| Los 
              presentes son tierras baldías
 (Retroescritura 
              43)
   
              A 
              pesar de no haber sido escrita en estos años en su totalidad, la 
              década de los noventa es el espacio temporal en el que acontece la 
              publicación de casi toda la obra de
              Amir Hamed. Es, también, el 
              momento de apogeo y derrumbe de las medidas de política neoliberal 
              que, aunque anteriores, aparecen en el ambiente como flores con el 
              comienzo del lacallismo (1990-1994) con sus empujes de 
              privatizaciones y siguen floreciendo en las medidas de 
              horror que 
              abren la segunda presidencia de
              J.M. Sanguinetti (1995-1999). 
              Semidiós se escribe durante este último período pero ve luz de 
              imprenta en el abrir del nuevo siglo (2001). Podemos trazar el 
              recorrido de la obra de Hamed, desde su 
              Artigas blues band 
              y Troya blanda a su Restroescritura y 
              Semidiós como 
              una intervención en ese proceso histórico que, gestándose como 
              coletazos de la dictadura militar, iba cerrando todo horizonte de 
              vida y discursos otros  (fuera de la hegemonía neoliberal y la 
              imaginación publicitaria). En relación con eso, propongo pensar en 
              la disyunción con la que se abre su última novela  (tu discurso o 
              tu vida), para ir desde aquí a la constante conexión que la 
              obra 
              de Hamed postula entre 
              escritura e historia (que en 
              Semidiós 
              se convierte en un sentido más íntimo entre 
              escritura y vida).
 
              
              Para entrar en Semidiós se hace necesario 
              re-leer determinados acontecimientos anteriores como 
              Retroescritura y el espacio en el que estos 
              ensayos comenzaron 
              a ver luz  (el suplemento cultural 
              La República de Platón en 
              el que Hamed colabora durante su existencia [1993-1995]). Si bien
              Artigas y
              Troya se publican en estos períodos, creo 
              que podemos leerlos perfectamente como siendo un paréntesis que 
              dialoga o discute con problemáticas más relacionadas con 
              los 
              ochenta y la transición, al traer la tan conflictiva figura de 
              “Artigas” que había jugado el rol de casilla vacía en el período pre-dictatorial en tanto objeto de batalla que queda, finalmente, 
              apropiado por el aparato militar con el monumento al “padre” en la 
              plaza independencia durante la dictadura. 
               
              Con Troya se cierra el capítulo de lo que se denominó “novela 
              histórica” y aparecen los ensayos de Retroescritura 
              abriendo las reflexiones sobre la 
              escritura y un presente que 
              aparece como “terreno baldío,” es decir, como 
              basurero. Es una
              escritura que quiere pensarse en un presente y que presiente, al 
              mismo tiempo, la fugacidad y el carácter constituyente de éste, lo 
              que vuelve más compleja aún la conexión entre 
              escritura e historia 
              (que es un modo de desestratificar la relación monumental entre 
              ambas y preguntar por otros modos de vivir y pensar esa relación). Publicado 
              en un momento en el que la basura era “el” tema-problema del 
              Estado y de la primera administración de izquierda en la 
              Intendencia municipal de Montevideo, Retroescritura, como 
              pensamiento en el basurero, se abre desde la interrogante de cómo 
              escribir el cambio, la mutación y el 
              deseo. 
               
