|   
            
            Ciertamente, 
            Borges prefería la milonga como género 
            musical y decía  
            “Hay una diferencia 
            fundamental entre las milongas antiguas –El “pejerrey con papas” 
            digamos, de la Academia Montevideana- y las milongas de sabor 
            arqueológico que ahora se elaboran: las de ayer expresaban una 
            felicidad posible, inmediata, las de hoy, un paraíso perdido” 
            
            (en Revista Saber Vivir”, No. 53)
 
            
            Él mismo escribió un libro de poemas “Para las Seis 
            cuerdas” (Emecé, 1965, ilustrado por Héctor Basaldúa)
            en que los poemas eran milongas.  Varias de ellas 
            fueron luego musicalizadas por Piazzolla (que 
            Borges supo 
            declarar también que no le gustaba), y cantadas 
            originalmente por Edmundo Rivero. 
            
            Informa José Gobello sobre ellas:   
            
            Dos de los once poemas que figuraron en la edición 
            original ("Milonga de dos hermanos" y "¿Donde se habrán 
            ido?") habían aparecido el año anterior en el volumen 
            "Obra poética", 1923-1964. De noviembre de 1970 data la segunda 
            edición, en la que el autor suprimió uno de los poemas, "Alguien le 
            dice al tango", para agregar en su lugar "Milonga de Albornoz", 
            "Milonga de Manuel Flores" y "Milonga de Calandria". El resto del 
            libro, incluyendo su prólogo, es idéntico. 
 
            
            
            Las más conocidas en versión cantada son: 
            
            A don Nicanor Paredes 
            
            Alguien le dice al tango 
            
            Jacinto Chiclana 
            
            Milonga de Albornoz 
            
            Milonga de Manuel Flores
 
            Borges y 
            el modernismo
Señala 
            Dobry que cuando a principios de los noventa se reeditaron los tres 
            primeros libros de ensayos de 
            Borges —Inquisiciones, 1925; 
            El tamaño de mi esperanza, 1926; El idioma de los argentinos, 
            1928— fue inevitable formularse la pregunta: ¿por qué, en vida, él 
            se había negado a volver a editarlos? La 
            respuesta va por el lado del cambio de actitud de 
            Borges con 
            respecto a las corrientes poéticas a las que adhirió de joven, a su 
            autocrítica, a lo que él juzgó como impertinencia con respecto a 
            Darío y a Lugones.  Sin embargo, como veremos más adelante, conservó 
            en las obras completas el libro sobre Carriego, quizá como señal de 
            que no renegaba de su interés por este poeta, que él definía como 
            menor. Como 
            ejemplo de la actitud juvenil de 
            Borges ante el modernismo señala el 
            mismo Dobry que  
            
            “en “Carriego y el sentido del arrabal”, incluido  en
            
            El tamaño de mi 
            esperanza, 
            se lee que “Rubén 
            Darío (...) amuebló a mansalva sus versos en el 
            Petit 
            Larousse...” 
            Pero en el libro de 1930 sobre Evaristo Carriego, que desarrolla el 
            trabajo anterior, se mantiene el ataque a Darío, pero matizado con 
            una nota al pie, fechada en 1954: 
            “Conservo 
            estas impertinencias para castigarme por haberlas escrito. En aquel 
            tiempo creía que los poemas de Lugones eran superiores a los de 
            Darío. Es verdad que también creía que los de Quevedo eran 
            superiores a los de Góngora”.
 
            Sostiene Cervera Salinas en “Y Borges creó a 
            Carriego” que a Borges no le faltaron 
            “razones 
            para renegar de sus actitudes juveniles ante los poetas de la época. 
            Al menos, justificaciones. El impulso juvenil antiacademicista, su 
            voluntad decididamente sarcástica ante el monopolio literario de lo 
            español frente a lo porteño, la práctica masiva e indiscriminada de 
            léxico lunfardo y orillero, sus propias valoraciones ante el panteón 
            literario ya conocido en sus horas de lectura en mocedad, todo ello, 
            en fin, determinó la censura, el edicto de 
            olvido. A ello se sumaron 
            reacciones de vergüenza ante el furor iconoclasta de la 
            vanguardia 
            americana, teñida por un halo de candor e ingenuidad, así como 
            criterios de literato escrupuloso y consciente de la propia 
            capacidad creativa. Una suma de elementos favorece el dictamen 
            rígido y severo. Los escritos de la veintena borgesiana están 
            aureolados por la sospecha y la reserva.”
 
