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ISSN 1688-1672

 



TRACTATUS LÓGICO-PHILOSOPHICUS - WITTGENSTEIN, LUDWIN - LENGUAJE -

Comentario al Tractatus Logico-Philosophicus(1)(I)

Adrián Icazuriaga

Dentro del grupo de teorías que han revolucionado la ciencia y el pensamiento en los últimos cien años, hay un conspicuo puñado de ideas simples que además, han resultado ciertas, o al menos no se han podido rebatir con la misma rotundidad con que fueron expuestas; y otro grupo, menos numeroso, cuya veracidad depende de la interrelación entre un número tan considerable de variables, que si no se han probado falsas, resultan cuanto menos controvertibles

No ideas,
But in things.
W.C.W.

La primera norma que debería hacernos dudar de la veracidad de una teoría cualquiera, antes que su constatación empírica o su refutación teorética, es su claridad. Esto no quiere decir que las teorías simples sean esencialmente ciertas, pero que la verdad debería y requiere (si es que tal cosa existe), ser expresada de una forma determinada y precisa, o de lo contrario no hay verdad alguna que expresar. Otra cosa es que las consecuencias de algún planteamiento sean ilimitadamente complejas. Por ejemplo, quienes defienden el inmovilismo apuestan por una idea simple, con unas consecuencias inimaginables; aunque a nadie se le ocurriría defender que el reposo sea el estado predominante en el Universo.

Dentro del grupo de teorías que han revolucionado la
ciencia y el pensamiento en los últimos cien años, hay un conspicuo puñado de ideas simples que además, han resultado ciertas, o al menos no se han podido rebatir con la misma rotundidad con que fueron expuestas; y otro grupo, menos numeroso, cuya veracidad depende de la interrelación entre un número tan considerable de variables, que si no se han probado falsas, resultan cuanto menos controvertibles(2) (esto demostraría por qué es más difícil persuadir a un hombre de que no existe realidad alguna a priori, que convencerle de que un sol nuevo se crea bajo el horizonte cada día).

El
Tractatus Logico-Philosophicus figura entre las primeras. No sólo porque parte de unos presupuestos básicos y desarrolla una teoría consistente, sino porque además, cuestiona cualquier otro esfuerzo intelectual que pasando por alto estas premisas, pretenda decir algo coherente acerca del mundo. Tal vez la única dificultad implícita que pueda achacársele se deba al estilo de la obra, deliberadamente esquemática y "antideductiva". Intentaremos, por tanto, desarrollar un planteamiento de mínimos apodícticos en el cual, a partir de un pequeño número de definiciones e ideas simples, se deduzcan las principales conclusiones del tratado, que no serán establecidas hasta el final y éstas ya sí, de forma esquemática.

I. De los Postulados


Sabemos que todo modelo de realidad se desarrolla en un cierto lenguaje figurativo, en un sistema de signos, ya sea natural o formalizado como el de la lógica. En cualquier caso, éste posee de suyo una naturaleza interna que determinará lo que puede ser expresado con sentido y lo que no. Por lo tanto, antes de valorar proposiciones como "Arístides era un hombre justo" o "el tiempo transcurre en una única dirección", debemos someter a consideración las siguientes preguntas: ¿Cómo se relaciona el
lenguaje con el mundo para que pueda ser una figura ajustada a la realidad?, y ¿cuál es la naturaleza interna de este lenguaje? A estas dos preguntas intenta dar respuesta Wittgenstein en el Tractatus.., ocupándose principalmente de aquellas figuras "que representan el darse y no darse efectivo de los estados de cosas" (TLP 2.11) y de hechos, es decir, que conforman las proposiciones y de cuyo objeto se ocupa la lógica.

La idea principal es la siguiente: si podemos hablar acerca de la realidad y representárnosla tal como es, es porque existe algo común a la naturaleza de la realidad y a la naturaleza de las proposiciones, este fundamento común es la forma lógica
(TLP 2.2). Ambos, la realidad y la proposición, poseen igual multiplicidad lógica (TLP 4.04), de otra forma no serían reflejo una de otra. Podemos llegar a conocer la estructura del mundo si conocemos la estructura del lenguaje. Pero la naturaleza de esta relación, afirma Wittgenstein, no puede ser dicha a su vez en el propio lenguaje, sino únicamente mostrada. No podemos decir, con las propias herramientas de un lenguaje y al mismo tiempo desde fuera (esto es, sin una estructura lógica) cuál es la relación entre el lenguaje y el mundo.

