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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



FUERA DE GÉNERO. CRIATURAS DE LA INVENCIÓN ERÓTICA  - DELEUZE, GILLES - FOUCAULT, MICHEL DESEO - PLACER -

Fuera de género. Criaturas de la invención erótica (V)*

Roberto Echavarren

Partículas se interceptan, olores se mezclan, gestos, movimientos, variaciones de velocidad y fuerza, un teorema que camina (el dromenon para Lezama Lima), el paso del bailarín. La hora de los cuerpos fluye por todos sus estremecimientos, inviste un oleaje de simulacros, según sean composibles o incomposibles

Deseo y placer

Por contrapartida, Foucault desconfía de la tendencia deleuziana de suponer ontológicamente válido el término deseo. Le parece una noción demasiado contaminada por los valores que pudieron dar los antiguos, los cristianos, el psicoanálisis; le parece que depende de discursos y saberes cuyo efecto institucional de verdad, su poder de verdad, debería ser cuestionado en primer lugar.

Deleuze estaría demasiado condicionado por el psicoanálisis (no sólo en Lógica del sentido, sino también en los volúmenes Deleuze/Guattari): al mantener la categoría "deseo", por más que reinterpretada, en el eje problemático de su estrategia.


Foucaul
t pretende desplazar el deseo en beneficio de otro factor: el placer. "Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres."
(38)

Privilegia el placer, porque lo encuentra privado de connotaciones teóricas criticables. El placer sobreviene, impredecible; nos toma por sorpresa; no está definido, nadie lo marca, nadie lo normaliza. Está menos colonizado que el deseo por un saber. El placer es secreto. Puede prescindir de las palabras. No es preciso hablar del placer para que se realice. Nadie necesita explicarlo para experimentarlo.


"Adelanto este término 'placer' porque me parece que se escapa de las connotaciones médicas y naturalistas inherentes a la noción de deseo, la cual se ha utilizado como una herramienta... una medida en términos de normalidad: 'dime lo que deseas y te diré quién eres, si eres normal o no y luego puedo aprobar o desaprobar tu deseo'. Por otro lado, el término 'placer' es un territorio virgen, casi exento de significado. No existe una patología del placer, ni placer 'anormal'. Es un hecho 'fuera del sujeto' o al borde del sujeto, dentro de algo que no es cuerpo ni alma, que no está dentro ni fuera; en pocas palabras, una noción que no está atribuida ni es atribuible a nada."(39)


Según Foucault, preguntar por el deseo equivale a dejarse atrapar por la máquina binaria: ¿Cuál es tu deseo? es un criterio para clasificar a las personas, ubicarlas y discriminarlas. El placer, en cambio, burla burlando, se escabulle y no puede ser aprehendido. S
i nuestro deseo nos encadena a las dicotomías, el placer abre la esfera de nuestra libertad, o indeterminación.


Sin embargo, ¿puede pensarse el placer sin un deseo correlativo que disponga o distribuya las intensidades en un plano de consistencia, en un mapa o recorrido cartográfico?


De acuerdo a Deleuze, el deseo es productivo. Y el deseo distribuye intensidades de placer. Por más que los placeres sean impensados, gratuitos, la índole del deseo afecta su calidad. De este modo puede impedir que se carguen de angustia, de vergüenza, de culpa.
(40)

Para Deleuze el placer, entendido como descarga, eyaculación, es lo que viene a interpolar, desconectar "la positividad del deseo y la constitución de su campo de inmanencia... donde el deseo no
falta en nada, y se cuida tanto como le sea posible de placeres que vendrían a interrumpir su proceso"(41)

El diferendo entre Foucault y Deleuze con respecto a deseo y placer responde a recorridos diferentes, que presentan un corrimiento relativo, pero quizá hasta cierto punto superposición (overlapping) de los contenidos de estos conceptos.