            De ese rigor, sin embargo, se salvó un libro 
            escrito en 1930…
 
            EVARISTO
 Así de la mano de 
            Borges -del joven, del que elegimos 
            hoy- llega Evaristo Carriego
            
            Parece ser visión común entre los eruditos (Rodríguez Monegal (1969), Irby (1976) 
            Cervera 
            (2004),
            que a Carriego lo creó 
            Borges.  Es tentadora la propuesta, aunque  
            preferimos
            pensar que es hipérbole de eruditos: 
            
            “Yo he sospechado alguna vez que cualquier vida 
            humana, por intrincada y populosa que sea, consta en realidad de un 
            momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. 
            Desde la imprecisable revelación que he tratado de intuir, Carriego 
            es Carriego. Ya es el autor de aquellos versos que años después le 
            será permitido inventar.”.
            dice Borges citado por Cervera  Y continúa el mismo Cervera: 
            “No. Borges no biografió al poeta de los barrios y las veredas. 
            Borges transfundió su ser con su ideal porteño y así, 
            Borges, creó a 
            Carriego”.
 
            
            
            Para ubicar a Carriego, partimos
            de lo que dice 
            Guillermo García en su “El arrabal como hecho estético”:   
            La poesía última de Evaristo Carriego ya se proponía como 
            alternativa válida en relación a la estética modernista por lo menos 
            un lustro antes de los primeros atisbos de la 
            vanguardia. El camino 
            para lograrlo consistió, básicamente, en conferirle estatuto 
            literario a una modesta geografía -los 
            barrios de extramuros, el 
            patio del conventillo, la habitación pobre, las calles suburbanas-, 
            a un compendio de rituales de honda significación social en las 
            capas más humildes de la población y a una galería de perfiles 
            típicos surgidos de los movimientos inmigratorios internos y 
            externos que entre 1890 y 1930 acompañaron el proceso de 
            modernización del país. Huelga repetir que dicho conjunto hasta ese 
            momento casi no ocupaba sectores de representación relevantes dentro 
            de la esfera artística en los cuales ‘reconocerse’.   
            El segundo hecho, ya 
            adelantado y determinante a los fines del presente estudio, está 
            indicando que la lírica tanguera de ninguna manera sería lo que es 
            de no mediar el aporte previo e indispensable cifrado en la labor 
            literaria de Evaristo Carriego. Su obra, “de emoción sencilla, 
            sincera, penetrante” al decir de Enrique Anderson Imbert, 
            constituye uno de los dos formantes capitales - el otro <…> corre 
            por cuenta del teatro popular rioplatense-  de los cuales el 
            imaginario del tango habrá de nutrirse a fin de generar, a lo largo 
            de los tres lustros que aproximadamente van de 1915 a 1930, los 
            exponentes fundamentales de su 
            género.
 “Evaristo 
            Carriego” fue ese primer ensayo que Borges salvó de su escrutinio, 
            cuando sacrificó otros al organizar sus Obras Completas para 
            publicarlas. Beatriz 
            Sarlós, analizando la predilección de 
            Borges por las biografías y 
            retratos cortos, habla de la biografía de Carriego como  
            “extendida sobre varios 
            capítulos de un libro singularmente extraño en su aparente azar 
            <que> es, como lo señala Sylvia Molloy (1994), un pretexto de 
            biografía que le permite a Borges trabajar, contaminando los hechos 
            siempre conjeturales de una vida, con la materia de lo que será su 
            propia literatura”.  
 Carriego 
            es para Borges es “el primer espectador de nuestros barrios 
            pobres” el poeta “que inventó el barrio para la 
            poesía: 
            Carriego es un precursor que descubre las vertientes patéticas y 
            literarias del suburbio porteño”.  José 
            Gabriel (ensayista argentino 
            nacido en España, que integró con un grupo de comunistas argentinos 
            las Brigadas Internacionales en la guerra española) 
            dice en su libro sobre Carriego 
            (sesgado probablemente por la defensa 
            del valor de la poesía que aborda lo popular) 
            “ningún poeta argentino antes 
            de Carriego se había atrevido (porque era todo un atrevimiento, sin 
            duda) a elevar al rango de poesía los motivos ordinarios del arrabal 
            porteño.” 
 Todos los 
            críticos de Carriego concuerdan que es en la última poesía de 
            Carriego que reside su mayor mérito poético, despojado ya de un 
            lenguaje teñido por excesos modernistas que él mismo expresamente 
            despreciaba  
            “Con La canción del barrio,
            ya no únicamente por los temas que trata, sino por la expresión 
            que les da, también (y sobre todo, quizá) se sitúa de lleno en la 
            corriente artística nacional”, dice Gabriel.
 Gabriel 
            fundamenta así su defensa de Carriego como poeta: 
            “En todos los grandes poetas 
            del mundo, la línea ascendente ha partido de lo abstracto, de lo 
            magistral, de lo extenso, de lo extraordinario, para concluir en lo 
            concreto, en lo sencillo, en lo aparentemente vulgar. Han empezado 
            por lo estupendo, porque eso es lo fácil y lo falso, y han venido a 
            parar en lo simple, porque eso es lo difícil y duradero. Ninguna 
            literatura del mundo ha adquirido carácter hasta que no se ha hecho 
            más o menos realista, incorporándose todos los elementos vulgares. 
            Ningún poeta tampoco ha adquirido personalidad vigorosa de artista, 
            hasta que no ha sabido ser más o menos fiel a la realidad común de 
            su época y de su medio.” 
            <…> 
            "Los hombre vulgares -observa Hebbel- son mucho más poetas cuando hablan que cuando escriben; 
            porque cuando hablan la vida que los rodea ejerce sobre ellos su 
            influencia, y, a veces, les sugiere la palabra precisa que ata lo 
            íntimo y lo externo, mientras que cuando escriben quedan abandonados 
            a sí mismos". Cuando hablamos, todos somos poetas, porque todos 
            somos vulgares. Sólo siguen siendo poetas cuando escriben, aquellos 
            pocos que aún entonces saben mantener su vulgaridad, porque saben 
            encontrar la palabra que ata lo íntimo y lo externo y, así, 
            comunicar la vida directamente, sin someterla a una abstracción, que 
            la aleja de nuestros corazones. ¿Por qué mil hechos humanos que 
            observamos todos los días a nuestro alrededor, no han de tener valor 
            emotivo si no referidos a concepciones celestes? Los hechos humanos 
            en sí mismos, descarnados, personales: he ahí, al contrario, lo que 
            más nos interesa, porque es lo que más hondamente puede conmover.”  
            