               
              Son ensayos sobre la escritura y su modo de aparecer naufragando 
              entre pantallas y películas, mitos y videojuegos, teclados y 
              bueyes castrados, etc. En otras palabras, si 
              Artigas y Troya 
              reflexionaban con el problema de la escritura de la 
              historia 
              desmoronando aquello que se supone estable y uno, 
              Retroescritura y Semidiós irían a una cercanía mayor 
              entre escritura como problema, historia como 
              biografía y como 
              puesta en cuestión y reflexión de la monumentalización y petrificación de la vida a partir de figuras más próximas  
              (la 
              escuela, las lecturas, las películas, los mitos).  
              Para entrar en 
              este registro, es fundamental el espacio que abrió 
              Platón  
              (el suplemento) en tanto que emergió en el exacto instante en que 
              todo el aparato crítico tradicional se desmoronaba, acto que 
              coincidía con el cierre de los problemas de la llamada 
              “transición” política que se consolida cuando una pobre mayoría 
              otorga, mediante el voto, el perdón a los militares. En octubre de 1993, 
              en medio de la “fiesta light” de la posrestauración, emergía el 
              suplemento con preguntas que eran, también, el gran tema de 
              Retroescritura –¿Cómo escribir este presente? ¿Cómo pensar en 
              la crítica en un momento del “post”, cómo leer sin confinar, cómo 
              re-pensar la idea liberación sin una moralización a priori? Ambas 
              publicaciones configuran espacios que se yuxtaponen temáticamente 
              y que guardan una inmanencia con un momento histórico preciso y 
              con las preguntas que desde allí se erigen.  
              
               
              
              El segundo artículo de Retroescritura que se 
              publica en Platón se titula “Espíritu que no habla ... 
              muerde.”  (Hamed) y merece pensarse con relación a la idea de 
              contra-espíritu que maneja el suplemento al fundar la 
              posrestauración con la idea de “ciudad posletrada” que remitía al 
              agotamiento del escritor como corrector y diseñador de la ciudad 
              real: “...el contraespíritu hegeliano objetivándose y conociéndose 
              no a través de su creación, sino de su residuo. La pensión: Ciudad 
              Posletrada”  (Núñez, “Introducción”). La aparición del 
              “contra-espíritu” pertenece al primer número de 
              Platón en 
              el que también se publica uno de los ensayos de Retroescritura 
              llamado “Hay que matar a Saddam,” texto que analiza lo “retro” en 
              conexión a una lectura del punto de agotamiento de toda narrativa 
              histórica que comienza a aparecer como una 
              nostalgia (como camino 
              hacia atrás): “Nostalgia por el 
              futuro difícil de cumplir o por un 
              apenas anteayer que se desvaneció sin que supiésemos cómo... 
              Habría que ver en el retro una calculada desesperación. Es el 
              fugaz triunfo del dinosaurio... traer un dinosaurio a nuestras 
              horas es afirmar y negar el fin  (3). Si nostalgia y desesperación 
              son las claves del mundo hegemónico de las imágenes analizadas en 
              el libro de ensayos, la “escritura”  (como interrogante sobre la 
              que circula Retroescritura) se presenta como agregado del 
              “retro” como propuesta de una operación diferente (ya que implica 
              un análisis crítico de lo anterior).  
              Por otro lado, la grieta que cierra el fin del espíritu hegeliano, 
              como “bildungsroman” hacia lo absoluto, culmina en el ambiente de 
              “pensionado” que radicaliza la figura de cuerpos residuales 
               
              (tripa, barullo y pedo) y abre el interrogante sobre un saber de 
              lo residual que no marcha “hacia”  (telos) sino “contra”. 
              En cierto modo, esa donación de 
              cuerpo (los dientes, el 
              cuerpo 
              podrido, residual, escatológico) al otrora espíritu se deriva de 
              la historicidad de un discurso que se agota  (como la ciudad 
              letrada y su figura de intelectual)  y abre la zona del presente 
              que se reitera en Hamed como un “descampado”  (basurero).  Quizás no 
              sea forzado hablar de una sintonía entre el “contra” del contraespíritu y lo “re-tro” que contrapone “retroescritura” a la 
              idea de un “retro” como monumentalización del pasado.
               