En oposición al renunciamiento cristiano, se trata -para Foucault- de inventar nuevas técnicas del cuidado de sí, que produzcan nuevos placeres.


Busca la deshumanización o desantropomorfización de los placeres, incluso su desexualización, en la medida en que la sexualidad es una resultante de los discursos de saber y poder prevalecientes en un momento dado.


Por otra parte, él no pretende que el deseo no existe; al contrario, el deseo es verdad, pero lo es de muchas maneras, de acuerdo con el valor que los regímenes de saber y poder le adjudican.
Considera que un régimen de sexualidad se singulariza por el valor y relevancia de tres polos correlativos:


"Si por conducta sexual comprendemos los tres polos que son los actos, el placer y el deseo", podremos distinguir varias eras de la invención erótica.
He aquí la "fórmula" griega tardía:


"Los actos juegan un rol preponderante, el placer y el deseo siendo subsidiarios: acto -placer- (deseo)... Pongo al deseo entre paréntesis pues con la moral estoica comienza, creo, una elisión del deseo, el deseo empieza a ser condenado."


La "fórmula" china concibe una diversa combinatoria de los mismos "polos":

"La 'fórmula' china sería placer -deseo- (acto). El acto se pone en reserva, porque hay que restringir los actos para obtener el máximo de duración y de intensidad del placer." O sea, morigerar la excitación y mesurar los actos para impedir una descarga prematura.

En la "fórmula" cristiana, dos "polos" de es
e triángulo deben ser obliterados:

"
La 'fórmula' cristiana, en fin, pone el acento sobre el deseo con el propósito de suprimirlo. Los actos deben volverse neutrales; el acto tiene por solo fin la procreación o el cumplimiento del deber conyugal. El placer es, en la práctica como en teoría, excluido. Esto nos da: (deseo) -acto- (placer). El deseo es excluido en la práctica -hay que hacer callar el deseo de cada uno-, pero en teoría es muy importante" (peligro de la tentación demoníaca, inclinación al mal).

La combinatoria moderna, ¿no es acaso aquella que Foucault preferiría?

"Diría que la 'fórmula' moderna es el deseo -subrayado teóricamente y aceptado en la práctica-, porque hay que liberar el deseo; los actos no son demasiado importantes" (en la medida en que pueden variar o adquirir aspectos imprevistos, incluida su virtualidad); "en cuanto al placer, ¡nadie sabe bien lo que es!
(42)

La reserva foucaultiana con respecto a lo que considera la ecuación "moderna" (contra lo expresado por voces contestatarias contemporáneas), se manifiesta así:

'"Debemos liberar nuestro deseo', dicen. ¡No! Debemos crear placeres nuevos. Entonces, quizá, el deseo continúe".
(43)

Quizá el deseo continúe. No hay que hacerse responsables por el deseo, sino por la efectiva distribución de placeres según técnicas inventadas y planificadas a ese propósito.

¿Qué es lo que acontece en nuestras vidas? ¿Cuáles son nuestros placeres?

Los placeres, si son asumidos, pueden conducirnos a opciones sexuales minoritarias. Decidirse por una opción de conducta
sexual minoritaria implica una serie de consecuencias que afectan no sólo los placeres, sino otros aspectos de la vida. Lo relevante es esto: al optar más o menos abiertamente por ciertas prácticas o ciertos compañeros eróticos, ocurren "modos de relación y existencia, tipos de valores, formas de intercambio entre individuos que son realmente nuevas.(44)

De la causa eficiente, del fetiche, surge el atractivo. Un poder erótico nos subyuga. En la perspectiva foucaultiana acerca del juego de poderes, si hay reciprocidad entre individuos (¿qué tenemos nosotros para ofrecer a cambio, cuál es nuestro ascendiente vis à vis del fascinador?) el eventual arreglo entre las partes repercutirá no sólo en el trabajillo de los placeres, sino que tendrá también consecuencias en otros terrenos: nuevas oportunidades de poder, placer, implican nuevas posibilidades de amor, de reorganizar las vidas; saldrán de allí nuevas formas de convivencia, nuevos flujos económicos.