 Se asocia 
            así Gabriel con aquello de Borges de la poesía que se parece a la 
            vida. Agrega 
            Gabriel, en una reflexión ya más vinculada con el 
            lenguaje del 
            poeta:
 
            “En efecto, sin estudiar con 
            demasiado detenimiento “La canción del barrio” pronto se notará que 
            contiene giros y vocablos del lenguaje porteño imposibles de 
            reemplazar en su cometido sentimental e ideológico, y que, por lo 
            mismo, constituyen otros tantos aportes idiomáticos, cuando no son 
            mera resurrección de frases o términos netamente castizos, cosa que 
            también sucede a menudo. Como giros, pueden señalarse entre los más 
            felices los siguientes:  
            "¡Caminito de nuestra casa! 
            ¡Vieras con qué cariño te queremos!. . .  
            <…> 
            Vocablos, son muchísimos los 
            que se podrían notar como típicos del ambiente, también expresivos y 
            también lógicos y admisibles en general. He aquí algunos, teniendo 
            en cuenta, además, para esto, "El alma del suburbio":  
            Musicante: 
            músico ambulante y de poco; trucadas: 
            largas y bulliciosas tenidas al truco, guarango: grosero; 
            corte: figura de tango; pitada: chupada al cigarro o 
            cigarrillo; amasijo: con la acepción de soba, especialmente a 
            puñetazos; pucho: colilla del cigarro; amargurada: 
            amargada; dragonear: además de cortejar a la novia, 
            echárselas de algo importante, como en el verso en que lo escribe 
            Carriego: "dragonea ya de libertario"; pontificar: 
            sostener alguna opinión con cierta fatuidad; tolola: 
            atontada; tomado: bebido (borracho); vereda: acera; 
            bochinche: ruido y confusión entre personas (admitido por la 
            Academia, en la edición de 1914 de su "Diccionario"); recién: 
            ahora; viejo: padre, y, en fin, otros muchos que todos 
            sabemos, ya sean nuevos enteramente o antiguos y reconocidos, pero 
            con nuevas acepciones, sin contar algunos que, a pesar de ser hoy 
            usados casi exclusivamente por nosotros o por los demás 
            hispano-americanos, como marchante, mendicante, murria, racha,
            etc. , están consentidos en el léxico castellano y tienen origen 
            latino, griego o árabe.”
 Este es 
            el lenguaje que será el de la 
            letra del tango, el de la llaneza del 
            idioma local que Borges buscó y defendió en su poesía y su prosa, el 
            que nos construye como cultura rioplatense.  Adherimos a la tesis de 
            que aquí se ve funcionar que un texto adquiere valor poético 
            alejándose de lo que la época entiende como 
            literatura. En la 
            antología de Borges y Bullrich los poemas seleccionados de Carriego 
            son tres: “En el barrio”  (de “Misas herejes”, 1908); “El Casamiento” 
            y  “El guapo”, que transcribimos.  Proponemos que su 
            lectura nos diga 
            tanto sobre Borges como sobre Carriego, como sobre Buenos Aires.
 
            En el 
            barrio
            
              
            
            Ya los de la casa se van acercando 
            
            al rincón del patio que adorna la parra, 
            
            y el cantor del barrio se sienta, templando, 
            
            con mano nerviosa la dulce guitarra. 
            
            La misma guitarra, que aún lleva en el cuello 
            
            la marca indeleble, la marca salvaje 
            
            de aquel despechado que soñó el degüello 
            
            del rival dichoso tajeando el cordaje. 
            