Veamos una analogía que aclarará el asunto. Supongamos que a un jugador de billar se le pide que explique ante un auditorio la técnica del juego, de qué manera esos objetos inanimados se relacionan entre sí para figurar un Billar, es decir, cuál es su forma de figuración
(3). Pero debe hacerlo bajo ciertas condiciones, no puede utilizar nada que no se componga de un taco, una tiza, una mesa con seis agujeros y dieciséis bolas de diferentes colores. ¿Cómo lo haría? Pues de ninguna otra forma que jugando. ¿Y afirmaríamos entonces que ha dicho, mediante bolas y palos, cuál es la naturaleza del juego o que dicha naturaleza se ha mostrado simplemente? Indudablemente que se ha mostrado en las mismas relaciones y valores que corresponden a cada una de las bolas según la realidad del juego.

En ningún momento él ha dicho que la relación entre una cualquiera de ellas y el hecho de que entre o no en un agujero representa esto y no lo otro, porque es imposible hacerlo. Esto es lo que Wittgentein quiere decir cuando afirma que la
figura no puede situarse fuera de su forma de representación (TLP 2.174), la figura ostenta su forma de figuración (TLP 2.172). Lo que cualquier figura ha de tener en común con la realidad para poder siquiera figurarla, ya sea correcta o falsamente, es la forma lógica, es decir, la forma de la realidad (TLP 2.18). Por cierto que también podríamos proyectar el Billar de cualquier otra manera, no necesariamente con las piezas que hemos elegido.

Mediante un espectro de longitudes de onda se pueden proyectar los colores de las bolas y el tapiz, así como las variaciones sufridas con el movimiento. Y una partitura podría proyectar una partida que fuera lo suficientemente armónica.

Ya hemos visto cómo se relacionan las proposiciones con el mundo, ahora convendría ver cómo se relacionan las proposiciones entre sí. De este problema se ocupa la teoría de las Funciones de verdad y, seguidamente, la Forma general de la proposición.

Primero, a un hecho que no se compone de otros hechos se le denomina "estado de cosas"
[Sachverhalte], por ejemplo, "el cielo es azul" (esta proposición consta de dos partes pero expresa un único hecho); de lo contrario, decimos simplemente que se trata de un hecho. Entendemos, según Wittgenstien, que el mundo se compone de hechos (TLP 1.1). Es decir, de todos los estados de cosas existentes (TLP 2.04). Además, al complejo que forman los estados de cosas, existentes o no, se le denomina realidad (TLP 2.06).

Estados de cosas existentes ¬ El mundo
Estados de cosas posibles ¬ La realidad

Por otro lado, los estados de cosas hacen referencia a objetos simples (TLP 2.0272). En el ejemplo anterior, a dos, "cielo" y "azul". Es evidente que si se conocieran todos los estados de cosas que se dan en el mundo actualmente, éste quedaría completamente descrito, y se alcanzaría con ello el fin de todas las ciencias Naturales (TLP 4.11) y (TLP 4.26). Afirmamos que a cada objeto le corresponderá un nombre en el lenguaje proposicional. Ahora bien, una cierta relación de nombres simples forma lo que Wittgenstein denomina una "proposición elemental", del tipo f(x, y, z) (TLP 4.22) y (TLP 4.24). Se establece así una correlación figurativa e isomórfica entre la realidad y la representación del tipo planteado anteriormente.

Resumiendo todo lo dicho, esta relación sería la siguiente: los nombres son a las proposiciones elementales lo que los objetos a los estados de cosas; y las proposiciones elementales son a la proposición lo que los estados de cosas al hecho.

Por lo tanto, toda proposición no-elemental es una función de verdad de las proposiciones elementales a las que queda reducida mediante análisis
(TLP 5). Se plantea así la existencia de una Forma general de la proposición, cuya veritabilidad no depende de ningún lenguaje sígnico en particular sino tan sólo de la relación entre sus componentes y la realidad.

Vemos un ejemplo. ¿Son las proposiciones "Hay
libros y no hay libros" y "Hay libros o no hay libros" funciones de verdad de p = "Hay libros"? La primera es siempre falsa y no deja a la realidad espacio lógico alguno (TLP 4.463), la segunda es siempre verdadera, independientemente de cuál sea el caso respecto de p. Ninguna de las dos, ni la contradicción ni la tautología, dicen dada, no son funciones de verdad de p.

La verdad o falsedad de una proposición elemental depende de su correspondencia directa con el mundo, pero esto no está tan claro a la hora de tratar proposiciones complejas como "A cree que hay libros". No podemos afirmar que p sea verdadera por el sólo hecho de que una persona lo crea, y viceversa. Para Wittgenstein, se trata de una excepción aparente, ya que toda proposición es en definitiva función de verdad de p, q, r, etc. La explicación ofrecida por Russell, es que en el acto de creer se da un tipo de relación psicológica especial que no interesa a la lógica, esta relación va más allá de una proposición y lo que la hace verdadera o falsa. Lo que sí interesa, es la proposición considerada como un hecho y el propio hecho que la hace verdadera o falsa. Ésta es una relación entre dos actos y en definitiva, se reduce a la relación entre sus componentes.

