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AMÉRICA LATINA - EDUCACIÓN - DESCENTRALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN - URUGUAY - CHILE - SEGREGACIÓN EDUCATIVA -

La descentralización de la educación en el cono sur de América Latina: una evaluación de sus promesas y riesgos (III)


Fernando Filgueira y Juan Ariel Bogliaccini

Por segregación educativa debe entenderse la situación en la cual la experiencia educativa del individuo tiende a desarrollarse y compartirse esencialmente en individuos de su misma extracción social. Esta segregación es detrimental no sólo a la formación del carácter ciudadano de la población sino también al aprendizaje y logro educativo. Esta bien documentado en la literatura el efecto que la segregación educativa posee sobre el aprendizaje, la repetición, la asistencia escolar y la deserción escolar

3. Dos modelos de reforma claramente diferenciados

a. Uruguay: el modelo centralista y el énfasis en la equidad

i. Una tradición centralista inconsistente: asignación central de contenidos y financiamiento renunciando a la autoridad en la asignación de recursos humanos

Como señala Mancebo
(1996) Uruguay no desarrolló, en la reforma educativa llevada adelante en 1995, políticas de descentralización. La administración y toma de decisiones sustantivas continuaron centralizadas. A pesar que en los últimos años se ha instalado en el medio educativo la discusión respecto al grado en que la autonomía de los centros educativos podría impulsar el fortalecimiento institucional e impactar positivamente en la calidad educativa, el país no ha puesto en revisión a nivel institucional tal principio de su administración(9).

Esta tendencia reformista se condice con la tradición educativa uruguaya que ha sido históricamente de carácter centralizado, siendo el Estado el que decide desde la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Este centralismo se extiende tanto sobre el propio sistema público como por el control que el Estado hace de la oferta privada.

Existen, en este sentido, dos mecanismos mediante los cuales el Estado central controla la oferta privada en educación. Uno de ellos es el sistema de "habilitación", en virtud del cual las instituciones privadas que pretendan ofrecer una propuesta educativa deben solicitar autorización al Estado. El segundo mecanismo es el del sistema de "Currícula Única". Para que las instituciones privadas puedan ejercer como centros educativos habilitados deben ceñirse al plan curricular de estudios oficial, único vigente en todo el territorio nacional y que es utilizado así mismo por las escuelas públicas. Esto es, los programas y contenidos educativos básicos a ser impartidos por cualquier escuela, pública o privada, son los programas oficiales. Las instituciones privadas, en todo caso, pueden agregar valor educativo a su oferta con otras propuestas o innovaciones, pero a modo de complemento de la mencionada currícula única.

Para controlar el funcionamiento del sistema educativo en su conjunto, tanto en escuelas públicas como privadas, el Estado realiza inspecciones. Los inspectores dependen de la administración central y concurren cada cierto tiempo a los institutos a fin de controlar tanto el correcto funcionamiento de los mismos como su calidad educativa, siendo el primordial canal de control de la esfera central sobre sus unidades educadoras.

Algunos ejemplos del poderoso centralismo que gobierna el sistema educativo uruguayo son los procedimientos reglamentarios a seguir por las escuelas, que carecen de rubros propios para mobiliarios y útiles escolares, a fin de pedir los artículos necesarios a la Administración Central (ANEP). Se distribuyen desde la ANEP desde las tizas necesarias para cubrir un año lectivo de clases hasta los libros de texto a utilizar para el dictado de las diversas disciplinas(10). Incluso el mantenimiento y arreglos necesarios como ser la reposición de un vidrio roto, plomería, carpintería o pintura deben hacerse también por medio de los funcionarios que ANEP contrata y destina para cada caso o de lo contrario debe buscarse dinero particular proveniente de la Comisión de padres de la escuela.

Sin embargo, esta inmensa estructura centralista que interviene hasta en los rincones más recónditos del sistema, como ser una gotera de una escuela del medio rural del interior de nuestro país, renuncia a la capacidad de gestionar el sistema de asignación de los cargos docentes y de dirección. Estos, en franco contraste con la lógica del resto del sistema, se deciden a partir de los estatutos de elección de escuela, que establecen un mecanismo de autonomía a nivel docente para elegir el centro educativo de su preferencia así como cambiar de centro a discreción, dentro del marco de un ordenamiento del cuerpo docente que da prioridad a aquellos que han acumulado mayor antigüedad en el sistema.