            Y viene la trova: rimada misiva, 
            
            en décimas largas, de amante fiereza, 
            
            que escucha insensible la despreciativa 
            
            moza, que no quiere salir de la pieza… 
            
            La trova que historia sombrías pasiones 
            
            de alcohol y de sangre, castigos  crüeles 
            
            agravios mortales de los corazones 
            
            y muertes violentas de novias infieles… 
            
            Sobre el rostro adusto tiene el guitarrero 
            
            viejas cicatrices de cárdeno brillo, 
            
            en el pecho un hosco rencor pendenciero 
            
            y en los negros ojos la luz del cuchillo. 
            
            Y muestra, insolente, pues se va exaltando, 
            
            su bestial cinismo de alma atravesada: 
            
            ¡Palermo le ha oído quejarse, cantando 
            
            celos que preceden a la puñalada! 
            
            Y no es para el otro su constante enojo… 
            
            ¡A ese desgraciado que a golpes maneja, 
            
            le hace el mismo caso, por bruto y por flojo, 
            
            que al pucho que olvida detrás de la oreja!. 
            
            ¡Pues tiene unas ganas su altivez airada 
            
            de concluir con todas las habladurías!… 
            
            ¡Tan capaz se siente de hacer una hombrada 
            
            de la que hable el barrio tres o cuatro días!… 
            
            …Y con la rudeza de un gesto rimado, 
            
            la canción que dice la pena del mozo 
            
            termina en un ronco lamento angustiado, 
            
            como una amenaza que acaba en sollozo!
 
            
            El Casamiento
 
            
            Como nada consigue siendo prudente, del montón de 
            curiosos que han hecho rueda esperando a los novios, vuelve el 
            agente a disolver los grupos de la vereda. 
            
            Que después del desorden que hace un momento se 
            produjo, interviene de rato en rato:  
            
            cada cinco minutos cae el sargento, <que> con razón, 
            no quiere pagar el pato... 
            
            En la acera de enfrente varias chismosas que se 
            hallan al tanto de lo que pasa, aseguran que para ver ciertas cosas 
            mucho mejor sería quedarse en casa. 
            
            Alejadas del cara de presidiario que sugiere 
            torpezas, unas vecinas pretenden que ese sucio vocabulario no 
            deberían oírlo las chiquilinas. 
            
            Aunque -tal acontece- todo es posible, sacando 
            consecuencias poco oportunas, lamenta una insidiosa la 
            incomprensible suerte que, por desgracia, tienen algunas... 
            
            No es el primer caso...Si bien le extraña que haya 
            salido un zonzo...pues en enero del año que transcurre, si no se 
            engaña, dio que hablar con el hijo el carnicero. 
            
            Con los coches que asoman, la gritería de los 
            muchachos dicen las intenciones del común movimiento de simpatía 
            traducido en ruidosas demostraciones. 
            
            Una vez dentro, es claro, no se comenta sino la 
            ceremonia muy festejada, bien que por otra parte les impacienta el 
            reciente bochinche de la llegada. 
            
            Como los retardados no han sido tantos sobran 
            bailarines en ese instante, se va a empezar 
            la cosa, salvo unos cuantos, que se reservan para más adelante. 
            
            El tío de la novia, que se ha creído obligado a 
            fijarse si el baile toma buen carácter, afirma, medio ofendido, que 
            no se admiten cortes, ni aún en broma. 
            
            -Que, la modestia a un lado, no se la pega ninguno de 
            esos vivos...seguramente. 
            
            La casa será pobre, nadie lo niega: todo lo que se 
            quiera, pero decente-. 
            
            Continuando, entonces, del mismo modo prohibe 
            formalmente los apretones: compromisos, historias y, sobre todo, 
            conversar sin testigos en los rincones. 
            
            La polka de la silla dará motivo a serios incidentes, 
            nada improbables: nunca falta un rechazo despreciativo que acarrea 
            disgustos irremediables. 
            
            Ahora, casualmente, se ha levantado indignada la 
            prima del guitarrero por el doble sentido, mal arreglado, del piropo 
            guarango del compañero. 
            
            La discusión acaba con las violentas porfías del 
            padrino, que se resiste a las observaciones de las parientas que le 
            impiden que haga papel tan triste... 
            
            El vigilante amigo, que en la parada cumpliendo la 
            consigna diaria se aburre, dice que de regreso de una llamada vino a 
            echar su vistazo, por si algo ocurre... 
            
            Como es inexplicable que se permitan horrores que no 
            deben ser achacados a los íntimos, varios padres le invitan a 
            proceder en forma con los colados  
            
            En el comedor, donde se bebe a gusto, casi lamenta el 
            novio que no se pueda correr la de costumbre...pues, y esto es 
            justo, la familia le pide que no se exceda. 
            lo 
            que es él, ahora tiene derecho a desdeñar, sin duda, las perrerías 
            de aquellos envidiosos, cuyo despecho fuera causa de tales 
            habladurías... 
            