"La homosexualidad es una oportunidad histórica de desplegar nuevas potencialidades
relacionales y afectivas"(45) y "es también una forma de rechazar los modos de vida propuestos y de convertir la elección sexual en el operador de un cambio -de la existencia".(46)

La tendencia asumida de un modo más o menos cabal conduce "a otras formas de placeres, de relaciones, de coexistencias, de lazos, de amores, de intensidades".
(47) "Se instauran nuevas formas de amor y creación." Por lo tanto "el sexo no es una fatalidad: sino el posible acceso a una visión creadora."(48)

Y he aquí que según Foucault, o según muchos del movimiento de contraconducta gay, o trans, de entonces, de ahora, la pregunta se plantea "...como una cuestión de existencia: ¿cómo es posible para los
hombres estar juntos, vivir juntos, compartir su tiempo, sus comidas, su cuarto, su ocio, sus penas, su saber, sus confidencias?
(49)

Este presupuesto, hombres
, queda librado a la exégesis de DeIeuze, quien pulveriza la noción de género y ve:

"Por todas partes una transexualidad microscópica, que hace que la mujer contenga tantos hombres como el hombre, y el hombre, mujeres, capaces de entrar unos en otros, unos con otros, en relaciones de producción de deseo que trastocan el orden estadístico de los sexos. Hacer el amor no se reduce a hacer uno, ni siquiera dos, sino hacer cien mil...; no uno, ni siquiera dos sexos, sino n... sexos."
(50)

Partículas se
interceptan, olores se mezclan, gestos, movimientos, variaciones de velocidad y fuerza, un teorema que camina (el dromenon para Lezama Lima), el paso del bailarín. La hora de los cuerpos fluye por todos sus estremecimientos, inviste un oleaje de simulacros, según sean composibles o incomposibles; encuentra el régimen idiosincrásico, el margen neutro de las cosas, la combinación o precipitado cuya fibra se enreda y se acrece en alumbramientos momentáneos y experiencias de aprendizaje de la alegría.

"Esto no quiere decir que la lucha al nivel de los axiomas carezca de importancia; al contrario, es determinante
(en los planos más diferentes: luchas de las mujeres por el voto, el aborto, el empleo...)
. Pero también, siempre hay un signo que demuestra que esas luchas son el índice de otro combate existente:" aquél que busca desontologizar los géneros.(51)

Un género puede ser una voz que convoca a una lucha, puede ser la piedra de toque de una insurgencia. O de una negociación. Lo cual no significa congelar la identidad. Un combate llama a otro combate: desmarcar el género de sus límites más o menos fijos, de sus identidades exclusivas.

La historia nos proporciona diversas éticas del cuidado de sí, o del renunciamiento de sí, las cuales recomiendan o prescriben, a partir de varios criterios, neutralizar o fomentar tanto el deseo como el placer.

¿Dónde nos dejan Deleuze y Foucault con su diferendo? ¿Podemos anular al uno en beneficio del otro?

Es claro que lo que Deleuze llama "placer como descarga del deseo carente", Foucault lo llama "acto", mientras que el placer de esa demora es pensado en positivo por Deleuze como el flujo mismo del deseo que no se reduce ni se define por aquello que demora, sino que es un placer de la fuga y la creación. Al permitir que ese deseo fluya, la fuga articula la estrategia misma del placer
(la invención de técnicas y placeres nuevos). Allí Foucault y Deleuze se encuentran de hecho. Podrían haber confluido en la siguiente frase de Deleuze/Guattari: "que el placer sea el flujo del propio deseo".
(52)

Si el placer es impredecible, es el flujo creador lo que hay que asegurar, el cual distribuye intensidades que también se vuelven en extremo imprevistas.