              
              Platón 
              cierra en el año 1995, a un tiempo de inaugurado el segundo 
              gobierno sanguinettista. El último artículo de portada se titulaba 
              “Depresiones del milenio” y versaba del regreso de un ambiente 
              gris, pseudo-monumental que volvía abúlico al escritor platónico. 
              Este momento fue llamado la “retro”-restauración y traía para el 
              suplemento el deseo de entregar su escritura frente a un mundo que 
              parecía volver hacia atrás  (la dialéctica sanguinettista, los 
              “hombres de gris” letrado, etc). La lógica retro entraba, ahora, 
              en la historia política de ese gobierno que traía consigo “el 
              triunfo del dinosaurio” y el ambiente de la restauración  (y de la 
              historia letrada del batllismo). Frente a la retro-restauración,
              Platón entrega su discurso y escribe, con esa portada, la 
              carta del suicida con la que se cierra su vida. De ahí en más, 
              desaparece.
               En ese sitio emerge la pregunta por la 
              escritura y por su 
              vinculación a una historia, lo que en Semidiós se conecta 
              de inmediato a un cuerpo que no podrá desligarse de su relación 
              con lo discursivo. De algún modo, Semidiós parecería seguir 
              pensando esa pregunta por una 
              escritura desde el contra-espíritu, 
              radicalizando como problema las relaciones entre discursos y 
              cuerpos ya que la novela nos pone frente a una autobiografía en la 
              que un cuerpo va siendo destruido a picana mientras produce las 
              series de texto que componen la novela. Esta historia comienza con 
              un hombre que despierta amnésico frente a una computadora a la que 
              su cuerpo ha sido ensamblado. En el momento, una “?” aparece en la 
              pantalla y comienza a dictar que un juego va a comenzar en el que 
              él ha de narrar historias acorde a las reglas que impone Quien 
              Arbitra (QA). El juego es parte de “Semidiós”, un sitio de 
              bondage en Internet, donde los participantes crean historias 
              sadomasoquistas en base a las cuales se produce luego el encuentro 
              entre cuerpos.
               El protagonista 
              
              (X o Hamed) 
              conoce el juego a 
              través de Mónica, con quien se encuentra una noche y con quien se 
              va vivir un tiempo. Este encuentro no sólo provoca la entrada a 
              
              “Semidiós”, con la que X se convierte en “Scheherezade”
              (como 
              escritor en el sitio) sino que también oficia de disparo para las 
              diferentes series que se desatan de la novela con la creación de 
              historias que componen la biografía de X 
              (historias de la infancia 
              y adolescencia). La clave de la narración parece encontrarse en la 
              castración sobre la que giran los diferentes recuerdos, 
              consistiendo en un “juego” 
              (como “Semidiós”) en el que dos 
              hermanos incestuosos con quienes X jugaba, se disfrazan de médicos 
              y castran a un niño del barrio llamado Valvulita. Para llevar a 
              cabo la empresa, los niños-adolescentes 
              (llamados “Coronel 
              Jacinto” [CJ]) usan el discurso militar amenazando al paciente de 
              que le han detectado el virus del comunismo en sus testículos y 
              deben extraérselos de inmediato para que los militares no lo 
              detecten y lo detengan. La historia de la castración oficia un rol 
              fundamental ya que es a través de eso que X se da cuenta de que QA 
              tiene que ver con la historia y que es uno de los “Coronel 
              Jacinto.” Al seguir intentando recordar eventos también vinculados 
              a la castración, QA se enfurece y larga una descarga brutal con la 
              que deja ya casi totalmente destrozado el 
              cuerpo de X. Sin 
              embargo, X no se detiene y con el final de la novela parece 
              abrirse otro umbral que nos queda a nosotros descifrar.
               
              
              La idea que pone la novela de pensar en una 
              escritura hecha al golpe de la tortura de la picana y hecha de tal 
              modo que aún así llegue a aquello que se supone imposible de 
              llegar, abre el territorio de la pregunta que me interesa merodear 
              aquí, que concierne al campo en el que se abre la amenaza de la 
              disyunción (“tu discurso o tu vida”) y que expone el tema de la 
              relación entre discurso y el horizonte problemático de la 
              “autonomía” en un sentido ético-político. Podemos preguntarnos qué 
              hace con esto Semidiós, sobretodo si se lo piensa en 
              contrapunteo con su contexto de los noventa tardío, cuando parece 
              no haber un afuera de ese ensamblaje del 
              cuerpo con la 
              máquina que 
              le tortura, del discurso con la maquinaria que impone y administra 
              un sentido, es decir, en un momento en el que la idea de una 
              autonomía como exterioridad a un sistema que niega la vida parece 
              tan atada como el cuerpo.  
              