            Respecto de aquel otro desengañado, -es opinión de 
            muchos- en verdad cabe suponer que, si es cierto que anda tomado, 
            comete un locura de las que él sabe. 
            
            La madrina, a quien eso no le parece sino una 
            soberana maldad, se encarga de chantarle unas frescas, según merece, 
            ese desocupado tan lengua larga... 
            
            Entre los invitados, una comadre narra cómo ha podido 
            venirse sola: íse le antojó a su chico seguir al padre traer la 
            familia de don Nicola!  
            
            ¿Su cuñada? íQué cambio! Parece cuento, siempre 
            encuentra disculpas, y hasta le ruega no insistir, pretextando su 
            retraimiento desde que la hermanita se quedó ciega. 
            
            Las mujeres distraen de cuando en cuando, a la vieja 
            que anoche, no más, reía fingiéndose conforme pero dudando: -...al 
            fin era la ayuda que ella tenía-. 
            
            La afligen los apuros. Llora, temiendo las 
            estrecheces de antes, ¡y con qué pena! piensa en el hijo ausente que 
            está cumpliendo los tres años, tan largos, de su condena... 
            
            La crítica se muestra muy indulgente: -Las personas 
            han sido mejor tratadas que otras veces, sintiendo, naturalmente, 
            que hayan habido algunas bromas pesadas... 
            
            En cuanto a las muchachas ¡con sus aires! como si 
            trabajasen de señoritas... 
            
            ¡Han dejado la fama de sus desaires llenas de 
            pretensiones las pobrecitas!  
            
            Sin entrar en detalles sobre el odioso golpe de 
            circunstancias, alguien se queja preguntando a los hombres quién fue 
            el gracioso que se llevó a los novios de la bandeja. 
            
            En el patio, dos mozos arman cuestiones, sin ninguna 
            clase de miramientos se dirigen airadas reconvenciones, resabios de 
            distantes resentimientos... 
            
            Como el guapo es amigo de evitar toda provocación que 
            aleje la concurrencia, ha ordenado que apenas 
            les sirvan soda a los que ya borrachos buscan pendencia. 
            
            previendo la bronca, después del gesto único en él, 
            declara que aunque le cueste ir de nuevo a la cárcel, se halla 
            dispuesto a darle un par de hachazos al que proteste... 
            
            en medio del bullicio, que pronto cesa, las guitarras 
            anuncian estar cercano  
            
            el aguardado instante de la sorpresa preparada en 
            secreto desde temprano... 
            
            Que, deseosos de aplausos y de medirse de nuevo, 
            recordando sus anteriores tenaces contrapuntos sin definirse, van a 
            verse las caras dos payadores. 
            
            (Fuente: Selección de poemas 
            de Evaristo Carriego y otros poetas Serie 
            Capítulo. Nº 33. Biblioteca argentina fundamental Págs. 26 a 30.
            Centro Editor de América Latina Buenos Aires, 1968.) 
            
            El guapo
            
            A la memoria de San Juan MoreiraMuy devotamente
 
            
            El barrio le admira. Cultor del coraje,conquistó, a la larga, renombre de osado;
 se impuso en cien riñas entre el compadraje
 y de las prisiones salió consagrado.
 Conoce sus triunfos y ni aun le inquieta
 la gloria de otros, de muchos temida,
 pues todo el Palermo de acción le respeta
 y acata su fama, jamás desmentida.
 Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,
 hondas cicatrices, y quizás le halaga
 llevar imborrables adornos sangrientos:
 caprichos de hembra que tuvo la daga.
 La esquina o el patio, de alegres reuniones,
 le oye contar hechos , que nadie le niega:
 ¡con una guitarra de altivas canciones
 él es Juan Moreira, y él es Santos Vega!
 Con ese sombrero que inclinó a los ojos,
 ¡con una guitarra de altivas canciones
 cantando aventuras, de relatos rojos,
 parece un poeta que fuese bandido!
 Las mozas más lindas del baile orillero
 para él no se muestran esquivas y hurañas,
 tal vez orgullosas de ese compañero
 que tiene aureolas de amores y hazañas.
 Nada se le importa de la envidia ajena,
 ni que el rival pueda tenderle algún lazo:
 no es un enemigo que valga la pena...
 pues ya una vez lo hizo caer de un hachazo.
 Gente de avería, que guardan crüeles
 brutales recuerdos en los costurones
 que dejara el tajo, sumisos y fieles
 le siguen y adulan imberbes matones.
 Aunque le ocasiona muchos malos ratos,
 en las elecciones es un caudillejo
 que por el buen nombre de los candidatos
 en los peores trances expone el pellejo...
 Pronto a la pelea -pasión del cuchillo
 que ilustra las manos por él mutiladas-su pieza, amenaza de algún conventillo,
 es una academia de ágiles visteadas
 Porque en sus impulsos de alma pendenciera
 desprecia el peligro sereno y bizarro,
 ¡para él la vida no vale siquiera
 la sola pitada de un triste cigarro!...
 ...Y allá va pasando con aire altanero,
 luciendo las prendas de su gallardía,
 procaz e insolente como un mosquetero
 que tiene 
            en su guardia la chusma bravía.
 