El sistema en cuestión funciona del siguiente modo: cada año se ponen a elección los cargos que están disponibles. Una vez que se conoce el total de estos cargos, en cada departamento del país se hace la elección de horas. (Si un docente lo desea, puede inscribirse hasta en dos departamentos para dicha elección). Las normas vigentes establecen un complejo mecanismo regido por lo que se conoce como un "orden de precedencia por grado en orden decreciente"(11). Básicamente, este mecanismo establece que los docentes efectivos eligen antes que los interinos y suplentes, los de mayor grado eligen antes que los de menor grado y, dentro de cada grado, los que tienen más puntaje eligen antes que quienes tienen menor puntaje. La distribución final de maestros en las escuelas depende de lo que cada uno de ellos haya decidido al tener que optar en estas condiciones. Ni las autoridades, ni los directores ni los padres tienen jurisdicción en esta materia(12). El único límite que existe a las posibilidades de elección de un docente son las elecciones de los otros docentes o, más precisamente, las elecciones de aquellos docentes que están mejor ubicados en términos de antigüedad efectiva en los cargos según el orden de precedencia por grado en orden decreciente.

ii. Una reforma centralista: la equidad como eje de la reforma y el centro como su ejecutor.

Desde la década de los sesenta el centralismo homogenizador del sistema educativo uruguayo comienza a ser amenazado fundamentalmente debido a tres factores de diversa índole y causas diferentes que aparecen en el seno mismo del ámbito educativo.

La paulatina pero decidida aparición de la educación inicial (llamada preescolar hasta la década de los noventa), localizada fundamentalmente a partir de la iniciativa privada, que comienza a sustituir al primer año de la educación básica pública como génesis del proceso de socialización de los niños uruguayos de los estratos socioeconómicos más favorecidos es una de las tres amenazas al sistema público central.

Esta intromisión de la iniciativa privada en un campo predominantemente gestionado por el Estado, precediéndolo en la recepción de los niños que entran al sistema, abre el camino a las propias instituciones privadas a intentar retener a estos alumnos en la posterior educación primaria. Esta situación, que involucra a los sectores sociales más favorecidos posibilita el crecimiento de dicha oferta privada a partir de la captación de estas elites que pueden financiar su propia educación, desechando la opción gratuita propuesta por el Estado. Adicionalmente, aún en los casos en que los niños que hubieran asistido a establecimientos privados de educación inicial migraran luego a las escuelas públicas, los mismos llegan al primer grado escolar con ventajas significativas sobre los niños sin preescolarización. La homogeneización centralista propuesta por el sistema educativo público comienza así a resquebrajarse.

Otro procesos que crecientemente se instala en el país y en su sistema educativo proviene de la doble segmentación entre sistema público y privado en primaria, y entre escuelas de contextos favorables y desfavorables al interior del propios sistema público. En efecto, el esfuerzo del propio Estado por universalizar la asistencia a la educación básica provocó un crecimiento vertiginoso de esta matrícula en las década de 1960 fundamentalmente, abriendo espacio a la iniciativa privada pero también dando lugar a la aparición del fenómeno de la masificación de la matrícula. Esto intensificó la búsqueda por parte de los sectores sociales de mayor poder socioeconómico de soluciones al nuevo problema por fuera del sistema público. Igualmente, la década de 1970 trae consigo la agudización de una crisis social y económica instalada en la región que acelera procesos de desintegración social en una sociedad históricamente homogénea. Estas dos situaciones, potenciadas entre sí, advienen en un segundo factor de amenaza al centralismo del sistema educativo: una creciente segmentación territorial que desarma la equidad de un sistema de reclutamiento de base territorial. Las escuelas públicas comienzan a desigualarse en términos de población objetivo y la propia población comienza a preferir escuelas de barrios de contextos favorables a escuelas de barrios de contextos crecientemente críticos.

Por último, esto trae consigo una lenta pero marcada segmentación de la calidad de la educación, especialmente en relación a los recursos humanos disponibles en los diferentes contextos sociales, como consecuencia de las estrategias de elección de cargo de los docentes, a partir de la lógica explicada anteriormente. Estos, comienzan a elegir las escuelas de las zonas territoriales más favorecidas socio culturalmente, en detrimento de sectores que se volvieron cada vez más críticos.

