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OLIVER, SACKS - DESPERTARES - CON UNA SOLA PIERNA - EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO - SALUD/ENFERMEDAD -

Los sacos de Oliver (II)*

María José Santacreu
"[los historiales clínicos] nada nos cuentan del individuo y de su historia; nada transmiten de la persona y de la experiencia de la persona, mientras afronta su enfermedad y lucha por sobrevivir a ella. En un historial clínico riguroso no hay 'sujeto'; los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida ('hembra albina trisómica de 21') que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento"

Despertar y tener una sola pierna

El libro que siguió a Migraña fue Despertares y es la crónica de un grupo de pacientes que contrajeron encefalitis letárgica en la epidemia ocurrida durante la I Guerra Mundial. Estos pacientes fueron tomados como un caso perdido, por décadas abandonados a un largo sueño sin esperanzas de recuperación. En 1969 el Dr. Sacks les prescribió una nueva droga, llamada L-Dopa (una dopamina sintética que se les recetaba a los enfermos de Parkinson) con notables resultados.

En su libro el Dr. Sacks cuenta las conmovedoras historias de estos individuos y las notables transformaciones que sufrieron luego del tratamiento, pero también continúa sus reflexiones sobre la salud y la enfermedad, el sufrimiento y la atención a los enfermos y, sobre todo, la condición humana en todo su patetismo y toda su piedad.

Despertares tuvo varias adaptaciones dramáticas, entre ella la obra de Harold Pinter A Kind of Alaska y la citada versión cinematográfica protagonizada por Robin Williams y Robert de Niro.

Sacks se quedó maravillado con las interpretaciones de Williams y de Niro, en especial con la de éste último:
"Las cosas más elementales no pueden ser descriptas. El dolor no puede ser descripto. El color no puede ser descripto. Parte de mi trabajo es tratar de describir lo indescriptible o incomunicable. Creo que con la rabia o los celos o la suspicacia o el gozo uno puede contar con la experiencia del lector. Pero tener Parkinson no es algo que uno pueda imaginar. Esta es la razón por la cual me pregunto como hicieron Robert de Niro y los otros actores en la película Despertares. Puedes simular algunas cosas pues puedes sentir las usuales emociones que son parte de la condición humana. Pero el mal de Parkinson no es una experiencia universal, en ese sentido." Sin embargo, el Dr. Sacks sintió que en otros aspectos, el filme fue en exceso sentimental y simplificado.

Una de las críticas que más a menudo recibe Oliver Sacks está justamente emparentada con esto. A Sacks se le acusa a menudo de que, tras el manto de sensibilidad
(que el director de Despertares transformó en sensiblería) con que cubre sus escritos, lo que en realidad hay no es más que un voyeur, una especie de dueño de circo que monta un show de freaks para la diversión de las masas apelando a su costado más morboso. La cómica y maliciosa parodia que Will Self hace de Sacks en Grandes simios va claramente en ese sentido.

Sin embargo habría que comenzar por decir que, si esto fuera así, el dueño del circo sería a la vez parte del elenco: en Con una sola pierna Sacks se convierte en paciente y en uno bastante extraño.

Convengamos que Sacks es algo excéntrico. En su entrevista con Dwight Garner para Salon Magazine, confiesa no saber combinar muy bien su ropa por lo que cada día elige un color predominante: un día casi todo gris, el otro casi todo azul, el otro predominantemente rojo y -mientras enguye la casi totalidad de las pastillas para la tos de su entrevistador cual si fueran caramelos- lo conduce hacia la cocina para demostrar las bondades de la monotonía: una serie de tupperwares que contienen su invariable cena
(pescado con arroz) marcados con los días de la semana en que serán consumidos. También su desayuno es invariable (bananas con cereal), así como los lockers que usa en los clubs donde nada por las mañanas. Es que Sacks está convencido que la monotonía en ciertas cosas permite una mayor libertad en otras, cosa que suena bastante razonable.

