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Amir Hamed
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CINE - SPOT - ESLÓGAN - PUBLICIDAD - LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO - LENGUAJE PUBLICITARIO - DIRECCIÓN DE CINE - REALIZACIÓN PUBLICITARIA - STORY BOARD - ESTILO -

Stop al cine spot

Carlos Atanes
Realizar es menos que dirigir. Conviene puntualizarlo porque mucha gente confunde los dos términos. Cuando alguien dirige una película, se supone que supervisa el guión, el vestuario, la ambientación, el montaje, dirige a los actores, y realiza


Me he encontrado en diferentes ocasiones, durante los últimos días, discutiendo con Víctor, un amigo que se dedica a la
publicidad, acerca de la diferencia entre el lenguaje de un spot y el de una película. Mientras él afirma que la realización de uno no tiene porqué tener nada que ver con la realización de la otra, yo le digo que el realizador que sepa realizar, deberá saber realizar ambos.

Esto no tendría nada de especial si no fuera porque, hace unos meses, Laura, otra amiga, me comentó su intención de entrar a trabajar en una productora de
publicidad, y su esperanza de que eso le reportara experiencia y conocimientos que luego podría aplicar a sus futuros trabajos cinematográficos. Me apresuré a desmentir el silogismo, negándole que una cosa tuviera que ver con la otra.
¿Me he vuelto loco, soy un mentiroso, un polemizador compulsivo?... Entre las fechas de ambos pronunciamientos, aparentemente contradictorios, no ha mediado experiencia reveladora alguna. Es más, ni siquiera me he dedicado a reflexionar sobre ello. Simplemente he reaccionado ante dos sugerencias que juzgo equívocas. ¿Qué pensarían de mi Víctor y Laura si les reuniera en un mismo lugar y sacásemos el tema a colación?... Ellos, entre sí, no están de acuerdo. Yo no estoy de acuerdo con ninguno de los dos.
Voy a esclarecer mi posición. Vayamos por puntos:

- Ante todo, definir el término «realizar». Desde mi punto de vista
(discutible por supuesto) realizar es menos que dirigir. Conviene puntualizarlo porque mucha gente confunde los dos términos. Cuando alguien dirige una película, se supone que supervisa el guión, el vestuario, la ambientación, el montaje, dirige a los actores, y realiza. Realiza cuando decide los emplazamientos de cámara, los desplazamientos y panorámicas, las ópticas y angulaciones. Esto y sólo esto es realizar. Dicho con otras palabras, dirigir cine es escenificar, poner en escena, y además, realizar. Realizar es decidir cómo cinematografiar esa escenificación.

- No creo que la experiencia en realización publicitaria aporte una experiencia significativamente útil, aplicable a una posterior incursión en el campo de batalla cinematográfico, más allá de familiarizarse con los componentes mecánicos del proceso
(no pisar las mangueras al caminar por el plató, averiguar qué hacen los eléctricos dentro de su furgoneta, en ocasiones tan misteriosa como un lavabo de señoras, etc.)

- Este conocimiento «práctico» halla su límite en la diferencia implícita, en términos de producción, entre ambos campos. Ni los cargos jerárquicos tienen el mismo nombre
(el cine carece de runners), ni la responsabilidad creativa es la misma, ni se rinden cuentas ante las mismas personas, ni se está sometido a las mismas injerencias, ni los parámetros económicos en juego son, ni mucho menos, los mismos.

- A pesar de la compresión que sufre el soporte del mensaje en un spot publicitario
(toma estos millones y cuéntalo en 20 segundos), un primer plano y un plano general lo son en cine y en publicidad. Si quieres poner los dos, sólo puedes hacerlo de tres maneras: uno antes y otro después, al revés, o los dos al mismo tiempo. Las ópticas, el material de iluminación y la maleta de maquillaje son esencialmente los mismos en cine y en publicidad; y lo más importante, sirven para lo mismo. Un spot puede tener o carecer de continuidad. Una película también. Un spot puede apretar más de cuarenta planos en veinte segundos. Una secuencia de una película también. Un spot puede ser perfectamente estúpido. Una película también.