Por todo ello, al retorno de la democracia en 1985 la educación pública fue percibida en estado de crisis y con razón. Magros salarios docentes, infraestructura inadecuada, clases multitudinarias, currícula inadecuada a las necesidades del mercado y un importante número de padres que habían elegido salir del sistema y buscar alternativas privadas, eran sólo algunos de los más prominentes síntomas de una importante crisis. Con la democracia, la administración de la educación primaria y secundaria retornó a una estructura semi-autónoma pues permaneció dependiente del gobierno central en materia de recursos financieros. A pesar de consensuales, estos gestos fueron simbólicos contribuyendo muy poco a la calidad de la educación. La presión de la asociación de docentes para incrementar los fondos y de la Universidad para extender el presupuesto, combinadas con el interés por parte del gobierno, permitieron cambios más sustantivos que los meramente formales. Medido en términos reales per cápita, el gasto en educación aumentó un 70% desde 1985 a 1990 (Cominetti, 1994). Como porcentaje del PBI el aumento es menos espectacular pero hay que considerar que el PBI estaba creciendo, y también crecía la asignación a la educación: pasó de 1.5% a 2.1% (Cominetti, 1994) y según estimaciones más recientes a 2.4% (CEPAL/UNICEF, 2000).

No hubo, así, intentos de reformas estructurales durante la primer administración, más allá de la creciente atención dada a las escuelas de los barrios pobres. La segunda administración democrática siguió esta tendencia y desarrolló un sistema por el cual algunas escuelas en barrios con necesidades básicas insatisfechas fueron definidas como escuelas de "atención prioritaria" en donde los salarios docentes aumentaron como incentivo.

En 1995, con la llegada del tercer gobierno democrático, fue lanzado el proyecto más ambicioso de reforma, que buscó revertir desde su propia lógica centralista estos procesos disgregadores, mediante el aumento de la equidad en la educación, la mejora de la calidad de la educación y una mayor eficiencia administrativa.

Cobertura, retención y equidad

En primer lugar, la reforma avanzó sobre el ciclo básico de la enseñanza media. Se buscó recuperar una dimensión institucional para la educación pública media, perdida desde hacía más de un cuarto de siglo debido a la intervención de múltiples factores entre los cuales militaron el estrechamiento de los módulos horarios, la masificación de la matrícula y la alta rotatividad de profesores sin identificación con las autoridades y espacios sociales del liceo(13). En este ámbito, la reforma se propuso como objeto disminuir la deserción y mejorar los aprendizajes de los alumnos a partir del aumento de la carga horaria del liceo, abatimiento de los niveles de repetición(14) y la búsqueda de espacios colectivos docentes. Adicionalmente se procedió a cambiar drásticamente la currícula de la enseñanza media mediante un reagrupamiento de asignaturas, la preparación de profesores con cursos de entrenamiento para satisfacer la nueva demanda y se incrementaronn las horas docentes.

En segundo lugar, la reforma se propuso el ambicioso plan de expandir la educación pública, gratuita y obligatoria al nivel preescolar. La educación preescolar había crecido significativamente en las últimas dos décadas para la clase media y alta, como se adelantó, en las escuelas privadas. Es así que el Estado procede mediante una iniciativa centralista a combatir a la lógica de la expansión inicial liderada desde la esfera privada con la intención de volver a homogeneizar desde la base. La importancia de la educación inicial había sido señalada en los análisis de CEPAL de años anteriores como uno de los factores fundamentales en determinar el rendimiento de los niños en los años posteriores y por tanto, como uno de los factores claves en el aumento de la desigual de la asignación de capital humano.

Recursos, calidad y equidad

En lo que hace a los recursos pedagógicos la reforma se propuso y logró el ambicioso objetivo de garantizar que ya sea en propiedad o usufructo, todos los niños de la primaria contaran con tres textos básicos (matemática, lenguaje y ciencias naturales) y que todos los maestros contaran con sus respectivas guías de textos. Este sistema de textos comunes para todo el sistema suplantaba una cultura de fotocopias de viejos textos y nuevos materiales que estratificaba notoriamente los materiales didácticos en escuelas con diferentes recursos. Adicionalmente se desarrollaron cursos para capacitar a los maestros en estos nuevos textos definiéndose un énfasis muy marcado en la capacitación de los maestros de las escuelas de contexto más crítico.