Lo que no suena en absoluto razonable es que Sacks, luego de un accidente en una montaña de Noruega, haya comenzado a sentir que su pierna izquierda no le pertenecía.
En este libro, Sacks definitivamente introduce la idea de que hay algo
(o mucho) de literario en su escritura, describiendo Con una sola pierna como un "relato o novela neurológica" y se confiesa (no por primera vez) seguidor y discípulo del neuropsicólogo ruso Alexandr Romanovitch Luria, y continuador de la línea marcada por sus neurografías, en especial El hombre con un mundo destrozado.

El Sacks paciente de Con una sola pierna, relata sus desventuras que derivan en el horror creciente de advertir el desconocimiento más absoluto de su pierna: "Era absolutamente extraña, no mía, desconocida. La contemplé con una falta absoluta de reconocimiento. Yo había tenido
(todos hemos tenido) momentos esporádicos y súbitos de no reconocimiento, de jamais vu; son misteriosos mientras duran, pero pasan muy rápido y nos vemos de nuevo en el mundo conocido y familiar. Pero esto no pasaba, se hacía más y más profundo, y más fuerte y más extraño. Cuanto más miraba aquel cilindro de yeso, más ajeno e incomprensible me parecía. Ya no podía sentirlo como 'mío', como parte de mí. No parecía tener relación alguna conmigo. Era absolutamente no yo..., y sin embargo, estaba unido a mí..., y, más extraño aún, entre aquello y yo había una 'continuidad'"

La "novela neurológica" de Sacks no va a diferir mucho de sus posteriores libros. Tal vez el elemento literario vuelva a ser tímido en Veo una voz, su libro siguiente. Pero a partir del éxito de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, libro que seguirá a Veo una voz, Sacks se convencerá de sus cualidades de narrador y no tendrá ningún problema en hacer lo que hace mejor: divulgar y entretener.

Los más extraños casos clínicos

Es entonces con El hombre que confundió a su mujer con un sombrero que Sacks asume de una vez por todas su condición de narrador de historias que nacieron como historiales. Así claramente lo indica uno de los epígrafes escogidos para presidir el texto:
"Hablar de enfermedades es una especie de entretenimiento de Las mil y una noches"
(William Osler).

Para Sacks, narrar es la única forma de devolverle al sujeto su condición de individuo, de persona, que los historiales clínicos se empeñan en desterrar: "[los historiales clínicos] nada nos cuentan del individuo y de su historia; nada transmiten de la persona y de la experiencia de la persona, mientras afronta su enfermedad y lucha por sobrevivir a ella. En un historial clínico riguroso no hay 'sujeto'; los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida
('hembra albina trisómica de 21') que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; sólo así tendremos un 'quién' además de un 'qué', un individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad... en relación con el reconocimiento médico físico."

Sacks entiende que, en el caso específico de la neurología, el yo del paciente es fundamental para estudiar la enfermedad, ya que es la propia personalidad del enfermo la que está implicada y no puede pretenderse separarlas como entidades autónomas, o ignorar la identidad como algo superfluo que debe ser desterrado como referencia contaminante y no-científica.

Es así que el Dr. Sacks, en cada una de las historias que componen El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, se acerca a su paciente como "viajeros que viajan por tierras inconcebibles... tierras de las que si no fuese por ellos no tendríamos idea ni concepción alguna". Y, cómo se sabe, el viaje siempre va a depender del viajero.

¿Cómo describir en pócas líneas lo que allí se relata? No es posible, pues en verdad se trata de los casos clínicos más extraños de la tierra. Agrupados bajo los subtítulos genéricos de 'Pérdidas', 'Arrebatos', 'Excesos' y 'El mundo de los simples' Sacks presenta veinticuatro pacientes y sus extraños mundos:

El Dr. P. puede describir lo que tiene entre sus manos como "una forma enrollada con un añadido lineal verde" pero es incapaz de decir que es una rosa hasta que la huele. Es perfectamente capaz de describir a un guante como "una superficie contínua plegada sobre sí misma de la que sobresalen cinco bolsitas", pero no se imagina qué puede ser. Jimmie G., sin embargo, no recuerda nada posterior a 1945 y, a pesar de tener cuarenta y nueve años, jura que tiene diecinueve. No es capaz de retener en su memoria nada por más de cinco minutos, pero toda su vida anterior a esa fecha la recuerda con una claridad abrumadora.