- Ambas formas de expresión pretenden, en principio,
seducir al espectador. El spot para que salga a comprar la más eficaz pomada anti-hemorroides. La película para que convenza a sus amistades de que pasen por taquilla. El realizador de publicidad está sometido a las directrices impuestas por una agencia. El director de cine a la exigencias de una productora o, en el mejor de los casos, a las exigencias intrínsecas de la historia que cuenta.

- Conozco gente aconstumbrada a trabajar con presupuestos desahogados, que después es incapaz de hacer nada con una simple cámara digital y un actor. Es más, ocultan su incapacidad tras una actitud de desprecio, sobrevalorando la forma de una película por encima del contenido. Son individuos incapaces de improvisar sobre el terreno, de re-planificar lo planificado, de trabajar con pocos medios, de sacar provecho de las contrariedades. La invasión de formas «publicitarias» que ha sufrido el
cine de los últimos veinte años ha potenciado mucho la estilización vacua de las producciones cinematográficas, y la exagerada valoración de ésta por parte de los profesionales, de los aspirantes a profesionales, e incluso por parte del público.

Pues bien, después de enumerar los apriorismos que, debido a mi carácter vehemente, no me ocupé de aclarar a mis amigos, paso a la exégesis de mi aparente contradicción.
El trabajo de un realizador es una doble actividad: una actividad puramente técnica, de relación con el medio, y una actividad comunicativa, de relación con el espectador. Si admitimos que un penalista puede ocuparse de un
asesinato múltiple y también de una violación, no veo porqué no admitir que un realizador pueda ajustar su estilo a duraciones, ritmos, estéticas y presupuestos distintos, si así lo desea.

La realización es siempre un encargo. Su
forma está siempre supeditada a lo que se quiera comunicar. Quién quiera comunicar eso es harina de otro costal. Puede ser una multinacional, pero también el propio realizador, que se encarga a sí mismo.

La actividad comunicativa, de relación con el espectador, no puede, no debe, reducirse a la actividad técnica. Con esto quiero decir que un
director de cine tiene una mayor responsabilidad, vamos a llamarla artística, que el realizador publicitario, detalle que a menudo se olvida. Un spot es básicamente un story-board. De hecho, a menudo el papel del realizador de spots se limita a ejecutar el story-board (aclaremos de inmediato una cosa: no hace falta trabajar con story-boards físicos y palpables para pensar al estilo story-board, adjudicando a cada cosa una forma «ideal», preestablecida, de ser filmada).

Y aquí es donde no hay más remedio que pegar un puñetazo en la mesa. A pesar de lo que enseñen en las escuelas de
cine, a pesar de lo que se venda en las pantallas (es muy fácil distinguir la película que se basa en un story-board de la que no), a pesar de todo esto y de mucho más, es necesario, es imperativo, es urgente aclarar que UNA PELÍCULA NO ES (NO DEBE SER) UN STORY-BOARD.
Recapitulando: un realizador que sepa realizar, puede realizar cualquier cosa, con un mínimo de preparación en las especificidades de cada medio. Pero aprender a ejecutar story-boards no supone aprender a hacer películas, sólo a hacer películas que sean como spots.

Bueno, la verdad es que todo esto es tan obvio como tener delante un novelista y negarle su capacidad para
escribir eslóganes. Se puede tener una habilidad especial para crear eslóganes geniales y destacar por ello, pero, por una parte, un escritor que se precie debe ser capaz de concebir un eslógan por lo menos decente (así como no tiene más remedio que pensar un título decente para su novela); y por la otra, no por mucho escribir eslóganes magníficos se aprende a escribir novelas. Y para quien lo dude, vaya por delante la despatarrante, por impresentable (¿novela?) 13,99 Euros, del prestigioso esloganista Frederic Beigbeder. Súper-ventas, sí, pero eslovela o noveslogan más que novela.

Josep, otro amigo mío que sabe un poco de esto, dice que los realizadores de spots sufren complejo de inferioridad. Yo no lo sé. Que los publicistas llamen «películas» a sus spots, o digan «realizar un largometraje» cuando quieren decir «dirigir un largometraje», es ciertamente sospechoso, pero ahora no me apetece jugar a psicoanalista. Sólo quería deshacer un estúpido nudo gordiano en el que yo mismo había quedado atrapado mientras contribuía a enredarlo.

Barcelona, abril 2003

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