              tu discurso o tu vida... 
              
              queremos tu 
              cuerpo en los filamentos de lo irretornable, en el borde más elemental del sufrimiento ... por 
              más que intentes zafar de esta prisión, nada te será posible; sólo 
              te queda el albedrío para dilatar la página, para adentrarte en la 
              piedra del agujero negro; por aquí se puede seguir resoplando o 
              dejar de hacerlo. (Semidiós 6) 
              
              Encuentro que hay, entre el cierre de Platón 
              y el comienzo de Semidiós una conexión casi explícita cuyo 
              centro es la pregunta “tu discurso o tu vida” y donde el tema es 
              la idea misma de disyunción y autonomía. Si Platón termina 
              su vida allí donde empieza un ambiente que no soporta, la novela 
              de Hamed empieza con una respuesta que diverge del suplemento: 
              frente a la disyunción que le plantea Quien Arbitra al personaje, 
              éste decide seguir escribiendo, por lo que opta por conservar su 
              vida y entrega su discurso a las reglas desconocidas que le impone 
              la pantalla y su cuerpo a la constante aparición de electroshocks 
              que se descargan cuando X pronuncia palabras prohibidas o no sigue 
              las reglas impuestas. La disyunción se basa en una separación 
              entre “discurso” y “vida” que deja al segundo término en incógnita 
              ya que para conservar su vida, X pacta o acepta entregar su 
              discurso (sus historias que constituyen las series que componen su 
              vida –auto-bio-grafía). Lo curioso es que al entregar su discurso, 
              X también entrega su cuerpo al precio en que la tortura que 
              administra y dirige el “qué decir” y “cómo”  (con qué palabras, en 
              cuánto tiempo), delimita la decisión absoluta sobre la vida de X 
               
              (al destruir progresivamente su 
              cuerpo a electroshocks). El 
              énfasis en los cuerpos torturados, destruidos o podridos es una 
              constante en la literatura de las últimas décadas y en la mayoría 
              de los casos, ese deshilacharse va acompasado a un problema 
              discursivo e histórico. Lo que encuentro interesante de la 
              problemática de Semidiós es que nos plantea una situación 
              que alegoriza la posición del sujeto, constituido desde la 
              “sujeción”  (el estar ensamblado con aquello que lo demarca), al 
              mismo tiempo en que expone una grieta o espacio en el que desde 
              esa atadura que lo compone se abre un espacio que interroga sobre 
              la capacidad de actuar  (como resistencia y como potencia).   
              
              Es 
              decir, esa configuración teatral con la que abre la novela (un 
              hombre con su cuerpo conectado a una máquina de tortura, sin 
              libertad de movimientos más que de escribir) nos lleva a una 
              pregunta por la propia paradoja que funda la idea de sujeto 
              moderno y que siguiendo a Judith Butler constituye la idea misma 
              de agencia desde la sujeción, poniendo frente a nosotros esa 
              “disyunción” en la que para “conservar” la vida se ha de entregar 
              aquello que podemos denominar como libertad desconocida 
              (dado que se supone como un algo siempre “anterior,” siempre fuera 
              de su sitio). Es decir, la paradoja que funda la 
              idea de que nuestra autonomía emerge de la sujeción que la 
              constituye (sujetos). Pero ¿no es ese “antes” un efecto de esa propia sujeción, es 
              decir, una ilusión generada por la propia paradoja que, al mismo 
              tiempo, despontencializa la acción al volverla un elemento 
              melancólico imposible, siempre perdido y despojado de contenido? 
              Esa pérdida, que se repite históricamente, es también el ambiente 
              con el que se abren los años noventa donde en medio del recinto 
              “light” del cuidado excesivo de cuerpos bien lustrados, 
              Semidiós se postula trayendo aquello que parece siempre fuera, 
              delegado al sitio de lo abyecto (un 
              cuerpo que se entrega pero 
              donde la idea de “conservar” la vida no puede sino ir ligada a la 
              destrucción y putrefacción, a la conversión del 
              cuerpo en un 
              residuo).  
              