 
            
            Pero arquetipos más conocidos y recordados son: 
            
            El ciego de 
            
             Has 
            vuelto Has 
            vuelto, organillo. En la acera hay 
            risas. Has vuelto llorón y cansado como 
            antes. El ciego 
            te espera las más 
            de las noches sentado a la 
            puerta. Calla y escucha. Borrosas memorias 
            de cosas lejanas evoca en 
            silencio, de cosas de cuando 
            sus ojos tenían mañanas, de cuando 
            era joven... la novia... ¡quién sabe Alegrías, 
            penas, vividas 
            en horas distantes. ¡Qué suave se le 
            pone el rostro cada vez que suenas algún 
            aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro! Has 
            vuelto, organillo. La gente modesta 
            te mira pasar, 
            melancólicamente. Pianito 
            que cruzas la calle cansado moliendo 
            el eterno familiar 
            motivo que el año pasado gemía a 
            la luna de invierno: con tu 
            voz gangosa dirás en la esquina la 
            canción ingenua, la de siempre, acaso esa 
            preferida de nuestra vecina la 
            costurerita que dio aquel mal paso. Y luego 
            de un valse te irás como una tristeza 
            que cruza la calle desierta, y habrá 
            quien se quede mirando la luna desde 
            alguna puerta.   ¡Adiós, 
            alma nuestra! parece que dicen 
            las gentes en cuanto te alejas. ¡Pianito 
            del dulce motivo que mece memorias 
            queridas y viejas! Anoche, 
            después que te fuiste, cuando 
            todo el barrio volvía al sosiego -qué 
            triste- lloraban 
            los ojos del ciego. 
            
            y la costurerista misma: 
            
            La Costurerita que dio
            aquel mal paso
            La costurerita que 
            dio aquel mal paso...-y lo peor de 
            todo, sin necesidad-
 con el 
            sinvergüenza que no la hizo caso
 después..
 -según dicen en la 
            vecindad-
 Se fue hace dos 
            días
 Ya no era posible 
            fingir por más tiempo.
 Daba compasión 
            verla aguantar
 esa maldad 
            insufrible
 de las compañeras, 
            tan sin corazón!
 
 Aunque a nada 
            llevan las conversaciones,
 en el barrio 
            corren mil suposiciones
 hasta en algo 
            grave se llega a creer.
 íQué cara tenía la 
            costurerita,
 qué ojos más 
            extraños esa tardecita
 que dejó la casa 
            para no volver!...
 
 
            
            Estaban ya en Carriego  (Misas Herejes fue publicada 
            en 1908, y Evaristo murió en 1912) todos los elementos de la 
            lloradera de la letra del tango que Borges luego proclamaba 
            despreciar. Borges no deja de señalarlo, pero eso no obsta a que le 
            dedique un libro entero, él a quien le gustaban las biografías 
            cortas y fragmentadas: no sé por qué le exigimos coherencia y 
            consistencia a un escritor que se obstinaba en la paradoja como 
            forma de existir en la literatura. 
            
            José Gabriel termina su trabajo sobre Carriego con 
            este párrafo: 
            
            “Tuvo, pues, la resignación del 
            gaucho, su poeta: 
            Hernández; la resignación del suburbio porteño, que lleva latente en 
            sí un hálito del alma gaucha, lo tuvo también: Carriego. Más artista 
            que Hernández (y uno y otro más que Almafuerte, que es demasiado 
            intelectual), Carriego se nos aparece aún más objetivo y, por así 
            decirlo, más cruel, pues no nos oculta en su obra la faz mala -que 
            también tiene, en sus bondades- del momento bonaerense que le da 
            inspiración; pero, su objetividad misma da una vida poderosa a ese 
            momento, y, con la vida -es claro- un alma: el alma del tango, esa 
            alma resignada siempre que alienta en sus versos.” 
            (sigue) Fuentes 
            citadas: ABC tango.- 
            "Percanta que me amuraste" en http://www.abctango.com/tour/tletrallunfa.php Aguirre, Julio 
            María:  El libro de los 30 años.  Academia Porteña del Lunfardo.  
            Fraterna, 1993. Armus, Diego.-  
            "Milonguitas" en Buenos Aires (1910-1940): tango, ascenso social y 
            tuberculosis.  História, Ciências, Saúde-Manguinhos vol.9 suppl.0 
            Rio de Janeiro 2002   http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-59702002000400009&script=sci_arttext&tlng=es
 Ayestarán, Lauro.-  
            "El folklore musical uruguayo".   Arca, 1977. "Teoría y práctica del 
            folklore".   Arca, 1968. Balsas, Héctor.-  
            "Lunfardo aquí y allá"  En 
            www.chasque.net 
            