Pero la cuestión del deseo, tal cual la ve Deleuze, es una cuestión no sólo histórica, sino ontológica. ¿Qué quiero decir con esto?

Kant, en la Critica de la razón pura, muestra el absurdo de edificar una teología o una metafísica con pretensiones cognoscitivas que ubique a la deidad o la sustancia o la esencia como externas a
l mundo fenoménico. Kant no descarta la existencia de una deidad, o de una esencia o noumeno, más allá de los fenómenos; sólo afirma que acerca de esos objetos no puede haber conocimiento cierto, nuestro intelecto no se acomoda a ellos porque los instrumentos del conocer son categorías y esquemas que procesan los datos de los sentidos.

El materialismo atómico, imantado, investido por el deseo, de Lucrecio, la sustancia inmanente, causa de sí, de Spinoza, la ontología de los valores, de Nietzsche; a través de ellos, Deleuze postula un plano de consistencia, que no es sino el montaje de "agenciamientos" momentáneos del deseo; sobre el plano de consistencia se distribuyen intensidades, velocidades y detenimientos. Las líneas de mutación del deseo trazan cartografías en ese plano imantado. El deseo es para Deleuze proceso, afecto, acontecimiento, única carga positiva de un plano de consistencia ontológico. El deseo es un conjunto de prácticas, una disposición en el doble sentido de disposición y arreglo de elementos, y de disponibilidad o capacidad intensiva de afección que ese arreglo efectúa. Es una zona pragmática y ontológica
(pues aquí es lo mismo), un "afuera" inmanente y no humano. A partir de las líneas de fuga del deseo puede adquirirse una perspectiva, un criterio, acerca de lo humano (caída en la carencia y en la subjetivación) y lo que rebasa lo humano, la neutralidad de los placeres ("en la neutralidad de un mar de asombros", diría Sor Juana): sean éstos enanitos -meras descargas-, o creativos -en cierto plan, o plano, de consistencia-.

 
Notas:
 

(38) Foucault. Historia de la sexualidad I. La volonté de savoir, París. Gallimard, 1976, p. 191.

(39) Foucault, "Le gai savoír II". Mec Magazíne 6-7, julio-agosto 1988, p. 32.

(40) Cf. Alicia Leloutre. "La sensación lógica en Deleuze". en La máquina Deleuze, ed. cit., p. 308.

(41) Deleuze, "Deseo y placer", apéndice en El yo minimalista, ed. cit., p. 188.

(42) Foucault. "À propos de la génealogie de l'éthique: un aperçu du travail en cours", en Dits et écrits, tomo IV, 1980-1988. Paríi, Gallimard. 1994. p. 400

(43) Foucault. "Sexo, poder y política de la identidad" Dits et écrits, tomo IV, ed. cit., p- 420.

(44) Foucault. "Le triomphe social du plaisir sexuel", Dits et écrits, ed. cit., p. 311.

(45) Foucault, "De l'amitié comme mode de vie". Dits et écrits, tomo IV, ed. cit., p. 166.

(46) Foucault. "Entretien". Dits et écrits, ed. cit., p. 295.

(47) Foucault, Dits et écrits, ed. cit., p. 165.

(48) Foucault. "Sexo, poder y política de la identidad". Dits et écrits, tomo IV, ed. cit.. p. 420.

(49) Foucault. "Entrevista de Gai Pied", en David Halperin, San Foucault. Buenos Aires. El cuenco de plata, 2004. p. 104.

(50) Deleuze/Guattari, El antiedipo, Barcelona. Barral, 1974. p. 305.

(51) Deleuze/Guattari, Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pretextos. 2000, p. 474.

(52) Deleuze/Guattari, Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, ed. cit., p.162. Agradezco a Juan Salzano su co­mentario, que permea este párrafo.

 

*Extractos del libro de ensayo de Roberto Echavarren, Fuera de género. Criaturas de la invención erótica (Editorial Losada Bs As, 2007).

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