer. Desde hace 
                dos años El beso de la mujer araña circula 
                libremente y sin embargo no salió ni siquiera un comentario. 
                Con Alfonsín la censura no existe más, pero no se 
                escribió una sola línea 
                para un libro que ha suscitado 
                tantas reacciones, positivas y negativas en tantos países 
                del mundo.
 -Después de Italia y París se fue a Nueva York.
            Ahora vive en Río de Janeiro en vez de Buenos Aires. ¿Por
            qué abandonó Nueva York, el centro del mundo?
 -Soy afortunado, no tengo necesidad de vivir en una ciudad, de ir a la oficina. 
                Mi trabajo lo puedo hacer donde sea. Y Nueva York tiene esos inviernos 
                tremendos, esos veranos ardientes, y en 
                un determinado momento, me pareció 
                que no era muy sano. Me fui también por la llegada de Reagan; 
                yo no creía que el pueblo americano llegara al punto de 
                elegir a Reagan, que tenía en sus espaldas el caso Angela 
                Davis, porque él era el gobernador de California cuando 
                aquello sucedió. Y poco a poco sentí que, incluso, 
                el clima cambiaba.
 
 Yo, por ejemplo, había vivido en Estados Unidos durante 
                todo el período del movimiento hippie, que había 
                sido una cosa muy grande, muy importante, y ver cómo se 
                moría en un espectáculo que no podía soportar. 
                Para mí, Europa y Estados Unidos son, de todas formas, 
                lugares para volver, pero para mi vida cotidiana necesito una 
                realidad sudamericana. En Brasil hay una tolerancia que yo no 
                había encontrado nunca, distinta de la de Nueva York, donde 
                podés andar desnudo y ninguno dice nada, pero porque de 
                alguna manera nadie te ve ni te observa. La mirada carioca es otra 
                cosa, no es crítica pero jamás 
                es indiferente."
 Sin
            embargo es justo reconocer que Puig tampoco era un santo. Kado
            Kostzer lo conoció cuando trabajaba en Primera Plana
            y el escritor se presento a pedir que escribieran una nota sobre
            su primera novela: La Traición... Kostzer recuerda la
            egolatría del escritor, "Él se consideraba
            el mejor escritor del mundo y no se le podía mencionar
            ningún otro. Se que respetaba a Severo Sarduy, pero sólo
            lo respetaba no le tenía admiración" y
            sus continuos cambios de residencia: "Se le agotaban
            los lugares. Cuando se produjo el golpe militar, yo estaba trabajando
            en 'Las mil y una Nachas' y recién cuando pusieron la
            bomba en el teatro decidí irme... Bueno, ya antes se había
            ido Puig, que era terriblemente paranoico. Y después,
            siempre le quedó un enorme resentimiento hacia la Argentina
            y creía que todo el país trabajaba en contra de
            él. No era un tipo fácil. Una vez rechazó
            una invitación del programa de Mirta Legrand porque de
            jovencito Tinayre le había impedido entrar en el set donde
            dirigía Deshonra"
 Sin embargo reconoce que Puig: "Era superdivertido, capaz
            de hacer imitaciones en una fiesta y hasta de hacer una autoparodia"
 Muchos viajes, muchos libros
 
 En
            esos años de viajes, intrigas literarias y rencores compartidos
            o no hacia un país que según su propia opinión
            se negaba a aceptarlo desarrollaría títulos como:
 ·
            El beso de la mujer araña (1976)
 · Pubis angelical (1979)
 · Maldición eterna a quien lea estas páginas
            (1981)
 · Sangre de amor correspondido (1982)
 · Cae la noche tropical (1988)
 
 teatro:
 · Bajo un manto de estrellas (1983)
 · El beso de la mujer araña (1983, versión
            teatralizada)
 · La cara de villano (1985)
 