              La relación que plantea la novela con el tema del 
              deseo y de la autonomía viene dada en una relación permanente con 
              la lógica del sitio web de bondage, remitiendo a la 
              dialéctica del amo y el esclavo de Hegel que, al igual que la 
              propia disyunción, tiene como raíz de entrada el tema de la vida 
              (la conservación de la vida–el terror a perderla) y el 
              deseo 
               
              (castrado con la lógica del reconocimiento–formado a partir de la 
              diferencia entre el cuerpo esclavo y la capacidad de consumo del 
              amo). Leída desde estas problemáticas, la situación que pone 
              Semidiós va de la mano con el nombre que tiene el umbral con 
              el que empieza la novela –“laberinto” y nos ubica allí en tanto 
              que emerge la pregunta de cómo puede X-Scheherezade “hacer” algo 
              que abra una salida si su cuerpo está completamente atado a la 
              máquina. En este sentido, la lucha que implica toda esa producción 
              de discurso pone como premisa la idea de una búsqueda que elimina, 
              a priori, toda ilusión de “Liberación” total ya que el “amo” 
              (Quien Arbitra) tiene atado el cuerpo productor de discurso. Si 
               
              (al igual que lo que ocurre en el terreno político desde los 
              noventa) el hilo de todas las series de historia se constituye 
              desde la “castración”  (que va ligada a la dictadura militar con la 
              “extracción” de toda idea de “comunismo” y con el establecimiento 
              de palabras prohibidas), la manera en que encuentro que se va 
              horadando la autoridad del amo solo puede venir desde una lectura 
              desde otro estrato que atienda a las singularidades que van 
              efectuando el juego y donde el triunfo de X viene dado por una 
              persistencia en afirmar un deseo de búsqueda que taladra la 
              paciencia de QA.
               
              
              La clave que hay entre el final de Semidiós 
              y el comienzo de la novela  (al que nos re-envía dado que la obra 
              termina abruptamente y nos deja en la posición de decidir qué pasa 
              con la desaparición del discurso), creo que está en la lectura de 
              la disyunción y de cómo leer la relación que hay entre las series 
              de discurso-vida / lenguaje-cuerpo ya sea desde el lado de quien 
              dirige la picana (QA) o del que recibe el castigo (X). Con esto el 
              problema es cómo leer la “disyunción” que da origen a ese juego en 
              el que la vida solo se puede conservar si se entrega la parte que 
              no implique su pérdida (el polo en que la vida no se yuxtapone pero 
              que hace que al entregarla, el sujeto se constituya como esclavo). 
              De ahí se desgajan dos problemas que la disyunción  (en la que se 
              basa la idea de “elección”) inscrita en la “exclusión”  (elegir un 
              lado) abre: uno es que la única alternativa para no ser esclavo es 
              la muerte. A la disyunción: tu discurso o tu vida, se responde con 
              un suicidio que hace de la autonomía la elección de la propia 
              muerte  (no entrega ni conserva). En este nivel aparece la elección 
              de Antígona (decir no a la dictadura de Creón sabiendo que con eso 
              está eligiendo su muerte), abriendo con ello la 
              pregunta por el sitio en el que esa elección se posiciona. Aquí es 
              donde me parece que está el problema: al elegir la 
              [supuesta/casi-única] elección (que implica terminar con el 
              cuerpo: rescato el discurso pero a raíz de perder la vida), 
              la heroicidad se confunde con la toma de posición del amo. En 
              otras palabras, al elegir el polo que se supone que está vedado 
              (y que asegura la esclavitud), esa elección se para 
              en el lugar del soberano y repite su operación. 
              Por eso es 
              que no comparto la idea que presenta Alenka Zupancic al leer la 
              figura de las bombas-suicidas como un acto de libertad que niega 
              consigo la disyunción que constituye a la ética de la modernidad 
              como teniendo en su base que no se puede perder la vida  (y por 
              tanto no dando lugar más que al esclavo). El problema es que con 
              eso, la única manera de pensar la autonomía va ligada a la 
              muerte, 
              como espejo negativo que es también creado por la exclusión 
              soberana que funda al “sujeto” (es el campo de lo “indiferenciado” 
              que genera la propia disyunción). 
              