Una de las pocas iniciativas en términos de volcar recursos económicos directos hacia los actores del sistema educativo con el objetivo de paliar la pésima asignación de recursos humanos, fue la expansión del premio salarial para quienes eligieran escuelas de contexto crítico o requerimiento prioritario como se las definía anteriormente. Los resultados de esta política son dudosos en términos de su efectividad para tornar más progresiva la distribución de recursos docentes en el sistema, aunque parecen haber tenido un leve efecto en disminuir la rotación docente en estas escuelas.

Tal vez la única iniciativa con tono "autonomista" fue la de los proyectos de Mejoramiento Educativo. Estos eran fondos concursables en donde las escuelas presentaban proyectos extracurriculares y si eran aprobados recibían un monto aproximado entre U$S 1500 y 3000 no utilizables en salarios docentes. A estos PME se le introducía un marcado sesgo en equidad porque se cuotificaban los premios definiéndose que no menos del 80% debía ir a escuelas de contexto socioeducativo desfavorable y muy desfavorable.

Aprendizaje y equidad

Como medida de focalización de recursos adicionales en escuelas de contexto crítico la reforma impulsó las escuelas de tiempo completo (TC) en esos contextos. El objetivo principal fue mantener a los niños fuera de las calles y proveer un marco de referencia más abarcativo que la sola enseñanza, al tiempo que se buscó capacitar a los docentes de estas nuevas escuelas para hacer frente a las dificultades de aprendizaje y adaptación de los niños de contextos sociales más desfavorecidos. Asimismo, en esta misma dirección la reforma procuró y desarrolló: a) un sistema de textos para todos los escolares, b) cursos para los maestros en escuelas de contexto crítico y c) un programa denominado "todos los niños pueden aprender" que otorgó incentivos docentes, recursos materiales y apoyo técnico a las escuelas con particular énfasis en las escuelas de contextos sociales carenciados. Nuevamente en este punto, el modelo es centralista combinando estrategias focalizadas, con sesgo en sectores desfavorecidos y universales (allí donde la heterogeneidad aparecía crecientemente estratificada).

Como modo de evaluar la propia reforma y a su vez, avanzando en la búsqueda de mayores y mejores elementos que permitiesen transitar el camino hacia la equidad y calidad de la educación, la reforma creó un sistema de evaluación de aprendizajes estandarizado reservado(15), aplicado desde el centro y cuya devolución buscó alimentar el trabajo pedagógico de las escuelas, haciendo énfasis nuevamente en las escuelas de contexto desfavorable y muy desfavorable. La combinación de medidas estandarizadas, cursos docentes y devolución de resultados, fue la estrategia preferida por la reforma uruguaya para incrementar los aprendizajes y cerrar la brecha de aprendizaje existente entre estratos socioeconómicos. En forma explícita, tanto en la fundamentación como en las estrategias de la Unidad de Medición de rendimientos Educativos, se rechazó la idea de que modelos descentralizados y de competencia puedan cumplir esta función.

Gasto

Finalmente, entre los años 1985 y el 2000 el desarrollo del gasto asignado a la educación ha sido irregular, pero comparado con el deterioro de los años anteriores ha mejorado claramente. El esfuerzo fiscal, el gasto real y la expansión de servicios con fuerte inclinación redistributiva sustentan esta afirmación. Esto es particularmente cierto a partir de 1995, año en que el esfuerzo educativo del país aumenta considerablemente y el sesgo a la equidad se torna el eje estructurador de las intervenciones educativas.

En definitiva entre 1990 y el año 2000 el gasto educativo como porcentaje del PBI pasó del 2.4 al 3.4 de un PBI que también creció entre 1990 y 1998 a casi el 5% acumulativo anual. En términos per cápita el gasto educativo pasó de 129 dólares a 213 dólares. Sin embargo, debe señalarse que este monto es engañoso ya que un porcentaje muy importante de este gasto y del incremento, correspondió al nivel universitario. A pesar de ello, es claro que el gasto per cápita en el nivel nicial, primaria y secundaria aumentó en términos reales, aunque como veremos más adelante en forma mucho menos marcada que en Chile.

Por su parte, en términos reales el salario docente se mantuvo esencialmente estable (diferentes estimaciones lo ubican entre 1995 y 1998 en un incremento real del 5%), pero con una caída entre 1999 y el año 2000 de casi la totalidad de lo ganado en el período anterior.

b.Chile: del centralismo a la descentralización territorial y de mercado

i. La estrategia descentralizadora desde un centro autoritario: quebrando el centralismo y estatismo educativo en Chile.