Christina, por su parte, puede parecer normal, pero ha perdido el sentido de la propiocepción, es decir que no siente su propio cuerpo por lo que sólo puede moverse coordinadamente si está mirando sus miembros. Pero Christina no está sola, aunque su caso sea mucho más grave que el del Sr. MacGregor, que simplemente se inclina hacia un lado sin darse cuenta siquiera. MacGregor, a quien no le falta ingenio, decidió agregar un nivel en la montura de sus lentes, de manera que pudiera controlar constantemente su postura. Por si esto no fuera suficientemente extraño, también está el caso de la Sra. S. quien carece de la noción de "izquierda", por lo que ve sólo lo que está a la derecha en su campo visual. Esto la lleva a maquillarse solamente la mitad derecha de su cara, o a comer la mitad derecha de su comida. Tampoco es capaz de girar a la izquierda, por lo que cada vez que necesita algo que se encuentra en ese sector, debe realizar un giro completo hacia la derecha hasta que lo que busca entra en su campo visual. También está el caso de la Sra. O'C. quien escucha ciertas canciones que resuenan claramente dentro de su cabeza, a un volúmen tan extraordinario que es incapaz de dormir o escuchar a quien le habla.

Así van sucediendose las historias/historiales, una más rara que la otra, hasta que el lector ya de nada se asombra y agradece, en secreto, que su cuerpo sea todavía tan obediente y su cerebro tan standard.

Entre El hombre que confundió a su mujer con un sombrero y Un antropólogo en Marte, medió Veo una voz, pero la contigüidad de los dos primeros es innegable y esto se puede comprobar simplemente comparando epígrafes: si en El hombre... Sacks usaba uno de ellos para destacar lo fascinante que puede ser hablar de enfermedades, en Un antropólogo en Marte, lo usa para señalar -una vez más- el encantamiento de lo raro y -por qué no- para proponer que lo raro es, al fin y al cabo, normal:

"El universo no sólo es más raro de lo que imaginamos, sino más raro de lo que podemos imaginar"
(J.B.S. Haldane)
Pero en Un antropólogo... el enfoque es levemente diferente: a pesar de que se trata de extraños casos clínicos, el acento no está puesto en lo extraño de la patología y su descripción, sino en cómo una enfermedad puede sacar a la luz capacidades, adecuaciones y desarrollos latentes que podrían no haberse visto nunca de no ser por la existencia de tales anomalías.

Es por ello que Un antropólogo... lleva el subtítulo "Siete historias paradójicas": "es la paradoja de la enfermedad, en este sentido, su potencial 'creativo', lo que constituye el tema central de este libro", explica Sacks desde el prefacio. "De este modo, mientras que uno puede quedar horrorizado ante los estragos que causa el desarrollo de una enfermedad o trastorno, algunas veces podemos verlos como algo creativo, pues si ellos destruyen unos procedimientos particulares, una manera particular de hacer las cosas, puede que obliguen al sistema nervioso a crear otros procedimientos y maneras, que lo obligue a un desarrollo y a una evolución inesperados."

Frente a esta capacidad de adaptación del cerebro, Sacks va a preguntarse si no habría que manejar un nuevo concepto de salud y enfermedad, cambiando la referencia, es decir que la salud no se describa de acuerdo a su identidad con un estado rígido de normalidad, sino usando un criterio más flexible, respecto a la capacidad de adecuarse y funcionar en armonía y de acuerdo a las condiciones individuales.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 144

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