              Con la puesta en escena de la disyunción, 
              Semidiós comienza con la elección del esclavo porque no 
              entrega su vida sino que entra al juego con el que va produciendo 
              historias, todas engarzadas a su situación ya que las series 
              siempre remiten a instituciones opresivas y a la idea de 
              castración. Esto pone a X como una especie de anti-héroe en tanto 
              que hace aquello que se espera de él pero al mismo tiempo abre 
              otro nivel de lucha que va teniendo lugar en su discurso. En este 
              sentido, pienso que se puede leer ese discurrir con la idea que 
              proponen Deleuze y Guattari de una “síntesis” disyuntiva (en lugar 
              de una disyunción exclusiva-excluyente) que a diferencia de esta, 
              se abre a partir de pensar diferente la disyunción no desde una 
              exclusión que delimita a priori la respuesta.  
              
              De tal modo, 
              lo que me interesa de esa propuesta es que parte de una lectura 
              que propone la posibilidad de pensar o articular la idea de 
              autonomía con el plano de la singularidad, evadiendo de esa órbita (como lucha) la demanda tanto de una “coherencia” como de un 
              principio trascendente que impone la disyunción siempre ya pre-decidida 
              (y para la cual, la autonomía es ese “antes” negativo). En este 
              sentido, la “opción” no es más que una serie de pasajes que no 
              suponen elegir un polo u otro polo, divergiendo, por ello, de la 
              posibilidad de caer y mantener el lugar del soberano (al elegir la 
              muerte, que es, en realidad la muestra de imposibilidad de elegir, 
              se toma la posición del amo-soberano reproduciendo la lógica que 
              impuso la disyunción). Como ocurre con Semidiós, 
              es el pasaje a través de las diferentes series que componen la 
              novela, como recorrido en el
              laberinto, aquello 
              que va otorgando a X de diferentes salidas dentro de su sujeción 
              elemental (dentro de lo que sería ese mapa de haber sido 
              “castrado”).  
              
              Retroescritura juega constantemente con la 
              relación de la escritura y el buey castrado que es movido por una 
              picana que le dirige el sentido  (como X en Semidiós) y con 
              la imagen del laberinto que opera constantemente como la página en 
              la que el discurso puede o no oficiar como hilo. “El laberinto es 
              escritura bovina... sombría. Si a ella se ingresa, no se puede 
              salir.” (Retroescritura 89) En Semidiós se nos dice 
              que “para eliminar al minotauro, que espera en el centro del 
              laberinto para devorarte, es imprescindible contar con un hilo, 
              que asumo es este cordel de palabrejas que me conminan a 
              recomenzar. Mi déspota...se cree sofisticado” (24). El discurso 
              que constituye la novela es, entonces, ese hilo que bordea, desde 
              múltiples escenarios las zonas del 
              laberinto 
              hasta llegar a un instante en el que X encuentra su propia 
              monstruosidad, despojado de su ego una vez que hila las diferentes 
              series que constituyen su historia. Ese encuentro que 
              paradójicamente conlleva la muerte de su coherencia como sujeto, 
              le otorga de una llave que se expresa al final con la figura de su 
              propia monstruosidad. En cierto modo, el propio juego (laberinto) 
              implica, desde el inicio, un más allá que postula un exceso, en el 
              que el cuerpo intenta desafiar la 
              muerte que se le impone.  
              