Si alcanzáramos a saber cuál es esta Forma general de la proposición, podríamos determinar cómo se obtiene otra proposición operando sobre ella. ¿Pero cómo es esta operación y cuál es la forma general? Por lo dicho hasta ahora respecto a las proposiciones no-elementales o moleculares, éstas son el resultado de un número determinado de operaciones de verdad sobre proposiciones elementales
(TLP 5.3). Cuantas veces apliquemos dicha operación a un número x de proposiciones elementales, obtendremos todas las funciones de verdad que son posibles a x argumentos. Sheffer demostró que todas las funciones de verdad son reducibles a una única función diádica, la negación de la disyunción o negación conjunta, representada por: "k", cuyos valores de verdad son (FFFFV) (p,q).
En la notación de Wittgenstein, esta operación se representa como N(k), que operando, por ejemplo, sobre
p =(p,q), niega p y niega q
(TLP 5.5 y 5.502).

¿Cuál es entonces el número de Funciones de verdad posibles a dos proposiciones elementales?, y ¿cómo se obtienen a partir de N(k)? Dadas dos proposiciones, el número de combinaciones posibles de sus valores de verdad será 22 = 4. Para saber cuál es el número de Funciones de verdad, bastará con combinar estos cuatro pares de valores de todas las formas posibles, esto es, nuevamente, 2n = 24 = 16, dieciséis Funciones de verdad, que se corresponden a las dieciséis funciones veritativas del punto 5.101 del Tractatus. Ahora bien, para obtenerlas a partir de N(k) será necesario operar con N sobre N(k), p y todas las combinaciones de resultados que se obtengan.

Así pues, en general, si los valores de p son todos los valores de una cierta función fx para todos los valores existentes de x, entonces N(k) será la negación de todos estos valores, escribiéndose: N(k)= ~ ( x). fx (TLP 5.52).
Se llega así a que la Forma general de la proposición es la siguiente: [p, k, N(k)]
(TLP 6). Es decir, cualquier proposición puede obtenerse como resultado de operar N sobre: algunos elementos del conjunto p de proposiciones elementales, obteniéndose un conjunto k de proposiciones, y todas las combinaciones posibles de éstos resultados.
Por ejemplo, veamos cómo se obtiene la serie de los números Naturales a partir de la Forma general
[ 0, k, N(k)]:

Definiéndose,
0, N(0), N(N(0)), N(N(N((0)))), …
de la siguiente forma,
N(0)0, N(0)0+1, N(0)0+1+1, N(0)0+1+1+1, …
Por tanto, de [0, k, N(k)], pasamos a [N(0)0, N(0)n, N(0)n+1]. Y las combinaciones posibles de estas operaciones son:
0 + 1 = 1
0 + 1 + 1 = 2
0 + 1 + 1 + 1 = 3
y así ad infinitum

 

Notas:

(1) El presente ensayo fue presentado como trabajo de campo en el Departamento de Lógica de la UNED, Madrid, en Agosto de 2003.

(2) Entre las primeras se encontraría, por ejemplo, la teoría de las expectativas racionales de Lucas o la Teoría Cuántica. Ésta, surge del supuesto básico de que un cuanto de radiación se comporta a la vez como una onda y como una partícula, y asigna a esta distibución una cierta función ?(r,t). Entre las segundas, hay una que destaca por la ambición se sus objetivos y por la complejidad del problema al que se enfrenta. La moderna Termodinámica de los Procesos Irreversibles (TPI), la Teoría del caos y, en definitiva, todo lo que se engloba bajo en título de Física no-lineal, constituye una de las disciplinas más inextricables y dubitables que la mente humana se ha planteado jamás. Sencillamente, sus parámetros pueden ser son tantos como los de la Naturaleza misma.

(3) Entendemos por Billar una cierta realidad compleja que consiste en una serie de movimientos y técnicas determinadas e invariables, cuya existencia a priori es independiente del propio ejercicio del juego y de los elementos que lo componen.

BIBLIOGRAFÍA

Tractatus Logico-Philosophicus, Ludwig Wittgenstein. Ed. Alianza, trad. de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera. Madrid, 2002.

Conferencia sobre ética, Ludwig Wittgenstein. Contenido en Doce textos fundamentales de la Ética del siglo XX, pp. 112-122. Ed. Alianza, trad. de Fina Birulés. Madrid, 2002.

El concepto de filosofía en Wittgenstein, K.T. Fann. Ed. tecnos, trad. de Miguel Ángel Beltrán. Madrid, 1992.

Lecturas de Lógica I, Luis Vega Reñón. Cuadernos de la UNED (35013CU01). Madrid, 1997

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