            http://ar.geocities.com/lunfa2000/balsas.html Barrella, 
            Humberto.-  El tango después de Gardel, 1935-1959.  Corregidor, 1999 Borges, Jorge Luis.-  
            "El tango." En Capítulo Oriental: El tango, antología, CEAL, 1969. 
            Prólogo.  En  Zubillaga, Carlos  Carlos Gardel.,  Jucar, 1976. Borges, Jorge Luis.- 
            "El tango". En Sur, no. 253,  1958-08,  pág. 1-3.  Borges, Jorge Luis.-  
            Evaristo Carriego.  Biografía.  Ed. Manuel 
            Gleijer, 1930 
            Borges, Jorge Luis.-  Para las tres cuerdas. 
            Emecé, 1965 
            Borges, Jorge Luis-Bullrich, Silvina, El Compadrito. Su 
            Destino. Sus Barrios. Su Música. Buenos Aires, Cia Gral. Fabril 
            Financiera, 1968. Burgstaller, Carlos 
            Hugo.-  "Che, Borges … ¿y el tango?   En Tango Reporter, 2003. 
            
            http://www.webcom.com/reporter/borges.html Cervera Salinas, 
            Vicente.-  "Y Borges creó a Carriego."  En La rosa profunda , 
            noviembre 2004
            
            http://www.larosaprofunda.com/numero0/ensatext/carriegoeasy.htm Conde, Oscar.-  "La 
            poesía del tango: marginalidad y tradición" El Faro revista de la 
            juventud de la municipalidad de Vicente Lopez, año 1 no. 1, verano 
            2004/2005 http://www.vicentelopez.gov.ar/sec_accion/pdf_elfaro/snippet.php?application=application/AcroRd32&fileName=elfaro1.pdf
 Dobry, Eduardo.-  Lugones, 
            el fantasma de la biblioteca.  Borges y Argentina.  Centro Virtual 
            Cervantes, Borges 100 años. 
            
            http://cvc.cervantes.es/actcult/borges/espaarge/06a2.htm Flores, Celedonio.-  
            Chapaleando barro.  Prólogo de Cátulo González Castillo.  El 
            Maguntino, 1951 Gamerro, Carlos.  
            Borges y los anglosajones
            
            http://www.udesa.edu.ar/files/Events/archivos/Gamerro-Borges-y-los%20anglosajones.pdf  García, 
            Guillermo.-  Aspectos ideológicos de la lírica tanguera  Espéculo. 
            Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 
            2004 
            
            http://www.ucm.es/info/especulo/numero27/liricata.html García, 
            Guillermo.-  El arrabal como hecho estético: la poesía popular de 
            Evaristo Carriego y su aporte a la identidad rioplatense.  En 
            
            http://www.ucm.es/info/especulo/numero30/carriego.html Gobello, 
            José.-  Conversando tangos. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 
            1976.         
            Enrique Delfino y el tango canción.  En Historia del tango, tomo 6.  
            Corregidor, 1977.        
            "El lunfardo" Academia Porteña del Lunfardo 1992. Lunfardía, Argos,       
            1943        
            Prólogo a "Primera antología lunfarda" de Gobello y Luis Soler 
            Cañas.  Las Orillas, 1961.        
            Prólogo a "Nueva antologia lunfarda".  Plus Ultra, 1972. Gobello, José & 
            Payet, Luciano.-  Breve diccionario lunfardo, A. Peña Lillo, 1959. Hamed, Amir.-  
            Orientales: Uruguay a través de su poesía  Siglo XX.  Graffiti, 
            1994.  En 
            www.henciclopedia.org.uy Irby, James E.: 
            Borges, Carriego y el arrabal.  Ponencia leída en el XIII Congreso 
            Internacional de Literatura Iberoamericana. Los Ángeles, 20 de 
            enero de 1967. Recogido en el volumen monográfico antologizado por 
            ALAZRAKI, Jaime, Jorge Luis Borges,  Madrid, Colección "El Escritor 
            y la Crítica", Taurus, 1976. Isaacson, José.-   
            Geografía lírica argentina: cuatro siglos de poesía, XVII, XVIII, 
            XIX, XX, Corregidor, 2003 Jara, Juan Carlos.  
            Homero Manzi, poesía y algo más.  6 Diciembre 2007
            
            http://www.institutojauretche.edu.ar/barajar/octubre/nota7.html 
            
            http://www.lacoctelera.com/temas_argentinos/post/2007/12/06/homero-manzi-poesia-y-algo-mas Juárez, Osvaldo.-  
            "Manzi, el de Malena"  En TANGO Reporter  Año X, Nro 115 - Diciembre 
            2005.  
            http://www.webcom.com/reporter/nota-manzi.html Lignelli, Bárbara 
            (Lic.) y Lifchitz, Natalia.  Tango Tour (para) principiantes.  En 
            
            http://www.abctango.com/tour/tour.php Ludmer, Josefina.-  
            A propósito de íconos nacionales: Borges.  Yale 
            University.   
            http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v04/Ludmer.html Mayr, Guillermo.  
            "Homero Manzi, poeta y militante político" .En El jinete insomne.  
            Domingo 24 de febrero de 2008.   
            