              Si leemos a QA como parte del 
              protagonista, como su propio freno y castigo, la llegada al centro 
              del laberinto se presenta como un sitio fuera de lugar en el que 
              aquello a encontrar  (el toro) es él mismo. A partir de este 
              encuentro en el que su historia remite a la génesis del 
              monstruo, 
              X produce una afirmación del vagabundaje que constituía 
              Retroescritura al decirnos que “Puedo dirigirme hacia toda 
              parte y hacia otra magnitud marcho, una vez asimilado que lo 
              inútil, lo vacuo, lo más melancólico y boyuno, estaría en 
              regresar” (159). Anteriormente decía “Puedo irme cuando disponga 
              pero prefiero continuar” lo que nos deja en la pregunta de cómo 
              ese hallazgo del monstruo parecería oficiar como una transmutación 
              en la que comienza otro tipo de escritura que aparece bajo la 
              forma de un futuro que no podemos leer sino imaginar. En este 
              sentido, creo que se presenta el recurrente trastocar que hace Hamed 
              de la castración (disyunción excluyente que es explícita en 
              su última novela) en especulación, en recorrido de 
              series que al desmontar la construcción institucional de las 
              sujeciones, nos dejan en el desnudo de los procesos, las posibles 
              fuerzas que pueden transmutar en potencialidad, la zona de las 
              singularidades. En este nivel, la 
              muerte, como idea, no desaparece 
              sino que se transforma en un modo diferente de relacionar los 
              polos de la disyunción que en la palabra soberana (y como 
              aparece en el recorrido de las series de la autobiografía) 
              solo vuelven la vida contra sí misma. Bibliografía
 
              
              Butler, Judith. The Psychic Life of Power. Theories in 
              Subjection. Stanford: Stanford University Press, 1997. 
               
              Larousso, Daniel. “El saber del simulacro.” La 
              República de Platón 19, 2-3. 
              Deleuze, Gilles. 
              
              Masochism.Trad. 
              Jean McNeil. New York : Zone Books, 1989. 
              9-138. 
              Hamed, Amir. “Espíritu que no habla, muerde.” La 
              República de Platón 3, 6-7.  
              —. “Hay que matar a Saddam.” La República de 
              Platón 1, 3. 
              —. Retroescritura. Montevideo: Fin de Siglo, 
              1998. 
              —. Semidiós. Montevideo: H Editores, 2001. 
              —. Troya blanda. Montevideo: Fin de Siglo, 
              1996. 
              Lacan, 
              Jacques. The Four Fundamental Concepts of Psychoanalysis.
              The Seminar of Jacques Lacan. Book. XI. Trad. Alan 
              Sheridan. New York; London: Norton, 1981. 
              Núñez, Sandino. “Introducción ácida a la ciudad 
              posletrada.” La República de Platón 1, 4-5. 
              Tani, Ruben. “Filosofía de la miseria.” La 
              República de Platón 17, 6-7. 
              Zupancic, Alenka. The Ethics of the Real.
              Kant, Lacan. London: Verso, 2000. 
                Notas:
                   
                  
                   
                  El interés por introducir un poco de caos en aquello que la 
                  Historia (oficial) monumentaliza desde la educación del 
                  sentido de temporalidad, puede vincularse también al modo en 
                  que las diferentes obras intentan desfamiliarizar y destruir 
                  la organización de figuras de “sagrada familia.” En este 
                  sentido, si Artigas desarma la figura del “Padre 
                  nuestro,” la última novela se obsesiona con la desmitificación 
                  de la “Madre” a través de una serie de figuras que van 
                  marcando y castrando al protagonista (y que jugando con el 
                  desorden que Artigas blues introduce en un padre que se 
                  derrumba y vuelve imposible [de ver homogéneo] podemos ver 
                  como un caos que se introduce en la idea de la “madre” patria 
                  que castra, constantemente, la escritura del protagonista). Al 
                  deshacer la “sagrada familia,” X-Hamed termina con el cuerpo 
                  destruido y abre con esa figura monstruosa la pregunta por la 
                  posibilidad de pensar otras relaciones con la “máquina” 
                  discursiva.    
                 