 
 Estilo y preocupaciones 
                post-exilio
 
 Piglia
            definió el camino seguido por Puig luego de The Buenos
            Aires Affair muy claramente:
 "La verdad y la ficción. En sus cuatro novelas 
                siguientes la voluntad documental e hiperrealista de Puig se resuelve 
                con una innovación técnica que lo coloca en la mejor 
                dirección experimental de la narrativa 
                contemporánea. Puig comienza a usar el grabador y la transcripción 
                de una voz y de una historia verdadera a la 
                que somete a un complejo proceso de ficcionalización. Valentín 
                Arregui en El beso de la mujer araña; Pozzi 
                en Pubis angelical; Larry en Maldición eterna 
                a quien lea estas páginas. Son personajes 
                y vidas reales a las que Puig contrapone una voz ficcional que 
                dialoga y las enfrenta: Molina, el preso homosexual en El 
                beso...; Ana, la muchacha que se muere de cáncer en 
                Pubis...; el viejo enfermo y paralítico en Maldición.... 
                Ese contraste (exasperado 
                hasta el límite en la magnífica Maldición eterna..., 
                la mejor novela de Puig desde La traición) crea un extraño 
                desplazamiento: Puig ficcionaliza lo testimonial y borra sus huellas"
 Y sintetiza 
                su tema principal: "El gran tema de Puig es el bovarismo. 
                El modo en que la cultura de masas educa los sentimientos. El 
                cine, el folletín, 
                el radioteatro, la novela rosa, el psicoanálisis: esa trama 
                de emociones extremas, de identidades ambiguas, de enigmas y secretos 
                dramáticos, de relaciones de parentesco exasperadas sirve 
                de molde a la experiencia y define los objetos de deseo. Puig ha sabido 
                aprovechar las formas narrativas implícitas en ese saber 
                estereotipado y difuso." Fin con confusiones y sin olvido
 "Sus frases me volvieron a la memoria el aciago 23 de
            julio de 1990, cuando leí en The New York Times
            la necrología de Puig, que había muerto la madrugada
            anterior en Cuernavaca. Definía su obra como una muestra
            de "realismo experimental, oscuro y elusivo como el de William
            Faulkner". Creo que esa definición le hubiera gustado.
 
 El segundo párrafo de la necrología me llamó 
                la atención. Afirmaba que "su hijo (sic), Javier Labrada, dijo que el escritor 
                había muerto de un ataque al corazón después 
                de una operación de vesícula". Las últimas 
                líneas le adjudicaban a Puig un segundo hijo, Agustín 
                García Gil, que -como Labrada- vivía en Cuernavaca. 
                Esas referencias me sorprendieron. ¿Era posible que Manuel 
                hubiera tomado a dos niños 
                en adopción? Llamé por teléfono al autor 
                del artículo, John McQuiston, y le pregunté si sabía 
                algo más sobre el tema. "Nada", me dijo. "La 
                noticia vino en un cable de agencia. Cuando traté de confirmar 
                la información en la empresa fúnebre, 
                me hablaron de dos hijas, Rebecca y Yasmin, pero me pareció 
                que era una broma, una traición final de Rita Hayworth.
 
 Rebecca y Yasmin se llaman las hijas que Rita tuvo con Orson 
                Welles 
                y Ali Khan. Años después fui a México para 
                reconstruir los últimos días de Manuel. Supe que 
                Labrada dirigía la filmoteca del Canal 13 y que García 
                Gil era una figura notoria del teatro mexicano. Ambos se referían 
                a Puig como "mi mami" y él, a su vez, hablaba 
                de los jóvenes que revoloteaban por su casa como de "mis 
                hijas". También oí el rumor de que el SIDA 
                había causado su muerte, pero los amigos más serios 
                negaban que fuera cierto. Conocí mi versión de la 
                historia a través de Male, de Tununa Mercado y de los raros 
                escritores mexicanos a los que Manuel había frecuentado."
 La muerte de Puig parece 
                un calco de un cuento borgeano donde las citas apócrifas, 
                los libros inexistentes y los personajes reales son continuamente 
                confundidos con los imaginarios y nada es lo que parece ser. Sólo 
                que en vez de ser ficción es realidad.
 Una frase suya tal vez sirva de justo cierre a este escritor cuya 
                obra frecuentemente fue interpretada como una denuncia de la alienación 
                impuesta por los medios 
                masivos de comunicación, una reflexión sobre las 
                intervenciones del poder sobre la sexualidad, o como la reivindicación 
                culta y paródica de lo kitsch y las estéticas del 
                mal gusto.
 Dejemos 
                hablar a Puig ahora: "Inconscientemente yo decidí que lo 
                que veía en el cine era la realidad, que el mundo era así, porque 
                yo lo comprendía y me sentía cómodo. En esa 
                atmósfera había justicia. Las mujeres eran sometidas 
                también, pero al final les llevaban a la tumba un ramo 
                de flores grandes; alguien premiaba tanta paciencia y tanta tontería..."
 Lamentablemente su reconocimiento llegó después 
                de su muerte, como él 
                lo había anticipado alguien premiaba su paciencia y castigaba tanta 
                tontería ajena... lástima que ya no podía 
                verlo. Hoy quedan sus libros y ese título centelleante 
                diciendo lo que sentía que opinaban de sus obras sus innumerables 
                críticos: "Maldición 
                eterna a quien lea estas páginas".
 
 Fin de la película.
 Fuentes consultadas:
 · Homenaje
            a Manuel Puig. Pag 31 a 35. La Maga. 1997.· La muerte no es un adiós. Tomás Eloy Martínez.
            La Nación. 1997.
 · Manuel Puig y la magia del relato. Ricardo Piglia. LA
            Argentina en pedazos. 1993.
 · Manuel Puig. Literatura Argentina Contemporánea.
            1999.
 · Manuel Puig: Cine y sexualidad. Entrevista de Giovanna
            Pajetta a Manuel Puig aparecida en Crisis, Nº41, abril de
            1986.
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