            http://eljineteinsomne.blogspot.com/2008/02/homero-manzi-poeta-y-militante-poltico.html Michelena, 
            Alejandro.  Carriego, Borges y Gardel.  Conferencia en casa-museo 
            Evaristo Carriego, 24 de junio 2004.           http://letras-uruguay.espaciolatino.com/michelena/carriego_gardel.htm
 Ostuni, Ricardo.-  
            Borges y el tango.  
            
            http://www.clubdelprogreso.com/index.php?sec=04_05&sid=22&id=2613 Rama, Angel.-  "La 
            belle epoque".  Fasc. 28  Enciclopedia Uruguaya.  Arca, 1969 Revista 
            Contratiempo El pensamiento en la Argentina / Año II N° 5 / 
            Invierno-Primavera 2002   "La literatura y el tango"   Texto 
            publicado en el Diario del Tango Edición N° 1041  de la revista 
            Noticias, Vol. 36 
            
             http://www.revistacontratiempo.com.ar/tango.htm Rivera, Jorge B.-  
            Litertura en el kiosco: las almas que cantan.  El País Cultural No. 
            226 Rodríguez Monegal, 
            Emir.-  Prólogo para "Evaristo Carriego" de Jorge Luis Borges.  
            Paris, Seuil, 1969.  http://www.archivodeprensa.edu.uy/r_monegal/bibliografia/prologos/prol_09.htm
 Rodríguez Villamil, 
            Silvia.-  Las mentalidades dominantes en Montevideo, 1850-1900.  I. 
            La mentalidad tradicional.   EBO, 1968 Salas, Horacio.  El 
            idioma de los argentinos, Gleitzer, 1928.Lecturas de la memoria. 
            Encuentros con escritores.  Fondo de Cultura Económica, 2006 Sarlo, Beatriz.- 
            "Borges, Crítica y teoría cultural". Borges 
            Studies Online. On line. J. L. Borges Center for Studies & 
            Documentation. Internet:
            
            http://www.uiowa.edu/borges/bsol/bsctc.htm Selles, Roberto.-  
            El futuro del tango.  1er. Simposio electrónico llamado:"El Tango, 
            Buenos Aires y el Mundo", junio 2004.http://www.tangotro.com.ar/el%20futuro%20del%20tango.htm
 Soler Cañas, Luis.- 
            Orígenes de la literatura lunfarda',  Siglo XX, 1965 Verdugo Fuentes, 
            Waldemar.-  El bibliotecario y su laberinto, en
            
            http://jlborges.galeon.com/aficiones759014.html Vidart, Daniel.  
            "Escenarios y personajes"  En Cipriani: A máscara limpia  Vidart, Daniel, 
            atrib.- "Literatura y tango."  Fasc. 43  en  Capítulo Oriental: La 
            Historia de la literatura uruguaya,  CEAL, 1969.  
            Cap.or.    
            Vidart, Daniel.  La trama de la identidad nacional, tomo III: 
            el espíritu criollo.   EBO, 2000. Vidart, Daniel.-  
            "Realidad e imaginación del tango-danza, escenarios y personajes." 
            En Capítulo Oriental: El tango, antología, CEAL, 1969   Vilariño, Idea.- El 
            Tango.  Cal y Canto, 1995. Vilariño, Idea.- 
            Tangos.  Arca, 1967  Yúdice, George.-  
            Las industrias culturales: más allá de la lógica puramente 
            económica, el aporte social  Pensar Iberoamérica: revista de 
            cultura.  Número 1. Junio-setiembre 2002  OEIhttp://www.oei.es/pensariberoamerica/ric01a02.htm
 Diccionarios 
            de lunfardo: 
            
            http://www.elportaldeltango.com/dicciona.htm 
            
            http://lunfardo.pais-global.com.ar/ 
            
            http://www.todotango.com/spanish/biblioteca/lexicon/menu_lexicon.html 
            
            http://www.coleccionesbuenosaires.com/ellunfardomini.htm 
            
            http://www.muevamueva.com/comunica/lunfardo/index.htm 
            
            http://www.nacionesunidas.com/diccionarios/argentina.htm 
            
            http://www.abctango.com/lunfardo/lunfardo.php |