                  
                  
                  
                  
                  La basura como problema de ese presente se 
                  visualiza como efecto del encuentro entre la introducción de 
                  hábitos de hiper consumo (shoppings, hipermercados, etc) y la 
                  creciente situación de desempleo que encontró como una salida 
                  la ferialización del centro capitalino y la proliferación de 
                  hurgadores de basura. 
                  
                   
                  Los ensayos de Retroescritura están atravesados por una 
                  triple preocupación por la escritura-lectura, la 
                  imagen-pantalla y los cuerpos (virtuales, escondidos o 
                  torturados), series que serán intensamente elaboradas en 
                  Semidiós, donde tenemos como escenario una pantalla (de 
                  computadora) en tanto espacio en el que se marcarán discursos 
                  (historias) en conexión a un cuerpo que, ensamblado a la 
                  máquina, recibirá, al ritmo de la picana, la arbitrariedad de 
                  un sentido tras el deber de escribir y de leer acorde a un 
                  rumbo (como el toro que tanto se presenta en conexión con la 
                  escritura en los ensayos). Al mismo tiempo, Semidiós 
                  engarza, a través del problematizar la creación de historias a 
                  partir de un sitio web, la conexión con el sitio web creado 
                  por Hamed (Henciclopedia) que dará el nombre a un regreso al 
                  papel con la creación de la editorial (de “H” enciclopedia a 
                  “H” editores). 
                 
                  
                   
                  La pieza fundamental es cómo producir una escritura que, 
                  relacionándose con una historia (en Platón, su presente 
                  como terminal genealógica, en la obra de Hamed, el 
                  contrapunteo entre historia, monumento y presente), continúe 
                  apegada a una idea de liberación” no teleológica ni moralizada 
                  –una idea de línea de fuga que problematiza, desde su trazo, 
                  todo asentamiento moral y discursivo. Por tanto, son trayectos 
                  que en su discurrir juegan con el problema de la relación 
                  entre escritura y política (biografía e historia en 
                  Semidiós) a través de la guerrilla entre desviación y 
                  orden, mutancia y sentido común, autonomía y autómata. 
                  
                  
                  
                  
                  Al final de Retroescritura hay un 
                  pequeño tratado de palabras en el que se desarma la palabra 
                  del título no ya como “retro” y “escritura” sino como “re” 
                  “tro” “escritura, donde el “re” habla de un volver a presentar 
                  algo, de la posibilidad de variar, de extraer de lo viejo, 
                  aquello que puede ser activado. El “TRO” afirma la desviación 
                  y el vagabundeo, lo que Hamed define como “un TRO básicamente 
                  advenedizo...nómade, vagabundo o errante ... cuyo sitio único 
                  está fuera de todo sitio, incómodo con la mayoría de los 
                  géneros (Letra que se muda o letra mutante)” (164). Esta letra 
                  mutante o vagabunda es un deambular que compone el libro 
                  generando la idea del lector posletrario que en aparecía en 
                  Platón como “el que escribe como máquina itinerante de 
                  guerra” y como “personaje nacido en la matriz de la 
                  retroescritura de Hamed y del universo posletrado en el que el 
                  cuerpo de la letra ha sido desposeído de su contenido 
                  trascendental” (Tani, “Filosofía de la miseria” 6; Larousso, 
                  “El saber del simulacro” 2). 
                  
                  
                  
                  
                  Mucho tiempo después, Hamed crea junto a 
                  Sandino Núñez (director de Platón) la página web “H” 
                  enciclopedia y se publican allí una cantidad de textos que 
                  habían sido publicados en Platón. Posteriormente, Núñez 
                  abandona el proyecto que sigue en manos de Hamed. 
                  
                   
                  Remito a The Psychic Life of Power. Theories in Subjection. 
                  
                  
                  
                  
                  En este sentido, el rol que juega el masoquismo 
                  a lo largo de la novela creo que es fundamental si se lo lee 
                  desde la idea de “denegación” en la que la realidad no es 
                  negada sino suspendida-denegada al ser transformada en una 
                  fantasía con la que se sostiene el “ideal” (Deleuze, 
                  Masochism 72). 
                   
              
              * Publicado originalmente en Revista Katatay
               
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