Una larga tradición centralista, similar a la uruguaya, y que enfrentaba desafíos de eficacia, calidad y equidad, con la llegada al poder de los militares en Chile dio lugar al inicio de un proceso de descentralización (1974) aunque en claro contraste con la orientación en Uruguay. Este nuevo proceso tuvo tres ejes o características principales: la provisión de definiciones legales de las responsabilidades asumidas por los gobiernos subnacionales; la diferenciación de funciones y competencias asumidas tanto por los gobiernos locales como por los regionales; la definición de una alta proporción de responsabilidades compartidas por los gobiernos subnacionales y el gobierno central.

El impulso descentralizador comienza a partir de una reorganización territorial del país, que da origen a las 13 regiones y 51 provincias, considerando asimismo a las municipalidades como órganos territoriales descentralizados. Entre los años 1976 y 1989 se implementan reformas tendientes a ampliar el rango de competencias de los municipios, asignando tanto responsabilidades como recursos. Entre las responsabilidades asignadas en este período está la transferencia de la provisión de los servicios de salud y educación.

En materia educativa, el traspaso de los establecimientos educacionales públicos en la década de los ochenta fue acompañado por un sistema de financiamiento a partir de transferencias desde el gobierno central y la liberalización del régimen laboral del personal correspondiente. Sin embargo, a lo largo de la década estas subvenciones no fueron reajustadas a partir de la inflación, descendiendo paulatinamente y provocando importantes déficit.

Con la vuelta a la democracia en la década de los noventa se da un nuevo impulso al proceso descentralizador tanto a nivel comunal como regional. Es así como a nivel de las comunas se procede a la democratización de los municipios y la elección de los alcaldes y concejales. A partir de esto y de otras reformas económicas generales, se reajusta el valor de la subvención escolar por alumno pero al mismo tiempo se resta autonomía a los municipios en la gestión del personal docente a partir del Estatuto Docente.

A nivel regional, se fortalece el desarrollo de las propias regiones a partir del reconocimiento de su responsabilidad jurídica de derecho público (1993) gozando de autonomía relativa y recursos propios. Las autoridades de las regiones pasan a elegirse en forma indirecta por intermedio de los Concejales Regionales.

Finalmente, a partir de mediados de los años noventa se producen cambios en el impulso descentralizador, tendientes a intervenir en una lógica de mercado que comenzó a estratificar el sistema, produciendo problemas en los niveles de calidad y equidad del mismo, fundamentalmente en los sectores sociales más vulnerables socio económicamente.

ii. Una reforma descentralizadora: subsidio a la oferta y municipalización.

La reforma descentralizadora y de mercado de la educación que tiene lugar a partir de los años ochenta acompaña la reforma general del Estado chileno que avanza en la misma dirección. Con el retorno a la democracia, el gobierno de la concertación no modifica el modelo instalado por el régimen pinochetista aunque le introduce un conjunto de correctivos fundamentales que hacen a la democratización descentralizadora y a la equidad en materia educativa, al tiempo que inyecta nuevos recursos.

Cobertura, retención y equidad

Al comienzo de la década de 1980, dentro del proceso de municipalización, se transfieren desde el control ministerial hacia los municipios todas las escuelas públicas del país, dotándolas de autoridad para la gestión del personal y administración de los edificios e instalaciones. Fiske (1996) considera que la municipalización no generó espacios democráticos debido a que el poder en la toma de decisiones educativas no fue otorgado a los ciudadanos ni a sus representantes electos. Por otro lado, la crisis económica de los primeros años de la década, desfinanció el sistema, generando un punto de partida desfavorable. Una de las consecuencias más perjudiciales del proceso fue la migración de gran parte del alumnado hacia las escuelas particulares subvencionadas. La proporción de matrícula de las escuelas municipales sobre el total del sistema educativo pasó de ser el 75,3% en 1982 a un 57,9% en 1990(16).

La preocupación por la cobertura y la retención en el sistema educativo toman cuerpo a través de dos iniciativas orientadas desde el Ministerio de Educación. La primera de ellas se orientó hacia la educación básica y consistió en la modificación de la política de promoción, pasando del tradicional sistema de repetición a un sistema de promoción automática en los primeros y terceros años.

