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ISSN 1688-1672

 



CARVER, RAYMOND - LISSARDI, ERCOLE -

Prueba de ADN para escritores*

Carlos Rehermann
Si mañana se descubriera que una vaca escribe novelas maravillosas, seguramente nadie se ocuparía de sus libros, sino de la vaca, lo cual no dejaría de ser un lamentable error. Una vaca, por más que escriba, no dejará de ser una vaca


Nadie habrá dejado de observar que al parecer, Raymond Carver fue un fraude. Al menos, algunos investigadores interesados en examinar ciertos manuscritos han visto denegada su petición por los herederos de Carver, lo que ha hecho nacer la sospecha de que en realidad el autor de sus textos no fue aquel seductor enfundado en una campera de cuero.

Parece que su editor llegó a sustituir hasta el setenta por ciento de las palabras de algunos manuscritos, sin mencionar la puntuación, el orden de los párrafos, los títulos y otros detalles. La duda ha sido instalada y va a resultar difícil llegar a la verdad.

Por supuesto, los textos están ahí, dirán muchos, ¿qué importa quién los escribió? Miren a su compatriota Sallinger, que deliberadamente se mantiene oculto; nadie sabe cómo es físicamente, no se sabe si realmente es una persona o si detrás de su nombre se esconde un misterio como el de La habitación cerrada de Paul Auster. Justamente este escritor hace un juego interesante al manejar personajes que tienen rasgos que podrían ser suyos - datos biográficos, detalles de sus gustos personales, pequeños hechos verídicos -, lo que coloca al lector en una zona del relato donde la ficción comienza a disolverse y se sospecha que estamos ante la narración de hechos verdaderamente ocurridos.

Cuando es la realidad la que plantea ese tipo de juegos con la propia realidad, nos ponemos nerviosos. No nos gusta que Carver no haya sido Carver. No entendemos, queremos ver el verdadero rostro del autor de esos textos.

Para no hablar de países exóticos, podemos detenernos en Ercole Lissardi, probablemente el mejor prosista vivo del Uruguay. O muerto, perdón: murió antes de escribir su último libro. Se sabe que, como el personaje de Auster, aún después de muerto es capaz de seguir produciendo, aunque no sea seguro que lo vaya a hacer. Este escritor resulta molesto por dos razones: escribe sin vacilaciones y se mantiene en el cono de sombra de una máscara onomástica. Fieles a la Constitución y la Ley, los uruguayos han decretado que, por lo tanto, Lissardi no existe. Como consecuencia, no existen sus libros. Parece que preferimos concentrarnos en la boca del narrador antes que en los sonidos que salen de ella.

A partir de la aparición de la duda en la prensa, seguramente se producirá un descenso en las ventas de los libros de Carver. La gente se sentirá un poco estafada. Se dirá: ¿este libro será auténtico? ¿Habrá sido Carver su autor? Es una pregunta interesante. O por lo menos, es interesante el hecho de que esa pregunta sea posible. O tal vez sea triste la circunstancia por la cual hay quienes se hacen ese tipo de preguntas.

En el fondo, eso llamado "Carver", sea un sujeto con ese apellido, una computadora, un equipo de negros - escritores anónimos que trabajan para un nombre famoso - o cualquier otra disposición de porciones del universo, ha producido unos libros dignos de ser leídos. Si mañana se descubriera que una vaca escribe novelas maravillosas, seguramente nadie se ocuparía de sus libros, sino de la vaca, lo cual no dejaría de ser un lamentable error. Una vaca, por más que escriba, no dejará de ser una vaca.

* Publicado originalmente en Insomnia

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