En la educación media, por otra parte, se comienza una reforma del sistema tendiente a avanzar directamente en la cobertura, mitigando la deserción del sistema al finalizar la educación básica y reforzando la retención al interior del sistema medio de educación. Para el logro de este fin se reestructura la educación media dando prioridad al desarrollo de una oferta técnica y de rápida salida a un mercado laboral crecientemente atractivo.

Recursos, calidad y equidad

Un cambio fundamental de la reforma fue el sistema de financiamiento de la educación por parte del Estado, apareciendo, al mismo tiempo que se transfería la gestión de las escuelas públicas del centro a los municipios, la lógica del subsidio por alumno. Este cambio operó para las escuelas públicas pero también para las privadas que desearan participar de un sistema mixto de financiamiento entre el Estado y sus propios recursos. Pero este voucher no fue otorgado a los alumnos sino que se otorgó a los establecimientos educativos por cada alumno que captasen, de acuerdo al promedio de asistencia mensual del alumno a la escuela. De este modo la oferta privada en educación pasó de cubrir el 19,6% de la matrícula en 1982 al 32,4% en 1990 y a más del 40% en el año 2000(17). El valor del voucher, devaluado en la segunda mitad de los ochenta, recupera y supera los valores de la década anterior superando en mucho la inflación y otros -casi todos de hecho- precios de la economía.

A partir de diversos acuerdos entre los gremios docentes y el gobierno se pusieron en marcha programas de incentivos para los docentes basados en los logros educativos de los mismos, a partir de los resultados de las pruebas SIMCE. Estos incentivos al desempeño fueron colectivos a partir de 1994 y son individuales a partir del año 2000.

En 1997 se aprueba la Ley de Jornada Escolar Completa a partir de la preocupación por la extensión calidad del tiempo de trabajo escolar, considerado como factor clave en el aprendizaje de los alumnos. De este modo se pasa de dos turnos de 6 horas a una jornada completa de 8 horas. Esta medida se acompaña de un aumento en la financiación del Estado a las escuelas que opten por integrarse al sistema. Es así como a mediados de 2001 son 1352 los establecimientos que se acogen a la propuesta de la jornada escolar completa, lo que representa un 31,8% del total de la matrícula subvencionada.

A partir de diversos acuerdos entre los gremios docentes y el gobierno se pusieron en marcha programas de incentivos para los docentes basados en los logros educativos de los mismos, a partir de los resultados de las pruebas SIMCE. Estos incentivos al desempeño fueron colectivos a partir de 1994 e individuales a partir del año 2000.

Otra medida diseñada desde el Ministerio fue el Programa Enlaces, tendiente a universalizar el uso de computadoras y la comunicación entre las escuelas por medio de redes informáticas. El Estado realizó una importante inversión económica a partir de este programa, que propició entre otras iniciativas la capacitación para el uso de computadores y la navegación en el Internet, debido a los problemas registrados en relación a la capacidad de los docentes para hacer uso de las nuevas tecnologías.

Aprendizajes y Equidad

Para lograr efectividad en la asignación de los recursos de modo de lograr mayores niveles de calidad, se procedió a fines de la década de los ochenta a la creación de un sistema nacional de evaluación para medir los logros de los alumnos en castellano y matemáticas. En 1982 se crea el Programa de Evaluación del Rendimiento Escolar (PER) y desde 1988 se mejora dicho programa creándose el Sistema de Información y Medición de la calidad de la Educación (SIMCE). A partir de 1995 los resultados por establecimiento se hacen públicos a fin de ordenar a los mismos de acuerdo al logro académico. La combinación de subsidio por alumnos y la publicación de resultados de logro académico por escuelas pretendió brindar adecuada información a los padres que debían elegir las escuelas de sus hijos. Esta era la clave esperada para una mejora agregada del rendimiento y desempeño de los centros escolares y para dotar a los padres de los sectores menos favorecidos de poder e información para defender la calidad de la educación de sus hijos.

En la década de 1990, con el retorno a la democracia, se profundiza la reforma iniciada en la década anterior. Sin embargo, a mediados de la década comienza a percibirse un serie de correctivos al impulso descentralizador, apareciendo mecanismos de redistributivos orientados desde el Ministerio de Educación. Este nuevo ciclo de reformas correctivas pretende dar respuesta al problema de la inequidad que comienza a ser percibido en el sistema.

El Programa de las 900 escuelas (P900) aparece como un primer intento de corrección de la lógica de mercado instalada en el sistema educativo. Este programa dirigido desde el Ministerio trabajó con el 10% de escuelas del sistema educativo peor ubicadas en relación a los resultados de las pruebas SIMCE(18) con el fin de mejorar la calidad y equidad de la educación en un sistema que comenzó a evidenciar signos de estratificación del alumnado según el tipo de dependencia de los institutos educativos: municipal, particular subvencionado y particular pagado. Este programa focalizado intentó intervenir en las escuelas objetivo a partir del mejoramiento e los materiales escolares, organizando y ejecutando talleres de profesores, talleres de aprendizaje e interviniendo en la gestión escolar.

Finalmente, hacia finales del año 2000 se modifica la composición del Fondo Común Municipal incrementándose los aportes de las cuatro comunas más ricas del país a fin de redistribuir ese dinero entre las comunas más pobres.

Gasto

En relación al financiamiento del sistema educativo y las medidas relacionadas a este rubro que se fueron tomando durante los tres gobiernos democráticos de la década de los noventa y comienzo del nuevo siglo, el gasto público en educación en Chile pasó entre 1990 y el año 2000, de un 2,6% a un 4,3% del producto bruto interno. Es fundamental señalar que este último creció a un promedio del 6% anual en la década. En definitiva, el gasto público en educación casi se triplica en la década y del mismo modo crece el gasto por alumno. En términos per cápita genérico el gasto en educación pasa de 87 dólares a 213 dólares. Este gasto si bien posee un importante componente de gasto universitario, es en mucho mayor medida que Uruguay, orientado al ciclo primario y secundario (Carnoy, 2001). Asimismo, en los años noventa crece fuertemente el gasto privado en educación. En términos generales, mientras en 1990 el gasto total que el país destinaba al sector representaba un 4,4% del PBI, en el año 2000 alcanzó un 7,4% del PBI.

En relación al salario docente, el Estatuto docente vuelve a ser reformado en 1991, redefiniendo el régimen laboral de los profesores. En 1995 y en el año 2000 el Estatuto vuelve a sufrir modificaciones, en lo que se entiende que fue la parte más controversial de la reforma, incluso a nivel del gobierno. A partir de estos cambios, el salario docente aumentó a ritmo vertiginoso en la década, pasando a igualarse al final del período los mínimos para los docentes de escuelas municipalizadas y particulares subvencionadas. Mientras para los primeros el salario mínimo aumentó un 249% en términos brutos, para los docentes de escuelas particulares subvencionadas el aumento fue de un 517%. En tanto, el salario promedio aumentó para ambos grupos en la década, en un 238%.

Notas:

(9) La única iniciativa que abre espacios de autonomía escolar es la denominada Proyectos de Mejoramiento Educativo (PME), tendientes a estimular la elaboración de perfiles propios en cada escuela a partir de proyectos de diverso tipo que concursan por fondos que ANEP destina para la ejecución de los PME ganadores.

(10) Este último punto forma parte de un programa impulsado por la Reforma de 1995 para lograr que todos los alumnos del sistema público tengan acceso a los materiales curricularmente necesarios.

(11) Ver el Estatuto del Funcionario Docente, particularmente en sus artículos 13 y 14. Este mismo mecanismo se recoge en los reglamentos de los Consejos Desconcentrados.

(12) Excepto, en el caso de las autoridades, por la vía indirecta de suprimir, trasladar o crear cargos.


(13) Esto es debido a la lógica de elección de horas docentes de profesores, similar a la vigente en la educación básica.

(14) Lo cual incluye suprimir por la vía administrativa la baja asistencia como causal de repetición en el ciclo básico (12 a 14 años, 1er a 3er año de secundaria).

(15) Cada Director de escuela recibe los resultados de su establecimiento pero los mismos no son públicos ni le es posible comparar esos resultados con otros institutos.

(16) Ministerio de Educación de Chile, Compendio de Información Estadística Educacional, 2000.

(17) Ministerio de Educación de Chile, Compendio de Información Estadística Educacional, 2000.

(18) El número de escuelas varió en los años siguientes, aumentando la cantidad entre 900 y 1300 escuelas.

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